GUÍA ESPIRITUAL PARA TIEMPOS DESESPERADOS
BillQuick
Recuerdo el enlace del primer capítulo y la descripción
de su autor en este blog http://maestroviejo.wordpress.com/2013/01/09/guia-espiritual-para-tiempos-desesperados-por-billquick/
Tengo que decir, que he seleccionado este capítulo porque
explica muy bien, por qué el mundo material nunca consigue satisfacernos.
Cuando conseguimos un logro, nos sentimos muy bien, pero
luego, este va desapareciendo y nos vuelve la sensación de que es preciso
volver a empezar, a lo mejor no por el logro, sino para volver a tener ese
bienestar.
Es el mito de Sísifo, el apego a lo material hace que
su castigo sea eterno.
Sin embargo, “ese lado izquierdo” del que nos hablaba
BillQuick en el primer capítulo, nos proporciona justo lo contrario,
una satisfacción permanente, por encima del tiempo y del espacio, por
encima de lo material.
El
Ámbito de lo Sagrado
El Ámbito Sagrado de
la Existencia no es otra cosa que un sentido de admiración, reverencia,
asombro, arrobamiento, deleite, que brota en el corazón cuando se percibe la
Presencia Divina. Una Felicidad burbujeante y siempre nueva que convierte todo,
así sea feo o desagradable, en interesante y hermoso, significativo y
auspicioso.
Es algo así como
estar enamorado. ¿Se ha dado cuenta el lector/a de que, cuando nos enamoramos,
los defectos del ser amado se disipan como por arte de magia? No es que
la persona se libere verdaderamente de sus defectos. Lo que en realidad ocurre
es que nosotros entramos en tal estado de exaltación y deleite que dejamos de
percibirlos como tales. No nos enfocamos en ellos sino que, más bien, parece
que los trascendemos; percibimos algo en la persona que está más allá de sus
defectos. Algo más profundo, más real, más esencial.
Cuando uno se
enamora; se abre, se relaja. Aunque sea parcialmente, se despoja de la armadura
de la auto-defensa y se vuelve más generoso, comprensivo, confiado y
vulnerable. El foco de la atención se desplaza de los aspectos negativos a los
positivos y el corazón se desborda, se expande y se llena de
felicidad.
Pero este estado de
felicidad no dura. Y no dura, en primer lugar, porque todo lo que ocurre en el
tiempo tiene, necesariamente, fecha de caducidad, un lapso de vida
limitado. Pero hay otras razones: Si bien querer a alguien es un
movimiento expansivo que nos lleva a considerar el bienestar del otro, es a la
vez un movimiento de conquista que nos induce a apropiarnos de algo ajeno para
anexarlo a nuestra individualidad.
Nos sentimos vacíos
y, creemos que, si engrandecemos nuestra individualidad mediante la
incorporación de “otros”, nos sentiremos mejor. Esto nos revela que lo que
llamamos “amor” está teñido de posesividad y depende del logro de
nuestros objetivos. Si todo va bien, somos “felices”, si no, somos
“in-felices”.
La Felicidad real va
mucho más lejos, porque no depende de los logros ni de las circunstancias, no
es una adquisición y, no está sujeta al tiempo. La Felicidad real, o Ámbito
Sagrado, es una frecuencia infinitamente dichosa siempre
disponible, obstruida innecesariamente por la convicción de ser un cuerpo/mente
limitado en tiempo y espacio.
Esta convicción es
como un prejuicio que nos impide amar a una persona o, como una nube que se
interpone entre el sol y la tierra, impidiendo que los rayos del sol lleguen a
su destino. Una vez que la nube desaparece, el sol no tiene obstáculo y, sus
rayos llegan a todas partes. De la misma manera, cuando la identificación con el
cuerpo/mente desaparece, ya no hay obstáculo que impida la fluidez y plenitud
del Ámbito Sagrado de la Existencia.
Para descubrir el
Ámbito Sagrado hay que desviar la mirada del mundo material y prestar atención,
en primer lugar, a lo que hemos llamado el lado izquierdo del sendero; de la
misma manera que el enamorado olvida los defectos de su amada para deleitarse
en su compañía. El Ámbito Sagrado es descubrir en uno mismo y, ver
reflejada en los demás, esa chispa divina cuyo encanto es irresistible más allá
de toda medida. Es enamorarse perdidamente de Dios; embriagarse con su
presencia, ser capaz de detectarlo en todas las cosas, así vaya disfrazado de
mendigo, de lluvia, de perro, de flores, de fealdad, de belleza, de muerte, no
importa qué.
Hay unas estatuas de
Buda que le muestran riendo a mandíbula batiente. Se supone que representan el
momento de la Iluminación, cuando se da cuenta de que Dios no está en algún
lugar distante, sino más cercano que el propio cuerpo. Que todo es Dios, que él
mismo es Dios, que sólo existe Dios, escondiéndose detrás de millones de
máscaras, jugando al escondite con cada uno de nosotros. Que la pesada carga de
sufrimiento que creía llevar a sus espaldas ¡era ficticia! Que el mundo
no es más que maya, la ilusión del espacio/tiempo. La gran broma cósmica. Por
eso ríe y ríe y ríe…
Nuestra atención
está enfocada en el lado derecho del sendero. Estamos encerrados en nosotros
mismos, a la defensiva, pendientes de los defectos de los demás, criticando,
quejándonos, preocupándonos, buscando placer, huyendo del dolor, etc. Y por eso
no sentimos a Dios. No tenemos tiempo para mirar del lado izquierdo.
El Ámbito Sagrado es
Amor sin límites, Belleza Indescriptible, Maravilla Infinita. Está en nosotros
y en cada manifestación, visible ó invisible. El Ámbito Sagrado vibra, canta
dentro y fuera de cada uno; sin importar si uno es “bueno” o “malo”. No es algo
lejano. Es inmediato. Está disponible aquí en este mismo instante.
El
único requisito para descubrirlo es dejar de ser un obstáculo. Abandonar la
falsa idea de ser una “persona”. Superar la adicción a los estímulos del
lado derecho y, enfocarnos, en primer lugar, en la tranquilidad del lado
izquierdo del sendero. El lado izquierdo es como un río que recorre miles de
kilómetros para finalmente desembocar en el océano. Y ese océano no es otra
cosa que el Ámbito Sagrado de la Existencia.
Fuente: maestroviejo
Sri Nisargadatta Maharaj http://www.yogaenzaragoza.com/?id=1
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