18.7.13

La mejor manera de restaurar el equilibrio al planeta y sanar las heridas principales de la humanidad, sería que su población comience el largo y doloroso proceso de desilusión consciente

ENCADENADOS A NOSOTROS MISMOS III
Uno de los asuntos centrales que nos encadena a nosotros mismos es el conformismo y la defensa del propio statu quo. Pero el statu quo personal y colectivo no se basa únicamente en las posesiones y el modus vivendi de cada persona, sino que, más esencial aún, el statu quo y la defensa del mismo están fundamentados en los aspectos psicológicos que nos conforman como individuos. 

Como hemos comentado en varias ocasiones, nuestras percepciones y condicionamientos forman la realidad que vivimos, e independientemente de si esa realidad vivida es perjudicial o no, crea en nosotros una comodidad psicológica que nos arraiga, y así transitamos por la vida de una forma limitante, opaca y sin una perspectiva abierta.
 

El statu quo particular es como un vicio, y por este motivo las personas intentan salvaguardarlo independientemente de sus características. Justificaciones falaces y pensamientos deseosos instauran un modelo de vida subjetivo que no permite la más mínima posibilidad de ver más allá de los parámetros que configuran la rutinaria particularidad de cada uno.
 

Nos habituamos a un tipo de vida muy concreto, en el que las percepciones y experiencias son repetidas constantemente, creándose así dicho confort psicológico. La fuerza de la costumbre tiene un calado muy profundo en la psique humana.
 

El mecanismo psíquico del conformismo - adaptación, recompensa y castigo. 

Este conformismo y tendencia a aferrarnos al statu quo y defenderlo, está condicionado por una serie de mecanismos psíquicos que buscan el orden y la estabilidad física y psíquica.
 

Nuestro cuerpo (y por lo tanto, nuestra mente) están constantemente buscando la estabilidad, también referida como homeostasis. Esto significa que nuestro organismo responde automáticamente a los estímulos, tanto internos como externos, buscando cierto tipo de equilibrio que se perciba como reconfortante. Hablamos entonces de una tendencia a escapar de cualquier tipo de estrés. 

Si bien este "escape" no tiene nada de malo en sí mismo, pues constituye un mecanismo de supervivencia,
 también nos lleva a cometer errores de razonamiento, de los cuales hablaremos más adelante. Además, en conjunto con un sistema que estimula el conformismo y la creación de individuos autómatas inconscientes, la tendencia a aferrarnos a este orden y estabilidad llega a un extremo poco saludable, si es nuestra intención liberarnos de la prisión en la que estamos; somos prisioneros voluntarios, aterrorizados con la mera idea de romper ese orden establecido. 


A propósito de esta tendencia innata a buscar reducir cualquier forma de estrés, cabe mencionar un estudio que nos muestra cómo las ideas calcificadas en nuestro sistema de creencias/ideologías/formas de ver el mundo, pueden realmente condicionarnos a tal punto que no somos capaces (o al menos, nos resulta bastante difícil) de cambiar nuestras ideas preconcebidas, y literalmente sentimos dolor cuando nuestro modo de ver y comprender el mundo es amenazado.

Volviendo al asunto del orden social establecido, esquematizando brevemente lo que puede ser un statu quo general, podemos enumerar algunos parámetros que lo configuran: 


- Satisfacer la necesidad de comer
 
- Tener un hogar
 
- Formar una familia estandarizada (cuidado de los hijos, manutención, tener deudas, etc.)
 
- Ir en consonancia con la tendencia social del momento; moda, ideologías, creencias surgidas de los mass media - desde las "noticias" pasando por distracciones como los deportes, programas de prensa rosa, concursos y demás-
 

A estas características comunes le podemos añadir las actividades particulares de cada uno, pero en líneas generales, estos cuatro parámetros suelen ser los típicos que van formando un statu quo particular a medida que pasa el tiempo. Dicho condicionamiento proviene de:
 

- La Etapa de escolarización
 
- "Herencia psicológica" familiar y del entorno cercano que condiciona la particularidad individual
 
- Tendencia social que nos lleva al gregarismo
 
- Experiencias vividas, cuyo aprendizaje y enfoque dependen de los tres parámetros anteriores.
 

La etapa de escolarización

En la etapa de escolarización el niño recibe una serie de "enseñanzas" que supuestamente lo preparan para tener una buena vida dentro de la sociedad una vez son adultos.
 La escuela es una granja; los niños son preparados para formar parte del engranaje de una sociedad que prima por los intereses de la minoría psicopática y patológica. 

Comenta John Taylor Gatto en "La historia secreta del sistema educativo":
Tengo pocas dudas de que la fantástica riqueza de las grandes empresas norteamericanas y de todo Occidente está psicológica y procedimentalmente cimentada en nuestra forma de escolarización. El campo de entrenamiento para estas cualidades humanas grotescas es el aula. Las escuelas enseñan a los individuos a responder como masa. Chicos y chicas son entrenados para estar aburridos, asustados, envidiosos, necesitados emocionalmente, generalmente incompletos. Una exitosa economía de producción masiva necesita esa clientela. Un pequeño negocio, o pequeña economía de granja como la de los amish necesita competencia individual, reflexión, compasión y participación universal. La nuestra necesita una clase dirigida de gente igualada, exánime, ansiosa, sin familia, sin amigos, atea y obediente que crea que la diferencia entre Cheers y Seinfeld es un tema sobre el que vale la pena discutir. 

El secreto de la escolarización norteamericana y occidental es que no enseña del modo que aprenden los niños, y no debe hacerlo: la escuela fue diseñada para servir a una oculta economía de mando y a un orden social deliberadamente reestratificado. No fue hecha para el beneficio de los niños y las familias tal como esos individuos e instituciones definirían sus propias necesidades. La escuela es la primera impresión que los niños tienen de una sociedad organizada: como la mayoría de las primeras impresiones, es la que queda. La vida según la escuela es aburrida y estúpida, sólo el consumo promete alivio: Coca-Cola, Big Macs, vaqueros de moda, ahí es donde se encuentra el significado real,
 esa es la lección del aula, aunque sea dada indirectamente. 

La dinámica decisiva que hizo a la escolarización obligatoria venenosa para el saludable desarrollo humano no es difícil de detectar. El trabajo en las aulas no es un trabajo significativo: falla en satisfacer las necesidades reales que urgen al individuo. No responde a preguntas reales que la experiencia despierta en la mente joven. No contribuye a resolver ningún problema encontrado en la vida real. El efecto neto de hacer todo el trabajo escolar externo a los anhelos, experiencias, preguntas y problemas individuales es hacer a la víctima apática.
 

Lifetime Learning Systems, una de las muchas nuevas empresas formadas para sacar oro de nuestras condiciones de escolarización, anunció a su clientela empresarial: «La escuela es la época ideal para influir en actitudes, construir lealtades a largo plazo, introducir nuevos productos, examinar el mercado, promover el uso del muestreo y ensayo, y por encima de todo, para generar ventas inmediatas». (Un ejemplo de esto lo podemos encontrar aquí.)
Y añade:
El crecimiento y la maestría llegan sólo a quienes se guían vigorosamente por sí mismos. Iniciar, crear, hacer, reflexionar, asociar libremente, disfrutar la privacidad, eso es precisamente lo que las estructuras de la escolarización están preparadas para impedir, con un pretexto u otro.
Y todo esto empieza a generar un statu quo particular a la vez que gregario. 

Constatamos que
 "la escuela es la época ideal para influir en actitudes" cuando apelamos a los comunes errores de razonamiento de la masa social. El ser humano es condicionado de tal manera para que tenga la imperiosa necesidad de creer en un dogma - religioso, científico, gubernamental, ideológico, etc.-, y por tanto se agarra a ésa creencia que sustenta su modelo de vida para continuar en su zona de confort. 

Errores de razonamiento

Algo muy común en el momento de defender una creencia, es recurrir a una autoridad que se considera indiscutiblemente veraz. A este razonamiento falaz se le conoce como argumento
 ad verecundiam o argumento de la autoridad reverenda. Esta actitud viene a raíz de la necesidad psicológica de agarrarse al dogma impuesto. Se utiliza también para implantar una creencia que quiere imponerse. Como ejemplos típicos, y como ya sabe el lector de Sott, muy discutibles, son: 

"Fumar es malo, porque muere mucha gente de cáncer de pulmón por culpa del tabaco, lo dicen las autoridades." 

"Las grasas son malísimas, y están relacionadas con todo tipo de enfermedades y suben el colesterol. Los médicos lo dicen." 

Formas de justificar un argumento pobre:
 

"Esto lo saben hasta los niños." 

"Lo dicen prestigiosos científicos de..." (una universidad famosa, un centro de investigación, etc) 

"Si lo dice "x", es que es verdad." 

Dicen, dicen y dicen. La cuestión es: ¿Cómo sabemos realmente que lo que aseguran dichas "autoridades" es cierto? Solemos aceptar las cosas tal y como nos vienen de las fuentes que convenientemente se consideran fiables. Eso borra por completo la capacidad de discernimiento, de pensar críticamente. Y es aquí dónde radica la problemática a la hora de aceptar una información. Y es que verdaderamente, por mucho que cueste creerlo, somos muy manipulables.
 

Añadiremos que hay otro recurso falaz utilizado por las autoridades - aunque muchas personas lo utilizan- para convencer y manipular a las masas. Y este es el sofisma patético.
 

Los grupos e individuos que utilizan el sofisma patético apelan a las emociones del oyente o lector para exaltarlo y convencerlo de que tome una postura o que actúe de una manera. Como el ser humano, generalmente, centra sus percepciones y actuaciones en base a sus emociones, el sofisma patético es una herramienta muy poderosa que utilizan los grupos de poder para conseguir sus metas, anular el pensamiento crítico y continuar operando impunemente. La demagogia es un ejemplo. 

Además su uso no justifica los actos o creencias del que lo utiliza, no existe una argumentación sólida en sus alegatos; simplemente es una intromisión a la sensibilidad humana para manipularla. Para obtener ejemplos clarísimos de sofisma patético, podemos ver cualquier discurso de Hitler.
 

Del sofisma patético surgen muchos tipos de falacias lógicas. Ser consciente de este tipo de apelaciones sofísticas nos protege de la manipulación.
 

La necesidad de la desilusión

Lo esencial para desprogramarnos de tal condicionamiento y volubilidad psicológica, es la disposición a no dar nada como hecho, incluso aquellas cosas que forman los pilares básicos de nuestras creencias. Ouspensky, en su obra Tertium Organum, dice:

La cosa más difícil es saber qué es lo que sabemos y qué es lo que no sabemos. 
Por lo tanto, deseando saber algo, antes que nada determinaremos QUÉ ES LO QUE NOSOTROS aceptamos como dado y QUÉ ES lo que exige definición y prueba; esto es, determinaremos QUÉ ES LO QUE NOSOTROS sabemos ya, y QUÉ ES lo que deseamos saber.
 
En relación con el conocimiento del mundo y de nosotros, las condiciones serían ideales si pudiéramos aventurarnos a no aceptar nada como dado, y a considerar todo como requiriendo definición y prueba. En otras palabras, lo mejor sería aceptar que no sabemos nada, y hacer éste nuestro punto de partida.

Por consiguiente, es necesario estar dispuesto a romper con todas aquellas creencias a las que hemos dado la categoría de axioma durante toda nuestra vida. Estar dispuesto a desilusionarse nos aporta un avance muy positivo en nuestra curva de aprendizaje y conocimiento sobre nosotros mismos y la Realidad Objetiva. Tim Trepanier escribe en su artículo "La necesidad de la desilusión":

La experiencia de la desilusión es común a todos. Podemos asegurar que en algún momento u otro, todo ser humano tuvo la experiencia de creer en algo que resultó no ser la verdad. El impacto inicial que se produce cuando la propia percepción del mundo resulta estar en desacuerdo con los hechos de la realidad puede ir de una leve desilusión a un sentimiento de abrumador trauma psicológico. 

Cualquiera sea el grado del engaño, el reconocimiento de que uno estuvo creyendo en una mentira es una dolorosa experiencia, no solo psicológicamente sino también físicamente. Como un puñetazo al estómago, uno puede sentir que se le ha sacado el aire. Y debido a que nuestras creencias sobre el mundo están interconectadas con otras creencias fijadas en nuestros cerebros,
 la destrucción de una creencia generalmente puede conducir a un colapso en cascada de muchas otras. 

Cuando una persona se enfrenta con hechos que contradicen los actuales sistemas de creencia, tienen una de dos opciones.
 La primera opción es entrar en modo negación rechazando los hechos como falsos con el fin de sostener el sistema de creencia elegido y continuar viviendo como antes. La segunda opción es aceptar la nueva evidencia e intentar reconstruir un nuevo paradigma interno o mapa de realidad que acomode la nueva información, lo cual podría significar el cuestionamiento de todas las demás creencias asociadas al modelo anterior. 

La segunda opción es difícil y requiere de una gran fortaleza para poder dejar ir las ideas preconcebidas que tiene uno y aceptar la evidencia nueva y real. La primera opción es fácil porque no requiere esfuerzo, dolor, tristeza o el reordenamiento de la vida o de los valores. También es más confortable, y debido a que los humanos habitualmente prefieren la comodidad por sobre el dolor, la primera opción es generalmente la opción por defecto. 

El momento exacto cuando una persona es consciente de hechos que se oponen a lo que se cree como verdad, experimenta lo que los psicólogos llaman disonancia cognitiva; es esa tensa e incómoda sensación que lo que uno ve está tan fuera de sincronía con lo que uno ya cree que es verdad, que la mente lo rechaza instantáneamente, aun cuando los hechos son obvios e indiscutibles.
 

Es en el momento en que se experimenta una disonancia cognitiva (puedes reconocerlo por la tensión e incomodidad que dispara una reacción "reflejo") que tiene lugar la crucial batalla de la verdad sobre la ficción. Si una persona puede reunir la conciencia y fuerza de voluntad de no darse por vencido y tomar la ruta cómoda desechando inmediatamente de plano los hechos, y mantener la información conflictiva en sus mentes mientras experimentan conscientemente los sentimientos negativos asociados con la disonancia cognitiva,
 la liberación resultante puede ser transformadora. ¡Debe experimentarse para creerse! 

Lo interesante acerca de nuestra tendencia a conservar los viejos sistemas de creencias, incluso cuando nos enfrentamos a evidencia real que demuestra lo contrario, es el factor de recompensa neuro-química. Estudios científicos han revelado que cuando experimentamos una disonancia cognitiva (la tensión y estrés producido cuando se nos presentan hechos que perjudican la percepción normal de la realidad de uno), la decisión (reacción reflejo) de ignorar la evidencia real y ocultar bajo la alfombra toda evidencia contradictoria causa que el cerebro libere ciertos químicos, haciéndonos felices y seguros nuevamente.
 

Entonces, si creer en una ilusión nos hace sentir seguros, felices y cómodos, y si toda evidencia contradictoria nos causa dolor, desorientación y tristeza, ¿qué posible motivación puede haber para elegir atravesar el proceso de desilusión?
 

El punto es que l
a desilusión, sin importar lo incómodo del momento, nos conduce hacia la verdad. Somos más sabios y profundos y más satisfechos gracias a ella. Nos ayuda a crecer y acercarnos a ser agentes libres en nuestro mundo. 

Creer en ilusiones es similar a una forma de esclavitud que nos mantiene desconectados de mundo real, y de los demás. 

La mejor manera de restaurar el equilibrio al planeta y sanar las heridas principales de la humanidad, sería que su población humana comience el largo y doloroso proceso de desilusión consciente. Nosotros, como especie, necesitamos desesperadamente dejar a un lado nuestro condicionamiento cultural y empezar a ver al universo objetivamente, como realmente es, con todos sus terrores y gracias, no solo como deseamos o creemos que es.

Tan sólo los choques pueden despertarnos. Luchar con nuestros errores cognitivos, nuestras barreras psicológicas, es decir, con nuestras ilusiones, produce constantes choques en todo nuestro Ser porque se empieza a generar tal ruptura dentro de nosotros que provoca el hundimiento de los cimientos más fuertes que configuraban nuestra percepción de la Realidad. 

En ése punto de ruptura con la realidad subjetiva, en la que nuestra percepción inicia una transformación profunda, las herramientas para construir dentro de nosotros una estructura psicológica más fuerte, abierta y realista pueden comenzar a desarrollarse más contundentemente que antes, porque los filtros cognitivos y nuestras proyecciones psicológicas que antes nos condicionaban sobremanera ya no tienen tanta fuerza sobre nosotros como antes.
 

Lo importante es mantener ése nuevo estado de Ser que comienza a desarrollarse una vez aceptamos la desilusión como primer paso en nuestro camino al desarrollo interno. Es necesario crear dentro de nosotros un
 centro de gravedad que gire en torno a la Verdad con el que desarrollar nuestras capacidades potenciales para aprender y actuar en pos de la ayuda a los demás. El centro de gravedad es la sede del discernimiento entre la Verdad y la mentira, la Creación y la Entropía, la expansión y la contracción del Conocimiento. Solo si aprendemos a discernir con Conocimiento actuaremos en consecuencia según cada situación lo requiera.


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