15.12.11

Espiritualidad es tener en cuenta que no somos sólo materia perecedera. Espiritualidad es AMOR


CARTA ABIERTA A LAS IGLESIAS Y A TODOS LOS GUIAS ESPIRITUALES DEL MUNDO

Por si a alguno de Vds. se le ocurre calificarme de atea, de endemoniada o de agnóstica, vaya por delante que estoy absolutamente convencida de que existe un Ser Supremo, Algo o Alguien que abarca en Sí Mismo el conjunto de todo lo creado y de todo lo increado; el todo y la nada, el bien y el mal, son solo caras de una misma moneda y unos pocos de los múltiples aspectos de ese gran conjunto del que cada uno de nosotros forma parte. En una palabra creo en “ESO” que todos llamamos Dios.

Si hoy me dirijo a Vds. es porque necesito expresar algo que está (o debería estar) en la conciencia de muchos de nosotros, sus “feligreses”, sin que importe demasiado  la diversidad de credos, ideologías o razas. Es, más o menos, una especie de derecho al pataleo universal. Vengo a pedir unidad.

Necesitamos unirnos todos en un frente común que elimine la idea obsoleta de que necesitamos intermediarios para dirigirnos a Dios. Él está en el corazón de cada hombre y no es otro hombre quien puede hacernos llegar a Él. Cualquiera puede escuchar su Voz con sólo escucharse un poco a sí mismo y nadie, NADIE, está en posesión de la verdad absoluta. Por muy pontífice que sea…

Por cierto, ¿han olvidado Vds. lo que significa la palabra “pontífice”? Un pontífice es un creador de puentes… nada que ver con un político que dicta normas de conducta, ni con un juez que crea jurisprudencia. Las conciencias de los hombres sólo pueden ser juzgadas por Dios. Y ese Dios, Señores, se encuentra también en cada conciencia.
 Las distintas Iglesias ya hace mucho tiempo que han dejado atrás su razón de existir. Sus religiones fueron creadas como respuesta a una necesidad tan antigua como el hombre: la de dar respuesta a sus eternas preguntas trascendentales ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Qué hago aquí?
 Seguimos buscando estas respuestas; las necesitamos para dar un sentido a nuestras vidas y para pensar que no todo se acaba con la muerte.
 Pero ya no necesitamos esos inmensos tinglados religiosos que nos han montado. Hemos pasado del humilde chamán/chamana (ése/a sí que era un pontífice) que ayudaba a sus congéneres a superar los momentos difíciles, a contemplar atónitos como enormes multinacionales religiosas trafican con nuestras almas… por no entrar en más detalles.
 La Humanidad ya no es un bebé que necesita que le cambien los pañales, ni es un niño al que hay que instruir con metáforas contándole un cuento cada noche. No es tampoco un adolescente rebelde a quien se amenaza con castigos infernales o se premia con la promesa de hermosas huríes.
 Hemos crecido, Señores.
 Ahora somos capaces de darnos cuenta de cuando nos están engañando. Capaces de juzgar a quienes, durante siglos, han pretendido juzgarnos y educarnos. Somos adultos y vemos hasta donde nos han conducido sus excelsas guías. Y sabemos también que la espiritualidad no es nada de eso.
 Espiritualidad es tener en cuenta que no somos sólo materia perecedera. Espiritualidad es trabajar por y para nuestro espíritu. Espiritualidad es AMOR.
 Y AMOR es algo de lo que Vds., señores Jefes Espirituales del mundo, carecen. Nos lo han demostrado con su intransigencia, con su afán competitivo y con la petulancia de creer, cada uno de Vds., que su religión es la única verdadera y que el resto, o son herejes o están equivocados.
 Y es que no hay más que un Dios, Señores: uno solo. Y ese Dios no tiene nada que ver con lo que Vds. ofrecen y mucho menos con el ejemplo que nos dan.
 Se ha hablado mucho de que los distintos Credos deben refundirse en uno sólo y de que las Iglesias de todo el mundo deberían reunirse. Eso nunca sucederá: son Vds. demasiado inflexibles y demasiado orgullosos. Pero a los fieles de a pie, los que de verdad somos creyentes, eso no nos importa: no necesitamos Iglesias que nos limiten la Fe , ni templos para reunirnos y “hablar con Dios”. Dios nos escucha dondequiera que estemos y los asuntos del alma de cada persona son asunto propio. Es una conversación privada, en la que los dos únicos interlocutores válidos son el Alma y el Dios del que ésta forma parte.
 Otra cosa que han olvidado todos Vds. sin excepción (al menos están de acuerdo en algo, aunque sea por pasiva) es que Dios NO es exclusivamente masculino Han obviado con toda intencionalidad que Crear Vida es una tarea básicamente femenina y que si ese Ser Supremo es tal, ha de contener en una misma Esencia los dos aspectos. Olvidando a Dios en tanto que Madre, es como Vds. se han alejado del verdadero AMOR y, lo que es mucho peor: han conseguido, a fuerza de machacarnos durante siglos, que nosotros también lo olvidemos.
 Estoy muy lejos de ser feminista; creo en los valores de la mujer en la misma manera que creo en los de los hombres. Ambos, por distintos, somos complementarios e inseparables. ¿Podríamos vivir, unos sin otras?
 Y Vds., que se pelean por obtener la hegemonía absoluta, que compiten por ganar cada día más adeptos, ¿olvidan acaso que la población mundial es mayoritariamente femenina? Detrás de toda esa misoginia mal entendida, detecto un miedo que prefiero no analizar.
 Asómense al mundo y vean lo que han conseguido con esa desvalorización progresiva de los valores femeninos: los hombres ya casi no saben llorar y las mujeres nos hemos visto obligadas a masculinizarnos para hacernos un lugar en una sociedad que se dirige directamente al desastre.
 Lejos de la Madre ya no queda lugar para el amor, el sentimiento o la compasión; nos estamos convirtiendo en bestias sedientas de éxito, competimos por ser (o por tener) un poco más que el vecino y nos sentimos perpetuamente insatisfechos sabiendo que algo nos falta, pero sin atrevernos a averiguar qué es.
 No tenemos tiempo: somos robots al servicio de nuestro trabajo, porque la competencia y la sociedad de consumo nos exigen cada día más.
 No tenemos tiempo: por eso cada vez sobrecargamos a nuestros hijos con más y más extraescolares y permitimos que vean demasiadas horas de televisión o que se aíslen del mundo real en aras de la cibernética. Estamos fomentando la desintegración familiar y creando monstruos sin imaginación y sin valores familiares, pequeñas réplicas nuestras con alguna que otra prótesis adicional: ordenadores, consolas, wiis y teléfonos móviles. Gracias a algo tan simple como una calculadora, los menores de cuarenta años ya no saben sumar… si se encontraran en una situación límite, si no pudieran apoyarse en la tecnología, se verían obligados a aprender muchas cosas. Pensemos, ¿qué pasará cuando sus hijos, nuestros niños de ahora, se conviertan en adultos? Y no es que no me parezca bien la tecnología; pero todo tiene su justa medida.
No tenemos tiempo… ya no tenemos tiempo ni para Dios y de eso, Señores, Vds. son directamente responsables.
No, Señores, no creo en Vds., igual que no creo en sus Iglesias: en ninguna.
El día en que vea cómo se desprenden Vds. de sus riquezas, venden sus posesiones, dejan de traficar con divisas o con cosas peores y se dedican a ayudar a “sus feligreses” menos favorecidos, entonces y sólo tal vez, empezaré a creer que son algo más que mercaderes en sus propios templos.
Cuando desmantelen todo el circo religioso que tienen montado unos y otros para ponerse de acuerdo y reconocer públicamente que se han equivocado, que Dios está dentro de cada uno de nosotros y que no les necesitamos a Vds. para tener conciencia de Él…
Cuando hagan uso de la humildad que predican para reconocer que sus homólogos pueden ser tan buenos o mejor que Vds. mismos…
 Cuando demuestren que son capaces de sentir empatía por sus semejantes…
 Cuando se ocupen de emplear sus inmensas riquezas en dar un hogar a todos los niños del mundo, en sanear el medio ambiente, en erradicar el hambre…
 Cuando trabajen codo a codo con los pobres a pleno sol en vez de intentar dirigir sus destinos desde despachos climatizados…
 Cuando nos eduquen con el ejemplo, convirtiéndose en hermanos en vez de en competidores…
 Entonces, Señores, y sólo entonces… tal vez crea en Vds.
 No pongan palabras supuestamente divinas en sus bocas, porque Dios no es quien habla por ellas: es su propia soberbia quien lo hace. Luego, lo hemos visto todos, les toca rectificar porque los tiempos cambian y porque la “gran masa” no es tonta.
 Digan al mundo la VERDAD ; estamos preparados para asumirla. Después podrán jubilarse, que ya toca después de tantos miles de años…
 Y no duden de que existe una Justicia Superior que tiene en cuenta hasta el más sutil de nuestros pensamientos: no en vano todos formamos parte de ese Gran Él-Ella, el Dios Padre-Madre. Una Justicia, Señores, que va a medirles con el mismo rasero con el que Vds. miden a su prójimo.
 Y esto es igualmente válido para todos aquellos grupos emergentes, supuestamente espirituales pero decididamente miopes, que emplean todos sus esfuerzos en criticar a las Iglesias existentes para decirnos que estamos evolucionando hacia un mundo mejor y más elevado por una parte, mientras por la otra nos hablan de profecías y finales del mundo apocalípticos. Díganme, ¿no es esto una versión más actual de huríes y de infiernos? ¿No están Vds. haciendo lo mismo que sus competidores de toda la vida? La finalidad es la misma de siempre: recaudar fondos de la forma que sea.
 Con estas pobres palabras mías acabo de darles un excelente pretexto para que se pongan todos de acuerdo para quitarme la razón. Si lo consigo, ya serán dos las cosas que tendrán en común. Y por algo se empieza.
Lola Xaxo -   
http://www.lola-xaxo.com/index.html



LA HIJA DE LOS DIOSES (Lola Xaxo)
Los dioses regresan a la Tierra para reparar los errores cometidos cuando intervinieron en el proceso evolutivo de la humanidad permitiendo ser adorados como tales. A través de múltiples encarnaciones en cuerpos humanos, estos dioses vuelven para proclamar la Verdad a los hombres.Para ello, Ma’atkara Hatshepsut reinará como mujer en un mundo de hombres, asistida por dos validos poderosísimos: el Sumo Sacerdote Hapuseneb y Sen-en-Mut, por cuyo amor se verá arrastrada a unas cotas de sensualidad tan elevadas que no dudará en convertirle en el hombre más poderoso de la tierra. Fluctuante ante dos pasiones, el poder y su amante, Hatshepsut luchará por mantener la cordura negándose a aceptar su verdadera Esencia y endureciendo su corazón hasta convertirse en la mujer más amada, temida y respetada de toda la Historia.
La hija de los dioses es un relato apasionado, repleto de luchas por el poder y de intrigas palaciegas, al tiempo que recrea las antiguas costumbres de la Casa de la Reina, el pueblo egipcio y una extraña sociedad secreta, «los Servidores en la Sede de la Verdad», que se encargaban de construir las Moradas para la Eternidad de los Faraones 3.500 años atrás

No hay comentarios:

Publicar un comentario