¿DE QUÉ SIRVE LA EDUCACIÓN?
¿Te has
planteado alguna vez qué función real tiene asistir al colegio?
La mayoría de
nosotros concebimos la escolarización como algo crucial para la salud de los
individuos y de la sociedad y aceptamos esta idea como una verdad absoluta,
para la que no existe alternativa ni discusión posible.
Como loros
amaestrados repetimos, una y otra vez, los mismos tópicos sobre la sacrosanta
necesidad de escolarizar a los niños y automáticamente asociamos en nuestra
cabeza la “no escolarización” con la explotación infantil y la exclusión
social.
Y una vez
realizadas estas asociaciones automáticas y muchas veces simplistas, hábilmente
inoculadas en nuestra mente, evitamos afrontar en profundidad el propio
funcionamiento de los centros de enseñanza y su implicación en la destrucción
de nuestra identidad individual.
Rápidamente
olvidamos los conceptos básicos que deberían preocuparnos como seres humanos y
los cubrimos con elementos superficiales y circunstanciales como la
alfabetización, la formación académica y la posterior obtención de un trabajo
bien remunerado y reconocido socialmente.
Es triste,
pero un tema tan crucial como la formación de los individuos jamás
se afronta como algo trascendente.
Así, en
países como España, asistimos legislatura tras legislatura a una lucha continua
e imperecedera entre los dos grandes partidos por dirimir qué Ley de Educación
se aplica a la enseñanza pública.
Nos
sumergimos en discusiones estériles sobre el modelo educativo centrándonos en
aspectos como la educación por la ciudadanía, la puñetera religión, la
educación sexual, las identidades nacionales o si es necesario o no recuperar
la lista de los Reyes Godos.
Y mientras
nos embarramos en la pestilente dialéctica PP-PSOE, en la falsaria y
teatralizada lucha entre supuestas izquierdas progresistas y derechas
reaccionarias y en los pequeños detalles de la discusión en forma de informes
PISA, obtención de becas y asignaturas obligatorias y optativas, apartamos el
foco del auténtico problema: y es que unos y otros discuten, literalmente,
sobre qué programa mental debe instalarse en el cerebro de los
más jóvenes.
Como si dos
informáticos discutieran acaloradamente sobre la conveniencia de instalarle a
una computadora Windows o Linux como sistemas operativos.
A eso hemos
reducido la educación de las personas: a la mera programación de robots.
Y parece que
nadie quiere darse cuenta de ello ni profundizar en lo que realmente significa
escolarizar a un niño con estos modelos de enseñanza, no a escala ideológica o
política, aspectos en realidad insustanciales, sino a escala humana.
Porque ¿qué
hacemos cuando llevamos a nuestros hijos al colegio?
Lo que
hacemos es entregarlos a manos de desconocidos para que los programen, para que
moldeen sus mentes y los conviertan en piezas de la maquinaria del Sistema.
Y una vez
cercenada su individualidad, una vez reducida su posible visión personal del
mundo a la mínima expresión, son clasificados en piezas de primera, segunda o
tercera categoría, según su función en la gran máquina y les hacemos creer que
en el hecho de ser clasificado en tal o cual categoría radica el triunfo en la
vida y la plena realización como seres humanos.
Porque el
objetivo primordial de la enseñanza oficial es que
nunca lleguemos a convertirnos en lo que podríamos ser según nuestros propios
criterios, sino que nos convirtamos en lo que debemos ser según los esquemas
preconcebidos del Sistema.
Al fin y al cabo, ¿Cuál es la
primera cosa que te enseñaron en la escuela?
¿Ya no la recuerdas?
¿No recuerdas lo primero que
aprendiste en tu primer día de colegio?
Lo primero que aprendiste es a
OBEDECER
A obedecer a la autoridad sin
razón ni justificación alguna.
A obedecer porque sí.
A obedecer
ciegamente a un desconocido con el que no te unía ningún vínculo afectivo y a
aceptar todo lo que él te dijera como una verdad absoluta e indiscutible.
Esa es la
primera y más importante “lección” que recibimos en nuestro primer día de
escuela.
Y queda
marcada con fuego en nuestra mente para siempre.
Puedes tener
por seguro que el Sistema jamás renunciará a este mecanismo tan valioso, pues
ésta obediencia obligatoria al extraño, representa
el pilar fundamental sobre el que se asienta todo mecanismo de autoridad en la
sociedad actual.
Ese primer
día de colegio, en el que muchos niños, entre lloros y sollozos, se separan de
sus padres por primera vez y pasan a someterse a la tutela de un completo
desconocido, al cual deben someterse bajo amenaza de castigo, ese día en
concreto, representa el gran triunfo del Sistema sobre el individuo.
Ese impacto
emocional, seguido por la resignación de verse subyugado por un extraño representa el mecanismo
psicológico fundamental que nos convierte en esclavos del Sistema para el resto
de nuestras vidas.
Porque una
vez marcada nuestra psique con esa fuerte impresión a tan tierna edad,
aprendemos a obedecer ciegamente cualquier tipo de autoridad, sin jamás
preguntarnos por qué debemos hacerlo.
Es pura programación
mental
Seguramente
habrá quien argumente que siglos atrás, cuando la población no recibía
escolarización obligatoria, los conceptos de autoridad y obediencia también
existían.
Pero comparar
épocas tan diferentes entre sí en el aspecto social, económico, cultural,
tecnológico e incluso psicológico, resulta absurdo, pues cada época obedece a
sus propios mecanismos lógicos y las circunstancias del Sistema evolucionan
adaptándose convenientemente a ellos.
Y en la
actualidad, que es donde vivimos aquí y ahora, las escuelas actúan como cadenas
de montaje de ciudadanos obedientes y programados.
Factorías en
las que burdos operarios reciben el nombre de “maestros”, cuando en realidad no
son más que funcionarios prescindibles, que como brazos robóticos pueden ser
sustituidos por otros nuevos si no ensamblan las piezas adecuadamente, sin que
apenas se note la diferencia.
Si algún maestro
o profesora está leyendo esto y se siente herido o insultado, quizás debería
tomarse un tiempo de reflexión antes de reaccionar airadamente.
¿Acaso no
estáis obligados a “instruir” a vuestros alumnos siguiendo un programa escolar
perfectamente marcado y estipulado desde instancias superiores?
¿A qué se
reduce pues vuestra intervención en el proceso de enseñanza de las generaciones
futuras? ¿A repetir lo que os ordenan bajo amenaza de quedaros sin trabajo?
¿Cuánto
tiempo podéis dedicar a establecer vínculos emocionales con vuestros alumnos y
ejercer sobre ellos una influencia real, profunda y positiva, de persona a
persona y no de “funcionario” a “expediente escolar número tal”?
¿Acaso no
sois los primeros damnificados por estos aberrantes sistemas de enseñanza?
¿Acaso no
sois tratados como operarios de una factoría completamente prescindibles y
sustituibles?
¿Os habéis
planteado en profundidad lo que realmente significa ser maestro de alguien? ¿Lo
que realmente significa Enseñar?
¿Os sentís
realizados con el trabajo que realizáis?
¿O hay algo
que chirría en vuestro interior, en lo más profundo, como un grito ahogado por
la necesidad del día a día que preferís no escuchar?
En un artículo
anterior, titulado POR QUÉ NO ESTALLA
UNA REVOLUCIÓN, exponíamos una de las causas principales que
explican la apatía generalizada de la sociedad y su falta de
respuesta ante los constantes abusos recibidos y lo achacábamos al excesivo
bombardeo de información superficial al que estamos sometidos en la sociedad
actual.
Este estado
“interior” de apatía, a escala psicológica, combinado con elementos externos de
carácter económico, tan obvios como el miedo a perder lo poco que se tiene en
caso de rebelarse, configuran la base lógica para explicar el conformismo y
la sumisión con la que la población en general encaja tanto
atropello e injusticia por parte de los más poderosos.
Pero hay un
elemento adicional que no podemos pasar por alto: y es la incapacidad
generalizada de concebir nuevas estructuras más allá del Sistema, de imaginar
nuevas alternativas a éste.
Y esta
incapacidad creativa e intelectual la podemos achacar en gran parte a la
educación recibida.
Fue en
respuesta al artículo anteriormente citado, que en el blog recibimos los
e-mails de dos lectores, que por abordar el tema de la educación representan
dos testimonios muy significativos y que invitan a una reflexión profunda sobre
el tema.
En el
primero, una lectora llamada Liberty, española residente en Suecia, nos exponía
su punto de vista sobre el problema de la educación en España:
“…el gran problema que arrastra
España en relación al resto de países desarrollados y europeos es el de la
educación y se de qué hablo. A lo largo de mi vida, he estudiado en tres
universidades distintas, de tres países distintos y tengo material para hacer
comparación…
En el colegio
en España, da igual público o privado nunca, absolutamente nunca, nos han
enseñado a pensar.
La escuela en España se basa en
una serie de acumulación de datos, que aprendemos a memorizar con el único
objetivo de sacar buena nota para el examen”
¿No os sentís
identificados con este modus
operandi estudiantil?
Pero el
mensaje continua y se hace especialmente revelador cuando Liberty nos expone el
caso de su propio hijo:
“Ahora soy madre de tres niños,
que estudian en un colegio público sueco, y en el cual el mayor de ellos, que
tenía notas excelentes en España, se ha convertido en uno de los últimos de su
clase con tan solo 12 años porque no sabe pensar.
Nunca ha tenido que discutir,
razonar o le han enseñado a ser crítico en el colegio de España”
Es realmente
triste tener que leer algo como ésto.
Y es que la
vergüenza que representa el Sistema Educativo Español es flagrante e incluso
hiriente.
Pero más allá
de la especificidad del caso Español, el problema de la educación como
herramienta de programación y adoctrinamiento lo podemos encontrar en muchos
países.
Esto se
evidencia en la respuesta recibida, también por e-mail, a la carta de Liberty y
que por su contenido, muy revelador al respecto, reproduciremos íntegramente:
“Hola, me ha parecido muy
interesante la experiencia de la lectora exiliada en Suecia que te escribió por
e-mail, a la cual posteaste en los comentarios.
Primeramente me gustaría
comentarte que, tal como describe esta lectora, mi experiencia con el sistema
educativo español es nefasta, quizás porque al contrario que su hijo, al que
describe como bien adaptado a este sistema de memorizar y repetir, yo siempre
fui un niño y adolescente extremadamente curioso, crítico y creativo, al que le
gustaba pensar y profundizar en todas las cuestiones.
Por eso he detestado que me
impusieran memorizar datos que estaban lejos de mi interés, y más cuando esto
se hacía de forma mecánica e inconexa.
Por eso, a pesar de haber
aprobado todo cuanto me propuse durante esos años a base de una ley del mínimo
esfuerzo y de mi buena capacidad intelectual, recuerdo mi paso por las aulas
como una lenta agonía de saturación de datos y más datos inútiles, de una
disciplina diaria sin aparente sentido, una competición motivada por el miedo
(estudia si quieres ser algo en la vida) y una lucha constante contra el
aburrimiento y la frustración.
Pero además, con lo que sé hoy
y desde una perspectiva adulta, contemplo mi paso por el sistema escolar como
el mayor robo de tiempo y energía que he sufrido en mi vida.
A veces pienso que ojalá
pudiera recuperar todas las horas, días, meses y años que contra mi voluntad,
pasé sentado en esas jaulas para humanos jóvenes, un tiempo y un esfuerzo que
siento totalmente desperdiciado e inútil.
Pienso en cuanto me hubiera
gustado dedicar toda esa energía a mis verdaderas pasiones e intereses, las
cuales tenía claras desde niño y no eran apenas valoradas en ese sistema.
Pienso dónde estaría ya ahora
en mi camino, si no me hubieran sofocado con aquella doctrina escolar
completamente alienante y devastadora para mí
Siempre sentí que había algo
tremendamente errado en el sistema educativo, algo que iba más allá de
metodologías o esfuerzos, pero no fue hasta hace unos pocos años que esa
intuición se completó con pruebas.
La confirmación de que yo no
era el problema.
Poco a poco fui encontrando a
pensadores contemporáneos como el inglés Ken Robinson, el chileno Claudio
Naranjo o el brasileño Rubem Alves, que denunciaban estos mismos defectos de
base del sistema educativo en cada uno de sus países y a nivel mundial. Y
curiosamente todos coincidían en señalar como principal motivo de este
“malfuncionamiento”, el hecho de que este sistema hubiera sido diseñado y
ejecutado no en interés de los individuos y su desarrollo humano, sino en el de
la industria económica que lo impulsó.
Pero si tuviera que hablar de un
momento realmente revelador, de una autentica epifanía que cambió profundamente
y para siempre mi visión de la educación, fue mi encuentro casual o causal
(según se vea) con un libro en concreto: “The Underground
History of American Education : A School Teacher’s Intimate Investigation Into
the Problem of Modern Schooling” de John Taylor Gatto.
Un ex-profesor de la educación
pública estadounidense que, como él mismo explica, tras décadas luchando desde
dentro contra ese sistema alienante, y tras una serie de investigaciones y
descubrimientos, decidió abandonarlo para siempre el mismo día que fue nombrado
profesor del año del estado de Nueva York.
Seguramente te preguntarás que
tiene que ver el sistema educativo americano con el español, y la respuesta es
que básicamente todo lo que se explica en el libro es extrapolable a nuestra
realidad educativa y a la de casi todos los países del mundo.
Así lo afirma también el propio
traductor de la obra, un profesor de matemáticas español, que tras
descubrir la edición en inglés, se tomó la molestia de traducir el libro y
distribuirlo gratuitamente a través de la red, ya que esta obra no se encuentra
publicada en nuestro idioma.
Así se puede encontrar fácilmente en
cualquier buscador como: Historia Secreta del Sistema
Educativo.
Sería demasiado largo para un e-mail,
el explicar todo lo que esta obra abarca, pues es importante decir que no sólo
está llena de datos rigurosos y hechos contrastables, sino que está escrito
desde un punto de vista profundamente humano que nace de la experiencia
íntimamente personal del autor.
Para mí, lo que atrapa más
poderosamente de este libro (además de las propias experiencias vitales y
profesionales de Taylor Gatto dentro del sistema educativo) es que el resultado
de sus pesquisas no se limita a una mera serie de especulaciones más o menos
hilvanadas, a las que tan acostumbrados estamos en el ámbito de la denuncia
conspirativa.
En este libro, el autor no
expone lo que él cree, sino hechos y datos que insta en todo momento a
buscar y contrastar en sus fuentes (de las que da milimétricas referencias a
fin de posibilitar su consulta) en todos y cada uno de los sucesos y datos
expuestos.
Sobre lo que significó para mi y lo
que creo que puede significar para muchas personas el conocer esta obra y lo
que en ella se revela, expondré este ejemplo a modo de anécdota personal: En
2012 estoy en una estancia de varios meses en Brasil. Es allí que encuentro
este libro en la red y comienzo su lectura, me atrapa al instante.
Una de las primeras
revelaciones que me sorprenden y sacuden, es la exposición detallada, con
hechos, citas contrastables y fechas, que el autor hace sobre la manipulación
que la moderna pedagogía sufre desde sus orígenes por parte de las elites
financieras. Un sistema educativo que se convirtió en universal y obligatorio
al amparo de estos grandes capitales, que no sólo lo impulsaron, sino que
lo crearon y financiaron en pos de sus propios intereses.
Entre todos los hechos que el
autor expone, me llama la atención sobremanera, como describe la introducción
de una especie de “método defectuoso” en la enseñanza del lenguaje.
Un cambio en la pedagogía de la
lectura y la lengua cuyo objetivo (oculto) es dificultar (e indirectamente
disuadir) a los individuos escolarizados tanto de la lectura placentera como de
la escritura.
En un primer momento me resulta
increíble, me resulta casi un disparate, pero en la medida que leo los datos y
las explicaciones todo cobra más y más sentido.
Haciendo un resumen esquemático
de lo que expone el autor, viene a revelar que frente al método tradicional
usado hasta el momento (y prácticamente a lo largo de toda la historia de
nuestra cultura occidental) para enseñar a leer y a escribir, se introduce
repentinamente, junto con la escolarización obligatoria, un nuevo método avalado
por los modernos pedagogos y expertos de las fundaciones privadas creadas por,
entre otros muchos, Henry Ford, Andrew Carnegie o el clan Rockefeller.
Un sistema que supuestamente
debía facilitar y mejorar el aprendizaje del lenguaje, pero que en realidad lo
dificultaba y lo ralentizaba enormemente.
Todo a fin de suministrar a la
enorme y creciente industria, mano de obra dócil y poco letrada, o lo que es lo
mismo indefensa y sumisa.
Como te decía al comienzo de
este texto, siempre fui crítico y observador, y no creo en algo simplemente
porque esté escrito en un libro, pero lo que allí se describía, estaba expuesto
de tal forma y con tantas pruebas abrumadoras que sinceramente, dejé abierta la
posibilidad de que fuera real.
Pero fue por una de esas
maravillosas sincronicidades que describía Carl Jung, por sorprendente que
parezca, que la realidad me ofreció inmediatamente la confirmación de lo que
acaba de leer.
No recuerdo si esa misma tarde
o al día siguiente de la lectura, recibí en la vivienda dónde me alojaba la
visita de una profesora local de un colegio de primaria, una amiga de la
propietaria de la casa. Ella comenzó a conversar de las cosas más cotidianas
hasta que, sin yo preguntar nada y sin ni siquiera haberla relacionado con el
tema, comenzó a hablar sobre su trabajo en la escuela. De repente, dijo algo
que captó completamente mi atención:
(Transcribo
aproximadamente sus palabras, traducidas del portugués)
-
Pues mis niños leen ya todos bien. La directora me felicitó esta semana, porque
mi clase es la única de todo el curso donde todos los niños ya han aprendido a
leer perfectamente.
Por supuesto, aquello fue como
un una señal luminosa para mí, inmediatamente le pregunté sobre el método que
usaba en la enseñanza de la lectura, casi presintiendo que me encontraba
mágicamente ante la confirmación de lo que había descubierto hacía tan poco. Y
efectivamente, ella me confesó que no usaba el método pedagógico oficial para
enseñar a leer.
Me dijo que aunque sabía que
era el que tenía que usar y era el que aplicaban todos los demás compañeros en
el centro, ella usaba el “método antiguo” porque, instintivamente, sabía que
era mejor. El método con el que ella misma aprendió a leer en su casa.
Entusiasmado, le pregunté con detalle por la diferencia entre ambos métodos, y
te puedes imaginar mi asombro cuando al describírmelos, todo correspondía con
exactitud con lo explicado en el libro sobre dichos métodos de aprendizaje y su
lógica interna.
Devoré el resto del libro con auténtica
avidez y puedo decir que sólo tras leerlo comprendí totalmente y en su
verdadera magnitud, el nivel de manipulación al que esta granja humana que es
nuestra sociedad, somete a las “castas inferiores”.
Y no hablo ya desde los medios
de comunicación, algo mucho más evidente, sino desde su formación como
individuos.
Por eso considero que este
“sistema de adoctrinamiento obligatorio”, es el pilar sin el cual el resto del
proceso manipulativo que se produce durante toda la edad adulta (ya sin
capacidad para discenir y con la auto-confianza totalmente minada) no podría
calar de la manera que lo hace.
Personalmente, desde que llegó
hasta mi tal descubrimiento, no he perdido la oportunidad de difundir esta
obra, que considero no sólo necesaria, sino vital.
Porque tal como se explica el
método hindú para amaestrar elefantes: Basta
que al pequeño elefante apenas recién nacido, se le ate diariamente una delgada
cuerda a la pata (de la que por su tamaño aún no puede liberarse) para que
cuando llegué adulto su mente haya asimilado de tal forma que es incapaz de
hacerlo, que ya ni siquiera lo intenta. Por eso a los elefantes adultos en
India, se les ata con la misma cuerda de su infancia a una débil rama y
permanecen allí prisioneros de sus propios límites mentales. A pesar de que
incluso si los ataran con una gruesa cadena sujeta a un robusto árbol, serían
capaces de romperla sin dificultad.
En fin, quizás ya conozcas el
libro o el tema, pero si no fuera así y te interesara profundizar en él, me
gustaría también recomendarte otro libro (mucho menos denso eso sí) que es una
muy buena lectura complementaria al de Taylor Gatto.
Quizás porque a pesar de denunciar el
mismo asunto de una manera menos detallada y contundente, sí está más enfocado
en aportar una gran gama de ejemplos reales inspiradores frente a esta terrible
maquina adoctrinadora. El libro se llama: El Elemento del
educador inglés Ken Robinson, el cual sí se puede encontrar publicado en
nuestro idioma”
Al menos
estos testimonios dan que pensar, ¿no?
Ningún
intento de mejorar el mundo en el que vivimos arraigará si no somos capaces de
transformar de manera profunda la manera en la que educamos a las personas del
mañana.
Es urgente
abordar con valentía el tema de la educación, más allá de las tonterías
ideológicas superficiales a las que nos tienen habituados los partidos
políticos de turno.
Y eso nos
incumbe a todos, aunque son los propios docentes los que deberían liderar este
proceso, por dignidad personal y profesional.
Y por la
tremenda responsabilidad que recae sobre sus espaldas.
Ha llegado el
momento de que así sea.
GAZZETTA DEL
APOCALIPSIS
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