VIEJOS PLANES PARA NUEVAS MASACRES: Lo que a todos nos conviene saber lo
antes posible
No hay ningún enemigo que nos amenace, sólo nuestros propios
gobernantes, es decir, los que controlan a toda la humanidad (los que
dirigen los países e incluso las grandes potencias son meros “funcionarios”.
Así pues, que nadie se llame a engaño o alegue ignorancia. Todos los “ismos”
ideológicos, religiosos, antropológicos, políticos, económicos, sociales, etc.
han sido creados para enfrentarnos unos contra otros durante siglos y milenios,
y todo ello en beneficio de una ínfima minoría o élite global.
Necesitamos con urgencia un
referente común. Y ese puede ser la comprensión compartida de que estamos
siendo pasto de una élite psicopática dispuesta a cualquier cosa para
seguir manejando el mundo a su antojo.
Creo que este artículo
de Xavier Bartlett puede hacer que esa comprensión compartida,
ese referente común, por el que tantos estamos trabajando, se acelere, y que
cada vez seamos más, más y más los que entendamos la situación en la que
estamos inmersos.
Si las elites se han
mantenido en el poder buscando y consiguiendo separarnos, debe hacérsenos ya
evidente que de nuestra capacidad para unirnos y apoyarnos unos a otros de
crear sinergias, está dependiendo el que seamos capaces de inmovilizar al
Gigante…
Como muy bien concluye,
Xavier Bartlett:
Digamos basta de una vez por todas a
tanta infamia, mentira, odio y miedo.
Nosotros no tenemos enemigos porque
somos uno.
Ni siquiera ellos son nuestros
enemigos, por mucho que les pese.
Viejos
planes para nuevas masacres
La
ONU ni apaga fuegos ni sirve a los ciudadanos de los países;
simplemente
defiende los intereses globales que controlan el mundo.
Si uno se expone con
regularidad a esa droga o lavado de cerebro que se llama “medios de
comunicación”, podrá intuir sin demasiado esfuerzo que el mundo camina
inexorablemente hacia un escenario global muy tenebroso y apocalíptico de
guerra de religiones, culturas o civilizaciones. Nada nuevo, por cierto. En
nombre de la religión se han llevado a cabo tremendas guerras sangrientas desde
hace siglos, pero muy especialmente a partir de la histórica confrontación
entre el cristianismo y el islamismo, ambas hijas del judaísmo.
Ahora mismo, los
medios no paran de bombardearnos con noticias truculentas, amenazas y violencia
por doquier. De este modo, tenemos un panorama cada vez más complicado, con
guerras en Oriente Medio, revoluciones, repúblicas islámicas descontroladas,
atentados integristas, etc. Y todo ello no sólo se desarrolla en una cierta
zona del planeta, sino que ya se ha extendido a Occidente y a todo el mundo. En
efecto, desde la instauración del estado de Israel, hemos observado cómo se
producían continuos conflictos entre la comunidad árabe-islámica e Israel, y
también hemos visto cómo el apoyo occidental al estado sionista ha sido causa
de gran hostilidad hacia los países occidentales (por ende relacionados con el
cristianismo). Aparte, el problema original de los palestinos sigue latente y
estalla regularmente en forma de altercados o terrorismo. Y por si fuera poco,
los medios nos hablan de ciertos países peligrosos para la llamada comunidad internacional, con
líderes autoritarios y fanáticos que parecen los típicos malvados sacados de
una película de James Bond (véase el caso de Corea del Norte). En fin, sea como fuere, ya
tenemos servidos varios focos de máxima tensión desde hace más de medio siglo.
Y muy inocentemente
podríamos preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí y por qué no se han dado
pasos firmes en solucionar esas “tensiones”, habiendo una organización
internacional como la ONU que debería tomar cartas en el asunto. La respuesta,
naturalmente, es que la ONU sirve a quien sirve y no interfiere en los planes
ya dictados por el poder global; en todo caso, cumple su supuesta función de
cara a la galería. Porque con la ONU –a lo largo de sus 70 años de existencia–
no ha habido una tercera guerra mundial, cierto, pero sí docenas de guerras
“locales” terriblemente sangrientas con millones y millones de muertos,
desaparecidos, refugiados, etc. En todas ellas, los síntomas previos de la
catástrofe fueron bien obvios y patentes, pero no se hizo nada, e incluso la
propia ONU se armó hasta los dientes para tomar parte activa en mortíferas
guerras como la de Corea, en los años 50, o en las guerras del Golfo en los
años 90 y 2000. En cambio en otras simplemente se lavaron las manos,
permitiendo, por ejemplo, el asesinato masivo en la guerra de la antigua
Yugoslavia o las masacres interétnicas en Ruanda.
Por supuesto, en el
mundo las cosas no pasan porque sí, y la confluencia de varios factores hacia
un determinado fin nunca es casual. Dicho de otro modo, las guerras, crisis
o grandes conflictos se planean, se preparan y se ejecutan siguiendo un guión
bien marcado. En este contexto, es evidente que no se puede pasar del “frío” al
“calor” de golpe; hay que ir preparando a la gente con una espiral de
enfrentamiento, tensión y miedo. Es la misma cansina historia de siempre, pero
que todavía funciona razonablemente bien. El sistema es tan simple como éste:
te presento un enemigo que quiere destruir tu mundo –un enemigo que yo he
creado previamente– y entonces hay que combatirlo y derrotarlo como sea. Si no
te apuntas a la causa, eres un traidor o un cobarde y estás faltando a tu deber
con la comunidad.
Así, lo que está pasando es
un primer escalón hacia algo que se lleva preparando desde hace mucho tiempo y
cuyo resultado lógicamente ya ha estado prefijado, pues nada se deja al azar.
Así pues, el objetivo de esta escalada de “terror islámico” hacia Occidente no
es más que preparar la justificación para una inevitable matanza global en
defensa de una determinada visión de la civilización. Por supuesto, en esta
guerra, cada bando cree que su civilización, o su verdad, o su dios está de su
parte. Esto mismo, salvando las distancias, sucedió en la civilizada Europa en la
década de los años 30, envuelta en un grave conflicto de ideologías
(liberalismo, fascismo, comunismo, anarquismo…). Y esa pugna ideológica fue
generando –con la inestimable ayuda de los medios– un creciente clima bélico,
que a su vez alimentó el militarismo y la tensión política internacional, un
círculo vicioso que sólo podía
acabar con el estallido de la guerra.
Albert
Pike, abogado y militar, y alto dirigente de la Masonería,
pronosticó
tres grandes guerras mundiales.
Ahora bien, podríamos decir
que todo esto es fácil literatura conspirativa o pura especulación y que no hay
prueba alguna de que se organicen las guerras de forma tan maquiavélica. En
realidad, nuestros gobernantes no desean la guerra, simplemente se ven
empujados a ella (casi por el clamor popular). Lo que ocurre es que la realidad supera con
mucho la ficción, y si no, veamos un curioso hecho histórico: en una carta
enviada el día 15 de agosto de 1871 por un personaje norteamericano de nombre
Albert Pike –declarado satanista y entre otros títulos, Soberano Pontífice de
la Masonería Universal– a uno de sus seguidores, el italiano Giuseppe Mazzini
(líder nacionalista y masón de grado 33), Pike esbozaba un plan
estratégico para provocar tres grandes guerras mundiales con el fin de crear
como resultado un Nuevo Orden Mundial.
Antes de seguir, es preciso
señalar que, según varias fuentes consultadas, la autenticidad de este
documento está fuera de toda duda. Al parecer, esta carta estuvo expuesta
temporalmente en la biblioteca del British Museum y pudo ser copiada por William Guy Carr,
oficial de inteligencia de la Armada Real canadiense y autor del libro Pawns in the Game (“Los peones en
el juego”). El contenido de la carta, que aparece en varios libros, sería un
resumen realizado por el propio Carr.
Pues bien, en la carta se
exponía que, en primer lugar, se organizaría una Primera Guerra
Mundial para que los Illuminati se hiciesen con el poder en Rusia,
destronando a los zares e imponiendo un poderoso estado de corte comunista y
ateo. Después de la propia guerra, el nuevo régimen sería utilizado para
destruir otros gobiernos y para debilitar la religión. En segundo término se
crearía una Segunda Guerra Mundial a partir de las diferencias
entre los fascistas y los sionistas. Los nazis serían vencidos y de ese modo se
facilitaría la creación de un estado de Israel en Palestina. Al mismo tiempo,
el comunismo internacional se potenciaría como gran contrapoder de la
Cristiandad.
Tanto la Primera como la Segunda Guerra Mundial
se desarrollaron
según unos planes previamente diseñados.
Finalmente, se orquestaría
una Tercera Guerra Mundial mediante el enfrentamiento entre los
sionistas y el mundo árabe-musulmán, que se extendería a todo el planeta. En
este conflicto ambas fuerzas resultarían destruidas y las naciones quedarían
totalmente exhaustas y desesperadas, lo que sería una especie de cataclismo
global que conduciría a la imposición de un Orden Mundial único (luciferino),
después de que las gentes hubieran rechazado la religión (como fuente de todos
lo males).
Si damos crédito a esta
carta, es evidente que los hechos históricos avalan los planes (o
“predicciones”) de Pike sobre las dos guerras mundiales, a la espera de que
puede producirse una tercera con los protagonistas ya citados. En este caso
vemos que Occidente en su conjunto ya está metido hasta el fondo en este choque
de trenes entre judíos y musulmanes. Y, como ya se ha apuntado, nada pasa de la
noche a la mañana: debe haber una razón fundada que explique el desenlace.
Además, debe darse una cierta gradualidad, pues la opinión pública
necesita un tiempo para ser convencida y arrastrada hacia el final deseado.
Así pues, los pasos precisos
para llegar a este punto se han ido dando desde las guerras árabe-israelíes del
siglo XX hasta la expansión del prefabricado fanatismo integrista islámico, que
tuvo su máxima expresión en los famosos atentados de las torres gemelas de
2001, atribuidos oficialmente a Al-Qaeda, que a estas alturas ya mucha gente
sabe que fueron un típico episodio de bandera falsa (¡en realidad todos los conflictos son
banderas falsas!). Y luego se han ido sucediendo atentados masivos, guerras
locales, guerras civiles, disturbios o revueltas, terrorismo indiscriminado,
etc. La última fase de esta escalada ha sido la creación de una especie de
secta disfrazada de organización política llamada ISIS (nombre
esotérico muy propio viniendo de quien viene) que pretende llevar la violencia
islámica a todo el mundo.
Los conflictos
árabe-israelíes se han sucedido desde mediados del siglo XX y
siguen siendo motivo de
inestabilidad mundial.
Y para acabar de cerrar el
círculo, tampoco es difícil ver que se está dando una visión pública harto
negativa de las grandes religiones, sacando a la luz lo peor de cada casa como
el fanatismo, la corrupción, los escándalos de pedofilia, el autoritarismo, la
falta de “modernidad”, la persecución de minorías, etc. Y a todo ello habría
que sumar las provocadas tensiones internacionales en la lucha por la
supremacía económica mundial, con luchas a tres bandas entre China, Rusia y
Occidente, en una especie de ajedrez geopolítico mundial. Por tanto, juntando
política, economía y religión ya tenemos el deseado cóctel explosivo, un
escenario perfectamente planeado para conducir de manera lógica a una
consecuencia fatal: el conflicto global a gran escala. Y luego ya se
preocuparán los interesados de llenar constantemente las noticias de tanta
maldad para que nadie quede al margen del lavado de cerebro colectivo.
Este mecanismo ha funcionado
durante muchos siglos sin que nadie se diese cuenta de nada (bueno, no
exactamente, pues algunos se dieron cuenta y lo pagaron con su vida).
Pero hoy en día ya ha aflorado la suficiente información que demuestra
que el mundo no es en absoluto como nos lo venden, sino muy distinto. Aún
con todos los errores, lagunas e imprecisiones que hayan podido cometer, varios
investigadores nos han mostrado que no hay un “Eje del Mal”, o “terroristas”,
o “enemigos de la paz y la democracia”, etc. Hoy en día ya sabemos que sólo
existe una mano que mueve todas las piezas en beneficio propio y en perjuicio
de toda la Humanidad. No es una película de ciencia-ficción o de terror, es la
realidad, guste o no.
Concluyendo, no hay
ningún enemigo que nos amenace, sólo nuestros propios gobernantes, es
decir, los que controlan a toda la humanidad (los que dirigen los países e
incluso las grandes potencias son meros “funcionarios”). Así pues, que nadie se
llame a engaño o alegue ignorancia. Todos los “ismos” ideológicos, religiosos,
antropológicos, políticos, económicos, sociales, etc. han sido creados para
enfrentarnos unos contra otros durante siglos y milenios, y todo ello en
beneficio de una ínfima minoría o élite global.
Ahora, estropearles
este fin de fiesta sangriento depende de la actitud y la firmeza de cada persona.
Depende de no dejarse llevar por el lavado de cerebro y por el miedo. Depende
de dejar de ser un robot idiotizado y empezar a ser lo que realmente somos:
conciencia en estado puro que no admite el enfrentamiento a causa de falsas
identidades. Digamos basta de una vez por todas a tanta infamia, mentira, odio
y miedo. Nosotros no tenemos enemigos porque somos uno. Ni siquiera ellos son nuestros enemigos,
por mucho que les pese.
© Xavier Bartlett
2015 – Licenciado en Prehistoria e Hª Antigua
Universidad de Barcelona
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