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30.9.15

Cataluña es sólo un pequeño ejemplo en el corazón del Mediterráneo, pero que está señalado por el dedo de la Historia desde hace muchos siglos

CATALUÑA Y ESPAÑA - TOROS Y DRAGONES
Después de la toma de Barcelona por las tropas franquistas en el año 1939, el bando republicano se desmoronó y ya no hubo más batallas reseñables, la Guerra Civil española terminaría en un mes. El gobierno se instaló en Figueres, al lado de la frontera con Francia, en la que medio millón de personas se agolpaban huyendo de la represión que les esperaba en manos del militar golpista. 

Fue un alud de personas que sorprendió a todos y rápidamente la frontera de La Jonquera fue cerrada. Entre ellos estaban los milicianos del bando republicano y, sobre todo, muchos civiles ciudadanos catalanes y del resto de España que ya llevaban tiempo refugiados en una Barcelona que aún resistía. Las tropas franquistas les pisaban los talones.

En Francia encontraron una fría recepción militar que nadie esperaba (eran las víctimas de un conflicto bélico, civiles o funcionarios de un gobierno elegido democráticamente) y la policía francesa les trató con superioridad y menosprecio, peor que a ganado. Pero era tal la avalancha, que las autoridades se vieron obligadas a reabrir la frontera sólo para mujeres, niños y ancianos, aunque al final lo que atravesó la frontera fue un verdadero alud humano descontrolado. 

La tragedia estaba siendo transmitida a toda Europa por 135 periodistas contabilizados, pero eso no evitó que los refugiados fueran encerrados en campos inhabitables 
como el de Argelès,  que no era más que una amplia playa de arena encerrada por una alambrada. Había muchos niños, enfermos, heridos, ancianos, pero Francia les encerró a la intemperie, sin barracas ni tiendas (era el mes de enero) y sin agua potable, ni letrinas, ni cocinas, ni medicamentos. Los muertos no se contabilizaban  y por supuesto no había ONG en el lugar. 

El gobierno francés se tomó con mucha calma afrontar la situación esperando que, dadas las condiciones, los refugiados se volvieran a su lugar de origen. Al final, las mujeres y niños fueron dispersados obligatoriamente por el interior de Francia en trenes de carga. Los varones, muchos de ellos milicianos, permanecieron aún mucho tiempo en esos campos en unas condiciones contrarias a todos los tratados sobre prisioneros de guerra y al Derecho de Asilo de refugiados politicos. 


En otros pasos fronterizos como Andorra, algunos lugareños cobraban por pasar a los refugiados al otro lado de la frontera. Ellos fueron los precursores de las mafias que están ahora traficando con refugiados sirios y algunos dieron origen a las familias ricas que hoy día controlan el país de los Pirineos. Mientras, la población francesa se miraba las colas de refugiados como algo absolutamente ajeno a ellos, fruto de una guerra lejana, que no era asunto suyo, a pesar de que la tenían a escasos kilómetros de su casa. Cuando se quisieron dar cuenta, Hitler ya había ocupado toda Francia...

Hasta aquí el guión no parece ser muy diferente al de la crisis humanitaria de los refugiados balcánicos del año 2015. La historia se repite, porque todo eso ocurrió no hace mucho, tan poco que puedo hablar por el testimonio directo de mi abuelo, mosso de esquadra (policía catalana) en tiempos de la República (en realidad de mi abuela, él nunca quiso hablar sobre su estancia en los campos de refugiados franceses). Y ocurrió muy cerca también, en la Cataluña Nord, el primer asentamiento en el sur de Europa de los primeros pobladores. Es la misma región donde, para el catolicismo,  Maria Magdalena llegó por mar huyendo de la persecución de los romanos en Palestina, una refugiada pionera. 

Quizás por ésta proximidad la ciudad de Barcelona inició la campaña de algunas ciudades españolas para acoger refugiados -ciudades refugio- ante la inactividad del gobierno.

Qué le voy a hacer si yo nací en el Mediterráneo

Dicen que cuando uno se dispone a morir, durante un corto instante ve pasar su vida en imágenes. Puede que las civilizaciones hagan algo parecido, al menos ésta es la sensación que a uno le queda viendo la crisis migratoria que Europa está viviendo este verano. Parece que en sus últimos suspiros nuestra civilización estuviera reviviendo su propia infancia. Justo en la enésima amenaza del viejo continente, la historia rememora como empezó a gestarse Europa y lo hace a su manera, con el lenguaje de los hechos, es decir, a través de la actualidad y el reflejo -siempre sesgado- de los medios de comunicación.

Para entender la reflexión de la moribunda Europa, retomamos el relato en el punto en que la anterior civilización cerró sus puertas en el último Re-Start anunnaki, un momento conocido entre nosotros como el "Diluvio Universal" o, mejor dicho, el Tsunami Universal. 
Dicen los tópicos que el mar mediterráneo
 es cuna de civilizaciones y cuna de occidente, algo corroborado por los primeros asentamientos encontrados en Jericó, la ciudad más antigua del planeta aún habitada, en el año 9000 AC. En el Mediterráneo desembocan el Danubio y el Nilo, a su vez cuna también de las primeras grandes civilizaciones de la humanidad. 

Si en su día el Mediterráneo fué una cuna, hoy se ha convertido en una tumba para los refugiados. Solo en un día, el sábado 22 de agosto, más de 4.000 inmigrantes llegaron al sur de Italia en 22 embarcaciones rescatadas. En cifras oficiales, en los primeros seis meses de 2015, más de 3.500 personas han muerto en sus aguas, mientras que unas 300.000 han conseguido pisar tierra firme. Todas provenían de países en conflicto como Siria, Irak y Afganistán, Libia y Eritrea (uno de los países más olvidados y con más violaciones de los derechos humanos). 

Este mar lleno de historia y de vergüenza, teñido de rojo por la sangre de miles de personas, es conocido en casi todos los idiomas como
 "mar en el medio de las tierras",  del latín "Mar Medi Terraneum" o del árabe "Al-Bar al-Mutawāsio", que significa mar intermedio. Es evidente que el nombre se refiere a que es un mar cerrado con una única salida natural, en Gibraltar. Realmente está en medio de tierras, casi como si de un lago enorme se tratara. De hecho, el mediterráneo se prolonga por el este, a través del Bósforo, con otro "gran lago" el Mar Negro, también de actualidad reciente por la anexión a Rusia de la península de Crimea. Ambos son mares interiores, como el de Aral, el Caspio y el lago Balkash en Kazajistán, aún más al este, porque en realidad no son más que extensiones de agua procedentes de una gran inundación que cubrió las tierras más profundas hace milenios.
El estrecho de Gibraltar no siempre ha sido así, hace miles de años era un istmo, una lengua de tierra que unía África y Europa. Este istmo actuaba como un fabuloso dique, a su izquierda el gran Océano Atlántico y a su derecha unas tierras que caen de forma abrupta unos 100 metros respecto al fondo atlántico. Este desnivel fue decisivo cuando por un movimiento telúrico, potenciado por la acción de los que en la historia de Noé figuran como "Jehová", el istmo se hundió unos metros y el dique cedió abriendo al paso al océano como si de la rotura de una presa gigante se tratara. Diversos estudios avalan estos hechos, el más reciente el de la universidad de Sevilla, que asegura que el 90 % del volumen de las aguas del Mediterráneo se aportó en apenas dos años, a razón de unos siete metros cada día, lo que generó una catástrofe natural no sólo en la cuenca mediterránea, sino a nivel planetario.   Unas conclusiones realizadas por simulación que demuestran el carácter universal del "Diluvio" del Mediterráneo, es decir del "Diluvio Universal". 

La gran tromba de agua procedente del Océano Atlántico se abalanzó a gran velocidad, impulsada por el desnivel entre los fondos de hasta 360 metros. El enorme caudal erosionó completamente el suelo, dejando un surco continuado de ocho km de anchura, varios centenares de metros de profundidad y unos doscientos km de longitud, que es perfectamente visible hoy día. El Océano estuvo vaciándose a través del estrecho durante casi dos años, hasta que las aguas se equilibraron. Cuando por fin empezaron a bajar, quedó para la posteridad nuestro entrañable Mare Nostrum. Aún hoy día siguen fluyendo con fuerza el agua desde el océano Atlántico a través del estrecho, que se lo pregunten a los pescadores de la zona que conocen bien las fuertes corrientes de la zona.
No sólo nos quedaron estos grandes lagos ascendidos a mares, ante los cuales nos agolpamos en masa cada verano, como si aún estuviéramos honrando la imponente fuerza de la naturaleza con la que nació nuestra civilización. También nos quedó el símbolo más universal, y más incomprendido de todos. Por no decir el que más se ha usado de forma ininterrumpida desde la más remota antigüedad. Estoy hablando de las dos columnas masónicas o las columnas del Templo de Salomón... 

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