23.10.15

El Apocalipsis no es una profecía bíblica o una teoría conspirativa, forma parte de tu propia realidad existencial y planetaria que el sistema esconde

APOCALIPSIS A LA CARTA: Como el Sistema Capitalista sirve su final
No se trata de una profecía bíblica ni de una teoría conspirativa. Se trata de un emergente matemático: El planeta Tierra está en crisis. Y la crisis (completamente mensurable y analizable) no es un fenómeno aislado.  Es un fenómeno interactivo y totalizado: Económico, político, social y medio ambiental. No se trata de procesos aislados, sino de un colapso sistémico. Y de una resultante: La destrucción y el suicidio colectivo.

¿Qué tienen que ver entre sí las catástrofes seriales (entre ellas los terremotos) con la crisis económica, la crisis social y la crisis nuclear?

En primer lugar, todas ellas se interrelacionan a partir de su pertenencia y vertebración dentro de un sistema: El capitalismo.

En resumen, las crisis (algunas reales y otras potenciales) son la expresión, en distintos escenarios y niveles, de una sola gran crisis: La del sistema capitalista que rige el mundo desde hace 500 años concebido como “civilización única”.

El clima estalla encadenadamente en diversos frentes, la economía mundial colapsa y se derrumba el modelo económico financiero a escala planetaria, los desocupados, marginados y hambrientos ya ascienden a la mitad de la población humana, y los conflictos inter capitalistas por los mercados y recursos estratégicos están generando y elevando un clima de tensión militar mundial alimentado por una carrera armamentista nuclear.

El sistema

Primero, y aunque te aburras (el conocimiento totalizado siempre aburre) tenemos que realizar un breve y rasante vuelo sobre el sistema, que te construye, día a día, tu propio menú configurado del Apocalipsis. Del que nunca te contaron ni te pidieron opinión.


Y aquí un concepto central: El Apocalipsis no es una profecía bíblica, solamente, sino un conjunto de emergentes (climáticos, económicos, militares y sociales) que está generando el sistema capitalista en marcha hacia su autodestrucción.

Empecemos por definir la palabra “sistema”.

Según Wikipedia: “Un sistema es un conjunto de elementos relacionados íntimamente entre sí para alcanzar un objetivo. Un sistema real es una entidad material formada por partes organizadas (o sus “componentes”) que interactúan entre sí de manera que las propiedades del conjunto, sin contradecirlas, no pueden deducirse por completo de las propiedades de las partes”.

¿Y que es el capitalismo? Un sistema. Dice Wikipedia: “El capitalismo es un sistema económico organizado principalmente en empresas que llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes y servicios mediante transacciones en las que intervienen los precios y los mercados, es decir cuyo elemento es la mercancía pero además la producción de tales mercancías se hace mediante la explotación del trabajo asalariado, bajo un régimen de propiedad privada y el motivo o impulso es la producción y acumulación de ganancias en forma de capital”.

¿Y desde cuándo el sistema capitalista impuso y universalizó su “modelo” económico?

Señala Wikipedia: “Tanto los mercaderes como el comercio existen desde que existe la civilización, pero el capitalismo como sistema económico, en teoría, no apareció hasta el siglo XVI en Inglaterra sustituyendo al feudalismo. De esta forma al capitalismo, al igual que al dinero y la economía de mercado, se le atribuye un origen espontáneo o natural dentro de la edad moderna”.

¡Miren lo que venimos a descubrir! Lo que los comunicadores y disciplinadores mentales nos venden a diario como un “orden natural”, eterno e incuestionable, o una “civilización única” sin discusión, resulta que no es nada más que un modelo que rige (como “mundo único”) sobre nuestras vidas y nuestras cabezas desde hace un poco más de cinco siglos.

Pero volvamos a las crisis. O sea volvamos al capitalismo que rige nuestros destinos y determina si mañana vivimos, sufrimos o morimos.

La crisis sistémica

Para entender el origen común de las crisis, primero hay que entender los modelos funcionales (interactivos y totalizantes) del capitalismo.

¿Qué tienen que ver entre sí Wall Street y el Complejo Militar Industrial, los hambrientos (de África, Asia y América Latina) y el ejército de desempleados por la crisis económica, con el Golfo Pérsico, el Cáucaso y los escudos misilísticos de la nueva “guerra fría” inter capitalista?.

Respuesta: Son fenómenos emergentes y causales que se retroalimentan entre sí dentro del sistema que los produce: El capitalismo.

El capitalismo no es exclusivamente un modelo económico, sino una articulación de modelos dentro de un sistema interactivo que funciona a partir de un objetivo central: La búsqueda de rentabilidad comercial y la concentración de riqueza en manos privadas.

Como sistema totalizado, en permanente interactividad, el capitalismo se articula en cuatro modelos centrales: El modelo económico, el modelo político, el modelo social y el modelo mental (que expresa conceptualmente a todos los modelos juntos).

O sea, el sistema capitalista se articula a partir de un modelo económico (el sistema de producción en manos privadas), un modelo político (instituciones administrativas), un modelo militar (instituciones armadas) un modelo social (instituciones ordenadoras de la convivencia) y un modelo mental (institución ordenadora del pensamiento social).

No obstante esta realidad funcional sistémica, que forma nuestra conciencia del ser y el no ser, que estructura nuestra mente y ordena nuestros pensamientos sociales, que se proyecta en nuestra cabeza como una cosmovisión de un mundo que discurre según un “orden natural”, nadie habla del sistema capitalista.

Los periodistas difunden noticias y análisis sin el sistema capitalista, los escritores escriben libros sin el sistema capitalista, los presidentes (que gerencian el Estado capitalista) hacen discursos sin el sistema capitalista, el humano (formado por el sistema capitalista) hace el amor, contrae enlaces, tiene hijos y se divorcia sin el sistema capitalista. La lista es interminable.

¿Y para qué el poder hace desaparecer al sistema capitalista, cuyo programa ordena y nivela a escala planetaria toda la vida humana en sociedad?

Hay múltiples razones, pero sólo una de fondo: Si las mayorías identificaran al sistema capitalista, cómo funciona y se estructura, terminarían de un plumazo con la dominación en sus cabezas.

Y hay un axioma de máxima: Quien no identifique al sistema capitalista en su cabeza, va a seguir pensando que el Apocalipsis es solamente una profecía bíblica y una teoría “conspirativa”. O sea va a creer lo que el sistema quiere que crea.

El Apocalipsis según el sistema

En sus distintas fases históricas de evolución y transformación dialécticas, el sistema capitalista (en función de la búsqueda de mayor rentabilidad) se expandió, traspasó fronteras y países y se “transnacionalizó” convirtiéndose no solamente en sistema económico dominante nivelado a escala global, sino también en una lógica universal vertebradora de “civilización dominante”. Aquí es donde comienza el Apocalipsis.

El sistema capitalista está fundado sobre las matemáticas (suma, multiplicación y resta) y un axioma original para construir la plusvalía: Comprar barato, vender caro, y generar rentabilidad privada con el trabajo social.

Aunque para ello tenga que condenar al hambre y a la pobreza a una masa mayoritaria (y creciente) de seres humanos y destruir el planeta que los contiene.

Y los tres Apocalipsis que signan los emergentes y la decadencia (todavía controlada) del sistema dominante también llegan por acumulación matemática.

-          El Apocalipsis social llega por acumulación matemática de hambrientos, desocupados y pobres a escala mundial.
-          El Apocalipsis natural llega por acumulación matemática de destrucción medio ambiental a escala planetaria.
-          El Apocalipsis nuclear llega por acumulación matemática de conflictos militares (inter capitalistas) por la supervivencia de las potencias dentro del sistema.

En este escenario, el Apocalipsis no debe interpretarse como una profecía o una teoría conspirativa, sino como un desenlace lógico de un proceso de contradicción, acumulación, y salto cualitativo determinado por las propias leyes que rige el accionar histórico del sistema capitalista.

Los científicos y funcionarios del sistema, sólo están para la acumulación matemática de los discursos (vacíos de concreción) que la prensa del sistema difunde como si fueran parte de un campeonato mundial deportivo.

Y el planeta (con nosotros sobre su corteza, y en manos de la demencia nivelada del sistema capitalista) sólo acumula Apocalipsis matemático implícito en su naturaleza depredadora y criminal.

Se trata de reconvertir los planos bíblicos de la Profecía: Donde dice “Dios”, hay que decir “Sistema”, y donde dice “Diablo”, hay que decir “Capitalismo". Por todos los caminos se llega al Apocalipsis.

Elige tu propio menú

En su dinámica histórica concentradora de riqueza en pocas manos (y como producto de la propiedad privada explotada sin planificación) el capitalismo ha depredado los ríos, la fauna y los bosques, produciendo las condiciones para un “Apocalipsis natural” de la mano del calentamiento global y de la extinción de los recursos naturales esenciales.

En un segundo frente, las guerras inter capitalistas por la conquista de mercados y el negocio con el armamentismo han creado las condiciones para un “Apocalipsis nuclear” de la mano de los arsenales atómicos que las potencias centrales acumulan como “efecto disuasivo” contra sus rivales, y cuya utilización efectiva nadie puede prever en el futuro.

Y hay un tercer frente que se suma: La plaga del hambre, de la exclusión social y del desempleo que ya se extiende como una epidemia por las áreas empobrecidas del planeta generando las condiciones para un “Apocalipsis social”.

No hace falta mucha imaginación (el fenómeno ya se verifica en la realidad) para mensurar el factor apocalíptico masivo que representaría para el sistema el avance de ejércitos de hambrientos buscando comida para supervivir en las grandes urbes, enfrentando con la violencia a la represión militar o policial.

¿Qué puede detener a un hambriento? Se trata del instinto de conservación, el primer sistema de señales que guía la conducta de un ser humano o de un animal en situaciones extremas de lucha por la supervivencia.

¿Acaso se utilizarían tanques, aviones y arsenales nucleares para detener a los miles de millones de pobres atacados de “hambre celular” que se abalanzarían masivamente sobre las ciudades para conseguir alimentos por los medios que fuesen?

¿Con qué discurso los políticos del sistema podrían contener a los atacados de incontinencia alimentaria y reencauzarlos por la senda de la “civilización” y de la “gobernabilidad democrática” capitalista?

¿Cuánta propiedad privada concentraría un “empresario” capitalista antes de que las multitudes de hambrientos saqueen su casa y destruyan todo lo que encuentran a su paso, incluso su vida y la de su familia?

¿Cuántas balas o misiles alcanzarían a disparar las tropas militares antes de ser destrozadas por las multitudes enfurecidas por el hambre y la reacción instintiva de la búsqueda de supervivencia a cualquier costo?.

En las zonas de catástrofes seriales, como Haití y Chile, ya se registraron modelos (todavía larvales y controlados) de saqueos y explosiones sociales. Con la profundización del colapso sistémico, la rebelión social (irracional, inorgánica, por pura supervivencia) se irá contagiando como una pandemia mundial para la cual el sistema (individualista) de la propiedad privada no tiene respuestas.

Ni las tendrá. Por la sencilla razón de que el sistema no está configurado para contener a toda la sociedad humana sino solo a una parte de ella: Los que pueden pagar por su supervivencia y bienestar

En este escenario, cualquiera de los fenómenos emergentes de la crisis del sistema capitalista (las catástrofes naturales, la crisis económica y los conflictos intercapitalistas por la supervivencia) impacta inmediatamente en el segmento de los excluidos del sistema: Los tres mil millones de pobres e indigentes que no cuentan con los recursos básicos de supervivencia.

En resumen, el Apocalipsis no es una profecía bíblica o una teoría conspirativa, forma parte de tu propia realidad existencial y planetaria que el sistema esconde para mantenerte en la ignorancia.

Cuando escuches sobre un nuevo terremoto o una tragedia masiva, solo estarás viendo una nueva parte descompuesta del Apocalipsis. Hasta que llegue el desenlace.

Y no será la obra de Dios o del Diablo, sino un emergente (extremo) del sistema. Pura lógica matemática.

Por Manuel Freytas
12.07.2011

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