20.1.14

Ningún intento de mejorar el mundo en el que vivimos arraigará si no somos capaces de transformar de manera profunda la manera en la que educamos a las personas del mañana

¿DE QUÉ SIRVE LA EDUCACIÓN?


 ¿Te has planteado alguna vez qué función real tiene asistir al colegio?
La mayoría de nosotros concebimos la escolarización como algo crucial para la salud de los individuos y de la sociedad y aceptamos esta idea como una verdad absoluta, para la que no existe alternativa ni discusión posible.
Como loros amaestrados repetimos, una y otra vez, los mismos tópicos sobre la sacrosanta necesidad de escolarizar a los niños y automáticamente asociamos en nuestra cabeza la “no escolarización” con la explotación infantil y la exclusión social.
Y una vez realizadas estas asociaciones automáticas y muchas veces simplistas, hábilmente inoculadas en nuestra mente, evitamos afrontar en profundidad el propio funcionamiento de los centros de enseñanza y su implicación en la destrucción de nuestra identidad individual.
Rápidamente olvidamos los conceptos básicos que deberían preocuparnos como seres humanos y los cubrimos con elementos superficiales y circunstanciales como la alfabetización, la formación académica y la posterior obtención de un trabajo bien remunerado y reconocido socialmente.
Es triste, pero un tema tan crucial como la formación de los individuos jamás se afronta como algo trascendente.
Así, en países como España, asistimos legislatura tras legislatura a una lucha continua e imperecedera entre los dos grandes partidos por dirimir qué Ley de Educación se aplica a la enseñanza pública.
Nos sumergimos en discusiones estériles sobre el modelo educativo centrándonos en aspectos como la educación por la ciudadanía, la puñetera religión, la educación sexual, las identidades nacionales o si es necesario o no recuperar la lista de los Reyes Godos.
Y mientras nos embarramos en la pestilente dialéctica PP-PSOE, en la falsaria y teatralizada lucha entre supuestas izquierdas progresistas y derechas reaccionarias y en los pequeños detalles de la discusión en forma de informes PISA, obtención de becas y asignaturas obligatorias y optativas, apartamos el foco del auténtico problema: y es que unos y otros discuten, literalmente, sobre qué programa mental debe instalarse en el cerebro de los más jóvenes.
Como si dos informáticos discutieran acaloradamente sobre la conveniencia de instalarle a una computadora Windows o Linux como sistemas operativos.
A eso hemos reducido la educación de las personas: a la mera programación de robots.
Y parece que nadie quiere darse cuenta de ello ni profundizar en lo que realmente significa escolarizar a un niño con estos modelos de enseñanza, no a escala ideológica o política, aspectos en realidad insustanciales, sino a escala humana.
Porque ¿qué hacemos cuando llevamos a nuestros hijos al colegio?
Lo que hacemos es entregarlos a manos de desconocidos para que los programen, para que moldeen sus mentes y los conviertan en piezas de la maquinaria del Sistema.
Y una vez cercenada su individualidad, una vez reducida su posible visión personal del mundo a la mínima expresión, son clasificados en piezas de primera, segunda o tercera categoría, según su función en la gran máquina y les hacemos creer que en el hecho de ser clasificado en tal o cual categoría radica el triunfo en la vida y la plena realización como seres humanos.
Porque el objetivo primordial de la enseñanza oficial es que nunca lleguemos a convertirnos en lo que podríamos ser según nuestros propios criterios, sino que nos convirtamos en lo que debemos ser según los esquemas preconcebidos del Sistema.
Al fin y al cabo, ¿Cuál es la primera cosa que te enseñaron en la escuela?
¿Ya no la recuerdas?
¿No recuerdas lo primero que aprendiste en tu primer día de colegio?
Lo primero que aprendiste es a OBEDECER
A obedecer a la autoridad sin razón ni justificación alguna.
A obedecer porque sí.
A obedecer ciegamente a un desconocido con el que no te unía ningún vínculo afectivo y a aceptar todo lo que él te dijera como una verdad absoluta e indiscutible.
Esa es la primera y más importante “lección” que recibimos en nuestro primer día de escuela.
Y queda marcada con fuego en nuestra mente para siempre.
Puedes tener por seguro que el Sistema jamás renunciará a este mecanismo tan valioso, pues ésta obediencia obligatoria al extraño, representa el pilar fundamental sobre el que se asienta todo mecanismo de autoridad en la sociedad actual.
Ese primer día de colegio, en el que muchos niños, entre lloros y sollozos, se separan de sus padres por primera vez y pasan a someterse a la tutela de un completo desconocido, al cual deben someterse bajo amenaza de castigo, ese día en concreto, representa el gran triunfo del Sistema sobre el individuo.
Ese impacto emocional, seguido por la resignación de verse subyugado por un extraño representa el mecanismo psicológico fundamental que nos convierte en esclavos del Sistema para el resto de nuestras vidas.
Porque una vez marcada nuestra psique con esa fuerte impresión a tan tierna edad, aprendemos a obedecer ciegamente cualquier tipo de autoridad, sin jamás preguntarnos por qué debemos hacerlo.
Es pura programación mental

Seguramente habrá quien argumente que siglos atrás, cuando la población no recibía escolarización obligatoria, los conceptos de autoridad y obediencia también existían.
Pero comparar épocas tan diferentes entre sí en el aspecto social, económico, cultural, tecnológico e incluso psicológico, resulta absurdo, pues cada época obedece a sus propios mecanismos lógicos y las circunstancias del Sistema evolucionan adaptándose convenientemente a ellos.
Y en la actualidad, que es donde vivimos aquí y ahora, las escuelas actúan como cadenas de montaje de ciudadanos obedientes y programados.
Factorías en las que burdos operarios reciben el nombre de “maestros”, cuando en realidad no son más que funcionarios prescindibles, que como brazos robóticos pueden ser sustituidos por otros nuevos si no ensamblan las piezas adecuadamente, sin que apenas se note la diferencia.
Si algún maestro o profesora está leyendo esto y se siente herido o insultado, quizás debería tomarse un tiempo de reflexión antes de reaccionar airadamente.
¿Acaso no estáis obligados a “instruir” a vuestros alumnos siguiendo un programa escolar perfectamente marcado y estipulado desde instancias superiores?
¿A qué se reduce pues vuestra intervención en el proceso de enseñanza de las generaciones futuras? ¿A repetir lo que os ordenan bajo amenaza de quedaros sin trabajo?
¿Cuánto tiempo podéis dedicar a establecer vínculos emocionales con vuestros alumnos y ejercer sobre ellos una influencia real, profunda y positiva, de persona a persona y no de “funcionario” a “expediente escolar número tal”?
¿Acaso no sois los primeros damnificados por estos aberrantes sistemas de enseñanza?
¿Acaso no sois tratados como operarios de una factoría completamente prescindibles y sustituibles?
¿Os habéis planteado en profundidad lo que realmente significa ser maestro de alguien? ¿Lo que realmente significa Enseñar?
¿Os sentís realizados con el trabajo que realizáis?
¿O hay algo que chirría en vuestro interior, en lo más profundo, como un grito ahogado por la necesidad del día a día que preferís no escuchar?
En un artículo anterior, titulado POR QUÉ NO ESTALLA UNA REVOLUCIÓN, exponíamos una de las causas principales que explican la apatía generalizada de la sociedad y su falta de respuesta ante los constantes abusos recibidos y lo achacábamos al excesivo bombardeo de información superficial al que estamos sometidos en la sociedad actual.
Este estado “interior” de apatía, a escala psicológica, combinado con elementos externos de carácter económico, tan obvios como el miedo a perder lo poco que se tiene en caso de rebelarse, configuran la base lógica para explicar el conformismo y la sumisión con la que la población en general encaja tanto atropello e injusticia por parte de los más poderosos.
Pero hay un elemento adicional que no podemos pasar por alto: y es la incapacidad generalizada de concebir nuevas estructuras más allá del Sistema, de imaginar nuevas alternativas a éste.
Y esta incapacidad creativa e intelectual la podemos achacar en gran parte a la educación recibida.
Fue en respuesta al artículo anteriormente citado, que en el blog recibimos los e-mails de dos lectores, que por abordar el tema de la educación representan dos testimonios muy significativos y que invitan a una reflexión profunda sobre el tema.
En el primero, una lectora llamada Liberty, española residente en Suecia, nos exponía su punto de vista sobre el problema de la educación en España:
“…el gran problema que arrastra España en relación al resto de países desarrollados y europeos es el de la educación y se de qué hablo. A lo largo de mi vida, he estudiado en tres universidades distintas, de tres países distintos y tengo material para hacer comparación…
En el colegio en España, da igual público o privado nunca, absolutamente nunca, nos han enseñado a pensar.
La escuela en España se basa en una serie de acumulación de datos, que aprendemos a memorizar con el único objetivo de sacar buena nota para el examen”
¿No os sentís identificados con este modus operandi estudiantil?
Pero el mensaje continua y se hace especialmente revelador cuando Liberty nos expone el caso de su propio hijo:
“Ahora soy madre de tres niños, que estudian en un colegio público sueco, y en el cual el mayor de ellos, que tenía notas excelentes en España, se ha convertido en uno de los últimos de su clase con tan solo 12 años porque no sabe pensar.
Nunca ha tenido que discutir, razonar o le han enseñado a ser crítico en el colegio de España”
Es realmente triste tener que leer algo como ésto.
Y es que la vergüenza que representa el Sistema Educativo Español es flagrante e incluso hiriente.
Pero más allá de la especificidad del caso Español, el problema de la educación como herramienta de programación y adoctrinamiento lo podemos encontrar en muchos países.
Esto se evidencia en la respuesta recibida, también por e-mail, a la carta de Liberty y que por su contenido, muy revelador al respecto, reproduciremos íntegramente:
“Hola, me ha parecido muy interesante la experiencia de la lectora exiliada en Suecia que te escribió por e-mail, a la cual posteaste en los comentarios.
Primeramente me gustaría comentarte que, tal como describe esta lectora, mi experiencia con el sistema educativo español es nefasta, quizás porque al contrario que su hijo, al que describe como bien adaptado a este sistema de memorizar y repetir, yo siempre fui un niño y adolescente extremadamente curioso, crítico y creativo, al que le gustaba pensar y profundizar en todas las cuestiones.
Por eso he detestado que me impusieran memorizar datos que estaban lejos de mi interés, y más cuando esto se hacía de forma mecánica e inconexa.
Por eso, a pesar de haber aprobado todo cuanto me propuse durante esos años a base de una ley del mínimo esfuerzo y de mi buena capacidad intelectual, recuerdo mi paso por las aulas como una lenta agonía de saturación de datos y más datos inútiles,  de una disciplina diaria sin aparente sentido, una competición motivada por el miedo (estudia si quieres ser algo en la vida) y una lucha constante contra el aburrimiento y la frustración.
Pero además, con lo que sé hoy y desde una perspectiva adulta, contemplo mi paso por el sistema escolar como el mayor robo de tiempo y energía que he sufrido en mi vida.
A veces pienso que ojalá pudiera recuperar todas las horas, días, meses y años que contra mi voluntad, pasé sentado en esas jaulas para humanos jóvenes, un tiempo y un esfuerzo que siento totalmente desperdiciado e inútil.
Pienso en cuanto me hubiera gustado dedicar toda esa energía a mis verdaderas pasiones e intereses, las cuales tenía claras desde niño y no eran apenas valoradas en ese sistema.
Pienso dónde estaría ya ahora en mi camino, si no me hubieran sofocado con aquella doctrina escolar completamente alienante y devastadora para mí
Siempre sentí que había algo tremendamente errado en el sistema educativo, algo que iba más allá de metodologías o esfuerzos, pero no fue hasta hace unos pocos años que esa intuición se completó con pruebas.
La confirmación de que yo no era el problema.
Poco a poco fui encontrando a pensadores contemporáneos como el inglés Ken Robinson, el chileno Claudio Naranjo o el brasileño Rubem Alves, que denunciaban estos mismos defectos de base del sistema educativo en cada uno de sus países y a nivel mundial. Y curiosamente todos coincidían en señalar como principal motivo de este “malfuncionamiento”, el hecho de que este sistema hubiera sido diseñado y ejecutado no en interés de los individuos y su desarrollo humano, sino en el de la industria económica que lo impulsó.

Pero si tuviera que hablar de un momento realmente revelador, de una autentica epifanía que cambió profundamente y para siempre mi visión de la educación, fue mi encuentro casual o causal (según se vea) con un libro en concreto: “The Underground History of American Education : A School Teacher’s Intimate Investigation Into the Problem of Modern Schooling” de John Taylor Gatto.

Un ex-profesor de la educación pública estadounidense que, como él mismo explica, tras décadas luchando desde dentro contra ese sistema alienante, y tras una serie de investigaciones y descubrimientos, decidió abandonarlo para siempre el mismo día que fue nombrado profesor del año del estado de Nueva York.
Seguramente te preguntarás que tiene que ver el sistema educativo americano con el español, y la respuesta es que básicamente todo lo que se explica en el libro es extrapolable a nuestra realidad educativa y a la de casi todos los países del mundo.
Así lo afirma también el propio traductor de la obra, un profesor de matemáticas  español, que tras descubrir la edición en inglés, se tomó la molestia de traducir el libro y distribuirlo gratuitamente a través de la red, ya que esta obra no se encuentra publicada en nuestro idioma.
Así se puede encontrar fácilmente en cualquier buscador como: Historia Secreta del Sistema Educativo.
Sería demasiado largo para un e-mail, el explicar todo lo que esta obra abarca, pues es importante decir que no sólo está llena de datos rigurosos y hechos contrastables, sino que está escrito desde un punto de vista profundamente humano que nace de la experiencia íntimamente personal del autor.
Para mí, lo que atrapa más poderosamente de este libro (además de las propias experiencias vitales y profesionales de Taylor Gatto dentro del sistema educativo) es que el resultado de sus pesquisas no se limita a una mera serie de especulaciones más o menos hilvanadas, a las que tan acostumbrados estamos en el ámbito de la denuncia conspirativa.
En este libro, el autor no expone lo que él cree,  sino hechos y datos que insta en todo momento a buscar y contrastar en sus fuentes (de las que da milimétricas referencias a fin de posibilitar su consulta) en todos y cada uno de los sucesos y datos expuestos.
Sobre lo que significó para mi y lo que creo que puede significar para muchas personas el conocer esta obra y lo que en ella se revela, expondré este ejemplo a modo de anécdota personal: En 2012 estoy en una estancia de varios meses en Brasil. Es allí que encuentro este libro en la red y comienzo su lectura, me atrapa al instante.

Una de las primeras revelaciones que me sorprenden y sacuden, es la exposición detallada, con hechos, citas contrastables y fechas, que el autor hace sobre la manipulación que la moderna pedagogía sufre desde sus orígenes por parte de las elites financieras. Un sistema educativo que se convirtió en universal y obligatorio al amparo  de estos grandes capitales, que no sólo lo impulsaron, sino que lo crearon y financiaron en pos de sus propios intereses.
Entre todos los hechos que el autor expone, me llama la atención sobremanera, como describe la introducción de una especie de “método defectuoso” en la enseñanza del lenguaje.
Un cambio en la pedagogía de la lectura y la lengua cuyo objetivo (oculto) es dificultar (e indirectamente disuadir) a los individuos escolarizados tanto de la lectura placentera como de la escritura.
En un primer momento me resulta increíble, me resulta casi un disparate, pero en la medida que leo los datos y las explicaciones todo cobra más y más sentido.
Haciendo un resumen esquemático de lo que expone el autor, viene a revelar que frente al método tradicional usado hasta el momento (y prácticamente a lo largo de toda la historia de nuestra cultura occidental) para enseñar a leer y a escribir, se introduce repentinamente, junto con la escolarización obligatoria, un nuevo método avalado por los modernos pedagogos y expertos de las fundaciones privadas creadas por, entre otros muchos, Henry Ford, Andrew Carnegie o el clan Rockefeller.
Un sistema que supuestamente debía facilitar y mejorar el aprendizaje del lenguaje, pero que en realidad lo dificultaba y lo ralentizaba enormemente.
Todo a fin de suministrar a la enorme y creciente industria, mano de obra dócil y poco letrada, o lo que es lo mismo indefensa y sumisa.
Como te decía al comienzo de este texto, siempre fui crítico y observador, y no creo en algo simplemente porque esté escrito en un libro, pero lo que allí se describía, estaba expuesto de tal forma y con tantas pruebas abrumadoras que sinceramente, dejé abierta la posibilidad de que fuera real. 
Pero fue por una de esas maravillosas sincronicidades que describía Carl Jung, por sorprendente que parezca, que la realidad me ofreció inmediatamente la confirmación de lo que acaba de leer.
No recuerdo si esa misma tarde o al día siguiente de la lectura, recibí en la vivienda dónde me alojaba la visita de una profesora local de un colegio de primaria, una amiga de la propietaria de la casa. Ella comenzó a conversar de las cosas más cotidianas hasta que, sin yo preguntar nada y sin ni siquiera haberla relacionado con el tema, comenzó a hablar sobre su trabajo en la escuela. De repente, dijo algo que captó completamente mi atención:
(Transcribo aproximadamente sus palabras, traducidas del portugués)
- Pues mis niños leen ya todos bien. La directora me felicitó esta semana, porque mi clase es la única de todo el curso donde todos los niños ya han aprendido a leer perfectamente.
Por supuesto, aquello fue como un una señal luminosa para mí, inmediatamente le pregunté sobre el método que usaba en la enseñanza de la lectura, casi presintiendo que me encontraba mágicamente ante la confirmación de lo que había descubierto hacía tan poco. Y efectivamente, ella me confesó que no usaba el método pedagógico oficial para enseñar a leer.
Me dijo que aunque sabía que era el que tenía que usar y era el que aplicaban todos los demás compañeros en el centro, ella usaba el “método antiguo” porque, instintivamente, sabía que era mejor. El método con el que ella misma aprendió a leer en su casa. Entusiasmado, le pregunté con detalle por la diferencia entre ambos métodos, y te puedes imaginar mi asombro cuando al describírmelos, todo correspondía con exactitud con lo explicado en el libro sobre dichos métodos de aprendizaje y su lógica interna.
Devoré el resto del libro con auténtica avidez y puedo decir que sólo tras leerlo comprendí totalmente y en su verdadera magnitud, el nivel de manipulación al que esta granja humana que es nuestra sociedad, somete a las “castas inferiores”.
Y no hablo ya desde los medios de comunicación, algo mucho más evidente, sino desde su formación como individuos.
Por eso considero que este “sistema de adoctrinamiento obligatorio”, es el pilar sin el cual el resto del proceso manipulativo que se produce durante toda la edad adulta (ya sin capacidad para discenir y con la auto-confianza totalmente minada) no podría calar de la manera que lo hace.
Personalmente, desde que llegó hasta mi tal descubrimiento, no he perdido la oportunidad de difundir esta obra, que considero no sólo necesaria, sino vital.
Porque tal como se explica el método hindú para amaestrar elefantes: Basta que al pequeño elefante apenas recién nacido, se le ate diariamente una delgada cuerda a la pata (de la que por su tamaño aún no puede liberarse) para que cuando llegué adulto su mente haya asimilado de tal forma que es incapaz de hacerlo, que ya ni siquiera lo intenta. Por eso a los elefantes adultos en India, se les ata con la misma cuerda de su infancia a una débil rama y permanecen allí prisioneros de sus propios límites mentales. A pesar de que incluso si los ataran con una gruesa cadena sujeta a un robusto árbol, serían capaces de romperla sin dificultad.
En fin, quizás ya conozcas el libro o el tema, pero si no fuera así y te interesara profundizar en él, me gustaría también recomendarte otro libro (mucho menos denso eso sí) que es una muy buena lectura complementaria al de Taylor Gatto.
Quizás porque a pesar de denunciar el mismo asunto de una manera menos detallada y contundente, sí está más enfocado en aportar una gran gama de ejemplos reales inspiradores frente a esta terrible maquina adoctrinadora. El libro se llama: El Elemento del educador inglés Ken Robinson, el cual sí se puede encontrar publicado en nuestro idioma”
Al menos estos testimonios dan que pensar, ¿no?
Ningún intento de mejorar el mundo en el que vivimos arraigará si no somos capaces de transformar de manera profunda la manera en la que educamos a las personas del mañana.
Es urgente abordar con valentía el tema de la educación, más allá de las tonterías ideológicas superficiales a las que nos tienen habituados los partidos políticos de turno.
Y eso nos incumbe a todos, aunque son los propios docentes los que deberían liderar este proceso, por dignidad personal y profesional.
Y por la tremenda responsabilidad que recae sobre sus espaldas.
Ha llegado el momento de que así sea.
GAZZETTA DEL APOCALIPSIS


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