APRENDIENDO A NAVEGAR
¿Qué responsabilidad puede tener alguien
más por mi futuro bienestar?
No sé exactamente a quién le escribo, puede que
sea a ti o puede que sea a mí. Los comienzos parecen siempre difíciles y
empezar a escribir no es la excepción. Mi mano vacila y mi bolígrafo no fluye
con facilidad por la hoja, pero con el tiempo cuando mi mente se asienta en el
ritmo conocido, la mano vuelve a fluir. Existe una conexión entre mi mano y mis
pensamientos, e intuyo por qué casi nunca escribo directamente en el ordenador,
sino que elijo este método algo caduco hoy en día de escribir con lápiz
y papel. Es reconfortante.
Desde hace ya tres años, me considero a mí mismo
un escritor. No es mucho para alguien que ahora tiene sesenta y dos. Sin
embargo, creo que siempre supe que era algo que podía hacer, pero no fue hasta
entonces que decidí desbloquear el flujo de ideas dentro de mí y creer en
ellas. Escribir lo que me venía en cualquier momento en el que decidía sentarme
y esperar, fue también una aventura y una inmersión en lo desconocido. Escribir
me ha nutrido e inspirado como pocas cosas en los últimos años. Me
siento vivo y auto realizado – me envuelve una sensación de hacer lo que se
supone que debería estar haciendo.
Cuando me siento y me pido a mí mismo
comprensión, ese sentimiento de tratar de tocar lo desconocido me acompaña
nuevamente. Estamos solos, a la deriva en el vasto océano de la
conciencia, tratando de alcanzar la seguridad de nuestros propios
mañanas. Puede ser un sentimiento aterrador. Pero si estuvieras sentado solo en
tu pequeña barca, aparentemente sin la capacidad de alcanzar seguridad, ¿qué
harías? Seguramente te verías forzado a dejar tu propio pánico de lado. Luego,
probablemente observarías la situación: la naturaleza y los vientos que podrían
soplar a tu favor; tus propios recursos y lo que eres capaz de hacer; y con
eso, desde los rincones más profundos de tu ser, te rendirías a la convicción
de que, de algún modo, también sobrevivirás a esto.
Así que, ¿dónde reside mi pánico?, ¿de qué se
trata?, ¿es esa duda de que yo pueda ser el capitán de mi propio barco, aquel
capaz de guiar su propia vida? Al menos parte de la respuesta debe estar allí,
ya que durante años he tenido la tendencia de dejar que otros creen mi
presente y, en última instancia, mi futuro. Mucho, al parecer, ha sido
por complacencia, permitiendo que otros dicten lo que es y lo que será mi realidad.
La crisis aparece cuando esa realidad no coincide con las expectativas que
tengo para mí mismo, cuando no suma a mi bienestar, no hace nada por la
confianza que tengo en mí mismo y no aporta las esperanzas que persisten en la
ventana de mis mañanas.
Si he de comprender mi situación actual o lo que
algunos podrían incluso llamar crisis, primero debo definir cuáles son esas
esperanzas no alcanzadas que todavía sigo albergando. Es todo demasiado
evidente para mí, le echo la culpa a los demás mientras veo mi vida
desdoblarse ante mis ojos. Existe una rabia latente hacia los demás
que sé que no me favorece, y que al final me aleja de ser el dueño o
responsable de mi propia vida. Es tan difícil admitir a uno mismo que fuiste
sólo tú quien permitió que el curso de las cosas se convirtiera en lo que es
ahora. No era tu deseo más profundo hacerlo, pero es sólo esa actitud
complaciente tuya asomando de nuevo su horrible cabeza.
Mi primera tarea es extirpar esta rabia inútil
que dirijo hacia los demás, y últimamente, hacia mí mismo. Aunque a todos nos
gustaría pensar que estamos interconectados y que somos mutuamente dependientes
unos de otros, qué responsabilidad puede tener alguien más por mi
futuro bienestar. Ellos también tienen sus propias preocupaciones.
Ellos también tienen un futuro por el que preocuparse.
¿Estoy yo tan preocupado por su futuro? La
respuesta es, probablemente no. ¿Acaso no están ellos tan preocupados por lo
que está por venir como lo estoy yo? Esa comprensión es de algún modo
abrumadora. Cada uno de nosotros, en primer lugar, está aislado en su
cápsula de supervivencia volando hacia ningún lugar en particular.
Podríamos hablar de vivir los unos por los otros,
pero la realidad es muy distinta. ¿Albergo en mi interior esta idea de
sobrevivir, presente en mí pero aparentemente detestada al verla en otros, en
forma de ira dirigida hacia ellos? ¿O los acepto por la transformación que
están intentando llevar a cabo e intento enseñarles cómo sobrevivir de mejor
manera? Cualquier cosa que me saque de mi rabia interna es definitivamente el
mejor camino que puedo tomar. Ante todo, me da una perspectiva diferente y
quizás más iluminada, me libera de mi rabia interior y de mi auto-negación, y
me permite convertir la complacencia en compasión. Es un gran paso al frente.
Comprendiendo a los demás llego a entenderme a mí
mismo. Perdono a los demás y me perdono a mí mismo. Después de
todo, estamos todos juntos en este pequeño bote tratando de remar en la misma
dirección. Si puedo perdonar los defectos de tu carácter, tal vez seré capaz de
hacer lo mismo conmigo. Ser libre contiene en sí mismo esta idea de
reconciliarme y aclarar la visión de mi pasado. Defino mi pasado como todos
aquellos pensamientos que he guardado tan fielmente cerca de mi pecho a lo
largo de los años. Tengo la responsabilidad de cambiar hoy esos puntos de vista
si anhelo cambiar mis mañanas. Es fundamental y no puede haber otro camino.
Permíteme entonces liberar mi ser de culparte y así liberar mi ser de una
tensión e incertidumbre innecesarias.
Si dejo ir este hábito sin sentido que tengo de
encontrar el error en ti, ¿no ceso al mismo tiempo de dirigir esta corriente de
patrones de comportamiento contra mí y que sólo tienden a minar mis propios
esfuerzos? Practico perdonarte y en el proceso aprendo sobre el perdón. Es una
acción recíproca, que obedece indiscutiblemente una ley universal. Debo
beneficiarme de este principio universal ya que soy yo quien ha iniciado la
acción y quien la ha liberado en su viaje a través del universo. El amor vive
para siempre. Perdonar
es amar. Volviendo al amor vuelvo a ser libre – libre para permitir que
brille desde lo más profundo todo lo que representa lo mejor de mí, mis
verdaderos sentimientos y creencias y en consecuencia, lo que anhelo para el
futuro.
Quizás ahora soy capaz de decirme a mí mismo y a
todos y cada unos de vosotros, estas son mis esperanzas y deseos. Para mí son
muy valiosos y pienso que también hay lugar para ti en de ellos. Ahora lo que
nos queda por hacer es comunicarnos.
Nos hemos convertido en una generación y en una
sociedad que valora la comunicación por encima de todo. Queremos estar
informados. Cada minuto de nuestra vida moderna está inundado con información.
Sin embargo, es difícil escapar al hecho de que el volumen de comunicación que
buscamos nos lleva sólo a entretener e informar, y al final, sólo sirve para
distraernos y mantenernos en la oscuridad, aislados y temerosos.
Dejamos de buscar en nuestro interior
y en cambio buscamos todo fuera de nosotros mismos, incluyendo cada idea,
creencia y últimamente, cada convicción que acabamos creyendo que es importante
para nosotros.
Pero la verdadera naturaleza de la comunicación
debe ser compartir lo que he encontrado como cierto sobre mí mismo.
Obviamente, también puedo hablarte sobre mis miedos del futuro, sobre lo que no
me ha gustado del pasado, lo que me ha ocurrido, o lo que puedo pensar sobre
otros cuando han interactuado conmigo. Todos hacemos esto, pero lo hacemos con
el riesgo de no encontrar nunca esa llave secreta que nos abrirá a toda la
bondad que reside en nuestro interior y, al mismo tiempo, a nuestro irrestricto
potencial que permanece dormido en el mismo lugar.
Si me tomo el tiempo de pensar sobre lo que mi
potencial realmente significa para mí, no será el potencial de hacer el bien
ilimitadamente. Mi nuevo compromiso hacia la comunicación es entonces, decir en
voz alta al universo entero, incluyéndome a mí mismo, este es quien
soy, esto es lo que quiero y esta vez, definitivamente no estoy
tratando de escapar de la responsabilidad de las acciones que acabaré por
tomar. Creo en mi propia causa. Entonces
permito que el universo responda. Tú y yo hemos hecho nuestra parte.
Creo en mí. Siempre lo he hecho, sólo que no lo
suficiente. Entonces permito que eso cambie en este preciso instante. Si mis
pensamientos pueden llevarme a esta coyuntura en mi vida, el momento de hacerlo
está aquí.
Mi esperanza es poder mantener el amor – sagrado
para mi corazón – para permitir que sea mi regalo diario a los demás y lo único
que me nutra guiándome hacia la luz y la plenitud de la vida. Mi deseo
no es sólo ser el capitán de mi propio barco, sino también poder
llevar a otros a salvo a los puertos de su propia comprensión. Cuidar de los
demás se ha vuelto parte fundamental de quien soy. Necesaria e inequívocamente
me enriquece.
También guardo la esperanza de que de algún modo
pueda liberarme de esos miedos, aquellos que me mantienen encadenado a
sentimientos negativos de ser el agraviado, o encontrar el fallo en la forma en
que actúan los demás, y la resultante frustración y rabia que esos sentimientos
producen en mí. Inevitablemente niegan la verdadera esencia de quien soy,
dejando en su lugar algún tipo de versión falsa de mí,
contento de vivir en alguna realidad fantaseada y alterada. Mis miedos son
ésos, aquellos que aún no he podido enfrentar y encarar en mi pasado. Si no lo
hago, será imposible aceptar y resolver mi pasado y, en consecuencia, avanzar.
Continuaré siendo un esclavo de todo lo que ha pasado antes y hay poca
esperanza de que se de lugar al aprendizaje.
Sin embargo, estoy comprometido a
aprender. Es el eterno faro en mi arsenal de principios, aquellos que
me han mantenido en pie todos estos años. Por lo tanto, mi compromiso
fundamental es aprender. Es la promesa que me hago a mí mismo una y otra vez.
Dentro de ella están salvaguardados todos los tesoros que toco suavemente,
disfrutando de que algún día pueda mantenerlos firmemente. Esto condiciona todo
lo que elijo hacer hoy. Me enseña a comprender, expandiendo mi visión en el
proceso. Fomenta mi creatividad y fortalece mi propósito de actuar en
consecuencia cada momento del día. Aprender elimina la ignorancia de mi mente
consciente y me libera. Ahora puedo navegar rápidamente con el viento detrás,
sin trabas y libre de alcanzar esa parte de mí que me espera.
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