10.11.15

Hay tanta vida por vivir, que esto no se acaba hasta que la vivamos toda.

NUNCA SE TIRA LA TOALLA


El escenario geopolítico que se está manifestando en los últimos meses, quizás desde un punto de vista puramente “funcional” y de “hechos”, parece llevarnos encaminados a grandes confrontaciones y “tiempos revueltos”. La situación en Siria está siendo usada como campo de medida de las fuerzas que, por un lado, luchan por mantener el pulso al status quo mundial, empeñadas en que nada cambie en el sistema de poder y control bajo el que vivimos, y, por otro lado, los que se empeñan en que a la tortilla se le de por fin la vuelta.

Con ayuda, por supuesto, para ambos bandos, aunque más para el lado ruso creo, de “los de arriba” (cada uno sabrá que tiene que entender), la balanza se equilibra y el orden geopolítico ha dejado de ser un monopolio USA-EU-Israel, que ahora ven como, su Estado Islámico, creado por ellos y dirigido por Mossads diversos, con dinero de jeques árabes y repleto de mercenarios a sueldo que no dudan en huir o cambiar de bando si en otro escenario cobran más (como por ejemplo en la última deserción de “militantes islamistas” en Siria para irse a luchar a Yemen, evacuados y movidos por aviones turcos), está empezando a dejar ver que, en Oriente Medio, tenemos cuento para rato.

El último discurso de Putin en la conferencia de Valdai en Sochi no dejaba demasiadas dudas respecto a la visión de Rusia al respecto: “Rusia no desea que el caos se extienda, no quiere la guerra, y no tiene intención de iniciar ninguna. Sin embargo, hoy en día Rusia ve el estallido de la guerra mundial como casi inevitable, está preparada para ella y continúa preparándose para ella. Rusia no hace la guerra, pero tampoco la teme.”


La explosión del avión ruso en el Sinaí hace unos días, el uso más que probable de la ingeniería climática para desestabilizar algunos países y zonas (Patricia, Chapala), que, parece fueron “reducidos” tan artificialmente como fueron creados, de un bando y de otro, las escaramuzas entre chinos y americanos en las islas Spratly, etc., son movimientos y jugadas en un enorme tablero de ajedrez, cuyo ganador se lleva, ni más ni menos, que el premio de hacer jaque mate al orden mundial establecido, si ganan unos, o la continuación del mismo, si ganan otros. El petroleo y el gas en Siria, la construcción de una nueva vía de suministro a través de Turquía  y otros factores, son, como siempre, los caballos de Troya para ir consiguiendo posicionarse estrategicamente en lugares claves del globo.

Como es arriba, es abajo

Si la parte “física” del mundo está así, la parte “hiperdimensional” no está aflojando un ápice, al menos así me lo parece. Hace algún tiempo que empiezo a ver (no es que no sucediera antes, es que no tenía bastante percepción para darme cuenta), a personas que llevan alrededor del cuello lo que he empezado a llamar un “collar etérico”, y “detrás”, frecuencialmente y vibracionalmente en otro plano, el reptoide, mantid o insectoide de turno al otro lado de la cuerda. A veces uno no sabe como reaccionar a todo esto, ya me parecía bastante trabajo tener que lidiar con anclajes, manipulaciones energéticas e implantes de todo tipo. 

¿Causa horror? Lo sé. Pocas personas que también los ven se atreven siquiera a comentarlo entre amigos. Pero igual hacemos nosotros con los animales de compañía. Nunca me sentí más identificado con la máxima hermética de“como es arriba es abajo”. La cuestión es que, si de los que nos controlan desde fuera, desde otros planos, la cosa no ha cambiado, encima ahora cada vez lo veo con más nitidez, y, en el plano físico, sus “bandos” andan tratando de quedarse con el tablero de juego, ¿que hacemos para no tirar la toalla entre tanto jugador de tan alto nivel ante los cuales uno parece sentirse muy poca cosa?

Hace un par de meses viví una situación, en la que, uno de aquellos que nos asisten (podemos llamarles “guías” si queréis), me demostró en el plano físico, como todos los que tratan de asistir desde fuera harán siempre todo lo posible para que el ser humano realmente tome el control de la situación, despertando las cualidades que precisamente nos hacen humanos. Hace unos días, viendo un reportaje sobre no sé que historias de desarrollo personal y superación humana, todo el rato me venia intuitivamente el mismo mensaje: “hay que trabajar por la gente, la gente es la clave”.

La gente es la clave

El hecho de que ahora mismo esté medio planeta patas arriba (por otro lado, ¿cuándo no lo ha estado en la historia conocida?), esconde, que, en realidad, hay millones de pequeños gestos y microcambios que hacen pensar que la gente está cambiando, que estamos poco a poco “despertando” a otro tipo de ver y hacer las cosas. Esos microcambios en las personas no se ven si no formas parte del círculo de esas personas, no salen en la tele y no forman parte de los titulares de las noticias. Como tal, el mundo, visto desde esa amalgama de recopilación de hechos “de lo que pasa”, como la que os he hecho al inicio, nos da una imagen falsa de la realidad.

Porque la realidad es que el mundo está mejorando, y que estos coletazos son los de un animal herido que lucha por no morir. El planeta en el que vivimos es el último reducto de un cierto tipo de “polaridad energética” de muy mala baba (vista desde nuestra posición), de muy alto nivel, y que abarca muchos planos y niveles dimensionales, pero no es más que eso, el último reducto que queda, y cada vez es más pequeño. Se les acaba la comida, y tienen un miedo terrible.  Por lo que he visto y se me ha mostrado, estoy 100% seguro de que es así.

Por lo tanto, el trabajo de hormiguita con la gente es la clave. El trabajo macro a nivel planetario lo dejamos para los grandes jugadores, y aquellos que les apoyan. La tecnología extraterrestre de la que disfruta ahora Rusia va a equilibrar la balanza armamentística en breve, y, por ese lado, poco hay que preocuparse, pero el trabajo a pie de calle aun necesita de miles de microcambios más.

La cuestión es que necesitamos seguir trabajando en nosotros y en nuestro entorno. Hay que trabajar en seguir despertando las mismas cualidades que se dicen poseemos como raza única e increíble: la compasión de unos por otros, la ayuda mutua, la empatía, la amistad, el apoyo, el cariño, etc. Eso es lo único que hay que hacer en nuestro entorno cercano. Hay que ir sanando miedo a miedo, y ayudando a que los demás lo hagan, hay que ir rompiendo la visión global de que todo está yendo mal, por qué solo es la visión que se nos quiere dar para seguir manteniendo el mundo tal y como está. Hay que ir ejecutando microcambios en nuestra forma de ser, para que a nivel global, le demos la estocada final a esta rocambolesca situación en la que estamos como especie y raza.

Un porvenir por decidir

Las cosas han cambiado tanto en los últimos años, que cuando hace varios hablábamos de grandes saltos de niveles evolutivos y de consciencia, y los veíamos a la vuelta de la esquina, todos estábamos alentados y esperanzados por ellos, y luego, las líneas temporales cambiaron, los plazos se alargaron, la masa crítica que creíamos tener no llegaba nunca, los actores del bando que no cejan en perder su “Mercadona” (supermercado, para los que no sabéis que es) particular de este sector del espacio redoblaron su actuación y poder para que nada de eso sucediera. Pero solo consiguen, quizás, ralentizar algo a gran escala, que no hay quien pare. Ahora si, todo depende de la gente. La gente es la clave, y por eso, no hay que tirar la toalla nunca.

Se presentan cada día mil oportunidades de ser solidarios, amables, pacientes, empáticos, sociables, cariñosos, cooperativos, etc. Hay que aprovecharlas todas, por qué esa es la clave. De hecho, es que no hay otra. Hay tantos abrazos que podemos dar, tanto apoyo y ayuda que podemos prestar, tantas caricias que podemos realizar, tantas palabras de ánimo que podemos decir, tantas risas que podemos soltar. De hecho, hay tanta vida por vivir, que esto no se acaba hasta que la vivamos toda.

Este es un gran juego y, de algún modo, por cruel que parezca, está diseñado así en estas últimas etapas para que nos demos cuenta de que la gente corriente y moliente somos la clave, y ya solo depende de nosotros, a nivel individual. Esa misma gente que las élites desprecian y las razas de fueran ven como recursos, pues si, esa misma gente que es todo lo que tenemos y lo que somos. Y esa misma gente es la que vamos a hacer que esto cambie. Nadie tira la toalla, y todos vamos en el mismo barco, y por eso todos juntos llegaremos al mismo puerto. Garantizado.

Un abrazo, David Topí

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