29.7.14

Comprender que aquellos mecanismos que consideramos pequeños detalles irrelevantes, en realidad tienen una gran importancia si queremos cambiar el mundo…

LA GRAN CELEBRACIÓN DEL ABSURDO

A mucha gente quizás le parezca una pregunta sin sentido, centrada en algo anecdótico.
Pero es algo más profundo de lo que parece… ¿Por qué la gente celebra un gol?
¿Por qué saltan, bailan, se abrazan o gritan de alegría cuando “su equipo” marca un tanto?

¿Acaso ganan dinero con ello? ¿Les regalan un coche por ese gol? ¿Ese tanto les garantiza que les crecerá el pelo, que perderán el michelín sobrante o que crecerán de estatura? ¿Les han prometido que les aprobarán un examen o que les subirán el sueldo si la pelotita alcanza las mallas?

Entonces, ¿qué están celebrando? ¿De dónde proviene ese estallido de alegría?
¿Qué relación real y tangible hay entre que ese balón se introduzca en la portería y sus vidas?
Podrían alegrarse de ver caer una hoja de un árbol o de ver a un gato rascándose tras la oreja y tales acontecimientos guardarían la misma relación con sus existencias, a nivel real, que el hecho de que un balón chutado por un desconocido pase entre 3 palos.

La única razón por la que esas personas celebran ese acontecimiento intrascendente no relacionado con sus vidas, se debe al software psíquico instalado en sus cabezas.
En su mente, hay grabada una instrucción que les dicta, literalmente: “cuando marque tal equipo, te alegrarás”
Así pues, estamos ante un fenómeno de pura programación mental.
Una programación mental que forma parte del Sistema.
Que de hecho, es el Sistema en sí mismo.


Mucha gente cree que cuando hablamos del “Sistema” solo hacemos referencia a grandes asuntos como todo lo referente a la organización social, las ideologías y creencias, la política o el reparto de las riquezas, los recursos y el dinero.
Pero en realidad, el Sistema es mucho más profundo.
Abarca toda la programación mental que hay instalada en nuestro cerebro y alcanza hasta los detalles aparentemente más insignificantes; aquellos a los que nadie presta atención, pero que en realidad mantienen toda la estructura en pie.

Son esas pequeñas cosas que todos asumimos como normales y la naturaleza de las cuales jamás llegamos a cuestionar. Cosas que hacemos y sentimos automáticamente, como el  respirar y que configuran nuestra realidad cotidiana.
Identificar todos y cada uno de esos mecanismos es la clave para comprender por dónde debemos empezar a desmontar esa programación mental a la que estamos subyugados y que tanto nos esclaviza.
Un trabajo difícil que exige que nos hagamos preguntas, muchas de las cuales, en un principio, nos parecerán absurdas y desconcertantes.

Pregúntate por qué y para qué
Por ejemplo, actualmente el hombre que alberga el récord mundial de velocidad corriendo es Usain Bolt. Bolt es capaz de recorrer 100 metros en tan solo 9,58 segundos. Un hecho que provoca que todo el mundo le admire y le aclame por ello. Por esa razón, el atleta acapara fotografías, vídeos, portadas y reportajes en televisiones y revistas, así como suculentos contratos publicitarios con los que gana enormes cantidades de dinero.

Y la pregunta es ¿por qué? De acuerdo, porque Usain Bolt corre los 100 metros en 9,58 segundos…muy bien, ¿Y qué?
Es el más rápido del mundo, ya lo sabemos…¿pero de qué sirve? ¿Corre para salvar a alguien de un incendio? ¿Corre para llevar un mensaje importante que salvará al mundo? ¿Corre porque le persigue un leopardo y quiere salvarse?

¿Qué importancia real tiene que corra tanto, pues? ¿Qué función tiene su “correr”?
¿Importa realmente que sea el que corre más del mundo?
A la mayoría de gente, estas preguntas le parecerán ridículas…pero lo que es realmente ridículo es lo que hace la sociedad valorando “al que corre más” porqué sí.
Lo miréis por donde lo miréis, es algo que no tiene sentido.

Pongamos otro ejemplo.

Sir Edmund Hillary fue (oficialmente), el primer ser humano en alcanzar la cima del monte Everest. Su nombre figura en las enciclopedias y ha pasado a la historia por ello… Pero, ¿por qué?
¿Por qué no se destaca jamás al que subió tercero, al que subió vigesimoquinto, al que subió vestido de verde o al que alcanzó la cima con un nombre empezado por la letra “g”?
Y ante todo, ¿por qué hemos de admirar a alguien que sube a lo alto de una montaña? ¿Es realmente importante subir a una montaña? ¿Sí? ¿Por qué? ¿Alguien puede justificarlo con auténticas razones de peso?

Y es que el Sistema es esto.
Es el conjunto de mecanismos que provocan que dentro de nuestra mente adquieran gran relevancia hechos que realmente no tienen ningún valor real.
El Sistema hace que le otorguemos VALOR a alguien que es el primero en hacer alguna cosa, o a alguien que es el que levanta más peso, va más rápido o bate algún “récord” y ni tan solo nos preguntamos “por qué”.
Y una vez instalado ese mecanismo de valoración ficticia, genera en nosotros emociones basadas en esos hechos vacíos de sentido. Vemos a esos deportistas triunfando o fracasando y sentimos admiración, alegría, devoción, envidia o rabia y no podemos controlar esas emociones generadas a partir de la nada.

El Sistema está tan integrado y arraigado en nuestro interior que somos incapaces de detectar su presencia y de preguntarnos qué hacen esos mecanismos absurdos dentro de nuestra cabeza y porqué nos hacen reaccionar visceralmente ante un hecho sin sentido que no nos afecta para nada.

Vivimos inmersos en una ficción instalada dentro de nuestra psique.
Una ficción que nos controla, conduce y esclaviza, pero que no es más que un enorme castillo de humo sin ningún cimiento real.
Como decíamos en un anterior artículo titulado “el auténtico valor de las cosas“, todo en nuestro mundo gira alrededor del Valor que le otorgamos a los elementos que nos rodean.

Sabemos que hay cosas que tienen un valor intrínseco y absoluto, porque sin ellas no podríamos vivir, como por ejemplo el aire, el agua, la comida, el entorno, nuestro propio cuerpo o nuestro tiempo de vida. El valor de todos estos elementos es incalculable.

En cambio, hay una inmensa cantidad de elementos a nuestro alrededor de Valor Vacío o Relativo; esos elementos tienen exactamente el valor que nosotros decidamos otorgarles.
Poníamos el ejemplo de un billete. Un billete no es más que un pedazo de papel al cual otorgamos valor llamándolo “dinero” y otorgándole una serie de funciones.

Sin embargo, ese valor solo existe en el interior de nuestra mente. Si en un momento dado decidimos que no tiene ningún valor, para nosotros ese billete será lo que siempre ha sido en realidad: un trozo de papel.
De esta manera, llegamos a la conclusión de que el Sistema es el conjunto de mecanismos mentales que convierten esos valores vacíos y relativos en cadenas que nos esclavizan en el interior de nuestra psique.

Pues bien, lo mismo sucede con todo lo expuesto anteriormente en relación al deporte.
Un gol, una copa, una marca, una victoria deportiva o ser el primero en conseguir algo, tiene exactamente el valor que nosotros decidamos darle. Y ninguno más.
El mundo del deporte, de los récords o de las competiciones es un reflejo fidedigno de las dinámicas de funcionamiento del Sistema dentro de nuestro cerebro.
Todos los triunfos, hitos y marcas tienen un valor ficticio que solo existe en nuestra psique.

Un reflejo del Sistema
Pero curiosamente, ese mundo del deporte fundamentado en valores vacíos, absorbe gran cantidad de valor en forma de dinero y recursos. Y lo que es aún peor, absorbe una enorme cantidad de valor real y tangible en forma de energía y tiempo de vida malgastado por parte de los aficionados que seguimos esos deportes.
Por esa razón resulta tan importante la promoción del deporte en el mantenimiento del Sistema y en el proceso de aborregamiento de la población.
Consigue canalizar elementos de valor absoluto e incalculable, como la energía y el tiempo de vida de las masas y los utiliza para alimentar elementos vacíos de valor…elementos, que de hecho, son el Sistema en sí mismo.

El auténtico valor del deporte
En ningún caso estamos diciendo que el deporte no tenga sentido. Todo lo contrario.
Practicar deporte puede tener mucho sentido y puede albergar un gran valor intrínseco.
Mucha gente utiliza el deporte como un instrumento para mejorar su cuerpo, su mente y su salud y como un vehículo para relacionarse con las demás personas y vivir momentos de felicidad y plenitud. Elementos, todos ellos que sí tienen un valor real y absoluto.
Y de hecho, los retos y los hitos deportivos propios del deporte también pueden tener un valor incalculable.

La mayoría de veces, cuando alguien escala una montaña y vence las dificultades que ello representa, en realidad utiliza el reto deportivo que se autoimpone como un método de aprendizaje a nivel interior. Por lo tanto, para esa persona, escalar la montaña tiene un enorme valor real de construcción personal.

Pero solo lo tiene para esa persona. Es algo íntimo, personal e intransferible.
Sin embargo, mediante la programación del Sistema, la gente acaba valorando el hecho de “ser el primero en”, el hecho de batir tal o cual récord, de ganar en el marcador o de liderar la clasificación, cuando en realidad, todos estos no son más que elementos abstractos sin ninguna utilidad real.

Así pues, para empezar a comprender qué es el sistema y cómo nos domina, resulta esencial saber delimitar correctamente en nuestro interior qué tiene valor absoluto y qué no lo tiene, qué tiene sentido y qué no lo tiene y afrontar este difícil ejercicio sabiendo que al llevarlo a cabo podemos dejar de creer en muchas de las cosas que nos impone la sociedad como algo “normal” y convertirnos en personas que ven una realidad diferente a los demás.
Personas mucho más libres…con las dificultades que ello conlleva.
De todas formas, no es nada fácil identificar esos mecanismos y enfrentarse a ellos.
Pongamos un ejemplo, aunque sea de lo más simplista.

Imaginemos que un buen día aparece un líder político que en un míting dice lo siguiente: “Nuestra sociedad está enferma y debemos curarla. No puede ser que un hombre que chuta un balón gane más dinero que una persona que cura enfermedades y salva vidas. La función de un político debe ser velar por mejorar el mundo, aunque sea una tarea ardua y difíci”l.

¡Por esa razón, si me votáis, haré todo lo necesario para que un futbolista en este país cobre menos que un médico! De hecho, haré todo lo posible para que todos los futbolistas y deportistas del país sean amateurs y para que los clubes de fútbol no ganen indecentes cantidades de dinero con actividades tan absurdas como chutar una pelota, con las que aborregan a las masas, mientras hay gente que pasa hambre y privaciones.

¡Vamos a poner las cosas en el lugar que les corresponde! Os garantizo que me esforzaré al máximo por conseguir que la sociedad destine todo ese dinero y recursos malgastados en tonterías a cosas realmente importantes que nos beneficien a todos”

Bien, ¿cuántos votos creéis que conseguiría?

¿Cuánta de la propia gente que ahora se manifiesta por calles y plazas reclamando derechos y justicia social estaría dispuesta a ver como su amado club de fútbol se convierte en un club amateur de barrio incapaz de competir en las grandes competiciones internacionales?

Los medios de comunicación y las masas tildarían a ese político de iluminado, loco e intervencionista; de tirano enajenado que quiere convertir la sociedad en algo utópico y absurdo. Sin embargo, habría alguna gente, una pequeña minoría que quizás lo calificaran de gran revolucionario y de soñador; quizás se convirtiera en una figura de referencia para algunos grupos, que lo considerarían una persona que pretende construir una nueva realidad y un nuevo Sistema.

Y he aquí la gran ironía, la cruda realidad que refleja la dificultad de identificar adecuadamente qué es el Sistema en realidad.
Porque si pensaran eso, estarían cometiendo un error.
En realidad, ese líder no sería un revolucionario ni cambiaría el Sistema. Él creería que lo es y sus admiradores también.

Pero aunque triunfara y consiguiera realizar todas esas reformas, el Sistema seguiría siendo el mismo y funcionando bajo los mismos parámetros; solo cambiaría su aspecto externo. ¿Por qué?
Porque la gente seguiría celebrando los goles de su equipo, aunque estuviera formado por amateurs. Seguirían admirando a aquel que es más rápido o que establece un récord. Seguirían valorando principios abstractos sin ningún sentido y otorgándole valor a cosas que tienen un valor relativo.

Quizás los deportistas no ganarían dinero ni recibirían tanto bombo mediático, pero la estructura de fondo del Sistema seguiría inalterable, porque no se habría identificado adecuadamente hasta dónde llegan las raíces del Sistema ni cuales son sus mecanismos básicos.
Por esta razón, tal y como hemos afirmado tantas veces, al Sistema no se le puede derrotar mediante medidas externas.
Se debe desmontar en el interior de nuestra mente y ese es un proceso que solo puede realizar cada uno de nosotros individualmente, identificando de forma adecuada los mecanismos que actúan en nuestra psique.

Algo más complejo de lo que pueda parecer inicialmente.
Así lo hemos visto en este ejemplo basado en el deporte.
Un lugar donde los deportistas fueran amateurs y los deportes no tuvieran la repercusión económica actual, no sería ni un mundo nuevo, ni un Sistema nuevo.
Sería un mundo y un Sistema nuevo aquel en el que a las personas, simplemente no les importara quién corre más, ni les importara quién nada más deprisa a lo largo de una piscina, ni quién sube el primero a una montaña.

Sería un Sistema nuevo aquél en el que las personas no se alegraran como locas al ver que unos tipos vestidos con camisetas de colores marcan un gol, simplemente porque les importara un rábano que ese hecho intrascendente sucediera; sería un sistema nuevo aquél en el que el partido más importante y recordado de tu vida fuera aquél que jugaste con tus amigos y en el que lo pasaste tan bien.

Y si fuese un mundo y un sistema, realmente muy nuevos y diferentes, incluso podría ser que ni tan siquiera te importara ganar o perder tu partido de fútbol mientras lo juegas…

Todo lo expuesto ha sido solo un ejemplo metafórico de la profundidad a la que debemos llegar para cambiar realmente las cosas.

Una forma de comprender que aquellos mecanismos que consideramos pequeños detalles irrelevantes, en realidad tienen una gran importancia si queremos cambiar el mundo…

GAZZETTA DEL APOCALIPSIS


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