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14.5.13

Tratamos de exponernos lo mínimo a información que contradice lo que pensamos, en particular lo que pensamos de nosotros mismos


ENCADENADOS A NOSOTROS MISMOS (II)

"Si tan sólo supiéramos qué es la ilusión, entonces sabríamos lo opuesto: qué es la Verdad. Esta Verdad nos liberaría de la esclavitud." - Boris Mouravieff

En el artículo anterior, hicimos algunos comentarios sobre el estado psicológico del ser humano, y de cómo lleva en su interior la figura del Sistema que rige las vidas de la comunidad humana. La fatalidad sistémica es igual de exógena que endógena. Somos víctimas y verdugos del infortunio que vivimos. Víctimas del sistema patócrata; verdugos por ser seguidores y continuadores - ya sea consciente o inconscientemente- de la idiosincrasia social que nos subyuga. 

Por cada cosa que se consigue para beneficio de la humanidad y/o del planeta, se dan lugar cien de perjuicio. La maraña en la que vivimos, producida por la mentira, la manipulación y el control, no permite, sencillamente, ver la Verdad de la Vida. Tan sólo, y con mucho esfuerzo, percibimos algunos retazos de Verdad, como si viéramos haces de luz atravesar los negros nubarrones de una tormenta. E incluso así, es muy probable que ésos retazos sean confundidos con mentiras, o pasados por alto por no observar y comprender lo suficiente.
 

La mentira mata a la Verdad. La entierra, la esconde, la olvida. La mentira es uno de los factores esenciales para que el Sistema pueda continuar funcionando. 

Se habla largo y tendido de las mentiras que profieren los gobiernos, las grandes corporaciones o los medios de comunicación. Pero, ¿Qué ocurre cuando las personas mentimos a otros? ¿Y las mentiras hacia uno mismo? ¿Cuánto daño pueden hacernos las mentiras a nosotros mismos?
 

Es mi intención centrarme sobre todo en la mentira hacia uno mismo, pero igualmente quisiera dejar constancia de que la mentira externa en ciertas ocasiones puede ser necesaria, siempre dependiendo del contexto. Un ejemplo:

De "Jupiter, Nostradamus y el Regreso de los Mongoles": 
Mucha gente piensa que las verdades y las mentiras son estáticas, que una mentira es siempre una mentira, y que para ser "buenos" SIEMPRE debemos decir la "verdad".
 Pero el asunto no es tan simple. Por ejemplo, consideremos el caso de Francia durante la ocupación nazi. Es indudable que muchos de los que estaban involucrados con la resistencia mentían con regularidad acerca de sus planes y actividades. Lo que resultaba diferente acerca de estas mentiras era la INTENCIÓN y la SITUACIÓN ESPECÍFICA. En una situación como esa, si una persona decía la verdad a un oficial nazi que podría utilizarla para destruir a los propios camaradas de la resistencia, ello tendría que considerarse como algo "malo", mientras que el mentir sería "bueno". La mayor verdad a la que la mentira servía era la libertad de la tiranía. El "observador" de la situación conocía la verdad objetiva de que revelando sus planes o traicionar a sus hermanos, provocaría sus muertes. La realidad de los Nazis estaba basada en mentiras subjetivas, y responder a estas mentiras que llevaban a la tiranía con una mentira opuesta que conducía a la libertad, era una forma efectiva de cancelar la subjetividad, dejando el campo libre para la objetividad. Este ejemplo simple, debería dar al lector mucho acerca de lo que pensar en términos de la socializada creencia en una exposición de "negro y blanco", "verdades o mentiras", y "bueno y malo".


Como leemos al final del fragmento, la sociedad vive imbuida del limitado prisma de "negro y blanco", "sí y no", etc., siempre desde una perspectiva subjetiva ligada a las ya antiquísimas y totalitaristas visiones dogmáticas de las religiones monoteístas y demás poderes reinantes que han marcado el ritmo del devenir de las civilizaciones. Así que, cuando hablamos de Verdad con mayúsculas, hablamos de Realidad Objetiva, de lo que ES. Aquí no cabe la creencia o la opinión porque entonces hablaríamos de lo no concreto, de lo no fehaciente, puesto que estaríamos basándonos en impresiones condicionadas por las particularidades de uno mismo y del arrastre que conlleva formar parte de un colectivo con una visión dañinamente subjetiva de la Realidad, como es el caso de la civilización a la que pertenecemos. 

Así pues, como todo en la vida, una forma de actuar objetivamente correcta dependerá del contexto de la situación concreta, y no de las objeciones subjetivas de lo que es bueno o malo, ya que obrar de ésa manera dogmatizada - inculcada desde la etapa de escolarización- no nos permite actuar con verdadero Conocimiento.
 

La disonancia cognitiva
La mentira es más un estado en el que se encuentra el hombre común, que una cosa particular externa al hombre y que puede aislarse del mismo. Así entendida, la mentira se manifiesta como una condición humana que indefectiblemente afecta a todos los hombres. Es particularmente interesante descubrir que el término visto de este modo casi puede usarse como sinónimo de ilusión, aunque claro está, este último término lleva todas las de ganar pues socialmente se acepta con mayor agrado la ilusión que la mentira. El mundo en el que nos desarrollamos, crecemos, y aprendemos, parece particularmente diseñado para mantenernos en este estado. Claro está que sería muy fácil responsabilizar al mundo o a la sociedad y así quedar libre de culpa y parte. Pero la realidad parece revelarse algo más compleja e interesante. Todos nosotros somos parte de esta "maquinaria invisible" que nos sujeta, y de algún modo somos también responsables de nuestra eventual esclavitud. - Mauricio Santecchia

Cuando entramos en el campo de la individualidad, apartándonos del hipnotizante y esclavizador gregarismo, vislumbramos que, como se menciona en la cita de más arriba, la mentira es un estado común que conforma la estructura psicológica del ser humano. Existen diferentes tipos de mentira y auto engaño, y es necesario que seamos capaces de detectarlo si es nuestro deseo comprendernos a nosotros mismos, e igualmente comprender a los demás. 

El ser humano, durante su etapa de crecimiento y hasta la edad adulta, se forja una falsa personalidad con la cual afrontará las vicisitudes que surgen en la vida. Se identificará con una serie de rasgos psicológicos, creando una imagen concreta de sí mismo, y al mismo tiempo producirá o más bien destacará una serie de características según el contexto situacional en que se encuentre. Con un grupo, se comportará de una manera, con la familia, de otra, con la pareja y los hijos, de otra. ¿Dónde queda la realidad de sí mismo entonces? ¿Y la imagen que uno tiene de sí mismo, refleja la Realidad Objetiva del Ser? Además, ¿Cuándo somos fieles a nuestros valores? ¿Cuándo actuamos con la familia, o con la pareja y los hijos, o con el grupo con el que nos relacionamos? Si observamos con atención, constatamos que ésos comportamientos, emociones y pensamientos que surgen en cada contexto, llegan en ocasiones -probablemente en muchas- a ser verdaderamente contradictorios. Son un reflejo claro de las partículas de limadura que mencionamos en el artículo anterior, chocando entre sí de una forma alocada, sin orden ni control, sin coherencia. En términos psicológicos, estamos hablando de la
 disonancia cognitiva. 

El investigador experto en los mecanismos del engaño Robert Feldman, en su obra
Cuando mentimos, nos resume qué es la disonancia cognitiva:
Disonancia cognitiva es el término que los psicólogos emplean para designar la tensión que surge por tener dos ideas contradictorias en la mente al mismo tiempo. [...] Según la teoría de la disonancia cognitiva, para resolver esta disonancia, la mente, consciente o inconscientemente, altera una de las dos ideas opuestas. [...] Lo que es importante comprender, sin embargo, es que esta alteración de las ideas y reevaluaciones de criterios representan aparentemente un mecanismo natural y fundamental de la mente humana.

Feldman aquí nos dice que la disonancia cognitiva es inherente al ser humano, pero eso no significa que sea algo positivo; si unimos a esto el factor de que estamos subyugados por una estructura psicológica que no funciona correctamente, que no es coherente ni de la cual tenemos apenas un mínimo control, el asunto tiene connotaciones más bien negativas y preocupantes. 

Los ejemplos de disonancia cognitiva son tan infinitos como situaciones haya en la vida. "Me caso con esta persona porque la amo, pero no me caso porque me da miedo que me hagan daño". "Me como un pastel porque está muy bueno, pero no debería por el azúcar". Ocurre continuamente, en todas las facetas de la vida.
 No existe en nosotros una real claridad mental y emocional a la hora de tomar decisiones. 

Pero este hecho lo tapamos de forma generalmente inconsciente. Lo tapamos porque se produce dentro de nosotros un fenómeno psicológico que fue nombrado como exposición selectiva.
 

La exposición selectiva y las barreras que repelen la Verdad 

Como necesitamos identificarnos con la imagen que tenemos de nosotros mismos -una imagen inventada creada para sentirnos cómodos- para tener confianza en nuestro caminar y percibir de la vida, automáticamente defenderemos a ultranza - tanto exterior como interiormente- nuestra posición cognitiva de aquellas informaciones que cuestionen nuestras impresiones sobre la realidad. Como dice Feldman, "
Tratamos de exponernos lo mínimo a información que contradice lo que pensamos, en particular lo que pensamos de nosotros mismos, e incluso procuramos evitarla por completo". 

El mismo Feldman menciona que el investigador de la Universidad de Florida, Roy Baumeister, hizo un experimento en el que entregaba a un grupo de participantes unos falsos test de personalidad, repartiéndolos al azar. Algunos de los test mostraban una crítica positiva hacia el receptor, y otros test una crítica negativa. El grupo de investigadores constató que los participantes que recibieron una mala crítica no examinaron demasiado los test, y que los receptores de la crítica positiva leían los "resultados" de la prueba con más atención. Es más que evidente que al ser humano le encanta que lo elogien, y que rechaza la crítica negativa, porque desmonta la buena imagen que tiene de sí mismo. A este fenómeno se le denominó
exposición selectiva. 

Y es que el fenómeno de la exposición selectiva es harto común, un mecanismo para el auotengaño que nos sumerge aún más en la hipnosis que vivimos. Leemos el periódico o los libros que son más afines a nuestra percepción de las cosas; nos arrimamos a grupos que participan de la misma visión que tenemos de la realidad.
 Y todas estas decisiones son tomadas desde el filtro de nuestro condicionamiento particular. Por desgracia, el ser humano tiende a ser profundamente egotista, y su contacto con la realidad lo basa generalmente en lo que considera su correcta visión de las cosas. Por eso mismo, cuando algo no sale como se esperaba, solemos echarle la culpa al que tenemos enfrente, o al Sistema, o a la mala suerte. La culpabilización externa es el resultado de vivir en una ilusión que nos hace creernos grandilocuentes. Cabe la pregunta: ¿Dónde queda la Verdad y la predisposición para buscarla? 

Los Topes 

En algunas ocasiones hemos mencionado el término recogido en las enseñanzas del Cuarto Camino para explicar ésas barreras psicológicas que se crean desde la infancia y que tienen como fin amortiguar los choques que producen nuestro caos interno. Estos amortiguadores son conocidos también como "topes". Permítanme una vez más recordar su definición:
«Tope» es un término que necesita una explicación especial. Todos saben lo que son los topes de los vagones de ferrocarril: aparatos amortiguadores de choques. Los topes atenúan los efectos de estos choques y los hacen imperceptibles. 

En el hombre existen dispositivos exactamente análogos. No son creados por la naturaleza sino por el hombre mismo, aunque involuntariamente.
 En su origen se encuentran las múltiples contradicciones de sus opiniones, de sus sentimientos, de sus simpatías, de lo que dice, de lo que hace. Si un hombre tuviese que sentir durante su vida entera todas las contradicciones que están en él, no podría vivir ni actuar tan tranquilamente como ahora. Sin cesar se producirían en él fricciones; sus inquietudes no lo dejarían reposar nunca. No podemos ver cuán contradictorios y hostiles entre sí son los diferentes «yoes» que forman nuestra personalidad. Si un hombre pudiera sentir todas estas contradicciones sentiría lo que él realmente es. Sentiría que está loco. 

Un hombre no puede destruir sus contradicciones, pero deja de sentirlas cuando los topes aparecen en él. A partir de entonces ya no siente los impactos que resultan del choque entre perspectivas, emociones y palabras contradictorias.
 

Los «topes» se forman lenta y gradualmente. Muchísimos se crean artificialmente por la «educación».
El hombre está rodeado de gente que habla, piensa, siente, vive por medio de sus «topes». Al imitarlos en sus opiniones, acciones y palabras, crea involuntariamente en sí mismo «topes» análogos que le hacen la vida más fácil, ya que es muy duro vivir sin «topes». Pero éstos impiden toda posibilidad de desarrollo interior porque están hechos para amortiguar los choques; empero, los choques, y sólo ellos, pueden sacar al hombre del estado en que vive, es decir, despertarlo. [De En busca de lo milagroso]

La función de los topes es multiabarcante. La exposición selectiva y la disonancia cognitiva son dos buenos ejemplos de cómo funcionan los topes. La intención de agradar y de comportarse de forma gregaria para conseguirlo, es un ejemplo más de tope. La disociación y el introyecto negativo son más ejemplificaciones de cómo nos ocultamos de la Realidad Objetiva. Todos aquellos fenómenos psicológicos que tienen como eje a la falsa personalidad nos alejan irremediablemente de la Verdad externa e interna, porque tan sólo tenemos como referencia las necesidades egotistas de dicha falsa personalidad. Y lo que busca la falsa personalidad es la comodidad psicológica, que parezca que todo va como la seda. 

La comodidad es una forma de vida sencilla, la búsqueda de la autocomplacencia. Ver las miserias de uno mismo, sentir la realidad interior y vivir bajo circunstancias diferentes a las que se está habituado produce incomodidad.
 Y en el Trabajo sobre sí mismo estas circunstancias son fundamentales para el desarrollo pleno de nuestro Ser. El acto de encararse contra todas las cosas que no nos agradan incomoda a todo individuo, pero reconocer las mentiras en uno mismo y las contrariedades a las que nos sometemos cada día de nuestras vidas es esencial para llegar a ver lo que ES y dejar de ver únicamente lo que se quiere ver. 

Es nuestra elección decantarnos por la vertiente del servicio a sí mismo, egoísta, entrópica, o por la del servicio a los demás, creativa, expansiva, en consonancia con la Verdad.
 

Para terminar, comparto con ustedes una poesía de uno de aquellos célebres poetas de la
 generación del 27, Jorge Guillén, titulada Más Verdad.

Sí, más verdad, 
Objeto de mi gana.
 
Jamás, jamás engaños escogidos.
 

¿Yo escojo? Yo recojo
 
La verdad impaciente,
 
Esa verdad que espera a mi palabra.
 

¿Cumbre? Sí, cumbre
 
Dulcemente continua hasta los valles:
 
Un rugoso relieve entre relieves.
 
Todo me asombra junto.
 

Y la verdad
 
Hacia mí se abalanza, me atropella.
 

Más sol,
 
Venga ese mundo soleado,
 
Superior al deseo
 
Del fuerte,
 
Venga más sol feroz.
 

¡Más, más verdad!
 


Álvaro González - Sott.net

Leer el primer artículo de esta serie aquí: Encadenados a nosotros a mismos 

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