LOS ELEGIDOS (Para
destruir al planeta)
Para lograrlo, sólo tuvimos que
escribir un libreto que ni siquiera debía ser coherente, dada la incapacidad de
sus destinatarios de pensar por sí mismos. Creamos líderes no muy brillantes a
los que les implantaríamos pensamientos desde nuestro monitor, de manera que
pudieran manipular y educar a las masas en el sentido que queríamos darle a
todo. De esa manera, logramos la masa crítica que creyera y construyera
mentalmente el fin de los tiempos.
Los cristianos aman ese final dramático, donde todos nosotros,
los impíos, somos aniquilados por una catástrofe de proporciones gigantescas,
mientras ellos son llevados a la “Gloria de los Cielos” por su salvador, como
premio por haber creído en él… sólo por creer en él, aunque su vida cotidiana
haya sido un desastre.
No importa si esa fecha cambia, si la predicen los Mayas,
Nostradamus o el Apóstol Juan… lo importante es que sucederá, tarde o temprano;
como resumen a su odio inconfeso hacia sus semejantes y hacia la vida en sí
misma.
Tampoco importa considerar que, su salvador, es “uno de
nosotros” y no uno de ellos.
Así como nos asombra que una filosofía como la contenida en el
Corán, produzca terroristas suicidas, debiéramos asombrarnos por la tendencia
de nuestra civilización cristiana a creer y gozar con los mal llamados
apocalipsis.
En tiempos de vida de nuestro señor, los cristianos llegaron a
ser una secta que los romanos temían, posiblemente porque ya estaban
infiltrados por los demonios kabalistas que sabían quién era Jesus realmente.
Pero hábiles como
eran para desarrollar estrategias indirectas de opresión, en vez de apoyar la
agresión lisa y llana de los creyentes, enviaron a uno de sus mejores agentes,
el Henry Kissinger del año cero: Saulo, conocido por nosotros como Pablo.
Con procedimientos que desconozco, pero que sé se apoyaban en la
mentira y las alianzas, logró despojar a María Magdalena del mandato y desarrollar
él mismo lo que luego sería la Iglesia.
De manera que lo que conocemos como Iglesia no es la institucion
ideada por Jesús, sino por Saulo, fiel al plan trazado por los kabalistas para
el planeta Tierra, mismo que incluye destrucciones (sacrificios humanos)
periódicas y mucho, mucho, miedo.
Los humanos somos seres multidimensionales. Vivimos en
diferentes universos a la vez, pero en esta existencia habitamos la cuarta
dimension y percibimos la quinta como tiempo. Por esto, la quinta dimensión es
nuestro futuro. El futuro lo vamos creando a partir del presente con lo que
visualizamos de él. Con una masa inmensa de personas creyendo en guerras,
hambre, contaminación, superpoblación y fin del mundo, lo que estamos
produciendo para el futuro, desde la quinta dimensión es… eso mismo…
Los guardianes del
planeta, llegamos en oleadas desde los 50’s para encontrarnos con una
civilización cristalizada en la desazón y el pesimismo. Pero, cuidado, nosotros
no vendemos optimismo a toda prueba. Nosotros visualizamos y enseñamos a
“producir” ese futuro que queremos y necesitamos.
Los guardianes no somos personas piadosas, ni pasamos horas
meditando. Nuestra misión es sacudir y hacer despertar a la gente y,
generalmente, somos poco agradables cuando lo hacemos, porque la necedad nos
produce náuseas.
Imaginad que una persona sin educación ni modales, que trabaja a
vuestro lado, se pasara el día escupiendo en el piso, metiéndose los dedos en
la nariz, vomitando y tirando gases. Seguramente os sentirías poco inclinados a
amar a esa persona, más bien la enfrentarías sin miramientos.
Algo parecido sentimos nosotros cuando tenemos que hablar con
alguien que está fanatizado con sus creencias y afirma cosas como que la Biblia
es sagrada, Palabra de Dios, etc. Sobre todo porque, en general, son pocos los
que la han leído y muchos menos los que la entienden.
La arrogancia de esas personas que se creen superiores porque
“saben la verdad” y han sido elegidos por su Dios, que anhelan la destrucción
del mundo y el castigo para quienes no compartimos sus creencias, apesta,
ensucia, condena.
Ellos no se abren al diálogo, porque están inseguros. Responden
con frases hechas tales como “dios está en control”, “dios sabe”, “que sea lo
que dios quiera”… y siempre la responsabilidad de las decisiones está fuera de
ellos, a pesar del libre albedrío con el que dicen contar.
Predican con gritos y música estridente, atacan a la razón,
promueven la obediencia ciega…
Tienen un sinfín de santos, profetas y beatos. Se apoderan de
los minusválidos (adictos, vagabundos) para predicarles la verdad a cambio de
comida y techo. Pero no te engañes, ellos no comparten por amor, lo hacen
porque su objetivo es diseminar su veneno.
Hay personas brillantes entre ellos. Cuando no son cipayos, son
personas cuyo espíritu ha sido cegado. Manipulados para que el mensaje llegue
un poco más lejos. Cualquiera de nosotros puede perder su cordón de plata y
desconectarse de su cuerpo krístico, para caer en manos del príncipe del mundo…
el mismo que pactó con Moisés.
El mundo está en
peligro, “los idiotas son multitudes y pueden elegir presidentes” (F. Cabral)
No vamos a darnos por vencidos, pero la realidad es que nos esta
resultando dificil. Ayudaría que los que no han tomado partido por la batalla,
pero ya no se creen las mentiras del sistema, comiencen a visualizar y hablarle
a sus hijos del mundo positivo del futuro, de como vamos a resolver todos los
problemas y convertir este planeta en el jardín que debió haber sido.
Prediquemos a nuestros hijos, en las escuelas hablemos con sus
maestros, llevemos a todas partes la necesidad de producir mentalmente un mundo
donde la verdad y el bien hayan triunfado.
Dobleguemos a esa masa crítica de enfermos manipulados que
desean nuestra destrucción sólo porque no permitimos que la estupidez envuelva
nuestra alma.
Y no se trata aquí de que abandonen sus creencias, ya sean
ateos, cristianos o lo que sean. Se puede seguir a Jesus sin desear la
destruccion del mundo. De hecho, desearlo es una deformación de la creencia.
Lo que se necesita es que se hagan cargo de sus vidas, que
abandonen la infancia emocional y utilicen el libre albedrío que reina en el
Universo.
La humanidad que ha dejado y deja las decisiones en manos de
“los dioses” o “de dios” es una débil que no reconoce su propia divinidad,
ignora que es una chispa de dios brillando en el firmamento y no un muñeco de
barro.
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