30.10.14

La Revolución del Coco, con todas sus imperfecciones y miserias, debería ser un motivo de inspiración para todos nosotros.


UNA REVOLUCIÓN INCREÍBLE QUE TE HAN OCULTADO Y QUE DEBES CONOCER

Esta es una historia realmente inspiradora. Se trata de una revolución que todo el mundo debería conocer y de la que muy poca gente ha oído hablar.

Una lucha de la que, sospechosamente, los medios de comunicación apenas se han hecho eco.
Estamos hablando de la Revolución de Bougainville, también conocida como la Revolución del Coco, la que podríamos considerar la primera revolución exitosa de carácter ecológico del mundo.

Curiosamente no se trata de una historia antigua, pues se inició hace apenas 25 años y aún siguen escuchándose sus ecos en la actualidad.
La crónica de esta lucha es un ejemplo de superación, dignidad y fe inquebrantable en las propias convicciones.
Una lección para todos nosotros, de la que todos deberíamos aprender y que en el fondo a todos debería avergonzarnos.
Es la historia de una pulga que ha derrotado a un gigante y que nos ha demostrado que todo es posible, mientras nosotros, una panda de conformistas, fofos y obesos, incrustados en el sofá e inmersos en un coro de patéticos lamentos, somos incapaces de levantar ni un solo dedo contra aquellos que nos oprimen, nos maltratan y nos roban.
BREVE INTRODUCCIÓN AL CONFLICTO DE BOUGAINVILLE

Pero antes de entrar en detalles, quizás deberíamos exponer, ni que sea brevemente, de qué estamos hablando con exactitud.

Bougainville es una isla situada en el océano pacífico, al noroeste de Australia.

Es la isla más grande del archipiélago de las Islas Salomón y actualmente aún pertenece al estado de Papúa Nueva Guinea.
Descubierta por los colonizadores occidentales en 1768, la isla ha sido víctima de los típicos vaivenes coloniales y ha sido utilizada como mera moneda de cambio entre las grandes potencias occidentales.

Así ha sido como durante los dos últimos siglos, Bougainville ha estado bajo jurisdicción alemana, australiana, japonesa y actualmente de Papúa Nueva Guinea.
Por lo tanto, la población de Bougainville lleva más de dos siglos sin poder decidir sobre su futuro, sometida a las decisiones y a los intereses de potencias extranjeras.
Una situación que los habitantes de la isla han decidido cortar por lo sano.
Quizás penséis que este es un caso repetido muchas veces a lo largo y ancho del mundo y que no tiene nada de particular.
Pero en el caso de Bougainville se reúnen una serie de factores que convierten su revolución y su lucha en un caso especial.
Porque Bougainville no es una isla cualquiera, ya que dispone de un entorno natural privilegiado: la isla está cubierta por una frondosa selva y dispone de abundantes recursos hídricos, así como de una tierra fértil y productiva.
Sin embargo, alberga un tesoro en sus entrañas que es la fuente de todas sus desgracias: dispone de ricos yacimientos de metales y minerales.
EL DETONANTE DE LA REVOLUCIÓN

Sin duda, Bougainville no habría sufrido lo que ha sufrido si sus riquezas minerales no hubieran despertado la codicia desenfrenada de las grandes compañías mineras.
Todo empezó en 1967, cuando la isla aún estaba bajo jurisdicción australiana. Fue entonces cuando un gigante minero mundial, la empresa británica Rio Tinto Zinc, a través de una subsidiaria australiana, Bougainville Copper Limited, abrió una enorme mina de cobre al aire libre, llamada mina Panguna. Cuando la calificamos de “enorme” no exageramos en lo más mínimo.

Esa explotación se convirtió en la operación minera más grande del mundo. Se excavó en el centro de la isla, en plena selva y llegó a tener una profundidad de 500 metros y una superficie de 7 kilómetros cuadrados.
Durante su excavación se arrasaron colinas, selvas y territorios de caza indispensables para la supervivencia de los habitantes del lugar, que vieron, consternados, como el entorno del que dependían y en el que vivían plenamente integrados desde hacia siglos, quedaba destruido para siempre.
De los 3000 millones de dólares en beneficios que obtuvieron los propietarios de la mina, tan solo unos pocos miles fueron destinados a indemnizar a los habitantes locales.
Y no solo eso. La población desplazada por la mina fue reubicada en tierras yermas donde se construyeron pueblos con casas prefabricadas y en los que, ni el gobierno ni la compañía minera, les ofrecieron ningún tipo de ayuda.
Llama la atención el caso de unos de esos poblados, donde ni tan solo tuvieron la generosidad de construirles una escuela para los niños, por lo que los habitantes tuvieron que construirla pagándola de sus propios bolsillos, a pesar de que para la compañía minera, que estaba ganando cantidades astronómicas de dólares con la explotación, construir la escuela habría representado un dispendio ridículo.
La destrucción ecológica provocada por esa enorme explotación minera provocó una primera oleada de protestas y movilizaciones en 1969, que se alargó durante varios años.
EL DESASTRE ECOLÓGICO
Pero esa inmensa mina no solo dejó una imperecedera cicatriz en el corazón de la isla.
Provocó además una auténtica catástrofe ecológica por culpa de los vertidos contaminantes procedentes de la explotación.
Miles de toneladas de desperdicios terminaron en el rio Jah, contaminando sus aguas y las tierras circundantes con cobre, mercurio, plomo y arsénico. Eso acabó con la vida salvaje en sus alrededores y destruyó los bosques cercanos al río, convirtiéndolos prácticamente en un paisaje lunar.
Pasadas las décadas, el agua del rio sigue sin poder beberse y siguen sin aparecer peces. Según los habitantes del lugar, ni tan solo se puede nadar en él: el sistema ecológico del rio Jah está dañado por completo.
Ese fue el factor clave que finalmente empujó al pueblo de Bougainville a la revolución y a luchar por su independencia.
COMO ESTALLÓ LA REVOLUCIÓN
A pesar de las protestas, la enorme explotación minera continuó en funcionamiento durante años, incluso después del año 1975, cuando Papúa Nueva Guinea se independizó de Australia.
Uno podría pensar que con el establecimiento de un nuevo estado libre, la conducta respecto la población de Bougainville se alejaría del desprecio y la prepotencia demostrados por las autoridades australianas, herederas directas de las actitudes coloniales británicas más clásicas.
Pero no fue así. La mina, aún propiedad de las mismas compañías, siguió en funcionamiento exactamente igual durante años, destruyendo gravemente el entorno ecológico de la isla, ahora con la complicidad de un nuevo gobierno: el del nuevo estado de Papúa Nueva Guinea.
Fue entonces cuando se produjo el punto de inflexión del conflicto, en el año 1988, un acontecimiento que acabaría derivando en la Revolución del Coco.
Todo se inició cuando la Asociación de Jóvenes Dueños de Tierras de Bougainville, encabezados por Francis Ona, consiguieron forzar una reunión con los propietarios de la mina, en la que les reclamaron que clausuraran la explotación y les indemnizaran con 10 mil millones de dólares por los graves daños ocasionados por tantos años de contaminación y destrucción del medio ambiente.
Francis Ona, frente a la mina 
La respuesta de los dueños de la mina no pudo ser más ofensiva: literalmente se rieron de ellos en la cara.
Es decir, los responsables de la compañía minera no se conformaron con actuar con prepotencia, contaminar gravemente la tierra por generaciones y dejar una cicatriz perpetua en el paisaje de Bougainville; encima, se atrevieron a burlarse de los habitantes de la isla en sus mismísimas narices.
Y fue un error grave. La gota que colmó el vaso.
A Francis Ona, que había sido empleado de la propia empresa minera Bougainville Copper Limited, no le gustó que se rieran de él y de su gente de esa manera, tras tantas décadas soportando abusos y atropellos.
Evidentemente, podría haber reaccionado rebajando sus peticiones o implorando servilmente algún tipo de concesión a los amos de la mina. Quizás podría haber organizado una festiva manifestación con pitos y pancartas o incluso podría haber hecho algún tipo de reclamación por vía legal al estado de Papúa Nueva Guinea, el mismo estado que se beneficiaba económicamente de la destrucción de su hogar.
Pero Francis Ona y sus compañeros tomaron una decisión mucho más directa y audaz: “si ellos no cierran la mina, la cerraremos nosotros”
Fue entonces cuando él y sus compañeros entraron por la fuerza en los almacenes de la mina Panguna y robaron 50 kgs de explosivos, con los que sabotearon las lineas eléctricas que alimentaban la mina y los accesos a la explotación, así como parte de las instalaciones.
Cuando el estado de Papúa Nueva Guinea tuvo noticias de la rebelión que se producía en Bougainville, mostró su auténtico rostro. Temeroso de perder la mitad de las exportaciones del país si se clausuraba la explotación minera de Panguna, el gobierno papuano decidió reprimir con extrema violencia la revuelta, sin establecer ningún tipo de negociación ni diálogo con la gente de Francis Ona o los habitantes de la isla.
Papúa Nueva Guinea envió a las tropas y quemó casas, golpeó a la población e incluso mató a varios habitantes de la isla a modo de escarmiento.
Ese fue el segundo gran error, esta vez perpetrado por el gobierno de Papúa Nueva Guinea.
Con ello solo consiguieron que la población de Bougainville simpatizara con Francis Ona y sus seguidores y nació así una guerrilla, que con el tiempo seria conocida como BRA (Bougainville Revolutionari Army o Ejército Revolucionario de Bougainville).
El BRA, liderado por Francis Ona nació con un triple objetivo:
  1. Luchar por la cultura propia de Bougainville
  2. Luchar por la tierra y el medio ambiente de la isla
  3. Luchar por la independencia de la isla, con el fin de que sus habitantes decidieran su futuro sin tutelas externas de ningún tipo.
Acababa de iniciarse la Revolución de Bougainville, una lucha tremendamente desigual que llevaría a que un grupo de personas muy precariamente armadas, se enfrentasen contra un estado que disponía de un ejército regular equipado y entrenado por la poderosa Australia, (que pretendía proteger sus intereses comerciales en la isla) y contra una de las mayores y más poderosas compañías mineras del planeta, Rio Tinto Zinc, un monstruo con profundas ramificaciones financieras que la unían con la mismísima familia Rothschild.
A estas alturas, es posible que muchos de los lectores piensen que este artículo pretende glorificar las revoluciones violentas, la lucha armada o la creación de guerrillas para luchar contra los poderes fácticos.
Pero esta no es la intención del artículo.
Uno puede estar más o menos de acuerdo con los diferentes métodos de protesta o de rebelión contra los opresores y dejaremos las opiniones al respecto a criterio de cada uno.
Lo realmente significativo de la Revolución del Coco es la increíble muestra de dignidad, creatividad, ingenio, convicción y fe en las propias posibilidades del pueblo de Bougainville.
Hasta el punto de que llegaron a obrar un auténtico milagro.
EL MILAGRO DE LA REVOLUCIÓN DEL COCO

Puede parecer increíble, pero en sus inicios, los guerrilleros del BRA no disponían prácticamente de armas.Tal y como lo decimos.
A diferencia de muchos otros movimientos guerrilleros aparecidos en otras partes del mundo, no hay constancia de que nadie acudiera en defensa de los rebeldes de Bougainville, pues no estaban adscritos a ninguna ideología ni corriente internacional, ni disponían de dinero ni recursos para comprar armas desde ese remoto rincón del mundo.
Para enfrentarse a la represión del ejército de Papúa Nueva Guinea, que disponía de fusiles de asalto y helicópteros y disfrutaba del apoyo directo de Australia, los guerrilleros del BRA tuvieron que agudizar su ingenio hasta límites que rozan el surrealismo.
Disponiendo tan solo de las piezas de deshecho abandonadas en la mina y con las precarias herramientas que tenían a mano, los guerrilleros de Francis Ona se vieron obligados a construir a mano sus propias armas.
Una de esas primeras armas consistió en un sucedáneo de fusil, que mediante un ingenioso resorte y algo parecido a una goma era capaz de disparar una flecha.
Algo así como un cruce entre tirachinas, ballesta y fusil.
Con esas armas primitivas, pretendían luchar en las espesas selvas de la isla, con el objetivo de ir derrotando soldados enemigos y poder arrebatarles sus fusiles de asalto.
Y lo más increíble es que lo consiguieron.
Con el paso de los meses, los guerrilleros del BRA consiguieron apoderarse de 2300 armas automáticas, arrebatadas a su enemigo, hasta conformar una auténtica guerrilla armada.
Ese fue el primer gran milagro conseguido por la gente de Bougainville.
Pero fue aquí cuando el gobierno de Papúa Nueva Guinea, emprendió una maniobra extremadamente cruel y sucia, que es precisamente, la que convierte esta revolución en un fenómeno tan extraordinario.
Ante la fuerte oposición presentada por la población de Bougainville y tras perder el control de gran parte de la isla, el gobierno papuano, con el apoyo de Australia, inició un insidioso bloqueo sobre Bougainville, con el fin de evitar que sus habitantes recibieran suministros de ningún tipo: ni víveres, ni medicamentos, ni gasolina para utilizar los vehículos que aún permanecían en la isla. Fue un auténtico estado de sitio al más puro estilo medieval.
Un férreo bloqueo que se alargó durante 7 largos años y cuyo fin era doblegar la moral de la población de Bougainville y tratar de enfrentar entre sí los diferentes clanes de la isla, hasta conseguir que se revolvieran contra los guerrilleros del BRA y los culpabilizaran de su terrible situación de precariedad.
El objetivo era pues, derrotar la rebelión desde dentro a través de la miseria y el hambre.
Y lo cierto es que el bloqueo funcionó. Durante 7 años, prácticamente no entró ni un solo medicamento, ni un solo alimento, ni una sola gota de combustible en la isla de Bougainville.
Sin embargo, tras 7 años de asfixia total, la población de Bougainville seguía luchando, seguía alimentándose, seguía disponiendo de electricidad y los guerrilleros del BRA se movían a toda velocidad a lo largo y ancho de la isla, montados en sus todoterrenos…sin usar ni una sola gota de gasolina…
¿Cómo obraron tamaño milagro?
CÓMO SUPERARON EL BLOQUEO

Sin lugar a dudas, ante unas circunstancias tan duras y desesperadas, muchos de nosotros ya nos habríamos rendido.
Pero la gente de Bougainville, ante la necesidad imperiosa de encontrar mecanismos de supervivencia, afilaron su ingenio y realizaron una demostración de inventiva, voluntad, dignidad y convicción dignas de ser estudiadas.
Y lo consiguieron buscando las soluciones a sus problemas en la propia tierra, en los recursos ecológicos y en los conocimientos ancestrales heredados de sus antepasados.
La primera conclusión a la que llegaron los habitantes de la isla fue que, para sobrevivir, cada familia debía conseguir ser autosuficiente en lo referente a su sustento.
Cada familia se vio obligada a cultivar su propio huerto, aplicando un cultivo rotativo de la tierra en el que se aprovechó cada tipo de cultivo disponible en la isla.
Así fue como cultivaron boniatos, plátanos, mandioca, ñame, caña de azúcar, papayas, patatas, cebollas, maíz, tomate, etc…
Con esos cultivos, bien organizados, consiguieron superar el primer problema fundamental en la isla bloqueada: no pasar hambre y ser autosuficientes, aprovechando la tierra fértil de la que disponían y la naturaleza generosa de la isla.
Pero si hay un cultivo esencial en Bougainville que explica el porqué del triunfo de la voluntad de su gente, ha sido el cultivo del coco, el gran símbolo de esta asombrosa revolución.
Y es que los habitantes de Bougainville, acuciados por la necesidad, se vieron obligados a aprovechar cada parte del coco.
Para empezar, aprovecharon los valores alimenticios de la pulpa y de la leche de coco, ricas en hierro, como alimentos nutritivos y fortalecedores.
La piel, exprimida y hervida se utilizó para curar heridas y como repelente de los mosquitos y las hojas de los cocoteros se usaron para elaborar canastas y utensilios similares.
El aceite de coco se utilizó para hacer funcionar lámparas y para fabricar jabón.
Incluso lo utilizaron como aceite lubricante para limpiar las armas de fuego y mantenerlas en perfecto estado.
Pero los habitantes de Bougainville no solo nos podrían dar lecciones acerca del aprovechamiento de los recursos agrícolas.
También pueden ofrecernos a todos una impresionante lección de reciclaje y reutilización ingeniosa de los recursos disponibles.
Con los restos de la maquinaria abandonada en la mina y con las piezas y recambios que allí encontraron, fueron capaces de construir sus propias casas, creando sus propias cerraduras y llaves fabricadas por ellos mismos, y lo que aún resulta más sorprendente: dotarlas de electricidad, a pesar de no disponer de suministro eléctrico exterior ni de combustible para hacer funcionar los generadores.
Mediante una admirable demostración de ingenio fueron capaces de reciclar todo tipo de piezas y motores viejos para construir, nada más y nada menos, que centrales hidroeléctricas enmedio de la selva, capaces de canalizar el agua desde lo alto de las colinas a lo largo de viejas tuberías, con el fin de mover precarias turbinas con las que generar electricidad para iluminar sus chabolas.

Lo más sorprendente es que llegaron a construir 50 de estas pequeñas centrales hidroeléctricas improvisadas, capaces de funcionar las 24 horas enmedio de la selva.
Una muestra de ingenio propia del mismísimo McGiver.
Pero lo que sin lugar a dudas sorprende más es su capacidad para hacer funcionar vehículos motorizados con los que desplazarse por la isla y combatir cara a cara con el ejército papuano.
¿Cómo es posible que los guerrilleros del BRA, tras 7 años de bloqueo y sin apenas gasolina procedente del contrabando, fueran capaces de desplazarse a toda velocidad por la isla montados en todoterrenos y furgonetas?
De nuevo, la respuesta a este “milagro” la hallamos en el mayor aliado de la gente de Bougainville: el coco.
Los habitantes trituran la pulpa del coco, extrayendo su leche, que luego es fermentada y hervida hasta elaborar el aceite de coco.
Con 15 cocos son capaces de obtener un litro de aceite de coco de “primer grado”.
Ese aceite de alta calidad es usado como gasolina para los viejos vehículos que han conseguido recuperar de la mina, muchos de ellos potentes todo terrenos.
A pesar de que deben ser arrancados empujando, el hecho más notable es que una vez en marcha contaminan mucho menos y consiguen el doble de kilometraje que el que obtendrían con el uso de gasolina normal.
Es por esa razón que la Revolución de Bougainville ha sido llamada la Revolución del Coco.
UNA LECCIÓN DE FE

Pero las asombrosas lecciones que nos ofrece la gente de Bougainville no se limitan al campo de lo estrictamente material.
También pueden darnos una lección acerca de la fe. De la auténtica fe.
Los revolucionarios de Bougainville nos han mostrado cómo pueden aprovecharse todos los recursos físicos disponibles, por precarios que éstos sean.
Pero también nos han mostrado cómo pueden aprovecharse los recursos psíquicos en propio beneficio y su propia fe cristiana es un claro ejemplo de ello.
Como todos sabemos, muchas veces, por no decir casi siempre, las creencias religiosas son utilizadas como pesadas cadenas que aprisionan la voluntad de los creyentes, sometiéndolos a la superstición y a la perdida de su propio criterio y libertad individuales.
Sin embargo, los guerrilleros del BRA, la mayoría de los cuales son católicos, han sido capaces de canalizar esa fe y utilizarla como un instrumento que refuerza sus convicciones y su voluntad férrea.
Y es que el primer acto de fe que han tenido, ha sido respecto de sí mismos y a sus propias posibilidades.
Aferrados a sus creencias, podrían haberse limitado a rezar, a rogarle a Dios o a esperar la ayuda divina, convirtiendo su creencia religiosa en una carga inmovilizante.
Pero lejos de ello, decidieron luchar con todo lo que tenían a mano, utilizando su propia creencia religiosa a modo de escudo psicológico ante la adversidad.
Incluso en este aspecto, podemos decir que nos han dado una maravillosa lección de reciclaje y aprovechamiento de los recursos disponibles.
EL ÚLTIMO ACTO DE LA FUNCIÓN

Hasta tal punto llegó la fe de la gente de Bougainville que podríamos decir que consiguieron moldear a su voluntad el devenir de los acontecimientos, aunque ellos prefieren calificarlo de “intervención divina y salvadora”.
Y es que tras largos años de conflicto, en el año 1997, se produjo el último acto de esta admirable revolución.
Prácticamente derrotados por los guerrilleros del BRA y emprendiendo una medida desesperada, el gobierno de Papúa Nueva Guinea decidió contratar los servicios de mercenarios profesionales con los que aplastar de una vez por todas la Revolución de Bougainville.
Contrataron, por 36 millones de dolares, los servicios de la compañía británica Sandline International, un ejército profesional, perfectamente entrenado y equipado con el material más moderno. Una amenaza casi insuperable para los mal pertrechados guerrilleros del BRA.
Sin embargo, en un giro “milagroso” de los acontecimientos, fueron las disensiones dentro del propio ejército y los propios soldados del ejército de Papúa Nueva Guinea, los mismos enemigos que habían luchado encarnizadamente durante tantos años contra el BRA, los que los salvaron de una derrota prácticamente inevitable.
Indignados al ver que el gobierno papuano destinaba tanto dinero a la contratación de mercenarios extranjeros, tras años siendo enviados a morir a las selvas de Bougainville por un sueldo miserable, el ejército papuano inició una masiva protesta que hizo tambalear al gobierno y los mercenarios de Sandline International se vieron obligados a abandonar el país.
Fue el último acto de una revolución extraordinaria y la última victoria de la gente de Bougainville sobre los gobiernos de Papúa Nueva Guinea y Australia.
Ante la imposibilidad de derrotarlos, el gobierno papuano se vio obligado a acordar un proceso de paz con el Ejército Revolucionario de Bougainville a principios de 1998, que culminó con la paz definitiva en el año 2001, así como con el establecimiento de una amplia autonomía política para la isla de Bougainville y con el pleno reconocimiento de su derecho de autodeterminación.
Se espera que en los próximos años, se convoque un referéndum en Bougainville para votar su posible independencia.
Como podemos ver, al final y contra todo pronostico, la Revolución del Coco triunfó.
La terrible mina de Panguna fue clausurada y Bougainville tiene muchas posibilidades de llegar a erigirse como territorio libre en un futuro cercano.
Pero no nos engañemos ni edulcoremos la realidad: este triunfo fue a costa de muchísimo dolor y sufrimiento. 15000 habitantes de Bougainville acabaron muriendo por la terrible represión papuana, casi un 10% de la población de la isla, muchos de ellos víctimas de enfermedades como la neumonía, la disentería o la malaria, imposibles de tratar a causa del férreo bloqueo realizado durante tantos años por sus enemigos. Además las disensiones internas entre los diferentes clanes de la isla, azuzadas por el gobierno papuano y australiano, provocaron enfrentamientos que estuvieron a punto de hacer pedazos la revolución.
Nunca sabremos qué habría sucedido si los habitantes de la isla no se hubieran decidido a luchar en defensa de su entorno natural y de su libertad.
Quizás se habrían ahorrado muchos años de guerra, muerte, dolor y sufrimiento.
Pero probablemente habría sido a costa de dejar a sus descendientes una tierra yerma y devastada como herencia.
Ese habría sido el costoso precio que habría comportado a medio y largo plazo la inacción y la falta de respuesta ante los abusos y la opresión de los más poderosos.
UNA ULTIMA LECCIÓN

Francis Ona, el líder de la revolución de Bougainville, fue un hombre aparentemente sencillo y cercano a su pueblo.
Probablemente hizo cosas de las que nadie puede enorgullecerse y tomó decisiones que causaron dolor y sufrimiento durante este terrible y sangriento conflicto.
Sin embargo, en el documental en el que se ha inspirado este artículo, nos deja una última lección que nos habla, muy claramente, de cual debería ser el papel de todo líder político o social:
“Cuando iba a la escuela, recuerdo que era citado regularmente, como los otros alumnos, para ir a barrer la oficina del director o para limpiar las instalaciones del colegio.

Recuerdo que en una ocasión, cuando llegué al colegio, encontré al director haciendo ese trabajo de limpieza que nos correspondía a los alumnos.
Allí estaba, el director, limpiando los retretes.

Recuerdo que le dije: ‘Usted es el director del colegio, ¿por qué está limpiando los retretes?’
Su respuesta fue: ‘el líder debe bajar a limpiar la suciedad para su gente’

Eso me enseñó una lección que me gustaría que aplicaran todos los líderes del mundo: el líder debe limpiar las botas de su pueblo”

Así pensaba el líder de la Revolución de Bougainville.
¿Cuántos líderes políticos conocéis que piensen de forma similar?
UN EJEMPLO PARA TODOS

La Revolución del Coco, con todas sus imperfecciones y miserias, debería ser un motivo de inspiración para todos nosotros.
Una inspiración que nada tiene que ver con la sangrienta lucha armada ni con la revolución en sí, sino con los valores que emergen del fondo de toda esta historia.
Valores como la dignidad de un pueblo, sus anhelos de libertad e independencia, el amor y el respeto hacia el entorno natural, la fe en las propias convicciones y posibilidades y la capacidad de superación y sacrificio ante un enemigo mucho más poderoso.
Y estos valores deberían hacernos reflexionar a todos y empujarnos a hacernos preguntas sobre nuestra actitud…
¿Qué estamos haciendo en nuestra propia tierra?
¿Qué estamos tolerando?
¿Acaso no tenemos ni dignidad ni vergüenza?
¿Acaso no tenemos valor para reclamar y luchar, si es necesario, por nuestros derechos?
Es cierto: nosotros no somos la gente de Bougainville, ni vivimos sus circunstancias.
En nuestro caso disponemos de muchos más recursos y facilidades, de muchas más comodidades e instrumentos para levantarnos y ser escuchados.
No vivimos encerrados en una isla bloqueada del Pacífico en la que el único recurso disponible son los cocos.
¡Nos sobran las herramientas y las posibilidades para cambiarlo todo!
Y sin embargo, no hacemos nada.
Apenas reaccionamos ante los abusos y los atropellos que estamos sufriendo por parte de los más poderosos.
Ante el insulto y la burla, bajamos la cabeza y nos limitamos a cambiar de canal, buscando algo que nos reconforte.
Actuamos como si en nuestro mundo no existiera esa mina tóxica que destruye el futuro de nuestros hijos y descendientes.
Actuamos como si en nuestro mundo no existiera el abuso desalmado de la multinacional que nos expolia y nos trata como a “pobres indígenas ignorantes” a los que se puede contentar con un espejito.
Actuamos como si en nuestro mundo no existiera el bloqueo, la conspiración organizada ni la represión de los más poderosos sobre el pueblo.
Hemos convertido la defensa de nuestros derechos y del futuro de nuestros hijos en una patética representación teatral, formada por pancartas de colores, lemas rimados y festivos toques de silbato; una mera pantomima representada cada 4 años con la que creemos moldear nuestro futuro, pero que tan solo está formada por urnas y papeletas repletas de promesas mentirosas, que al final siempre se transforman en burlas y escarnios.
Ya va siendo hora de que reaccionemos.
Aunque nos neguemos a creerlo, nosotros también tenemos una “mina tóxica” que destruye todo lo bello y arruina nuestro futuro.
Y por más que se lo pidamos con buenas palabras y con atinados razonamientos, los dueños de “la explotación” no piensan cerrarla.
Los habitantes de Bougainville nos han mostrado claramente cuál es el camino.
La tendremos que cerrar nosotros mismos…
GAZZETTA DEL APOCALIPSIS

NOTAS:
Ante todo, queremos agradecer a nuestro lector “anarquista” que nos diera a conocer esta excelente historia.
Este artículo está basado en el documental The Coconut Revolution (la Revolución del Coco), dirigido por Dom Rotheroe y producido por Darren Bender y Mike Chamberlain.
Podeis verlo con subtítulos en español en el siguiente enlace:

Para una versión más detallada del conflicto:

Comentario final:
Actualmente, el gobierno autónomo de Bougainville, posiblemente presionado o corrompido por el gobierno de Papúa Nueva Guinea y por la minera Rio Tinto, está estudiando la reapertura de la mina de Panguna, suponemos que en circunstancias mucho más beneficiosas para la población local y el medio ambiente de la isla.
Esperemos que esto no llegue a producirse nunca. Si volvieran a abrirla, deberíamos pensar que el mal y la corrupción han vuelto a vencer y eso significaría que la lucha en Bougainville aún no ha terminado…


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