17.3.14

Todo pasa como si hubiera ciertas «fuerzas» para las cuales sería beneficioso el mantener al hombre en un estado hipnótico, con el fin de impedirle que vea la verdad y que se dé cuenta de su situación.

HAY ALGO SINIESTRO VIVIENDO EN EL ÁTICO

Programación mental, control mental, control social, control de masas, lavado de cerebro, guerra psicológica, todos hemos escuchado estos términos en algún momento. ¿Realmente sabemos qué significan? ¿Nos reconocemos a nosotros mismos como víctimas directas y objetivos primarios de todas estas herramientas de manipulación y control?

No es fácil para un pez distinguir entre un enorme acuario y el océano abierto. En elacuario todo está diseñado para que parezca el océano; rocas, algas, arena, otros animales acuáticos, … , en fin, todo es parte de una verdadera obra maestra deliberadamente confeccionada para que el pez crea vivir libremente en el océano, crea elegir hacia dónde ir, cuándo comer, o dormir.
¿Alcanza usted a ver las paredes vidriadas de la pecera en la que habita? Lo invitamos a descubrirlas…
De frente al espejo
¿Qué ve usted cuando se mira al espejo? ¿Ve acaso a un sujeto de ideas liberales que cree en la libertad de acción del individuo sobre todas las cosas? ¿O tal vez vea alguien que no tolera las asimetrías de este mundo capitalista, y es partidario de una autoridad soberana ocupada de arbitrar la distribución de la riqueza? Quizá no vea a ninguno de los dos porque a usted no le gustan las asimetrías pero le gusta su “libertad”, entonces usted tal vez vea a un anarquista. O, quién sabe, en una de esas usted ama a su patria, y cree que vale la pena perder ciertas libertades para que su país sea el mejor de todos y le muestre al mundo su superioridad… 

No, déjeme adivinar, en realidad usted simpatiza un poco con varias de esas ideas. Entonces quizá frente al espejo usted se encuentre con un anarcocomunista, o un anarcoliberal, o un liberal moderado, o un neoliberal, o un ordoliberal, o un fascista, o un neofascisliberalcomunifalangista de la corriente feminista radical… Por favor, no se ría, podemos seguir ad nauseum con esta ridícula lista. Hay casi un “paquetito de ideas” destinado para cada individuo sobre el planeta. Y lo más interesante es que esto no acaba con sus ideales político/sociales, sino que se extiende prácticamente a cada ámbito de la vida.

No hace mucho en un artículo de Enfoque SOTT, Gregory James escribía:

Mientras se esté sumergido en el mundo mecánico, es ciertamente fácil comprar lo que sea que se esté vendiendo porque esa es la norma, es lo que pasa por “realidad”, y si estamos en desacuerdo, es a menudo porque tenemos otra ideología igualmente falaz a la cual nos aferramos y la cual nos da el confort de pensar que tenemos “mayor conocimiento”. Esa es la tarea de la COINTELPRO, de la desinformación mediática y de mucho del movimiento de la Nueva EraSi no nos gusta una idea, existen muchas otras igualmente infundadas y no corroboradas de las cuales escoger. Y, desafortunadamente, la desinformación se propaga como semillas en un jardín abandonado; abandonado porque la verdadera información y conocimientos dejan de cultivarse.
Y el asunto es más grave aún, pues para cualquier identificación o afinidad que usted sienta, hay un “combo” de ideas de regalo; es como un centro comercial de esos donde usted compra uno y lleva dos.
Imagínese los “regalitos” que ha recibido sin saberlo de la 
religión y su entorno cultural
Religión y Cultura, las gemelas malvadas…
Religión y Cultura. Estaremos de acuerdo en que ambos tópicos abarcan la totalidad de nuestro contexto y constituyen el “medio ambiente” en donde nos desarrollamos desde el momento en que nacemos hasta que morimos.
Todo su contenido axiomático es “volcado” en cada uno de nosotros de un modo casi compulsivo en una etapa temprana de nuestras vidas en la cual no contamos con los recursos suficiente para filtrar, analizar, o reflexionar sobre cada uno de ellos. Es así como incorporamos sin ser conscientes de ello, 
definiciones, valores, juicios, e ideas en general, que determinan nuestra percepción de la realidad y condicionan nuestro comportamiento.
El mundo que a través de estas “viles hermanas” se proyecta en nuestras mentes, es una desfigurada representación de la realidad, donde cada aspecto de ésta es deformado deliberadamente para limitar las posibilidades de percibirla objetivamente y mantenernos cautivos dentro de una prisión cuyo más celoso guardián es en buena medida el hombre mismo.
Las ideas introducidas desde la religión y el contexto cultural afectan subliminalmente nuestros pensamientos, emociones y acciones, haciéndonos funcionales a un sistema que se empeña en mantenernos controlados para su exclusivo beneficio. Atiborrándonos de ideas preestablecidas, inundando nuestra psiquis de un conocimiento diseccionado y analizado por terceros, 
este sistema nos incita al sueño, nos persuade de que no vale la pena recorrer el camino a pie y descalzos, que es más confortable viajar en un vehículo conducido por alguien más, y dormir durante el viaje.
Hay algo siniestro viviendo en el ático
A menudo nuestras casas tienen un ático en donde reposa una copiosa cantidad de trastos viejos. Habitualmente no recordamos como llegaron allí, y no suele gustarnos subir a estos “sucios” depósitos a revisar u ordenar su contenido.
Pues aunque parezca difícil de creer hay un “lugar” así en nuestra psiquis. Los “trastos” de la psiquis son ideas hábilmente implantadas por un sistema de control que nos abruma sin descanso desde nuestra llegada al mundo.
Nuestros padres, siendo adultos previamente acondicionados por este sistema, son los primeros en comenzar esta labor, la mayor parte de las veces sin ser conscientes de ello. Luego la instrucción formal en las escuelas, la adhesión a alguna confesión religiosa, la formación académica, … todo esto y mucho más es constantemente reforzado por los mensajes incesantes recibidos a través de la televisión, el cine, revistas, diarios, literatura, y todas las formas de comunicación conocidas. 
El flujo de la información es manipulado con tal maestría, que sólo proliferan aquellas ideas afines al sistema.
Inmersos en esta maraña vivimos nuestras vidas confinados en un mundo ilusorio, convencidos de construir nuestra historia a fuerza de tomar decisiones voluntariamente y ejerciendo nuestra preciada libertad. Pero tal cosa no ocurre, porque cada acto individual, cada pensamiento, cada emoción, es desatada por fuerzas que nos gobiernan a voluntad sin siquiera sospecharlo.
Este universo de ideas paulatinamente implantadas van acumulándose en un rincón inaccesible y bien resguardado de nuestra psiquis, constituyéndose en la fuente oculta de nuestros pensamientos y emociones. Todas juntas conforman el prisma a través del cual la realidad es observada y comprendida.
Estos polizones de la mente no sólo se suman algebraicamente, sino que se combinan de modos enrevesados. Muchas de estas ideas son opuestas o contradictorias, o tienen una fuerte disonancia con la realidad. Nuestra psiquis, para hacer posible la coexistencia de todas ellas, se fragmenta y atenta contra sí misma afectando la continuidad y coherencia de nuestros pensamientos y emociones. Este mecanismo a la vez fomenta e intensifica el automatismo de los procesos mentales, provocando que actúen cada vez más al margen de nuestra conciencia.

Gurdjieff hace un aporte notable a la comprensión de esta dinámica:
“«Tope» es un término que necesita una explicación especial. Todos saben lo que son los topes de los vagones de ferrocarril: aparatos amortiguadores de choques. En la ausencia de estos topes los menores choques de un vagón contra el otro podrían ser muy desagradables y peligrosos. Los topes atenúan los efectos de estos choques y los hacen imperceptibles.
“En el hombre existen dispositivos exactamente análogos. No son creados por la naturaleza sino por el hombre mismo, aunque involuntariamente. 
En su origen se encuentran las múltiples contradicciones de sus opiniones, de sus sentimientos, de sus simpatías, de lo que dice, de lo que hace. Si un hombre tuviese que sentir durante su vida entera todas las contradicciones que están en él, no podría vivir ni actuar tan tranquilamente como ahora. Sin cesar se producirían en él fricciones; sus inquietudes no lo dejarían reposar nunca. [...] Si un hombre pudiera sentir todas estas contradicciones sentiría lo que él realmente es. [...]
“Los «topes» se forman lenta y gradualmente. Muchísimos se crean artificialmente por la «educación». Otros deben su existencia a la influencia hipnótica de toda la vida circundante. El hombre está rodeado de gente que habla, piensa, siente, vive por medio de sus «topes». Al imitarlos en sus opiniones, acciones y palabras crea involuntariamente en sí mismo «topes» análogos que le hacen la vida más fácil, ya que es muy duro vivir sin «topes». 
Pero éstos impiden toda posibilidad de desarrollo interior porque están hechos para amortiguar los choques; empero, los choques, y sólo ellos, pueden sacar al hombre del estado en que vive, es decir, despertarlo. Los «topes» arrullan el sueño del hombre y le dan la agradable y apacible sensación de que todo irá bien, que no existen las contradicciones y que puede dormir en paz.
En general son estos mismos topes de los que habla Gurdjieff los que laboriosamente esconden lo inadecuado de estas ideas.
Cuando estas ideas implantadas se acurrucan cómodamente en esos rincones oscuros de la psiquis, sus efectos sobre nuestras acciones, pensamientos y emociones no pueden ser notados con facilidad.

Edward Bernays, apologista del control social mediante la manipulación y la influencia subliminal, nos cuenta en su libro Propaganda:
El propagandista, aprovechándose de un viejo cliché o manipulando uno de nuevo cuño, puede dirigir a veces una masa completa de emociones colectivas. En Gran Bretaña, durante la guerra, los hospitales para los evacuados del frente recibieron numerosas críticas porque trataban a los heridos de manera expeditiva. El público daba por hecho que los hospitales debían dispensar una atención concienzuda y prolongada a los pacientes.
Cuando se les cambió el nombre por el de Destacamentos para Evacuados las críticas se desvanecieron. Nadie esperaba más que un tratamiento de emergencia de una institución con semejante nombre. El cliché hospital estaba indeleblemente asociado en la mente pública con una imagen particular. Constituía un empeño imposible el persuadir a la gente de que distinguiera a un hospital de otro y disociase el cliché de la imagen que proyectaba. En cambio, 
el nuevo cliché condicionó automáticamente la impresión pública hacia esos hospitales.
Es interesante notar como un simple cambio de etiqueta condicionó el comportamiento de los individuos, y los encausó intencionalmente en una dirección bien precisa. Imaginemos este mismo mecanismo (u otros mecanismos mentales análogos) afectando otros aspectos más profundos y significativos de la vida, como el entendimiento del bien y del mal, o la posibilidades de acceso a la Verdad, o sencillamente sobre la idea que uno tiene de sí mismo. El poder de esas ideas habitando inadvertidamente ese olvidado “cuartito” de arriba que nunca visitamos, es colosal, y su impacto en nuestra percepción de la realidad es cuando menos inquietante.
Toda esta “constelación” de ideas conforman un auténtico 
sistema de creencias en torno al cual transita nuestra vida. Es este sistema de creencias el que determina hasta que grado el individuo es capaz de tener acceso a la realidad objetiva.

Laura Knight-Jadczyk cita este singular experimento en su libro “La Historia Secreta del Mundo“:
… Hay un hecho indiscutible y poco conocido acerca de la Hipnosis Experimental que se ilustra en la siguiente historia: Se le dijo al sujeto de un Experimento Hipnótico que cuando despertara iba ser incapaz de ver a un “Tercer Hombre” presente en la habitación, quien, según se le sugirió, se habría vuelto completamente invisible. Se le hicieron todas las sugestiones “apropiadas” para conseguir este propósito, tales como: “usted no será capaz de ver a este individuo”, etc., etc., mediante el uso de varios formatos. Una vez que el sujeto fue despertado, se hizo evidente, a no dudarlo, que las sugestiones hipnóticas NO funcionaron.
¿Porqué? Por que 
iban a contrapelo de su sistema de creencias. El NO podía creer la idea de que una persona pudiera volverse invisible.
Así entonces, se empleó una táctica diferente. El sujeto fue nuevamente hipnotizado, pero esta vez se le dijo que la tercera persona estaba saliendo de la habitación que se le había llamado para un asunto urgente, y se le describió en detalle como había tomado su abrigo y sombrero y, para reforzar la sugestión, se suministraron ciertos “efectos de sonido” tales como el ruido de la puerta al abrirse y cerrarse en las espaldas del individuo.
¿Qué sucedió a continuación? 
El sujeto fue INCAPAZ DE VER al Tercer Hombre. ¿Porqué? Porque su sistema de creencias fue “activado” de una manera que resultaba aceptable para sus instintos naturales de “supervivencia del ego”.
La supervivencia del ego es una condición que se establece en una etapa temprana de la vida en virtud de la 
programación inducida por los padres y la sociedad acerca de todo lo que ES y NO ES posible. Aprendemos esto asimilando en forma de aprendizaje todas las cosas que debemos creer para agrado de nuestros padres y de la sociedad.
… De cualquier manera, y para retomar la historia, el Tercer Hombre discurrió a la largo y ancho de la habitación levantando objetos y dejándolos luego en su sitio y haciendo toda clase de cosas para evaluar el nivel de receptividad del sujeto a su presencia, y como resultado de esto el sujeto tuvo una reacción histérica y de desconcierto ante esta serie de actividades “anómalas”.
Podía ver como objetos se movían en el aire y gavetas se abrían y cerraban, pero no podía ver la FUENTE de estos fenómenos puesto que NO CREÍA que hubiera otro individuo en la habitación.
Así que, ¿Cuáles son las implicaciones de este factor que opera sobre la consciencia humana?
(De “
La Historia Secreta del Mundo” – Laura Knight-Jadczyk – Ed. Pilule Route – pág. 658/659)
El modelado de nuestros sistemas de creencias constituye una estrategia de extraordinaria eficacia. El condicionamiento consecuencia de las creencias inducidas “[...] determina lo que ES o NO ES posible; lo que se nos “permite” creer para poder ser aceptados. Aprendemos esto primero al aprender lo qué le agrada a nuestros padres, y después modificamos nuestra creencia basados en lo que le agrada creer a nuestra sociedad – nuestros semejantes - ” (Capítulo 8 de “La Onda - Laura Knight-Jadczyk – Sitio http://es.cassiopaea.org).

En palabras de Don Juan Matus:
Los seres humanos son perceptores, pero el mundo que perciben es una ilusión: una ilusión creada por la descripción que les contaron desde el momento mismo en que nacieron. Así pues, el mundo que su razón quiere sostener es, en esencia, un mundo creado por una descripción que tiene reglas dogmáticas e inviolables, reglas que su razón aprende a aceptar y a defender. (“La rueda del tiempo” – Carlos Castañeda)
Las creencias son auténticas cadenas que nos atan a una visión limitada de la realidad, reducen nuestras posibilidades de ver la realidad tal como es, y nos inducen a interpretar el mundo de un modo en particular.
Cuando uno pone en perspectiva todo lo señalado “
[...] comprende que lo más probable es que existe una brecha enorme entre lo que percibimos como real y la realidad objetiva… y no importa cuánto tratemos de ser objetivos, nunca podremos estar seguros. La única cosa que parece ofrecer una salida es observar simplemente los fenómenos y comparar las percepciones con un montón de personas, y tratar de cercar la “constante” presente en todas ellas. De esta manera, podemos tener una idea más aproximada de lo que realmente es el Tercer Hombre, y de lo que está haciendo realmente, y entonces de cuál debería ser nuestra mejor respuesta” (Capítulo 8 de “La Onda - Laura Knight-Jadczyk – Sitio http://es.cassiopaea.org).
Ahora, imagine usted por unos segundos que estuviera interesado en “controlar el mundo”, ¿por dónde empezaría?
Tras bambalinas
La existencia de lo que a la luz de los hechos constituye un exitoso sistema de control que ha demostrado estar siempre un paso adelante de la humanidad, nos incita a efectuar algunas preguntas de importancia capital:
¿Surge este sistema de control de un modo “accidental”? ¿Es acaso consecuencia simplemente del devenir de la historia y el “desarrollo” de las sociedades? Hay quienes creen que sí, que todo lo que acontece es el resultado de una ecuación cuyas variables son fundamentalmente humanas y su lógica esencialmente dialéctica, el choque continuo de tesis y antítesis, fuerzas opuestas en pugna y una supuesta síntesis superando la disputa, iterando 
ad infinitum, en una danza cósmica sin propósito ni sentido.
¿Pero puede acaso desconocerse sin más el patrón subyacente? ¿Es posible que no veamos la pauta inmutable y permanente en toda la historia humana conocida? Unos pocos conduciendo el destino de muchos, grandes masas sometidas y sufrientes, imperios crueles y despóticos, tiranos narcisistas, guerras sangrientas, …, ¿es necesario seguir? Tomemos cualquier momento de la cronología documentada, y podremos ver con claridad que cambian las formas pero no desaparecen estos rasgos esenciales. La historia de la humanidad es un cuento interminable de horror donde siempre una inmensa mayoría ha sido oprimida sin piedad por una minoría cruel.
¿Cómo es posible que en miles de años esta dinámica no haya cambiado? ¿Cómo es que un puñado ha sometido a millones de individuos? ¿Existe una inteligencia y un método detrás?
En 1970 el matemático británico John Horton Conway diseñó un autómata celular llamado “El Juego de la vida“. Este simple experimento matemático, de interés aún en la actualidad, consiste en un universo bidimensional, es decir una grilla o malla de puntos (células) representados por pequeños cuadrados, y un par de reglas muy simples. Cada cuadrado de este universo puede estar vivo o muerto (encendido o apagado). El estado de todas las células va cambiando por turnos, y se tiene en cuenta el estado actual de todas ellas para calcular el estado de las mismas al turno siguiente. Todas las células se actualizan simultáneamente.
Considerando que cada célula tiene 8 vecinas (las más próximas, incluyendo las diagonales), el estado de cada una de ellas en el turno siguiente lo determina el estado de sus vecinas teniendo en cuenta estas dos simples reglas:
1- Una célula muerta con exactamente 3 células vecinas vivas “nace” (al turno siguiente estará viva).
2- Una célula viva con 2 ó 3 células vecinas vivas sigue viva, en otro caso muere o permanece muerta (por “soledad” o “superpoblación”).
La cuestión es que al poner a funcionar este “universo” ocurrió algo de tintes fantásticos:  comenzaron a emerger varios patrones singulares formados por conjuntos de células. Estos patrones podían estar fijos o moverse en patrones regulares constituyendo esto un auténtico comportamiento (diviértase un rato y véalo funcionando aquí).

El experimento tomó dimensiones más interesantes aún al comprobar que cambiando las reglas surgían otros patrones diferentes.
La extraordinaria complejidad surgida a partir de reglas muy simples abrió la puerta a sugestivas hipótesis dentro del ámbito de ciencias como la matemática, la economía, y también condujo a inquietantes reflexiones de índole filosóficas.


Patrones con movimiento
Lo realmente interesante resultó ser que la aparición de patrones complejos y repetitivos, y la sugerente estabilidad de éstos, parecía tener una fuerte relación causal con la existencia de reglas y con la naturaleza de las mismas. Esta evidente conclusión, junto al hecho de que las reglas sin duda son parte vital de un diseño subyacente, nos conmina, o cuando menos nos invita, a considerar la posibilidad de la existencia de un DISEÑADOR.
¿Sería entonces tan descabellado considerar análogamente que la existencia de patrones claramente visibles y repetitivos en la historia humana conocida constituyan verdaderos indicios de la existencia de un DISEÑO y posiblemente también de un DISEÑADOR? ¿Es conveniente descartar esta hipótesis de plano? Es cierto, es atrevida, pero el hecho de que sea posible, y que de serlo sus implicancias serían de excepcional importancia, es razón suficiente para que aquellos espíritus aventureros embarcados en una búsqueda sincera de la verdad, acepten al menos considerarla. Los hechos sugieren la posibilidad de que una conspiración de proporciones extraordinarias esté tomando lugar.
Es posible que en este momento el lector haya sentido una cierta incomodidad. Es que el sistema de control está tan hábilmente diseñado, que sólo el haber considerado esta posibilidad por unos segundos en su mente, seguramente ha disparado un arsenal de pensamientos y emociones que en condiciones normales lo incapacitan para seguir adelante. “Conspiración” o “complot” son ideas estigmatizadas. En general
a cualquiera que hable de conspiración se lo considera mentalmente débil, o perturbado. Y la sociedad ni siquiera se detiene a examinar las teorías o a validar los argumentos de aquellos sujetos que caen en una categoría deplorable. El peso del estigma afecta nuestras posibilidades de explorar libremente la realidad, y produce un doble efecto: la indiferencia automática, y el menosprecio y la burla como mecanismo de refuerzo. Los individuos suelen mofarse de aquellos que tienen una interpretación que contradice su sistema de creencias, porque en su fuero interior, a niveles de su psiquis que no pueden acceder, sienten miedo y necesitan distanciarse de un modo explícito de estas ideas estigmatizadas que desafían la estabilidad de su somnoliente estado.
Aquellos espíritus más “inquietos” que resisten el acoso de este mecanismo de control, 
tampoco la llevan tan fácil. El sistema tiene “un anillo para cada dedo”. Y entonces aparecen en escena todo tipo de disparates, en su mayoría enormes mentiras mezcladas con algunas verdades, y muchos sucumben a su atractivo.
Sólo unos pocos dotados de mayor voluntad, sujetos que en su mayoría han viajado a lo profundo de sí mismos y lograron sobrevivir a la “hoguera de ese infierno”, ven emerger de entre la penumbra una verdad estremecedora: 
algo siniestro opera en las sombras, algo imperecedero, algo inmune al paso inexorable del tiempo.
Verdades como estas violentan la “inteligencia” del hombre común, y le producen un temblor interno que lo paraliza y conmina a la negación sistemática.
Pero para aquellos espíritus que con tenacidad buscan la verdad, no hay posibilidad de escape. Las preguntas resuenan en sus mentes una y otra vez. 
¿Cómo es posible que durante tanto tiempo se hayan mantenido comprimidas y aturdidas las conciencias de los individuos? ¿Cómo es que el hombre no se ha rebelado?
Cuando estas preguntas son consideradas por el buscador en toda su profundidad y con auténtica determinación una idea fundamental irrumpe con tenacidad: 
LA MENTIRA. Es por medio de la mentira que el hombre ha sido sometido. Ésta se ha convertido en un arma letal, y quienes la han utilizado desde los anales del tiempo saben más de la naturaleza humana que el más versado de los hombres. Con maestría han afectado el desarrollo de la humanidad sumergiendo su existencia en un sueño profundo e ilusorio.
Ouspensky en su libro “En busca de lo Milagroso” reseña un relato con el que Gurdjief ilustra esta condición:
[...] ‘Pero hay miles de cosas que impiden que el hombre despierte y que lo mantienen en poder de sus sueños. Para actuar conscientemente con la intención de despertar, hay que conocer la naturaleza de las fuerzas que retienen al hombre en el sueño. Ante todo, hay que comprender que el sueño en el cual existe el hombre no es un sueño normal, sino hipnótico. El hombre está hipnotizado, y este estado hipnótico está mantenido y reforzado continuamente en él. Todo pasa como si hubiera ciertas «fuerzas» para las cuales sería útil y beneficioso el mantener al hombre en un estado hipnótico, con el fin de impedirle que vea la verdad y que se dé cuenta de su situación.
Cierto cuento oriental habla de un mago muy rico que tenía numerosos rebaños de ovejas. Este mago era muy avaro. No quería contratar pastores, y no quería cercar los prados donde pacían sus ovejas. Las ovejas se extraviaban en el bosque, se caían de los barrancos, se perdían, y sobre todo se fugaban cuando se aproximaba el mago, porque sabían que él quería su carne y su piel. Y a las ovejas esto no les agradaba.
Por fin, el mago encontró el remedio. Hipnotizó a las ovejas y les sugirió primeramente que eran inmortales, y que no les haría ningún daño el ser despellejadas, que al contrario este tratamiento era excelente para ellas, y aun agradable; luego el mago les sugirió que él era un buen pastor que amaba mucho a su rebaño, que estaba dispuesto a hacer toda clase de sacrificios por él; en fin, les sugirió que si les llegase a suceder la menor cosa, eso no ocurriría en ningún caso ahora, ese mismo día, y que por consiguiente no tenían que preocuparse. Después el mago les metió en la cabeza que de ninguna manera eran ovejas; sugirió a algunas que eran leones, a otras que eran águilas, y a otras que eran hombres o que eran magos.
Hecho esto sus ovejas no le causaron más molestias ni preocupación. No se escapaban más, 
esperando por el contrario con serenidad el instante en que el mago las esquilara o las degollara.
¿Un “pastor muy ingeniosos” verdad? Don Juan Matus completa el cuadro: :
[...] Quiero apelar a tu mente analítica – dijo Don Juan – piensa por un momento, y dime cómo explicarías la contradicción entre la inteligencia e ingenio del hombre y la estupidez de sus sistemas de creencias o la estupidez de su comportamiento contradictorio. Los chamanes creen que los predadores nos han dado nuestro sistema de creencias, nuestras ideas acerca del bien y el mal, nuestras costumbres sociales. Ellos son los mismos que establecieron nuestras esperanzas y expectativas, nuestros sueños de triunfo y fracaso. Nos otorgaron la codicia, la mezquindad y la cobardía. Es el predador el que nos hace complacientes, rutinarios y egomaníacos. [...] (“El lado activo del Infinito“, Carlos Castaneda)
Es a través de la implantación de ideas falsas en nuestras mentes que el sistema mantiene su dominio. Y de dónde provienen normalmente estas ideas: de la Religión y la Cultura.
Inoculando ideas: la hermana santurrona

¿Recuerda a las “gemelas malvadas”? Conozcamos un poco más a la “hermana santurrona”: la Religión.
Antes de proseguir es necesario hacer una distinción entre dos entendimientos diferentes del término “religión”. Uno hace referencia a una cualidad emergente de todas las creaturas como consecuencia de un proceso ascendente en el que se incrementa la conciencia, y fundamentalmente se refiere a “la interacción del hombre con DIOS, La Creación, o La Naturaleza”. El otro está vinculado con lo que solemos llamar “religión organizada”. Esta idea hace referencia a un conjunto de creencias y prácticas formalmente enunciadas, y es de carácter artificial; el rasgo que distingue a estas auténticas corporaciones de la fe es la ostentación de verdades dogmáticas, y la existencia de una estructura jerárquica que difunde y administra estas verdades.

Aldous Huxley también reconoce esta distinción y la explica del siguiente modo:
[...] hay dos tipos principales de religión. Está la religión de la experiencia directa, [....] la religión del conocimiento directo de lo divino en el mundo. Y luego está la religión de los símbolos, la religión de la imposición del orden y el significado del mundo a través de símbolos verbales y no verbales y su manipulación, la religión del conocimiento sobre lo divino más que el conocimiento directo. Estos dos tipos de religión siempre han existido [...] (Discurso sobre “El hombre y la Religión” – 1959)
Huxley, además distingue dos subcategorías dentro de la religión que manipula los símbolos y sus significados (según el mismo Huxley “para imponer orden y significado sobre el flujo de la experiencia“): la religión del mito, y la religión del credo y la teología. En la religión del mito es justamente éste (el mito) el que confiere sentido y explica a través de símbolos la realidad. La religión del credo y la teología en cambio se fundamenta en el dogma. El dogma ocupa el lugar del mito, y es el que da significado a la experiencia confiriéndole un marco de referencia que permite su interpretación.

La religión organizada se autoadjudica el rol de “guardianes de la verdad” haciendo gala de ser el intermediario entre la divinidad y el hombre. De este modo modela y regula aquella “religión de la experiencia directa”, la auténtica y natural relación del hombre con “lo divino”. Por medio de la autoridad que se confiere a sí misma se eleva por encima del hombre, y en nombre de una verdad revelada de dudosa procedencia se constituye en el “cerebro” del grupo, el órgano que piensa y decide, el que arbitra qué está bien y qué está mal, el que nos dice hacia dónde ir y como vivir nuestras vidas.
De este modo estas auténticas corporaciones, siempre vinculadas al poder, asimilan sociedades enteras coaccionando sobre el hombre y su conciencia, y afectan el curso de la historia de un modo premeditado y con un propósito claramente definido: 
el control.
Desde su posición de “autoridad” sobre el hombre, y merced a la sumisión de éste, la religión organizada controla lo que cada individuo piensa, siente y hace. Las creencias que a fuerza de una hábil manipulación implantan en lo profundo de la psiquis de sociedades enteras, operan como celosos guardianes inhibiendo cualquier atisbo de individualidad y de desarrollo de la conciencia.
Recorramos brevemente alguna de las creencias difundidas desde la religión: 

Poner la otra mejilla
“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mateo 5.38-39). Más adelante puede leerse “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?” (Mateo 5.44-46a).
Es de suponer que detrás de cada acto virtuoso (como lo es para el cristianismo el de “poner la otra mejilla”) tendría que primar la búsqueda de un fin justo. ¿Cuál podría ser este fin en el caso que nos concierne aquí? ¿Es sensato suponer que después de recibir “un golpe” (en un sentido amplio, no sólo físico) predisponerse a recibir otro, y hasta de algún modo invitar al “golpeador” a que repita el aborrecible acto mostrándole “la otra mejilla”, dará como resultado algo justo, virtuoso, beneficioso para la víctima y el victimario? ¿Cómo es que “no resistir al que nos hace daño” puede evitar que vuelvan a actuar de un modo similar, o cambiar el curso de los acontecimientos futuros a favor “del bien”?
Consideremos por ejemplo los casos de violencia de género. ¿Acaso es recomendable sugerirle a una mujer que ante el agravio le ofrezca su lado más amable al hombre que la hostiga y maltrata? ¿Alguno de nosotros piensa que este sujeto puede cambiar, que puede ver sus errores como consecuencia de esta acción? ¿No sería lógico considerar más probable que “poner la otra mejilla” fomente y estimule a que el victimario dé más rienda suelta aún a su comportamiento cruel y despiadado?
Por ejemplo pensemos en G.W.Bush, o en un sacerdote pederasta, o en el estado de Israel “azotando” al pueble palestino. ¿Algún lector sincero considera que para sus víctimas es una buena opción “poner la otra mejilla” u orar por sus victimarios? ¿No será más probable que proceder de este modo los condene a un exterminio definitivo?
Piénselo por un momento, “poner la otra mejilla” o “no resistirse al malvado”, 
¿no sería acaso este el consejo que daría el propio victimario a su víctima para poder prolongar en el tiempo su martirio y satisfacer sus oscuros intereses?
Si hacemos un esfuerzo por dejar a un lado nuestras ideas preestablecidas a este respecto, será posible que a trasluz se hagan visibles al menos algunas de las ideas que realmente subyacen tras tamaño mal “consejo”. Una de ellas es 
la idea del sufrimiento sin sentido, la automortificación. Dentro del cristianismo (y quizá también dentro de otras confesiones religiosas) esta condición está vista como una suerte de inversión, en donde cada “bofetada” recibida incrementa los fondos que posteriormente “comprarán” la entrada al cielo o a un estado edénico. De más está decir que poniéndonos del lado de “los malos” y esforzarnos en pensar como ellos no será nada difícil imaginar lo conveniente que es para ellos hacer que el hombre común crea semejante patraña. ¿Qué más funcional a los fines del victimario que conseguir el consentimiento de la víctima para hacer con ella lo que quiera, mientras ésta permanece inmóvil pensando que debe proceder de este modo para ganarse una eternidad de felicidad?
Tras la sugerencia de “poner la otra mejilla” también subyace el anhelo compulsivo de cambiar “al otro”, de hacerlo como uno considera que debería ser, de convertirlo en “bueno” sin su consentimiento. 
Detrás de la máscara de luz y amor se esconde una actitud soberbia y atropelladora, el proceder del que no acepta la realidad tal como es y decide moldearla a su antojo de acuerdo a sus deseos y aspiraciones personales y limitadas.
Esta intervención “policial” sobre la realidad no toma en consideración el hecho de que es muy probable que el victimario haya decidido obrar como lo hace, o que eventualmente se encuentre de algún modo anclado en un estado particular de su ciclo de aprendizaje y necesite, en caso que así lo quiera, cambiar de polaridad por sus propios medios, no por el acto compulsivo y egoísta de quien no puede aceptar su condición.
Es probable que algunos interpreten lo dicho en los párrafos previos como una invitación a devolver la “bofetada” o a aniquilar al enemigo. Esto es propio de un modo binario de pensar y entender la realidad. No es esa la única alternativa ni la mejor de ellas. Respetar el libre albedrío de otras criaturas no implica dejar avasallar el propio. En palabras de Laura Knight-Jadczyk:
[Respetar el libre albedrío de otras criaturas], al mismo tiempo, implica negarse ante la violación de nuestro propio libre albedrío. No hay que actuar “en contra” de otro, simplemente actuar “a favor de nuestro propio destino” en tales casos. (Capítulo 8 de “La Onda - Laura Knight-Jadczyk – Sitio http://es.cassiopaea.org)
Como nota final queremos remarcar que aunque la directiva de “poner la otra mejilla” está nominalmente muy difundida dentro del mundo cristiano, no es común encontrar muchos proponentes de esta doctrina que la pongan en práctica con asiduidad. Por algo será…
El dilema Verdad o Salud
En un conocido fragmento de la vida de San Agustín de Hipona puede leerse el siguiente relato:
“En cierta ocasión en que el glorioso doctor se hallaba en África, mientras iba paseando por la orilla del mar meditando sobre el misterio de la Trinidad, se encontró en la playa con un niño que había hecho un hoyo en la arena con una concha. Con la concha recogía agua del mar y la derramaba en el hoyo. San Agustín al contemplarlo se admiró, y le preguntó qué estaba haciendo. Y el niño le respondió: “quiero llenar el hoyo con el agua del mar”. “¿Cómo?” dijo San Agustín, “eso es imposible, ¿cómo vas a poder, si el mar es grandísimo y ese hoyo y la concha muy pequeños?”. “Pues sí podré”, le contestó el niño, “antes llenaré el hoyo con todo el agua del mar que tú comprendas la Trinidad con el entendimiento”. Y en ese instante el niño desapareció.”
Mucha tela se ha tejido en torno a esta incierta leyenda vinculada al santo cristiano. En el catecismo cristiano esta historia es adornada con escenas de gran ternura en donde un dios/niño amorosamente le sugiere a San Agustín que deje de “torturarse” tratando de comprender asuntos que están fuera de su alcance. Este mensaje es dado por Dios nada más y nada menos que a uno de los Padres de la Iglesia.
El “misterio impenetrable” es uno de los pilares fundamentales dentro del mundo cristiano. Tras esta idea se esconde el precepto de conformarse con la verdad revelada tal como la autoridad de la iglesia la transmiten a sus feligreses; el entendimiento profundo no es cosa de los hombres. El ser humano debe ocuparse fundamentalmente de la obediencia ciega a la divinidad (encarnada habitualmente en algún organismo terrenal), sin cuestionar demasiado ni intentar comprender a su Dios, pues esta actitud es vista como un desacato, un acto de soberbia, un desafío que acarreará sufrimiento y dolor.
Este precepto advierte, en especial a aquellas mentes “mas inquietas”, sobre la existencia de un dilema fundamental tras la búsqueda del conocimiento: 
verdad o salud. De este modo se le insinúa al buscador que si decide por su cuenta salirse del libreto celestial y no ceñirse al designio divino de practicar una servidumbre sin más entendimiento que el que da la “verdad revelada” en los textos bíblicos y regulada por la institución religiosa, su destino está sellado y es la destrucción. ¡Una auténtica amenaza!
Este fragmento de la vida de San Agustín (sea un hecho real o sólo una leyenda con fines didácticos), que muestra a un dios encarnado en un niño que con actitud paternal alivia el “peso” del santo sin castigar su “osadía”, tiene el “don” de generar un estado emocional intenso y agradable que a priori priva al individuo de la posibilidad de ver la sugestión tras el relato, de percibir objetivamente el mensaje transmitido.
Una vez más es posible advertir tras una idea fuertemente arraigada en el cristianismo, el accionar velado del predador de Don Juan Matus, o de aquellas “
fuerzas que retienen al hombre en el sueño” de Gurdjieff. ¿Será que este precepto es parte de la hipnosis inducida de la que habla Gurdjieff? Sin la verdad somos como las ovejas de aquel cuento, tontos animales esperando con serenidad transformarnos en la cena de alguien más.
“Pidan y se les dará” o “crea tu propia realidad”
El poder de la oración ha sido proclamado por profetas y líderes religiosos como una herramienta sumamente eficaz para comunicarse con la divinidad y obtener favores de ella. Las grandes religiones han diseminado la idea general de que con sólo solicitar algo a dios, él, como padre afectuoso que es, no podrá negarlo.
Esta idea, en su forma más elemental, manifiesta que el único requisito para obtener los favores divinos es el simple deseo y la explícita solicitud. “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” (Lucas 11,9). Esta es la fórmula del éxito instantáneo, milagroso.
Pero claro, quienes sostienen que el hombre posee semejante poder se han encontrado con un insalvable obstáculo: LOS HECHOS. 
Los hechos parecen sugerir que tal fórmula, lisa y llanamente, no funciona. En palabras de Laura Knight-Jadczyk:
Excepto por una minoría de individuos realmente perversos, no creo que nadie disfrute al ver las miserias y sufrimientos, las enfermedades, las muertes y la desesperación que abundan. De nuevo habría que preguntar: si todas estas cosas le resultan tan detestables a la mayoría de los seres humanos, si hay tantas personas trabajando, pensando positivamente y rezando para mejorar las condiciones del mundo, ¿por qué eso no sucede?
[...] “No olviden el poder de la oración” suelen decir [...]. El único problema es que, ni las oraciones ni el pensamiento positivo parecen haber mejorado el mundo gran cosa en aquellas ocasiones en que es casi seguro que cada ser humano del planeta se encontraba rezando por algún resultado en particular.
Jesús prometió: “Si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo en oración… les será otorgado” (Mat 18:19). Esa es una promesa: ¿qué desean o necesitan? ¡Sólo pidan!
Pero como ya hemos podido comprobar, ¡no funciona!
(“
La historia secreta del mundo” – Laura Knight-Jadczyk)
Debemos conceder algo de crédito a la posibilidad de que cierta forma de oración, y bajo condiciones muy particulares de quien ora, en ocasiones puedan tener algo de éxito. Pero el hecho es que esta fórmula es anunciada a diestra y siniestra sin mencionar “la letra chica”. Y así, como una fórmula infalible y milagrosa para el éxito, es aprendida y entendida por la mayoría.
Semejante promesa de satisfacción garantizada se hace imposible de cumplir. Pensemos sólo en aquellos casos donde dos personas diferentes desean con igual intensidad cosas opuestas. ¡En estos casos seguramente el universo (o dios) ha de quedar aturdido!
Laura Knight-Jadczyk refiere esta contradicción en pocas palabras:
A lo largo de la historia encontramos a un grupo rezando a su dios por protección en contra de las depredaciones de otro grupo. El otro grupo reza con igual fervor para que sus depredaciones resulten exitosas…
Al margen de las obvias contradicciones, en esta ilusión de infalibilidad de la oración, al igual que en las comentadas en párrafos anteriores, es posible para el ojo adiestrado ver algunas ideas furtivas que vienen de regalo dentro del paquetito sin que el “comprador” lo note.
Empecemos por señalar que el promotor de esta práctica transmite la idea velada de que 
nada puede hacerse por uno mismo, de que hay una dependencia total de la deidad venerada, que estamos subordinados a la Divina Providencia. Detrás del empeño en promover esta práctica parece estar oculta también la idea de que no vale la pena ningún tipo de esfuerzo de índole personal, ninguna inversión de energía propia, más allá de la necesaria para manifestar lo deseado. Nada puede ocurrir si no es producto directo de una acción divina.
Esta creencia subliminal produce un efecto devastador sobre los individuos, condenándolos a una pequeñez forzada y reduciendo sus potencialidades. Esta pequeñez se ve reforzada por la lógica frustración derivada del escaso éxito de esta fórmula. En la generalidad de los casos, el no ser favorecido por la divinidad es entendido como una desaprobación por parte de ésta. Ante la falta de un entendimiento cabal respecto a este supuesto “rechazo”, cada individuo, privado de hacer contacto con la realidad, crea su propia constelación de explicaciones que van desde la culpa por no estar satisfaciendo a su dios, hasta la búsqueda de chivos expiatorios que expliquen convenientemente el fracaso. Esta condición favorece el desarrollo de una dinámica subjetiva despojando cada vez más al individuo de la posibilidad de hacer contacto con la realidad tal como es.

Esta creencia, fuertemente arraigada en el cristianismo, ha pasado con cambios formales pero no esenciales, al movimiento New Age bajo la proclama de “tu creas tu propia realidad“. Las premisas son similares: desea algo tan fuertemente como puedas y le estarás enviando un mensaje al universo ordenándole que te asista en tus deseos. También suele promocionarse por los gurues de la New Age con el mote de “decretos“. Este término es particularmente preciso para dejar en evidencia el verdadero espíritu tras esta práctica: coaccionar sobre la realidad, “torcerle el brazo” y forzarla a que haga lo que dictamino. Una actitud despótica y desconsiderada con la creación.
En la variante New Age, las viejas formas de las religiones tradicionales donde el sujeto se humillaba ante su dios y oraba para solicitar los favores divinos, han sido reemplazada por una actitud altanera en donde casi se le exige al “cosmos” (uno de los tantos reemplazos de la gastada figura del dios barbudo). Esta actitud se desprende en alguna medida del hecho de que, como resultado del contenido sincrético de estos movimientos, se toman a la ligera preceptos tales como “todos somos dios” o “todos somos parte del absoluto”. Este tipo de sentencias, interpretadas superficialmente, elevan a los hombres a la categoría de dioses, y alimentan la creencia de que tienen las mismas prerrogativas que una deidad.
Esta nueva modalidad de “pedir” difiere en los aspectos formales pero no varía el trasfondo esencial: 
la insatisfacción y el deseo como motor de un cambio antojadizo de una realidad que es, subjetivamente considerada, desagradable.
Tras la práctica de esta fórmula 
puede percibirse también una no aceptación de la realidad tal como es, especialmente un rechazo de lo que algunos pueden considerar los aspectos “negativos” de la realidad. Estos aspectos negativos fundamentalmente son todas aquellas cosas que al hombre común le resultan desagradables; y no estamos haciendo referencia aquí al hambre mundial o la guerra, si no a asuntos más banales: un amor no correspondido, un jefe autoritario, problemas económicos, deseos frustrados de éxito,… y cosas por el estilo.
Quien recurre a esta práctica se encuentra en un estado de rechazo de todo aquello que no satisfaga sus limitadas expectativas.
Este estado de negación, sumado al fracaso garantizado de la formula, desencadena estados emocionales intensos cargados de angustia que aíslan más y más al sujeto de la realidad objetiva, y minan sus posibilidades de restablecer contacto con ella.
Inoculando ideas: la hermana secular
Algunas veces nos es posible evitar o al menos atenuar los efectos de los condicionamientos provenientes de la religión. Enojados, desilusionados, o sencillamente desinteresados, creemos ser inmune a su efecto adormecedor. Pero el hecho concreto es que la religión puede influir sobre nosotros en forma indirecta a través de la cultura.
En la práctica no hay una línea perfectamente definida entre estas “crueles gemelas”. En algún sentido, más que gemelas, sería más conveniente hablar de hermanas siamesas. Ciertas ideas/creencias a menudo no está claro si provienen de una o la otra, o de las dos. Algunas ideas tienen orígenes difusos, y con formas distintas o pequeñas variantes, se desarrollan tanto dentro del mundo religioso como del contexto cultural. Esta promiscua situación constituye una dificultad más a la hora de poner manos a la obra e intentar desenmarañar la madeja de mentiras habitando los rincones oscuros de la psiquis.
Pese a esta confusa condición, suele ocurrir que la cultura opera de un modo algo más encubierto en relación a su “hermana”. Su existencia pasa más desapercibida, escondida paradójicamente detrás de su casi omnipresencia. 
Es tan parte de nuestra vida cotidiana que apenas notamos su accionar. 
La cultura constituye el conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social. Estos tres elementos constituyen el basamento sobre el que construimos nuestras vidas, educamos a nuestros hijos, determinamos lo bueno y lo malo, … en suma, la cultura encuadra nuestras vidas y limita nuestras posibilidades de entendimiento, pues el hacer propias las pautas culturales recibidas del exterior, determina que nuestras capacidades no se vean enfrentadas al dilema del análisis, la reflexión, y, en definitiva, evita el proceso de un sano aprendizaje originado en la voluntad de entender el mundo objetivo.
Al igual que lo hicimos en el contexto religioso, recorreremos brevemente unas pocas ideas infundidas desde la cultura.
El sistema se cambia desde dentro
Muchos de nosotros hemos experimentado desazón, enojo y frustración, ante las injusticias, ya sean estas sufridas en carne propia o por terceros. Nacida en estos sentimientos se ha suscitado una lícita necesidad de hacer algo para cambiar el curso de los acontecimientos, de buscar la forma de ayudar, de hacer un aporte concreto para provocar el cambio que creemos necesario. Sí, la búsqueda sincera de un mundo mejor es sin lugar a dudas una señal de nobleza y virtud.
¿Pero qué opciones nos ofrece el mundo para cambiarlo? ¿De qué manera es posible accionar sobre la realidad de modo de poder aliviar el dolor propio y de nuestros semejantes? Más de una vez seguramente muchos de nosotros hemos escuchado el consejo de “dejar de quejarnos y hacer algo”, pero ese algo ¿qué es concretamente? ¿desde dónde se acciona?
El mismo sistema de control que domina nuestras vidas y somete nuestros bríos, empobrece países, saquea recursos, enferma sociedades, envenena nuestros alimentos, mata a nuestros hijos, y quebranta nuestra voluntad, se presenta ante nuestros ojos como una madre generosa ofreciéndonos todo tipo de alternativas para cambiarlo. El activismo, sea éste político o social, es una de las alternativas más comunes. Desde este lugar se supone que podemos operar el cambio que anhelamos. El sistema nos brinda acceso a todo tipo de organizaciones desde donde, en teoría, podemos movilizar las fuerzas creativas que harán un mundo mejor, un mundo libre de dolor, sin injusticias, donde a nadie le falte alimento, donde no haya guerras, y donde nos ayudemos unos a otros fraternalmente. 
De este modo este sistema nos enseña desde las etapas tempranas de nuestro desarrollo que para cambiarlo debemos hacerlo desde dentro, usando su dinámica, sus organismos, sus reglas, y sus recursos. 
¿No hay algo extraño aquí? ¿No parece cuando menos contradictorio que un sistema creado para coaccionar sobre nuestra libertad y someter nuestra voluntad nos invite amablemente a ejercer desde dentro justamente nuestra libertad y nuestra voluntad para cambiarlo? ¿No despierta sospechas el hecho de que sea el mismo sistema de control el que nos facilite los medios para afectar ese control que justamente constituye su razón de ser?
¿No sería más lógico considerar que los medios que nos ofrece un sistema de control para acabar con ese mismo sistema de control no sean más que un engaño?
Imagine el siguiente cuadro. Hay una guerra en donde el bando A tiene una enorme ventaja estratégica y de recursos sobre el bando B, pero no quiere exterminarlo completamente porque desea utilizar a B como sus esclavos. Pero si B se diera cuenta que la guerra, en las condiciones actuales, no tiene forma de ganarla, entonces sabiéndose derrotado de antemano posiblemente dejarían de pelear (al menos del modo que lo venía haciendo), y luego, entendiendo que lo que busca A son esclavos, sencillamente podrían dejarse morir o cruzarse de brazos y no hacer absolutamente nada. El bando A, aterrado por la posibilidad de que esto ocurra, planifica astutamente lo siguiente: hace pasar a unos cuantos miembros del bando A por contrabandistas neutrales, y a través de éstos les vende armas modificadas para que no hagan daño y municiones de salva. El bando B ingenuamente cree haberse armado fuertemente para la guerra y arremete con todas sus fuerzas contra el bando A. Éste, cada tanto, para evitar sospechas, simula perder alguna pequeña batalla, y así logra que el bando B continúe sometido a una dinámica que sólo beneficia al bando A.
El activismo desde dentro del sistema funciona de un modo análogo a esta guerra. El sistema es el bando A, y es por lejos, mucho más inteligente que el bando B, los activistas. Así pues, les facilitan los medios para que crean que pueden ganar la guerra, pero siempre mantienen la situación bajo control. Las armas inútiles que el sistema provee son organismos llenos de burocracia y reglas ridículas, largas cadenas de mando y complejas estructuras jerárquicas que sólo dificultan la acción, “grandes causas” que sólo son asuntos menores y superficiales: salven a las ballenas, limpiemos pingüinos empetrolados, hagamos campañas para juntar alimentos para los hambrientos somalíes, … y cosas por el estilo.
De este modo el sistema somete a gran parte de los individuos con potencial para despertar de esta pesadilla atroz y provocar verdaderos cambios. Creando una nueva y más refinada ilusión en la que los instiga a creer que son adalides de la justicia, el sistema somete a estos sujetos convirtiéndolos a menudo en poderosas armas de control y manipulación de otros individuos.
Izquierda o Derecha: todo es un problema de distribución
¡Izquierda o derecha, esa es la cuestión! Socialismo o Liberalismo. A lo ojos de un gran número de personas todo el sufrimiento que existe en el mundo es consecuencia de la pugna entre estas dos fuerzas. Pero ¿en qué se diferencian una de la otra? Pues básicamente en la estrategia para distribuir los bienes materiales: regulación estatal versus libertad de acción sin intervención.
El asunto no es cosa menor, el hecho que unos mueran de hambre mientras otros poseen riquezas mayores al PIB de varios países juntos, es un asunto grave.
¿Pero realmente aquí empieza y termina el problema? 
¿Es la distribución LA CAUSA de todos los males? 
Revisemos la historia reciente, digamos… los últimos cien años. No será difícil comprobar como estados e imperios, aquí y allá, han estado liderados por la Izquierda o la Derecha, con todas las variantes y combinaciones que se nos puedan ocurrir. 
¿Y cuáles han sido los resultados? Miseria, violencia, represión, muerte, … igual a cualquier otro período en la historia. Quizá algo diferente en las formas, pero prácticamente igual en “sustancia”.
¿Cómo es que más allá de toda táctica empleada en la distribución, el mundo permanece igual desde tiempo inmemorial? ¿Cómo es que sin importar quien gobierne o de que ideales se jacte tener el líder de turno, el resultado siempre es el mismo? El asunto parece tener una simple respuesta: 
la distribución es el síntoma, no la enfermedad. Y como todo síntoma, si se lo considera en combinación con otras “señales”, puede resultar muy útil para perfilar un diagnóstico de la enfermedad. Pero difícilmente nos conducirá a hallar la cura, o al menos a comprender la enfermedad, el considerar el síntoma como la enfermedad misma.
Hacer pasar consecuencias por causas es un recurso de extraordinaria eficacia. Ser víctima de tal maniobra conduce a una inevitable pérdida de vitalidad, y a un “drenaje” de las fuerzas creativas que poseen un verdadero potencial de cambio. Quienes no alcanzan a penetrar profundamente la compleja matriz no lineal de causas y efectos en la que estamos inmersos, no pueden evitar ser víctima de este efectivo engaño. El sistema de control cuenta con un arsenal virtualmente inagotable de medios para confundir, enredar, y frustrar los intentos de quienes pretenden revelar su existencia.
Y aún aquellos que se adentren en esta matriz, si no se superan a sí mismos, no tienen esperanza alguna de entender que diablos está ocurriendo aquí. La trampa está diseñada con tal maestría que tiene varios niveles de engaño nada fáciles de salvar. Incluso los osados que entiendan parcialmente la dinámica de la realidad, si no aprenden a considerar toda la evidencia disponible, sin prejuicios ni preferencias, difícilmente arribarán a buen puerto. Para estos individuos, su principal “enemigo” son ellos mismos; 
sus anhelos, expectativas, y deseos, intentarán doblegar su voluntad haciendo que tome las partes por el todo, distorsionando los hechos y su relevancia, considerando un puñado de evidencias convenientemente seleccionado, como el total de la evidencia.
Pocas posibilidades tendrá el buscador que quede atrapado en esta magistral celada, de alcanzar a desenredar la madeja de la realidad.
Poseemos libre albedrío
Esta es una de las creencias más fuertemente enraizada en la psiquis del hombre moderno. El hecho de tomar a diario cientos de pequeñas decisiones fortalece la convicción de poseer libertad y voluntad. ¿Pero hasta que punto elegimos hacer lo que hacemos? 
Hay un hecho indiscutible que merece ser mencionado. En todas las épocas, tanto hombres notables como tradiciones milenarias, han insistido sobre una condición singular en la que el ser humano se encuentra: un estado de sueño o letargo en el cual el hombre no es dueño de sí, no es artífice de sus pensamientos ni de sus acciones, carece de voluntad, y lo más significativo, permanece completamente ignorante respecto a esta condición, y vive su vida entera sumergido en una fantasía en donde cree ser el patrón de si mismo.
La metáfora del acuario reseñada en el principio del artículo es particularmente útil para ilustrar esta idea. Los hombres viven como peces en el acuario, convencidos de su libertad engañados por su limitada percepción de la realidad.
Dice el gran místico ruso George Gurdjieff al respecto:
[los hombres] son incapaces de darse cuenta hasta qué punto son simples peones sobre un tablero de ajedrez. Se atribuyen importancia; se creen libres de ir y venir a su antojo; piensan que pueden decidir el hacer esto o aquello. Pero en realidad, todos sus movimientos, todas sus acciones, son el resultado de influencias [externas]. [...] Mientras no comprendan esto, mientras se crean libres, ¿qué posibilidades puede tener?
Tanto Gurdjieff como otras fuentes son claras en un punto en particular: el camino hacia la libertad comienza con el reconocimiento del estado de esclavitud en el que nos encontramos. Un largo proceso de autoconocimiento es la única vía para conquistar voluntad y libertad permanentes.
El estado de somnolencia en el que el ser humano se halla, lo convierte en un auténtico autómata, una máquina programada para responder a estímulos externos. Es este estado de sueño permanente (o hipnótico, como Gurdjieff diría) lo que hace al hombre vulnerable al sistema de control. A diferencia de la humanidad, este sistema sí es consciente del estado de letargo. Su subsistencia depende en gran medida de mantener a la mayor cantidad de personas viviendo esta existencia frívola, volátil, ilusoria, y personal.
¿Cómo conquistar nuestra verdadera libertad? Dejemos que Gurdjieff nos conteste:
El hombre moderno vive en el sueño. Nacido en el sueño, muere en el sueño. [...] Ahora, reflexionen solamente en esto: ¿qué puede saber un hombre que duerme? Si ustedes piensan en ello, recordando al mismo tiempo que el sueño es el rasgo principal de nuestro ser, no tardará en ser evidente para ustedes que un hombre, si verdaderamente quiere saber, debe reflexionar ante todo en las maneras de despertarse, es decir, de cambiar su ser.
Libertad, liberación. Ésta debe ser la meta del hombre. Llegar a ser libre, escapar de la servidumbre – es por esto por lo que un hombre debería luchar cuando haya llegado a ser, aunque sea un poco, consciente de su situación.
Es la única salida para él, porque nada es posible mientras siga siendo un esclavo interior y exteriormente. Pero no puede dejar de ser esclavo exteriormente mientras interiormente siga siendo un esclavo. Por consiguiente, para llegar a ser libre tiene que conquistar la libertad interior.
La primera razón de la esclavitud interior del hombre es su ignorancia, y sobre todo, su ignorancia de sí mismo. Sin el conocimiento de sí, sin la comprensión de la marcha y de las funciones de su máquina, el hombre no puede ser libre, no puede gobernarse y seguirá siendo siempre esclavo, y el juguete de las fuerzas que actúan sobre él.
Los brazos del sistema: psicópatas en el poder
¿Es usted uno de esos sujetos que cree que hay algo bueno en cada ser humano? ¿De dónde le parece que puede surgir esta convicción? ¿Qué le parecería considerar la posibilidad de que no todo el mundo encierra algo de bondad y nobleza en alguna parte de sí?
Muchos son quienes consideran que “existe el bien en todos”, que aquellos que son etiquetados como malvados son solo sujetos desajustados, incomprendidos con una niñez difícil, que pueden rehabilitarse o ser curados con amor, o terapia o, peor aún, con un período de encarcelamiento para “aprender la lección”.
Sin embargo permitanos decirle algo (¡¡¡y aquí agárrese fuerte!!!): 
el mal existe, hay personas que son lisa y llanamente malvadas. Este es un hecho cada vez más comprobado. Existe un porcentaje reconocido de la población a los que se los conoce como psicópatas. Las mediciones más conservadoras hablan de un 1%, pero hay quienes se animan a estimar que un 15% de los habitantes del mundo son psicópatas. ¿Acaso usted piensa que estamos hablando aquí de asesinos seriales al estilo del doctor Anibal Lecter? No, en absoluto. Ese tipo de psicópata son poco comunes; en general, integran este pequeño grupo aquellos que tienen un “corto circuito” que les hace romper con lo que en otro caso sería un perfecto camuflaje.
En condiciones normales el psicópata pasa desapercibido y está perfectamente integrado a la sociedad. Esto constituye uno de los rasgos distintivos de estos sujetos. En general cuentan con una extraordinaria habilidad para hacerse pasar por personas emotivas y sensibles, pero en el fondo son completamente incapaces de sentir emociones genuinas. Se los suele describir como carismáticos, amables, seguros, persuasivos, superficiales, arrogantes, dogmáticos, dominantes y fanfarrones, pero también pueden jugar el rol de dar pena, de ser subyugados, desafortunados y abandonados. Los psicópatas son mentirosos patológicos y sus relaciones con otras personas están definidas por la manipulación y la explotación lograda por la dominación abierta o encubierta. 
Nacen de esta forma y morirán de esta forma, y ningún tipo de comprensión o intervención modificará este hecho. 
Los psicópatas no tienen capacidad de sentir compasión o empatía por los demás. Como seres sin conciencia no tienen escrúpulos ni sienten ningún tipo de culpa; esto les permite mentir, engañar, robar, manipular, traicionar y/o abrirse fácilmente camino hacia posiciones de poder dentro de organizaciones e instituciones. Suelen encumbrarse en la cima de entidades políticas, religiosas, educativas, médicas, militares, mediáticas y corporativas.
Si piensa bien sobre todo lo dicho verá que la existencia de sujetos como estos puede ser una pieza esencial a la hora de 
explicar la mayoría de los problemas del mundo, incluyendo la guerra, la opresión, la pobreza, la explotación y el hambre.
Los psicópatas en posiciones de poder están a sus anchas para dar rienda suelta a sus patológicos deseos de poder y control. Su accionar sobre el mundo constituye una auténtica Patocracia, es decir 
un sistema de gobierno creado por una minoría patológica (por psicópatas) que toma control de una sociedad de personas normales. 

El final de este artículo
Todo aquello que termina es el preludio de algo que comienza, así pues, pese a que estos breves párrafos llegan a su fin, nos despedimos esperanzados en que nuevos “párrafos” estarán naciendo en la mente del lector.

No hay comentarios:

Publicar un comentario