2.12.11

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NADIE VIO MATRIX
 Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horatio, 
que las que tu filosofía puede soñar.
William Shakespeare, Hamlet

Decadencia. Ésa es la palabra clave de los tiempos que se viven. No en vano esta obra comenzará con la descripción del colapso del Imperio Romano. La decadencia siempre opera como una señal anticipatoria de lo que viene. Decadencia en las artes, en la filosofía, en la literatura, en la música que se escucha masivamente, en las religiones, en la escala de valores de las gentes. Decadencia.

Imágenes y simulaciones. Simulación de capitalismo competitivo cuando en realidad cada día las megacorporaciones concentran más dinero y poder, y dominan cada vez más el universo económico. Ello implica una progresiva imposibilidad de libre competencia en cada vez más mercados. Escandalosas operaciones económicas en las sombras, a veces mudas, secretas, y a veces a cielo abierto, que conspiran contra la supuesta "libertad" de la que deberían gozar los ciudadanos de una vastísima cantidad de países —si es que éstos aún existen en un sistema globalizado— del mundo.

Partidos políticos indiferenciados. Izquierda y derecha que se entrecruzan, cambian de roles y se miran al espejo, proyectando la misma imagen. Políticos cada día más parecidos, casi clonados entre sí. La verdadera democracia, si la hay, es sólo remanente, para cuestiones cada día más municipales y barriales. Sólo subsiste en contadas excepciones, en algunas —muy pocas— naciones desarrolladas y algunos países en vías de desarrollo que están recobrándose lentamente de sus escombros, y oponiéndose —como pueden, y mientras puedan— a los dictados del Nuevo Imperio Romano. Los pueblos, en general, están cada día más alejados de las grandes políticas nacionales, que —y no es un juego de palabras— nada suelen tener de nacionales. Gran paradoja de los sistemas que dicen respetar el concepto de democracia representativa y republicana.

Basta con encender el televisor para ver cada vez más la repetición al infinito, a toda hora, de los crímenes que se producen en las ciudades, en las periferias, que ayudan a encubrir las verdaderas noticias que permanecen ocultas tras el efecto hipnótico de la televisión, donde —con algunas honrosas excepciones— ya se puede ver casi cualquier basura travestida de noticiario, de programa periodístico, de espectáculo, de entretenimiento, o de parodia de la propia realidad que se copia y copia a sí misma, auto-generándose. Periodistas con temor a preguntar y entrevistados que imponen —tácita o taxativamente— agendas de preguntas y respuestas casi apegadas a un guión.

Este fenómeno, circense en varios países en vías de desarrollo, se convierte en realidad en algo mucho más siniestro en el propio centro del Nuevo Imperio Romano donde el despliegue de fondos colabora a tapar, con despliegue de corresponsales y derroche de dinero, la verdadera información que suele encubrirse con desinformaciones, falsedades, y medias verdades.

Es suficiente con salir a la calle, o ir a una discoteca por las noches, en cualquier ciudad importante del mundo, para ver cómo han cambiado las cosas: la juventud ha sido cautivada en buena medida por la cocaína, el éxtasis, el alcohol, la prostitución y fenómenos aun mucho más grotescos, tristes y preocupantes. Pero a la vez se presiente, se intuye, una confusa señal del necesario y saludable fin de
fiesta que en algún momento deberá ocurrir.

Ésas son algunas de las características del mundo "moderno" y del supuesto "progreso científico y tecnológico", que en sí mismo no es ni bueno ni malo, dado que depende de cómo sea utilizado, a qué ayuda o qué daña. Nada de esto carece de consecuencias para ninguno de nosotros. El bombardeo desinformativo que recibimos de los medios cada día nos hace desconfiar más del vecino, del desconocido, del conocido, del semejante y del diferente. Relaciones sociales de grupos cada vez más cerrados en sí mismos, casi endogámicos, amistades cada día más ceñidas al ciberespacio, al e-mail y al chat.

George Orwell decía en su magnífico 1984 que la libertad es la esclavitud. No se trata de algo muy diferente de lo que se entrevé en el enigmático y críptico film Matrix, que encierra un saber cercano a lo muy poco que existe de sano esoterismo. Allí, Morfeo le advierte a Neo que la triste verdad de la humanidad —y la suya propia— es que ha nacido para ser esclava. Matrix debe ser tomada muy en
serio. No contiene sólo un divertimento para adolescentes, sino un claro metamensaje. En la propia página web de la Warner Bros., realizadora de la película, figuran muchos ensayos de todo tipo de lo que en realidad quiere y puede significar. A nosotros nos queda muy claro que el principal metamensaje del film es que existe otra realidad tras la realidad. Y, por lo tanto, que lo que llamamos usualmente realidad no es otra cosa que una mera apariencia...

La abrumadoramente mayoritaria esclavitud que se vive en el mundo "moderno" se caracteriza por el hecho de tener que trabajar cada vez más horas, cada vez por menos placer y por un dinero que alcanza, a duras penas, para un nivel de vida —mejor dicho, de consumo— difícil de poder mantener. El gran desarrollo tecnológico que se evidencia cada vez más debe ser tomado como otra manifestación de la decadencia que impera y del ocaso que se avecina, dada la invención cada vez mayor de tecnologías superfluas y carentes de valor: cuando en un teléfono celular en miniatura se incluye fumadora, conexión a Internet, radio y reproductor de MP3, o cuando se generan automóviles capaces de llegar a los 300 kilómetros por hora, sólo se desperdicia talento humano en aras de un consumo imposible. En aras de nada.

En un mundo donde el ideal es el consumo, en una sociedad basada para y por el consumo, la libertad no puede ser más que mera apariencia, un semblante cada día más delgado, una quimera irrealizable. Podemos, mejor dicho, algunos podemos, conectarnos al instante con Tokio, vacacionar en París, jugar tenis o golf, malgastar el dinero en la superficialidad de Las Vegas o la artificialidad de Miami, o disfrutar de un día libre cada tanto. Pero allí acaba todo. Ésos son los pobres límites de la nueva esclavitud que el capitalismo corporativo, amparado por la fachada perversa de la supuesta democracia representativa y republicana, llama libertad. Pocos, en realidad pueden ser libres, libres en serio —y asumen las consecuencias, que no son simples—, pero aun así no dejan de padecer —y a veces mucho más— el sistema cruel que sufren e intentan desconocer quienes están de lleno inmersos en él.

Pero, ¿cuándo comenzó todo esto? La "cárcel mental" que mencionaba Morpheus nos puede impedir ver que —con sus altos y sus bajos— el sistema esclavista que hoy padecemos no es nada nuevo. Ha ido progresando con el tiempo. Es una estructura que no se funda así no más en unos pocos años, ni en
unas pocas décadas. Es algo progresivo. En la tentativa de poner una fecha bien podríamos ubicarla en el catastrófico año de 1776, caracterizado por tres hechos trágicos para la humanidad. En primer lugar, se puso la piedra fundacional, en Norteamérica, del Nuevo Imperio Romano, en lo que quizás algún día terminen siendo los Estados Desunidos. Quien descrea de esta intencionalidad imperial para nada novedosa, puede observar en el reverso del billete de un dólar el "Gran Sello de los Estados Unidos". En el extremo izquierdo aparece una extraña pirámide cuya cúpula está separada del resto por un símbolo esotérico: "El Ojo que Todo lo Ve" y la inscripción "Novus Ordo Seculorum" (una variante de la expresión Nuevo Orden Mundial, pero mucho más ambiciosa: Nuevo Orden de los Siglos). En el extremo derecho: el águila, un ave de rapiña, elegida ex profeso por haber sido el símbolo de otros imperios y su significado esotérico. Se trata en realidad del "Gran Sello de los Estados Unidos" desde su inicio como nación. Alguien podrá decir que el diseño del billete de un dólar corresponde recién a los años treinta, cuando Franklin Roosevelt era presidente. Es cierto. Pero el Gran Sello de los Estados Unidos no. Es muchísimo más antiguo. Data casi del propio origen de lo que se denomina la "primera nación libre, democrática y capitalista" del mundo pero que en realidad es una especie de "caja negra" que no se sabe bien qué es lo que en realidad encierra: los Estados Unidos.
El segundo hecho nefasto que se produjo en 1776 fue la aparición de la obra La Riqueza de las Naciones escrita por Adam Smith, empleado a sueldo del rapaz monopolio que fue la British East India Company, gran corporación monopólica que en los siglos XVII y XVIII, que se beneficiaba con el tráfico de esclavos, cultivaba opio en India y lo vendía, a la fuerza, en China para apropiarse las reservas de oro de ese país. Esa obra, difundida, comentada y alabada por la prensa de la época gracias a la "generosidad" del cuasi monopolio banquero londinense y la propia British East India Company, es el basamento fundamental de casi toda la economía moderna: la liberal, a marxista, la neoliberal, la monetarista, el keynesianismo, y la escuela de las expectativas racionales, se basan en los conceptos de Smith, que propugnaba la libre competencia desde su confortable puesto de empleado en aquel rapaz monopolio. Esa obra dio el basamento teórico e ideológico de la actual matrix esclavizante que nos genera la ilusión de libertad y libre competencia.

El tercer hecho trágico acaecido en el año 1776 fue la fundación y expansión europea y americana —con fondos del clan Rothschild, especialmente— de la sociedad secreta denominada "Illuminati de Baviera", que inmediatamente fundó una "sucursal" en Estados Unidos con un nombre en código de letras griegas: "Phi Beta Kappa". Entre 1820 y 1840 hubo una fuerte presión contra las sociedades secretas en Estados Unidos porque buena parte del pueblo advirtió que las sociedades secretas se habían infiltrado en el poder político, tanto en el ejecutivo y el legislativo como en el judicial. Ello produjo que se llegara a fundar un Partido Antimasón, que incluso acaparó, fugazmente, una buena cantidad de votos, y que amenazaba con crecer. Fue recién la gran popularidad del presidente Andrew Jackson —un caso muy curioso: un masón enemigo de los banqueros— lo que logró contener la ira popular contra las sociedades secretas en Estados Unidos. El precio que éstas tuvieron que pagar fue salir a la luz y hacerse públicas. Fue así como Phi Beta Kappa hoy aparece como una respetable sociedad de las mentes universitarias más brillantes de Estados Unidos. Las que ayudan a diseñar la agenda educativa.

Pero el componente de poder político secreto se trasladó a otra sociedad secreta, hija directa de los Illuminati de Baviera: la sociedad denominada "Skull & Bones" (textualmente: "Calavera y Huesos"), grupo que ha tenido un enorme poder en las sombras dado que estuvo —y está— compuesto por los elementos más oligárquicos de la sociedad norteamericana. Recordemos que nada menos que Bush padre y Bush hijo son socios. Y hasta John Kerry, el rival de Bush hijo en 2004, lo es. Además lo son vástagos de muchas otras familias que no han dado presidentes, pero que han ejercido un enorme poder, el que ha determinado el nombramiento de presidentes. Como ejemplos se puede nombrar a los clanes Rockefeller y Harriman.

Entienda bien el lector la real gravedad del tema: las sociedades secretas han sido las reales creadoras de los principales servicios de inteligencia de una vasta cantidad de países. Éstos se financian con fondos públicos para sus operaciones legales, y con fondos provenientes del crimen organizado de las peores características para sus actividades más oscuras y secretas. No están al servicio de los países que dicen defender con operaciones de "inteligencia", sino al servicio de la oligarquía globalista que conforma la cúpula de las sociedades secretas, aunque los financiemos en parte nosotros con nuestros impuestos y en buena medida los marginados sociales con la compra de drogas o armas para crímenes o actos terroristas. Y han sido también los miembros prominentes de las sociedades secretas los que han conformado los think tanks (como el CFR y el RIIA) —círculos cerrados de "cerebros": Intelectuales, periodistas, empresarios, políticos, militares, educadores— que conforman lo que en Hitler ganó la guerra hemos llamado, creemos que acertadamente, El Gobierno del Mundo, sobre todo en esta etapa de la globalización, dado que —a pesar de un "disenso interno controlado y limitado" que sólo simula independencia intelectual— diseñan en buena medida las políticas que luego los gobiernos adoptan. Sus actividades se desarrollan sobre todo en el centro del Nuevo Imperio Romano, los Estados Unidos, y en su hoy satélite obsecuente: Gran Bretaña.

Es necesario que quede claro que cuando nos referimos a las sociedades secretas queremos hacerlo sin incluir ningún tipo de componentes esotéricos —que los hay, muchos, y de todo tipo— porque lo fundamental es su injerencia y su infiltración en las estructuras de poder, lo que indudablemente nos afecta a todos. Las sociedades secretas estuvieron y están presentes en el poder político. Han sido jefes de Estado muchísimos masones de izquierda y de derecha en una enorme cantidad de países. Basta con mencionar que extremos tan opuestos como Salvador Allende y Augusto Pinochet figuran como miembros en varias obras sobre las sociedades secretas. Para que el lector tenga una idea acabada de hasta dónde llega el tema, habrían sido miembros o al menos muy cercanos a las sociedades secretas extremos tan opuestos como Hitler —hasta que llegó al poder— y Trotsky e incluso Lenin —también hasta que tomaron el poder— en Rusia. No es una coincidencia que hayan pertenecido, ni que las hayan utilizado, ni que luego las hayan derogado. Ocurre que los regímenes totalitarios saben el enorme poder de las sociedades secretas: sus cúpulas dictatoriales las conocen bien desde adentro, por eso las prohíben una vez que acceden al poder. Para impedir que otras sociedades secretas socias, pero de cierta rivalidad, les disputen el poder. Pero si en los regímenes totalitarios las sociedades secretas se enquistan y producen las propias fuentes del poder, el panorama no es mejor en las democracias, sino peor, como iremos viendo.
A fin de no faltar a la verdad, es necesario explicar que la elección del año 1776 como el inicio de "esta realidad" que nos toca vivir hoy, es bastante caprichosa. Es un año emblemático de algo muchísimo más antiguo. Viene desde la propia noche de los tiempos. Quien quiera divertirse y preocuparse sobre el tema desde la remota antigüedad puede, por ejemplo, releer cuantas veces haga falta la abstrusa, oscura y luminosa novela de Umberto Eco titulada El Péndulo de Foucault, obra monumental, falsa y verdadera a la vez, que desentraña misterios y encierra otros acerca de los Templarios, la Prieuré de Sion, los Superiores Desconocidos, los Assasins ("terroristas" medievales musulmanes que se habrían hecho grandes amigos de sus rivales cristianos los Caballeros de la Orden del Temple...), entre otras sociedades secretas.

Pero es posible abreviar el camino, sobre todo para quienes están más interesados en el presente y el futuro, y la esclavitud que imponen las obligaciones "modernas" les impiden sumergirse a conocer la verdadera y real historia de la Edad Media y de la Antigüedad. Sólo diremos que si se mira el tema desde cierta distancia, desapasionadamente, las sociedades secretas son un fenómeno que se ha reduplicado a sí mismo en múltiples circunstancias distintas del tiempo y del espacio. Han sido como la maleza. Siempre crece, y siempre es necesario, en algún momento, cortarla de raíz. Ocurre que todo tipo de estructura social genera excluidos. Dentro de esos excluidos los hay pobres y marginales —terminan muchas veces muriendo de desnutrición o drogándose— y los hay ricos y poderosos. Por ejemplo, lo han sido los banqueros en la Edad Media en los países cristianos, en los que los préstamos a interés —generalizados como usura— estaban prohibidos para los católicos y estaba ética y socialmente muy mal vista su actividad. Y también, en China, otro país en el que estas sociedades han proliferado, vemos el fenómeno: han sido miembros sus comerciantes. Ocurre que durante la larga época en que ese país fue gobernado con una concepción confuciana del universo que rebajaba el comercio —actividad muy lucrativa— a una de las actividades sociales más despreciables, los comerciantes eran socialmente marginados. Hemos mencionado sólo dos de los muchos casos, pero podríamos citar también Egipto, India, la Mesopotamia, África, Judea, y un largo etcétera. Lo cierto es que esta clase de excluidos ricos, y por lo tanto poderosos, tienden a luchar contra su marginación social y contra el orden social imperante, agrupándose y complotando, conspirando contra el propio régimen que, si bien los ha hecho ricos, a la vez los excluye socialmente.

Obviamente, lo hacen en secreto. Toda conspiración es secreta. Para los tontos, o los que hablan por hablar aun cuando ni siquiera lo sepan, para los que dicen no creer en conspiraciones ni teorías conspirativas, basta con recordarles que aun la historia oficial —"mentirosa y embustera", como Balzac la llamaba— no es más que una historia de conspiraciones victoriosas. ¿Alguien puede acaso dudarlo? ¿Qué revolución, según la propia historia oficial, no nació de una conspiración? ¿Qué guerra no se tramó en secreto? ¿Qué golpe de Estado no se gestó en la oscuridad?

Lo que volvemos a remarcar, y pretendemos que el lector no olvide, es que en esta obra lo que nos interesa de las sociedades secretas y sus conspiraciones y complots es lo que atañe a sus objetivos políticos, económicos y geoestratégicos. No sus creencias religiosas, esotéricas, morales o filosóficas, que aunque puedan haber sido su fundamento inicial, han perdido, en el mundo moderno, casi toda su importancia. Por lo tanto, comprendemos que muchísimos miembros de esas sociedades secretas han ingresado —y aún ingresan— a ellas de "buena fe" y con fines altruistas. Pero ello, a nuestros fines, no interesa.

Suponemos que el lector ya sabe a qué atenerse. Quienes prefieran la "píldora azul", o mejor dicho, seguir consumiéndola, como lo hacen todos los días, creyendo a pies juntillas en lo que se dice en los medios masivos de comunicación y propagan las agencias de noticias, pueden —y deberían— abandonar aquí mismo, sin demora, la lectura de este libro. En cambio quienes decidan elegir la "píldora roja" deberán primero comprender, o soportar, según sea el caso, algunos conceptos económicos en el primer capítulo para ampliar el horizonte y entender el porqué de lo que sigue desde el segundo, que, aunque pueda llegar a límites desconocidos de asombro, no es ciencia ficción sino una breve descripción de la matrix que estamos viviendo, que nos encierra y que nos precede, por mucho tiempo, a nosotros mismos. Esa matrix sin duda está en decadencia, por lo que podemos especular que en algún momento dará lugar, como veremos, a profundos cambios sociales, políticos y económicos. A otro régimen, quizá.

Si opta por ingerir la "píldora roja", entonces, adelante.

NADIE VIO MATRIX (Prólogo)
Walter G. Graziano

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