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14.5.12

NO TEMAS AL FUTURO: SÓLO VIVE EL PRESENTE

DISFRUTA del presente: Esto que llamamos "realidad" no es más que una especie de simulador para que nuestra alma crezca.
Ahora llega el momento de la serenidad…de la tranquilidad…de vivir y disfrutar del presente...aunque apriori parezca muy duro y desalentador…Recordad que la forma de las cosas cambia, cuando cambias la forma de ver las cosasy recordad también que esto que llamamos REALIDAD no es más que una especie de juego virtual al que venimos a EXPERIMENTAR.
Y esa es la parte más importante de todo esto…Independientemente de lo que pase en los próximos años…no hay que temer... El miedo no sólo nubla la mente…sino que como diría el mismísimo Yoda, nos lleva al lado oscuro, que es lo que pretenden los de siempre….
A medida que avancemos en el tiempo, cada vez será más palpable el hecho de que el pensamiento crea nuestra-vuestra realidadEsto es una parte muy importante del cambio dimensional….Por favor, tomad CONSCIENCIA de esto, y sed muy cuidadosos con vuestros pensamientos!!!
Hay que actuar cómo os dicte vuestro corazón…Y procurando desarrollar o mantener la empatía, la compasión, el compañerismo, el altruismo…Eso es lo que vale…
No os preocupéis los que estéis pasando problemas o dificultades  financieras o de salud, existenciales o incluso sentimentalesya que estáis viviendo vuestro particular 2012…y eso no es nada más que CAMBIO…A unos les llega antes, pero creerme cuando os digo que el CAMBIO, o su particular 2012, les llegará a todos…Y cuanto uno más se resista o más ignore al CAMBIO, más dramático y doloroso será su transformación…pudiendo incluso transcender en este periodo…En cualquier caso es la elección de cada uno…
Y recordad también…que aunque ya hayáis cambiado mucho o eso creáis… el CAMBIO es lo único que se mantiene CONSTANTE…
Os dejo con un artículo de un viejo conocido de esta página…
No es infrecuente que alguno de mis lectores me escriba alarmado por los sucesos de cada día, y aún más por cuanto se dice y escribe en Internet acerca de conspiraciones (incluidas las delirantes de razas alienígenas, como si no tuviéramos ya bastante con los políticos), pánicos apocalípticos o desvaríos new age, pidiéndome opiniones imposibles o incluso modos de proceder. Detecto en ellos, por otra parte, cierto abatimiento o desesperación ante tanto desconcierto, y, a menudo, me veo en el deber de informarles que sólo sucede lo que tiene que suceder, pero que no por ello se debe temer al porvenir, sino vivir el presente con tanta intensidad como se pueda, pues incluso lo malo, bien vivido, puede ser una experiencia enriquecedora. Ya se sabe, aquello de “bástele a cada día su inquietud”.
Es cierto que desespera la realidad, que no es alentador saber la cantidad enorme de personas que sufren en el mundo por culpa de unos pocos seres inhumanos, que duelen las guerras injustas que se libran por doquier en el infame nombre del dinero, la crueldad del hambre que hace súbditos a cientos de millones de personas, la muerte atroz por simples enfermedades a que está sometida una gran parte de la humanidad, el abandono y abuso de la infancia en medio mundo y otras mil barbaridades como las que nos abruman desde los informativos, entretanto sobran medios económicos y sociales para rescatar de dificultades financieras a los ricos y los bancos, proteger a los bandidos políticos con fuerzas policiales y de elite, y aun para que las agusanadas clases políticas y el poder financiero internacional vivan como maharajás mientras nos convierten con sus leyes indignas en esclavos; sin embargo, repito, por más que sea atroz, sólo sucede lo que tiene que pasar.
Uno no es Dios, y no puede echar sobre sus espaldas el peso de los males del mundo, hoy arracimados porque las distancias desaparecieron por causa de las comunicaciones e Internet, y ya no hay una cantidad de metros, kilómetros o clases sociales que medien entre el loco de la esquina, el paranoico del aquél país remoto o la catástrofe de allende los mares con nuestro propio hogar: todo ha venido a juntarse en una suerte de plaza donde tirios y troyanos están juntos y revueltos. No es que hoy sucedan más tragedias o algo por el estilo, sino que gracias a los medios se juntan casi al instante todas las que se verifican en todos los lugares de la Tierra y cualquiera, desde cualquier lugar, con un simple ordenador puede ordenarlas o desordenarlas, según su talento o conveniencia, y hacernos partícipes de sus delirios, ya sea por engrandecer su ego, por hacer negocio con nuestros pánicos más íntimos o porque no se ha tomado la medicación que le recomendó su psiquiatra.
Para quien está interesado en la Historia de otra manera que como una asignatura tediosa, no le resulta extraño nada de esto, y sabe que en todas sus páginas de todas sus épocas los hombres tuvieron que lidiar con locos, iluminados, fanáticos de todo pelaje y apocalípticos que auguraban que, si no se hacía lo que ellos decían y tal, a la Tierra misma le quedaban dos telediarios. Siempre, en las cuatro esquinas de la Tierra, hubo miedos y voceros del pánico, unas veces religiosos, otras sociales y otras como consecuencia del nacer y el morir de las propias civilizaciones cuando eran desbordadas por enemigos potentes o por cambios de paradigmas sociales. El hombre –deben comprenderlo todos- no es separable de sus miedos, y siempre éstos le han acompañado con la fidelidad de una sombra, su sombra.
Es posible que en muchos casos la amarillista y desquiciada concentración de males que los medios meten en nuestra vida a través de la televisión, Internet o los diarios –la sangre y dolor venden mucho- nos abrumen hasta el extremo de considerar que merecemos un apocalipsis apoteósico, que Nibiru destruya nuestro planeta o que una III Guerra Mundial sea el más justo acabijo para esta especie de cainitas; pero todo esto no es sino un estado de hastío y de malestar que no se debe desviar hacia el catastrofismo, sino hacia la propia modificación de valores, mejorándonos y haciéndonos más humanos nosotros mismos, porque la modificación del mundo, su mejoría, no empieza por los demás, sino por uno mismo: así de cerca y así de fácil. No diga, pues, “es que los demás…”, porque los demás son como son y usted no puede hacer nada por cambiarlos, sino que mejor diga “es que yo…”, porque eso sí que puede modificarlo, y, en consecuencia, hacer el mundo mejor, más habitable y justo, al menos en esa misma su medida. Que no es poco.
Pongamos por caso que sea verdad que las elites se hayan construido potentísimos y bien equipados refugios subterráneos para sobrevivir a ciertas catástrofes cósmicas o choques planetarios venideros que ellos conocen y usted no (porque ellos tienen el control de la información y usted no), o pongamos que sea verdad que se está gestando una Guerra Mundial contra Irán, que se quiere eliminar a tal cantidad de población mundial mediante una pandemia o que tal raza alienígena está en connivencia con tal potencia terrestre y quieren utilizarnos como alimento o vaya usted a saber qué otro desvarío. Vale, imaginémoslo: ¿y qué?…, ¿qué puede usted hacer, cómo lo puede evitar o para qué quiere preocuparse ahora de lo que potencial (e imaginariamente) va a sufrir en un después que ni si quiera es seguro que se verifique?… ¿De verdad no le parece absurdo?…
De Internet ni siquiera le voy a decir nada, porque seguramente ya sabe que, pudiendo ser muy útil, es el mayor pozo de excrementos de la modernidad porque cualquiera puede echar en él libremente sus residuos mentales y sus despropósitos. Olvídese de todo ello y llene su alma de belleza, de paz, de tranquilidad: “Bástele a cada día su inquietud.”

Veamos: pongamos que es cierto lo que escribí antes acerca de Nibiru y todo eso de las elites y conspiraciones mundiales y tal, y ahora pensemos en ello. Si Nibiru existiera y fuera a chocar contra la Tierra, disfrute el espectáculo, porque usted no puede hacer nada, sino hacerse con un buen sitio para presenciar el más fantástico espectáculo del universo: algo único. Si Nibiru no chocara contra la Tierra, sino que produjera un cambio de polos y todo eso, ¿qué más le da, si no va a tener oportunidad de sobrevivir haga lo que haga, escale la montaña más alta de la Tierra o se esconda en la cueva más profunda: no sólo se arrasaría el planeta, sino que la vida en él después de esto sería imposible. Y no se preocupe por quiénes estarían escondidos en superbunkers subterráneos y todo eso, porque ésa, precisamente, sería su fosa común. Otro tanto sucedería si se librase una III Guerra Mundial, que sería atómica o cualquier cosa por el estilo, donde nada ni nadie estaría a salvo, se escondiera o no, y mejor sería morir de los primeros a sobrevivir en un planeta radiactivo, probablemente con todos sus seres queridos muertos o afectados de males incurables y con todo destruido. De lo de los alienígenas y todo eso, ni siquiera entro en tales locuras porque es angustiarse por el placer de hacerlo con desvaríos que son de psiquiatría incluso para la ciencia-ficción.

No lo dé más vueltas,

y sea lo que sea lo que vaya a pasar, lo único seguro que tiene es el AHORA, de modo que disfrútelo, sea bueno, regular o malo, que seguro que a poco que busque tiene un millón de motivos para disfrutarlo y ninguno para renunciar a él. Si le va mal, imagine lo que disfrutará cuando supere con buen rollo este periodo y lo que entonces valorará lo que consiga, porque nada, nada, es para siempre, y lo que hoy es, mañana cambiará. Disfrute y relájese.
Incluso poniéndonos en lo peor, y considerando que estos tiempos que vivimos son demoniacos –literalmente-, no debería usted angustiarse, porque si supone que es el mismo demonio en persona el que está en el control de este orden perverso que nos ha tocado vivir, sólo necesita saber que si cree en el demonio también cree en Dios, y ya se sabe que en tal caso usted puede estar sobradamente protegido, porque a mal enemigo, mejor aliado, y nadie como Dios en tal supuesto. De tal modo es la cosa, que si usted llegó a creer eso, sonría, porque incluso su Dios le da la pauta a seguir para que sepa de qué tiene que preocuparse: “Aunque sea el día del Fin del Mundo, planta un árbol”. Así está la cosa.
Es posible, ya le digo, que toda esta situación tan mala que han propiciado los codiciosos, esta falsa crisis, este desempleo galopante y esta miseria que están esparciendo por todo el mundo, le ponga de los nervios y no vea otra que echarse en brazos del catastrofismo. Tal vez por eso sea usted una de esas personas que me escribe en el límite de la desesperación pidiéndome un consejo. Lo agradezco, pero no soy quién para aconsejar a nadie más allá de pedirle calma y sensatez, porque ni soy un gurú ni quiero serlo. Sólo quisiera, si está usted en este caso, pedirle que reflexione y que mire atrás, porque esto pasó muchas veces, todas las veces, y quienes se vieron sumergidos en un conflicto, que es decir toda la especie humana de todas las épocas, creyeron que vivían el fin del mundo, y en verdad lo fue, pero sólo de su mundo o de su orden. Nacieron y murieron imperios y naciones, surgieron y se eclipsaron religiones, credos e ideologías, hubo invasiones, guerras y pestes, y, en fin, el mundo no dejó de cambiar, arrastrando indecibles pánicos con cada una de sus transformaciones. En fin, que como decía Qohelet “No hay nada nuevo bajo el sol”.
Al final, ya lo ve usted, no pasa sino lo que tiene que pasar, porque son las situaciones las que propician los cambios y ahora mismo el mundo y la sociedad están cambiando. Que sea para bien o para mal, depende de cómo lo encaremos individualmente cada uno de nosotros, porque cada uno afecta a un grupo en nuestro entorno, y, si lo que transmitimos es felicidad o tranquilidad, así será lo que venga; si por el contrario transmitimos rencor o miedo, lo que vendrá no será bueno, aunque, en fin, eso ya se lo imagina usted, seguro. Por lo tanto, bástele a su hoy con su inquietud, ponga su confianza en que si el mal existe lo es porque existe el bien, y disfrute del más hermoso regalo del mundo: SU VIDA. Fíjese bien qué no será de importante su vida, que miles de millones de kilómetros a la redonda, incluso de años luz entorno a este planeta, la vida no existe; pero no es sólo eso, sino que la vida en nuestro propio planeta es una excepción comparada con la masa del planeta, y la vida inteligente, comparada con la vida existente, sencillamente un milagro. Siéntase afortunado, amigo mío, porque si usted es el ganador de una carrera entre más de cinco mil millones de espermatozoides que pugnaron por llegar primero al óvulo y fecundarlo, sólo por ser una criatura inteligente con capacidad de comprender y comprenderse, es usted un milagro universal. No gaste, pues, su genio y talento en angustiarse con los delirios de quienes han perdido su juicio y sólo quieren ver aspectos negativos de la vida. Sea feliz y disfrute su presente, y no olvide nunca, nunca, que la vida es cambio y que los cambios duelen: fíjese en su cuerpo, el cual por estar vivo no ha dejado de cambiar ni un sólo día desde su nacimiento. En esa misma forma, o parecida, cambia el cuerpo social que llamamos humanidad. “No hay nada nuevo bajo el sol”.

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