EE.UU diseña una salida para el régimen: Rajoy debe poner su cargo a disposición de Felipe VI
“Aunque no lo requiera la
Constitución, y aunque solo fuera por cortesía protocolaria, el actual jefe del
Gobierno debería poner su cargo a disposición del nuevo rey”.
Esta es la sugerencia que el catedrático Príncipe de Asturias
en la Universidad de Georgetown (EE.UU), Josep M. Colomer,
ha realizado a Mariano Rajoy para que acepte
la oleada de cambio que reclama España tras el 25-M, con 10
millones de votos perdidos por el bipartidismo
PP-PSOE en solo 2,5 años. Su propuesta está en sintonía
con el interés estratégico que desde EE.UU se
está poniendo al proceso de cambio en España (un
simple vistazo a su prensa de referencia lo acredita), muy similar al que ya
tuvo cuando se produjo la muerte de Franco y diseñó, junto
con Alemania, el paso de la dictadura a
la “oligocracia” o “partitocracia” con Juan Carlos.
Despejado el camino con la inesperada y sorprendente abdicación del monarca
(muchas miradas se dirigen al otro lado del Atlántico), Rajoy tiene
ahora que elegir entre desempeñar el efímero papel de aquel presidente
continuista llamado Arias Navarro o convertirse
en “mártir” como su predecesor, Carrero Blanco. Y como la valentía
no parece estar entre sus cualidades, en Estados Unidos dan
por seguro que no pondrá obstáculos y facilitará que Felipe VI tenga
al menos una oportunidad de salvar el trono. En medios diplomáticos se asegura
que Washington y Berlín ya
han decidido: y el pulgar ha girado hacia abajo.
La “operación”,
que aún no tiene nombre y que traman los reformistas del régimen, pasa por
adquirir algo de legitimidad hasta mayo de 2015 (elecciones locales) para
intentar avanzar en un proceso que la actual “casta” ha llevado hasta el
abismo. Y habida cuenta que la conocida
inacción de Mariano Rajoy ante los dramáticos momentos que
vive la sociedad española ya ha dinamitado al PP y al PSOE, se
ha llevado por delante al rey y ahora amenaza incluso la supervivencia
de la propia monarquía, desde EE.UU quieren poner sobre la mesa
una “hoja de ruta”.
La referencia es Italia, con una “partitocracia”
muy similar a la española y donde Beppe Grillo y su Movimiento 5
Estrellas ha desempeñado el papel reactivo que ahora
juegan de forma incipiente en España Pablo Iglesias con Podemos-IU-Equo (Primavera
Europea) y Julio Anguita como ideólogo
desde “Frente Cívico-Somos Mayoría”. O Alexis
Tsipras con su “Syriza” y Nigel Farage con
su UKIP en el Reino Unido. Fue algo parecido a
lo que ocurrió en España cuando en las vísperas de la muerte de Franco se formó
la Junta
Democrática (1974) con republicanos, democristianos críticos y
comunistas que se arracimaron en torno a Don
Juan, mientras que socialistas,
monárquicos y democristianos del régimen lo hacían con su
hijo Juan Carlos, que
finalmente traicionó a
su padre y le arrebató el trono en uno de los períodos más
decisivos y desconocidos de la Historia de España.
Josep M. Colomer ha desvelado un
estado de opinión muy extendido entre las élites de Washington en
relación con España, a la que frecuentemente se
asemeja con Italia, “un país que era conocido como una “partitocracia”,
es decir, por un grado de control de las cúpulas de los partidos
sobre las instituciones públicas igual o incluso superior al que suele ser
denunciado en España”. Colomer culpa veladamente a Juan Carlos de
haber abdicado mucho antes de hacer pública su decisión, lo que ha llevado al
país a la ruina: “el jefe del Estado también debe arbitrar y moderar
el funcionamiento regular de las instituciones. Esta tarea se ha echado
muy en falta en España en los últimos años cuando el
Parlamento, el Gobierno y la justicia han dejado de funcionar de
acuerdo con sus misiones constitucionales”.
De
acuerdo a este guión, Felipe VI –quizás con la
discreta ayuda de su padre, como Juan III, cuando se aproximó
a la Junta
Democrática, hizo con su hijo Juan Carlos
I, que lo hacía a su vez al régimen de Franco– tendría que
“usar sus prerrogativas para facilitar un nuevo impulso de
recuperación y renovación”. Para ello, recomienda usar el
ejemplo de lo sucedido en Roma: “Hace dos años y medio el
Gobierno italiano, azotado por una serie de escándalos y la persecución
judicial de su líder, estaba paralizado
ante la crisis económica del país y las presiones de
la Unión Europea. El jefe del Estado quitó
entonces al jefe del Gobierno y nombró en su lugar a un
prestigioso profesional independiente con experiencia en las instituciones
europeas (Mario Monti), el cual formó un Gobierno con los mejores
especialistas en cada tema, sin ningún miembro de ningún partido político, que
obtuvo a pesar de ello el apoyo del 90% del Parlamento. El
nuevo Gobierno fue apoyado también por los líderes de la Unión Europea y
de Estados Unidos. Italia ha tenido desde
entonces su mejor periodo de gobierno en la historia
moderna”. ¿Existe el “Mario Monti” español? ¿Un
técnico europeísta que no esté contaminado por los partidos y que sea capaz de
crear un gobierno técnico que, solo con su prestigio, convenciese a los
diputados para hacerse un “harakiri” como el de las Cortes de
Franco?
Mario Monti, de acuerdo con el
calendario electoral previsto, convocó nuevas elecciones al cabo de un año y medio:
“Más
o menos el mismo tiempo que falta en España para que se
cumpla el plazo para una nueva convocatoria. Tras esas elecciones, las
resistencias al cambio de los partidos políticos tradicionales hicieron
imposible la formación de una mayoría parlamentaria, la
cual habría requerido una gran coalición con miembros de los dos partidos
mayores. Pero ésta se acabó formando algunos meses después, al
coste de una reestructuración del sistema de partidos. Mientras
tanto, el presidente Napolitano había nombrado una
comisión para elaborar propuestas de políticas públicas formada por 10 expertos,
algunos de los cuales pasaron a formar parte del nuevo Gobierno.
Es muy notable que toda esta experiencia tuviera lugar en un país que
era conocido como una “partitocracia”, señala Colomer.
Y
añade: “La mayor ventaja de una iniciativa del jefe del
Estado es que viene desde fuera del
sistema de partidos políticos, por lo que puede ser
especialmente eficaz en inducir reformas que afecten también al sistema de
partidos”. Para ello,Felipe VI solo tendría que
usar la misma Constitución que fraguó su padre con la “casta”:
“De acuerdo con la Constitución española,
el jefe del Estado puede destituir al jefe del
Gobierno, disolver el Parlamento,
convocar elecciones, nombrar un nuevo
presidente del Gobierno, así como a los ministros que
este proponga, presidir personalmente las reuniones del Consejo de
Ministros, expedir los decretos gubernamentales, promulgar las
leyes y, de acuerdo con el jefe del Gobierno nombrado por él, convocar
referéndums sobre decisiones políticas de especial
importancia. Se espera en general que el jefe del Estado use estas
capacidades de acuerdo con los resultados electorales. Pero en una situación de
emergencia —como sin duda es la española—,
los poderes del jefe del Estado están para
usarlos —como en el caso italiano— de acuerdo con la letra del texto legal”.
Por
último, Colomer concluye que tras ese periodo de año y
medio de profundas reformas constituyentes llevadas
a cabo desde un Ejecutivo sin pelaje político, se abocaría a la formación “de
un Gobierno de amplia coalición multipartidista, el
acuerdo con Cataluña, el envío de señales de renovación y
optimismo para que los capitales
exiliados regresen y lleguen nuevas inversiones
extranjeras, podría ser el 23-F del rey Felipe VI.
Es decir, su legitimación, no ya dinástica o
constitucional, sino por los resultados de su acción. Como su
padre, el nuevo jefe del Estado necesitará
una legitimación de este tipo por una gran mayoría
de la sociedad española, así como de la escena
internacional, para consolidar su reinado en los años por
venir”.
Es
curioso porque ese “23-F” de Felipe VI es
lo que otros analistas del régimen están comenzando a sugerir. Fernando
Onega (RTVE), el periodista que le escribía los discursos
a Adolfo Suárez, así lo ha mencionado expresamente, como
también lo ha hecho Arcadi Espada (El Mundo):
“¿Qué es, en cambio, lo que el rey deja a su hijo, Felipe VI?
Voy a decirlo. Una Cataluña que sea su 23-F. Y
una reforma de la Constitución que sea su referéndum
legitimador. Que la fuerza le acompañe. La herencia es
envenenada porque sitúa a la Corona, y
al joven Rey, en el centro del conflicto político. Exhibido y
vulnerable. Tan exhibido y vulnerable como estuvo su padre
aquella lejana medianoche de febrero”.
Desde
las fuerzas ciudadanas, todo se ve como una operación de
salón para evitar el referendum sobre
el modelo de Jefatura
de Estado: “Dejen de decir mentiras, no trajo la democracia”,
ha replicado el escritor Suso de Toro, que se ha apercibido
de que la abdicación es “una operación
política muy calculada y en la que participan directamente
todos los poderes además de la Casa Real: desde la banca y
las grandes empresas hasta esos dos partidos y
las grandes empresas de comunicación. Realmente todo el sistema
económico y político español está conjurado en una misma
operación para este tránsito
entre padre e hijo”. Le faltó incluir a los dos grandes
sindicatos dependientes financieramente del erario público
(CC.OO
y UGT) y foco permanente por ello de ineficacia y
corrupción.
Para Suso de Toro “se
puede estar a favor de esta Monarquía o de una República,
de la continuidad del rey o de su abdicación; entiendo que
hay razones para argumentar que sea conveniente la coronación
del príncipe y que va a ser muy provechoso para todos,
pero el modo en que se está desarrollando esa operación
política es perverso por dos motivos. Primero, porque se
está ejecutando como un plan militar de guerra relámpago muy
preciso, para que el adversario no tenga tiempo a reaccionar. En este caso las
armas no son la aviación y los carros de combate sino los medios de
comunicación, implicados en una asfixiante
campaña publicitaria del rey que abdicó y del heredero”.
“Pero aquí el adversario no
es un enemigo exterior sino la opinión pública, la
propia ciudadanía, por lo que es profundamente antidemocrático
en origen. Si no hay nada que ocultar a la ciudadanía, si no
hay nada innoble en ello, no se puede realizar ese acto tan trascendente de ese
modo porque demuestra una desconfianza absoluta en una población a
la que se considera súbditos sin
capacidad ni responsabilidad. Para blindar la legitimidad
de la operación se está recurriendo a argumentar esa incapacidad
de la ciudadanía española diciéndole que todo se lo deben
al rey. Se nos repite machaconamente que “El rey nos
trajo la democracia“, “nos la dio”, “gracias a él
tenemos libertad“… Según eso este era un país de inútiles e
idiotas y el rey fue nuestro redentor y
nos guió. Y eso es una gran mentira. Muchas personas
que vivían entonces pueden atestiguar que no fue así, al rey lo puso Franco y
reinó por imposición. Y en cuanto a la sagrada Constitución, se
redactó sometiéndose a las exigencias por escrito de la JUJEM”, añade.
“Si esa Constitución garantizaba
libertades a pesar de esas imposiciones es porque hubo una parte de la
sociedad que exigía democracia. Y esa parte de la sociedad
tenía presos políticos en las cárceles del
régimen. Y muertos en los cementerios,
casi siempre civiles. Que nos digan que el rey
nos trajo la democracia es peor que faltar a la verdad, es mentir. Es una
ofensa para las personas que lucharon por
la libertad y es una reiterada traición a la
memoria. No estamos locos, tenemos memoria aunque nos
llamen imbéciles”, se queja De Toro.
Y
concluye en Barcelona precisamente: “En Cataluña se
dio un proceso curioso en la opinión pública que registraron todas las
encuestas. Muchas personas que no se tienen por nacionalistas catalanes y que
vienen demandando desde hace tiempo poder decidir su futuro como catalanes
acabaron llegando a la conclusión de que la independencia es la única
solución a la situación histórica de Cataluña. Son personas que
sin hacer ideología del independentismo en sí mismo hoy son independentistas por
convicción cívica. Una cosa parecida puede ocurrir con
el republicanismo como ideología y con la República
como institución. Hay muchas personas a quienes les parece
natural poder decidir sobre la jefatura del Estado en referéndum, aunque
luego muchas de esas personas votarían a favor de conservar una monarquía
parlamentaria, pero viendo que se les niega explícitamente
y ante esta vergonzosa imposición están basculando hacia la
opinión de que sería más
democrático y conveniente una república. En todo caso,
someter a la ciudadanía a algo así es degradarla y envilecerla. Ésta
es la democracia española, y es lo que debe cambiar”.
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