IDEAS PARA CAMBIAR EL MUNDO (XVIII)
¿PUEDE CAMBIAR EL HOMBRE?
Al observar
las condiciones prevalecientes en el mundo, vemos lo que ocurre: revueltas
estudiantiles, prejuicios de clase, conflicto entre el negro y el blanco, las
guerras, la confusión política y las divisiones causadas por los nacionalismos
y las religiones. También nos damos cuenta del conflicto, de la lucha, la
ansiedad, la soledad, la desesperación, de la falta de amor, y del miedo.
¿Por qué
aceptamos todo esto? ¿Por qué aceptamos el ambiente social y moral cuando
sabemos muy bien que es totalmente inmoral? ¿Por qué vivimos de este modo, si
sabemos todo eso, no emocional o sentimentalmente, sino mediante la observación
del mundo y de nosotros mismos? ¿Por qué es que nuestro sistema educativo no
produce verdaderos seres humanos, sino entidades mecánicas entrenadas para
aceptar ciertos empleos y finalmente morir?
La
educación, la ciencia y la religión no han resuelto en absoluto nuestros
problemas. ¿Por qué al ver toda esta confusión, en vez de adaptarnos a ella y
aceptarla, no hacemos estallar todo el proceso en nosotros mismos? Creo que
debemos hacernos esta pregunta, observando la confusión serenamente, firme la
mirada, sin juzgar ni evaluar, y no intelectualmente ni con el fin de encontrar
algún dios, alguna realización, o alguna peculiar felicidad que inevitablemente
conduce a toda clase de escapes.
Como
personas adultas que somos, debemos preguntarnos por qué vivimos de esta
manera: vivir, luchar y morir. Y cuando formulamos esa pregunta seriamente, con
plena intención de comprenderla, entonces las filosofías, las teorías e ideas
especulativas no tienen cabida en absoluto. Lo que importa no es lo que debería
ser o lo que podría ser, ni qué principio deberíamos seguir, o qué ideales debemos
sustentar o a cuál religión o gurú debemos volvernos.
Es obvio
que todas esas respuestas carecen por completo de sentido cuando ustedes se
enfrentan a esta confusión, a la miseria y a los constantes conflictos en que
vivimos. Hemos convertido la vida en un campo de batalla, con cada familia,
cada grupo y cada nación en contra de la otra. Al ver esto, al verlo no como
una idea, sino como algo que realmente observan y deben afrontar, ustedes se
preguntarán qué es todo ello. ¿Por que seguimos así, sin vivir ni amar, sino
llenos de miedo y de terror hasta que morimos?
¿Qué harán
cuando se formulen esa pregunta? No pueden formularla aquellas personas que
están cómodamente establecidas en ideales de familia, en una casa confortable,
que tienen algún dinero y que son muy respetables y burguesas. Si esas personas
hacen preguntas, las interpretan de acuerdo con sus exigencias personales de
satisfacción. Pero como éste es un problema muy humano y común que toca la vida
de todos nosotros, ricos y pobres, viejos y jóvenes, ¿por que entonces vivimos
esta vida monótona, sin sentido, yendo a la oficina y trabajando en un
laboratorio o una fábrica durante cuarenta años, engendrando unos cuantos
hijos, educándolos en forma absurda, para luego morir?
Creo que
debemos hacernos esta pregunta con todo nuestro ser si es que queremos
descubrir la respuesta. Entonces podemos pasar a preguntarnos si los seres
humanos pueden alguna vez cambiar radical y fundamentalmente, de manera que
sean capaces de mirar el mundo en forma nueva, con ojos diferentes, con un
corazón diferente, no más llenos de odio, de antagonismo, de prejuicios
raciales, sino con una mente que sea muy clara, que tenga tremenda energía.
Al ver todo
esto: las guerras, las divisiones absurdas que las religiones han ocasionado,
la separación entre el individuo y la comunidad, la familia en oposición al
resto del mundo, cada ser humano aferrado a algún ideal peculiar, dividiéndose
a sí mismo en “yo”, “tú”, “nosotros” y “ellos”; al ver todo eso objetiva y
psicológicamente, nos queda solo una pregunta, un problema fundamental: si la
mente humana, que está tan excesivamente condicionada, puede cambiar. No en
alguna futura encarnación o al final de la vida, sino cambiar radicalmente
ahora, de modo que se convierta en una mente nueva, fresca, joven, inocente,
aliviada de su carga, para que así sepamos lo que significa amar y vivir en
paz. Creo que éste es el único problema. Cuando sea resuelto, todo otro
problema económico o social, todas esas cosas que nos conducen a la guerra
terminarán y habrá una estructura social diferente.
De modo que
nuestra pregunta es si la mente, el cerebro y el corazón pueden vivir como si
fuera por vez primera, incontaminados, frescos, inocentes, sabiendo lo que
significa vivir en felicidad y en éxtasis, con profundo amor. Ustedes conocen
el peligro que hay en escuchar cuestiones retóricas. Esta no es una cuestión
retórica en absoluto; se trata de nuestra vida. No estamos interesados en
palabras o ideas. La
mayoría de nosotros estamos atrapados en palabras, sin jamás comprender profundamente que la palabra nunca es la cosa, que la descripción nunca es la cosa descrita.
mayoría de nosotros estamos atrapados en palabras, sin jamás comprender profundamente que la palabra nunca es la cosa, que la descripción nunca es la cosa descrita.
Y si
podemos durante estas pláticas tratar de comprender este hondo problema de cómo
la mente humana -que incluye, ya lo vimos, el cerebro, la mente y el corazón-
ha sido condicionada a través de los siglos por la propaganda, el miedo y otras
influencias entonces podremos preguntar si esa mente puede sufrir una
transformación radical, de modo que el hombre sea capaz de vivir pacíficamente
en todo el mundo, con gran amor, con gran éxtasis y con la realización de
aquello que es inconmensurable. Este es nuestro problema: si la mente, que está
tan recargada de recuerdos y tradiciones, puede hacer surgir dentro de sí
misma, sin esfuerzo, lucha o conflicto, la llama que queme los residuos del
ayer.
Habiéndonos
formulado esta pregunta -que estoy seguro se hace toda persona seria y
reflexiva- ¿por dónde empezamos? ¿Comenzamos con lo exterior, con el cambio en
el mundo burocrático, en la estructura social? ¿O comenzaremos con lo interno,
esto es, lo psicológico? ¿Vamos a considerar el mundo exterior con todo su
conocimiento tecnológico, las maravillas que el hombre ha realizado en el campo
científico? ¿Comenzaremos por allí para llevar a cabo una revolución? El hombre
ya lo intentó, demasiado.
Ha dicho:
cuando cambiemos las cosas externas radicalmente, como lo han hecho todas las
revoluciones sangrientas de la historia entonces el hombre cambiará y será un
ser humano feliz. La revolución comunista y otras revoluciones han dicho:
produzcamos orden en lo externo y habrá orden en lo interno. También han dicho
que no importa si no hay orden interno; lo que importa es que tengamos orden en
el mundo exterior, un orden ideal; una Utopía en nombre de la cual millones han
sido asesinados.
Por lo
tanto, comencemos con lo interno, con lo psicológico. Esto no significa que
dejemos permanecer como está el presente orden social con toda su confusión y
desorden. ¿Pero hay acaso división entre lo interno y lo externo? ¿O sólo hay
un movimiento en el cual existen lo interno y lo externo simplemente como
movimiento, y no como dos cosas separadas? Considero muy importante, si hemos
de establecer una comunicación que no sea sólo verbal -el uso de un idioma
común y de palabras que comprendemos todos- que también podamos emplear una
clase diferente de comunicación, porque vamos a penetrar muy profunda y
seriamente en las cosas.
Por lo
tanto, debe haber comunicación en lo verbal y más allá de lo verbal. Tiene que
haber comunión, lo cual implica que todos estamos profundamente interesados,
que atendemos y miramos este problema con afecto y con el empeño de
comprenderlo. Es necesario, pues, que además de comunicación verbal, tengamos
también una comunión profunda en la cual no haya acuerdo o desacuerdo. El
acuerdo y el desacuerdo no deben surgir nunca porque no estamos tratando con
ideas, opiniones, conceptos o ideales, sino que estamos interesados en el
problema de la transformación humana.
En ello las
opiniones -la mía o la de ustedes- carecen de todo valor. Si dicen que es
imposible que cambien los seres humanos, que han sido así por miles de años,
ustedes se han bloqueado a sí mismos de antemano y no podrán continuar
inquiriendo o explorando. Y si ustedes meramente dicen que es posible, entonces
viven en un mundo de posibilidades, y no de realidades.
De manera
que uno debe abordar esta cuestión sin decir que es o no es posible cambiar.
Tenemos que encararla con una mente fresca, ávida por descubrir, y lo
suficientemente joven para examinar y explorar. No sólo tenemos que establecer
una comunicación verbal clara, sino que también debe haber comunión entre el
que habla y ustedes, un sentimiento de afecto y amistad que sólo existe cuando
todos estamos tremendamente interesados en algo.
Cuando el
esposo y la esposa están profundamente interesados en sus hijos, descartan
todas las opiniones, sus gustos y disgustos particulares, porque están
preocupados por los niños. En ese interés hay gran afecto; no es una opinión la
que controla la acción. Igualmente debe haber ese sentimiento de comunión
profunda entre ustedes y el que habla, de manera que todos estemos confrontados
al mismo problema con la misma intensidad y al mismo tiempo. Entonces podemos
establecer esta comunión, lo único que hace posible una comprensión profunda.
Así, pues,
existe este problema de cómo puede la mente, que está tan profundamente
condicionada, cambiar de manera radical. Espero que ustedes mismos se planteen
este problema, porque a menos que exista una moralidad que no es la moralidad
social, a menos que haya una austeridad que no es la austeridad del sacerdote
con su dureza y violencia, a menos que haya un profundo orden interno, esta
búsqueda de la verdad, de la realidad, de Dios -o cualquiera sea el nombre que
gusten darle- no tiene sentido alguno.
Quizás
aquellos de ustedes que han venido aquí tratando de encontrar a Dios, o en
busca de alguna experiencia misteriosa, queden desilusionados, porque a menos
que tengan una mente nueva, fresca, y ojos que puedan ver lo que es verdadero,
no podrán comprender lo inconmensurable, lo innominado, lo que es.
Si
meramente desean experiencias más amplias y profundas mientras llevan una vida
falsa, vacía, entonces tendrán experiencias sin valor alguno. Debemos
investigar esto juntos; ustedes encontrarán que esta es una cuestión muy
compleja porque hay muchas cosas envueltas en ella. Para comprenderla ha de
haber libertad y energía; tenemos que tener ambas cosas: gran energía y
libertad para observar. Si están atados a una creencia determinada o a una
imaginaria utopía particular, es obvio que no son libres para observar.
Existe esta
mente compleja, condicionada como católica o protestante, buscando seguridad, y
presa en la ambición y la tradición. Para una mente que se ha vuelto
superficial -excepto en el campo tecnológico- el ir a la luna es un logro
maravilloso. Pero los que han construido la nave espacial viven sus propias
vidas falsas, pequeñas, celosas, llenas de ansiedad y de ambición, y sus mentes
están condicionadas.
Nos
preguntamos si esas mentes pueden estar completamente libres de todo
condicionamiento, de manera que les sea posible vivir una vida totalmente
distinta. A fin de descubrirlo necesitamos libertad para observar, no como
cristiano, hindú, holandés, alemán o ruso, o cualquier otra cosa. Tiene que
haber libertad para observar claramente, lo cual implica que la propia
observación es acción. Esa misma observación produce una revolución radical.
Para ser capaces de tal observación necesitamos gran energía.
Por lo
tanto, vamos a averiguar por qué los seres humanos no tienen la energía, el
empuje, la intensidad para cambiar. Tienen cualquier cantidad de energía para
disputar, para matarse los unos a los otros, para dividir el mundo e ir a la
luna: para estas cosas tienen energía. Pero aparentemente no tienen energía
para cambiar ellos mismos de manera radical. Así que nos preguntamos por qué
carecemos de esta indispensable energía.
Me gustaría
saber cuál es su respuesta cuando se les plantea una cuestión semejante.
Dijimos que el hombre tiene suficiente energía para odiar; cuando hay guerra,
pelea, y cuando desea escapar de lo que realmente es, tiene energía para huir
mediante las ideas, el entretenimiento, los dioses, la bebida. Cuando desea
placer, sexual o de otra clase, persigue esas cosas con gran energía.
Tiene
inteligencia para sobreponerse a su ambiente, tiene energía para vivir en el
fondo del mar o en los cielos, para eso tiene energía vital. Pero aparentemente
no tiene energía para cambiar el hábito más pequeño. ¿Por qué? Porque disipa
esa energía en el conflicto interno. No estoy tratando de persuadirlos, no hago
propaganda, no sustituyo viejas ideas con otras nuevas. Estamos tratando de
descubrir, de comprender.
Vean
ustedes, nos damos cuenta que debemos cambiar. Tomemos como ejemplo la
violencia y la brutalidad; éstos son hechos. Los seres humanos son brutales y
violentos; han construido una sociedad que es violenta a pesar de todo lo que
han dicho las religiones sobre el amor al prójimo y a Dios. Todas esas cosas
son meras ideas, sin valor alguno, porque el hombre continúa siendo brutal,
violento y egoísta; y siendo violento, inventa el opuesto, que es la no
violencia. Por favor, examinen esto conmigo.
El hombre
está permanentemente tratando de llegar a ser no violento. Y así hay conflicto
entre lo que es -la violencia- y lo que debería ser, que es la no violencia.
Hay conflictos entre ambas. Esa es la misma esencia del desperdicio de energía.
En tanto hay dualidad entre lo que es y lo que debería ser -el hombre tratando
de volverse algo distinto, haciendo un esfuerzo por alcanzar lo que “debería
ser”- en ese conflicto hay disipación de energía. En tanto hay conflicto entre
los opuestos, el hombre no dispone de energía suficiente para cambiar. ¿Por qué
debo tener opuesto alguno, como la no violencia, como el ideal?
El ideal no
es real, no tiene sentido, y sólo conduce a diferentes formas de hipocresía,
como el ser violento y pretender no serlo. O si dice usted que es un idealista
y que eventualmente llegará a ser pacífico, ese es un gran pretexto, una
excusa, porque le tomará muchos años dejar de tener violencia -en verdad puede
que ello nunca ocurra. Entretanto sigue siendo hipócrita y violento. De modo
que si podemos, no en abstracto sino realmente, descartar por completo todos
los ideales y sólo tratar con el hecho -que es la violencia- entonces no hay
desperdicio de energía. Es muy importante comprender esto, que no es una teoría
particular del que habla. Mientras el hombre viva en el corredor de los opuestos,
tendrá que desperdiciar energía y, por lo tanto, no podrá cambiar.
Pues bien,
de un soplo pueden ustedes barrer con todas las ideologías y todos los
opuestos. Investiguen esto, por favor, y compréndanlo; es realmente
extraordinario lo que ocurre. Si un hombre que es colérico pretende o trata de
no serlo, en ello hay conflicto. Pero si dice: “observaré lo que es la cólera,
no trataré de escapar o de racionalizarla”, entonces hay energía para
comprender y para terminar con la cólera. Si meramente desarrollamos una idea
de que la mente debe estar libre de condicionamiento, continuará la dualidad
entre el hecho y “lo que debería ser” y, por lo tanto, habrá disipación de
energía. Mientras que si decimos: “averiguaré en qué forma está condicionada la
mente”, eso será como ir a un cirujano cuando uno tiene cáncer. El cirujano
está interesado en operar y extirpar la enfermedad. Pero si el paciente está
pensando en el tiempo maravilloso del cual va a disfrutar posteriormente, o
tiene miedo de la operación, ése es un desperdicio de energía.
Estamos
interesados únicamente en el hecho de que la mente está condicionada, y no en
que la mente “debería ser libre”. Si la mente no está condicionada, es libre.
De manera que vamos a investigar, a examinar muy de cerca, qué es lo que
condiciona tanto la mente, cuáles son las influencias que han producido este
condicionamiento y por qué lo aceptamos. Ante todo, la tradición juega un papel
enorme en la vida. En esa tradición el cerebro se ha desarrollado de manera que
pueda tener seguridad física. Uno no puede vivir sin seguridad y esa es la
primera y primordial urgencia animal: la de que haya seguridad física; uno debe
tener albergue, comida y ropa.
Pero la
forma psicológica en que utilizamos esa urgencia de seguridad es causa de caos
dentro y fuera de uno mismo. La psiquis, que es la propia estructura del
pensamiento, también desea seguridad interna en todas sus relaciones. Entonces
el problema comienza. Tiene que haber seguridad física para todos, no sólo para
unos pocos, pero esa seguridad física para todos es negada cuando la seguridad
psicológica se busca mediante la nacionalidad, la religión o la familia. Espero
que comprendan y que hayamos establecido alguna clase de comunicación entre
nosotros.
De manera
que está el condicionamiento necesario para la seguridad física, pero cuando
existe la búsqueda y demanda de seguridad psicológica, entonces el
condicionamiento se vuelve tremendamente poderoso. Quiere decir que,
psicológicamente, queremos seguridad en nuestras relaciones con las ideas, la
gente y las cosas; pero ¿existe seguridad alguna en cualquier relación? Es
obvio que no. Desear seguridad psicológica es negar la seguridad externa.
Si quiero
estar psicológicamente seguro como hindú, con todas las tradiciones, supersticiones
e ideas, me identifico con la unidad más grande, lo que me brinda gran
comodidad. Por eso rindo culto a la bandera, la nación, la tribu y me separo
del resto del mundo. Y esa división produce, evidentemente, inseguridad física.
Cuando rindo culto a la nación, a las costumbres, a los dogmas religiosos, a
las supersticiones, me separo a mí mismo dentro de esas categorías, y es
entonces obvio que tengo que negarle seguridad física a todos los demás.
La mente
necesita seguridad física, la cual se le niega cuando busca seguridad
psicológica. Esto es un hecho, no una opinión; ello es así. Cuando busco
seguridad en mi familia, en mi esposa, mis hijos, mi casa, tengo que estar
contra el mundo, tengo que separarme de otras familias y estar contra el resto del
mundo.
Uno puede
ver muy claramente cómo comienza el condicionamiento, cómo dos mil años de
propaganda en el mundo cristiano han hecho que la gente sea devota de esta
cultura mientras que la misma clase de cosas ha estado ocurriendo en el
Oriente. De modo que la mente, a través de la propaganda, de la tradición, del
deseo de seguridad, comienza a condicionarse… ¿Pero existe alguna seguridad
psicológica en la relación con las ideas, con las personas y con las cosas?
Si la
relación significa estar en contacto directo con las cosas, no estamos
relacionados si no existe el contacto. Si tengo una idea, una imagen de mi
esposa, no estoy en relación con ella. Puedo dormir con ella, pero no estoy en
relación, porque mi imagen de ella impide el contacto directo. De igual manera,
la imagen que ella tiene de mí, impide su contacto directo conmigo. ¿Existe
alguna certeza o seguridad psicológica como la que nuestra mente está siempre
buscando?
Es obvio,
cuando observamos muy de cerca cualquier relación, que no hay certeza en la
misma. ¿Qué ocurre en el caso del marido y la mujer o de dos jóvenes que desean
establecer una relación sólida? Cuando el esposo o la esposa miran a alguna
otra persona, hay temor, celos, ansiedad, ira y odio, no una relación
permanente. Sin embargo, la mente necesita todo el tiempo del sentimiento de
posesión.
De modo que
ése es el factor del condicionamiento, por medio de la propaganda, de los
periódicos, las revistas, desde el púlpito; y uno se vuelve tremendamente
consciente de lo necesario que es no depender de influencias externas en
absoluto. Entonces descubre uno qué significa no estar influenciado. Escuchen
esto, por favor. Cuando ustedes leen un periódico son influenciados consciente
o inconscientemente. Lo son cuando leen una novela o un libro cualquiera; hay
presión, esfuerzo por clasificar lo leído en alguna categoría. Ese es todo el
propósito de la propaganda.
Comienza en
la escuela, y luego vamos por la vida repitiendo lo que otros han dicho. Somos,
por lo tanto, seres de segunda mano. ¿Cómo puede un ser humano así, de segunda
mano, descubrir algo que sea original, que sea verdadero? Es muy importante
comprender qué es el condicionamiento e investigarlo muy profundamente; a
medida que lo observan, ustedes tienen la energía para romper con todos esos
condicionamientos que atan la mente.
Quizá
deseen ahora hacer preguntas y así entrar en esta cuestión, mas debemos tener
en cuenta que es muy fácil formular preguntas, pero que hacer la pregunta
correcta es una de las cosas más difíciles. Ello no significa que el que les
habla les impida hacer preguntas. Debemos preguntar, dudar de todo lo que otros
hayan dicho, de los libros, las religiones, las autoridades ¡dudar de todo!
Tenemos que indagar, dudar, ser escépticos. Pero debemos saber también cuándo
dejar el escepticismo de lado y formular la pregunta correcta, porque en esa
misma pregunta está la respuesta. De manera que si desean preguntar, háganlo,
por favor.
Toni Cruz
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