LOS SEÑORES INVISIBLES DEL MUNDO
Hay que abolir el
narcisismo de pensar que «somos los reyes de la creación», que «el
hombre es la más inteligente de las criaturas», que «todas las
cosas y animales de la Naturaleza están al servicio del hombre» y
tonterías por el estilo. Hay que decirles claramente, sin caer en
los fanatismos cerrados de las diferentes religiones, que por encima
de nosotros hay otros seres inteligentes que, al igual que los
hombres hacemos con los animales, intervienen en nuestras vidas
directa o indirectamente, sabiéndolo nosotros o sin saberlo.
Y esto
tanto a nivel individual como colectivo. Mientras la Humanidad y
sobre todo sus dirigentes, no admitan estas tremendas verdades, las
cosas irán tan mal como han ido y seguiremos desunidos,
desorientados, engañados, haciéndonos permanentemente la guerra y
en un estado de desarrollo mental que apenas si ha cambiado en los
últimos milenios. Por el contrario, el día que los jefes de la
Humanidad asuman esta tremenda verdad el hombre comenzará a
abandonar el estado de semibarbarie en que vive y empezará a
evolucionar hacia el estadio de superhombre. Pero en la actualidad
los líderes del planeta —aquellos «señores visibles de este
mundo» que vimos en el primer capítulo— no admiten esta verdad.
Es demasiado comprometedora para ellos.
Los científicos —que en
las cosas entrañablemente humanas son siempre los últimos en
enterarse— se ríen de todo esto. Para sus ojos miopes no hay más
realidad que la de sus laboratorios y la que se estudia en los textos
de la Universidad. Los políticos están demasiado entretenidos en
sus juegos de poder; a los militares su amor propio les impide
creerlo y prefieren seguir jugando con sus aviones, sus barcos y sus
soldaditos de carne; los banqueros están enfrascados acrecentando
sus dividendos y jugando a la Bolsa…
Los
únicos que lo admiten son los líderes religiosos. Ellos sí saben
que hay otras inteligencias superiores al hombre, pero lo malo es que
cada uno tiene de ellas una idea diferente, y cada uno cree que su
religión tiene la clave para entenderse con ellas. Además, la idea
que tienen de estas entidades es falsa por demasiado simplista. Las
dividen en totalmente malas y totalmente buenas, convirtiendo a una
de éstas en el Dios Supremo al cual lo hacen indirectamente culpable
de cuantos errores y males hay en el mundo.
¿Qué
tendrá que hacer el hombre evolucionado —aunque sea un solitario—
que haya caído en la cuenta de esta tremenda verdad? Lo que deberá
hacer una vez que haya tomado conciencia del problema, será adoptar
medidas concretas para evitar ser juguete de ninguna de estas
entidades. Además, en cuanto esté en su mano, deberá ayudar a que
sus semejantes despierten y caigan en la cuenta de tan tremenda
realidad, para que la historia humana no siga siendo lo que hasta
ahora ha sido: un conjunto de horrores inspirados por ellas y causado
inmediatamente por los títeres que ellas han ido escogiendo como sus
ministros a lo largo de los siglos. Una prueba de que algunas de
ellas nos superan en poder y en inteligencia es el hecho de que
después de miles de años de habernos estado manipulando a su
antojo, todavía nos tienen sumidos en la duda acerca de su
existencia. Y mientras los humanos sigamos dudando que ellos existen
y pensando que nosotros somos los «reyes de la creación» no
tomaremos en serio el defendernos de ellos y seguiremos siendo
manejados a su capricho.
Somos
una granja. Una granja de animales racionales. Ésta es una terrible
verdad y lo seguirá siendo durante mucho tiempo. Es muy difícil
para los animales de una granja rebelarse contra los granjeros porque
éstos son más inteligentes y saben prever Ias posibles rebeliones.
Y como somos una granja de «racionales» nos hacen creer ideologías
que no sólo nos impiden rebelarnos, sino que hasta nos llevan a
pensar que es bueno estar sometidos.
A
los animales irracionales basta con echarles bien de comer y
mantenerlos en un clima agradable para que se sientan satisfechos.
Pero a los animales racionales no les basta esto: hay que inventarles
«valores morales» que seguir, «ideales» por los que luchar, y con
eso se mantendrán entretenidos, peleando los unos con los otros y
olvidados del propio progreso y del de la Humanidad entera. Y sobre
todo, ignorantes de que están siendo usados. Esos «ideales» y
«valores morales» son las patrias, las religiones y las ideologías
sociales y económicas en que la Humanidad está dividida y que tanto
daño le han hecho.
A
base de hechos reales, el mundo que conocemos y adentrarse por el
reino del «más allá», que hasta ahora era monopolio absoluto de
las religiones y que el cristianismo ha presentado siempre con tintes
aterradores. Y hablar de «entidades», «espíritus»,
«inteligencias» y hasta «extraterrestres» es entrarse en ese «más
allá» en el que la psique se siente muy incómoda y se defiende
llamando locos a los que hablan de él. He aquí lo que creo acerca
de estas entidades inteligentes no humanas:
—
Son ordinariamente invisibles al ojo humano.
—
Algunas son visibles para los niños de corta edad y para los
animales domésticos, que reaccionan con terror ante ellas.
—
Otras son invisibles también para los animales domésticos, que sin
embargo las detectan con algún sexto sentido, mostrándose muy
inquietos ante ellas.
—
Son variadísimas y existen enormes diferencias entre ellas.
Diferencias mucho mayores que las que existen entre las diversas
razas y clases de seres humanos.
—
Las hay más inteligentes y más evolucionadas que el hombre y menos
que él.
—
Proceden de «otros niveles de existencia», que lo mismo pueden
pertenecer a este planeta físico que a otros mundos desconocidos.
—
Algunas intervienen intensamente en las vidas de los humanos a nivel
individual y más aún a nivel social o global.
—
Algunas intervienen negativamente o por puro juego sin importarles el
que con su interferencia perjudiquen al ser humano.
—
Otras interfieren positivamente y tratan de ayudar.
—
Creo que abundan más las que interfieren negativamente que las que
lo hacen positivamente.
—
Algunas de ellas tienen muchas limitaciones cuando actúan en nuestro
mundo y todas distan mucho de ser «omnipotentes».
—
Todas, incluso las que ayudan, buscan primordialmente su bien propio.
—
Algunas se encaprichan con determinadas personas o pueblos y los
ayudan abiertamente, y no tienen inconvenientes en perjudicar a otros
por ayudar a sus protegidos.
—
Viceversa, algunas se encaprichan contra determina das personas o
pueblos a los que hacen víctimas de sus bromas pesadas y en
ocasiones macabras.
—
Alguna especie de estas entidades tiene una gran tendencia a
entrometerse en las relaciones matrimoniales o sexuales de los
humanos. Con frecuencia le han pronosticado descendencia a parejas de
las que por diversas circunstancias no se podía esperar lógicamente
que tuviesen hijos.
—
Su intromisión en asuntos sexuales no sólo es pronosticando
descendencia a parejas de humanos, sino interviniendo ellas en
uniones sexuales, apareciéndose en forma humana o haciendo que el
hombre o mujer sienta físicamente la cópula carnal con una entidad
invisible. Hay miles de ejemplos pasados y presentes.
—
Las más evolucionadas pueden influir con mucha facilidad las mentes
de los humanos y son no sólo capaces de leer sus mentes sino de
hacer que tomen decisiones sin que se den cuenta de que están siendo
manipulados.
—
Camuflan sus actividades tras fenómenos naturales. A veces hacen
aparecer como «extranatural» algo que es puramente natural y a
veces, al contrario, hacen que algo que es causado directamente por
ellos aparezca como un fenómeno natural.
—
No son «puros espíritus» tal como la Iglesia nos presenta a sus
ángeles. Estas entidades, incluidos los ángeles del cristianismo,
tienen cuerpos físicos compuestos de campos de ondas, algunos de los
cuales se pueden detectar en muchos de los aparatos que la tecnología
humana usa en la actualidad.
—
Por esto, muchas de ellas son muy sensibles a campos
electromagnéticos, a radiaciones o a energías sutiles provenientes
del mundo atómico y subatómico. Algunas de estas energías
producidas por nuestros aparatos o provenientes naturalmente de la
Tierra o las bioenergías producidas por las mentes de algunos
psíquicos, propician su presencia en nuestra dimensión, mientras
que otras la impiden. En el futuro la Humanidad usará estas energías
como medio para defenderse de la intromisión indebida de estas
entidades o para ponerse en contacto con ellas.
—
Algunos de estos seres entran con toda facilidad en el nivel humano,
sea por su proximidad a él, sea por su elevado grado de evolución,
mientras que otros lo hacen sólo por accidente o con mucho trabajo.
—
La lógica de sus acciones con respecto a nosotros es totalmente
diferente a la nuestra; por eso en muchas ocasiones no nos podemos
explicar lo que hacen, v, menos aún, por qué lo hacen.
—
En general no tienen religión tal como nosotros la entendemos. Han
superado la infantil idea de un Dios personal y «humanizado»; pero
la usan para dominarnos a nosotros, sabiendo el gran arraigo que
semejante idea tiene en la mente humana.
—
Las más evolucionadas de ellas tienen un gran dominio sobre la
materia: suelen manifestarse bajo formas diferentes que pueden variar
instantáneamente a voluntad. Otras usan formas variadas cuando se
aparecen, pero necesitan tiempo para crearlas y no las pueden cambiar
a voluntad. Otras siempre se presentan de la misma forma y por fin
otras se manifiestan con su propia forma y no pueden variarla. Las
menos evolucionadas, a duras penas pueden manifestarse en nuestro
nivel de existencia: únicamente son capaces de hacerlo bajo la forma
de luces más o menos grandes; cuando lo hacen bajo formas más
sólidas suelen rehuir todo contacto con los
humanos.
humanos.
—
Las instrucciones que las más evolucionadas les dan a sus
contactados varían mucho. Muy frecuentemente son sobre materias
científicas (por ejemplo para construir un aparato que en muchas
ocasiones nunca llega a construirse o a funcionar, o elaboradas
teorías y fórmulas de alta matemática o física. También es
corriente que les hablen del Cosmos y del movimiento y origen de los
cuerpos celestes. Los contactados de tipo religioso son lanzados a
fundar religiones o a reformar las ya existentes, llevándolos esto
muchas veces a ser agredidos o muertos por otros fanáticos.
—
Otros contactados, en cambio, reciben toda una jerga de conceptos
pseudofilosóficos ininteligibles, que la mayor parte de las veces se
van a la basura cuando muere el que los recibió, después de
haberlos tenido celosamente guardados por años.
—
A veces esa jerga plúmbea y llena de disparates encuentra el camino
de la imprenta y se convierte en un libro famoso o «sagrado» que
entontece las mentes de miles o de millones de hombres. Tal ha sido
el caso del Libro de Mormon, el Oashpe, los libros de Urantia, el
Libro de la Luz, el Corán, los Vedas, el Zend Avesta, etc., etc., y
por supuesto la Biblia cristiana.
—
Sin embargo, algunas obras maestras, tanto de la literatura como del
arte, han sido dictadas o inspiradas por «ellos».
Éstos
son los señores invisibles del mundo. Con frecuencia se me dice
que yo libero la mente de la creencia en un Dios grande y único para
hacerla esclava de unos dioses pequeños. Pero no es así. Lo que yo
pretendo únicamente es informar; es descubrir algo que está oculto;
es, si acaso, aconsejar. Lejos de mí el esclavizar a nadie
diciéndole que haga esto o deje de hacer lo otro para aplacar o
agradar a estos «dioses», tal como hace el cristianismo o las demás
religiones con los suyos. Yo no me siento de ninguna manera su
esclavo, técnicamente, conociendo su existencia y las malas artes de
algunos de ellos, trato de no dejarme utilizar. Pero yo me siento
libre y vivo tranquilamente prescindiendo de ellos. No paso la vida
muerto de miedo como por siglos han vivido los buenos cristianos, a
los que se amenaza durante toda la vida con el infierno.
Yo
no temo a estas inteligencias por muy «superiores» a mí que sean.
Además, sé que después de esta vida estos «dioses» no tienen
nada que hacer conmigo, porque ya no tendrán poder alguno sobre mí.
Y hasta tengo la seguridad de que ellos también mueren. En el Cosmos
todo lo que vive muere. Y todo lo que muere resucita. Y el nacer y el
morir de todas las criaturas es el latir de la vida del
Universo
Universo
Muere
la bacteria que nació hace solo unos minutos, y muere el hombre
después de vivir años, y mueren los planetas después de vivir
milenios y mueren las estrellas y las galaxias después de vivir
cientos de millones de años. Es la gigantesca sístole y diástole
del corazón del DIOS-UNIVERSO. Yo no les tengo miedo a estos pobres
diablos que nos observan desde ventanas invisibles. Sencillamente me
dedico a hacer lo que creo que tengo que hacer, sin andar mirando a
ver si me observan o no y si les agrado o no. Sé que algunos de
ellos son más fuertes que yo y me pueden destruir si quieren y sé
que otros sólo pueden interferir en mi vida si soy débil o necio,
poniéndome a su disposición o incitándolos para que lo hagan. Por
eso ahora ya no invoco a nadie en particular y me dedico a crecer
internamente, tratando de que cuando me llegue la hora de salir de
este mundo haya hecho lo que mi mente me dice que debería haber
hecho.
Me
limito a hacer lo que hace la hormiga, que laboriosamente traslada la
semilla al hormiguero con paz y con diligencia sin importarle si hay
algún «dios» humano contemplándola. Naturalmente que si la
hormiga supiese que ese «dios» humano que la contempla en este
momento, tiene la intención de cogerla y meterla en una caja, lo
mejor que podría hacer sería abandonar la semilla y correr a
ponerse a buen seguro, porque el «dios» humano tiene poder para
hacerlo. Y lo curioso es que por razones totalmente incomprensibles
para la hormiga, lo hará sin pensar que con ello hace algo malo. Se
siente con derecho porque él es hombre y la hormiga es hormiga. Son
las escalas cósmicas, cada una con sus baremos «morales». Pero la
hormiga no sabe nada de eso. Ni siquiera que aquel «dios» humano ya
se está inclinando en aquel preciso momento para cogerla y meterla
en una caja, con una hormiga de otro hormiguero, para ponerlas a
pelear; y por eso no se defiende. Lo mismo que a los humanos les ha
pasado por siglos; no han creído que existen ciertas inteligencias
suprahumanas que se entretienen en hacerlos pelear y por eso no se
han defendido nunca de ellas y se han dejado engañar como niños
convirtiendo nuestra historia en una montaña de incomprensiones y de
odios y en un río de sangre.
Y
lo triste es que todavía seguimos igual…
Salvador Freixedo
Salvador Freixedo
Visto en: http://maestroviejo.wordpress.com/
Fuente:
Salvador Freixedo, La Granja humana.
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