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28.7.16

No digo que la vida fuera perfecta; pero podíamos entenderla.

CARTA DE UN HOMBRE A SU DIOS

No soy ateo… los dioses existen… lo que no creo es en un dios único, es evidente que no hay un dios único.

En la antigua Grecia, Zeus podía vivir en el Olimpo acompañado de otros dioses. Alli estaban Minerva, Ares, Hera, Poseidón, Hestia, Hades y muchos otros. Más o menos nos arreglábamos negociando con uno u otro, consultando los oráculos para saber cómo nos iría en la próxima cosecha, o si debíamos guerrear contra el vecino.
En Egipto la cosa pasó más o menos igual, una infinidad de deidades repartiéndose las tareas del universo, negociando con los hombres, a veces jugando pesadas bromas. Hubo muchos dioses benévolos, nos trajeron la medicina, las artes, la ciencia, la agricultura…
Cuando salíamos a luchar, era para rescatar a nuestra esposa, o robarnos la del vecino, o porque queríamos más tierras… o defendíamos las nuestras.
No digo que la vida fuera perfecta; pero podíamos entenderla.
De pronto, un día, llegaste Tu, diciendo que sólo a ti debíamos adorarte. Llegaste con leyes, mandamientos, exigencias…
Nos dijiste que nos habías creado del barro y tu aliento, cuando sabíamos que éramos mucho más antiguos… entonces borraste nuestra memoria…
En tu nombre marchamos.
En tu nombre matamos hasta que la tierra se cubrió de sangre y carne violada y torturada.
En tu nombre peleamos hoy contra nuestros hermanos que te adoran con otro nombre.
Nos has ordenado exterminarlos… y a ellos les has ordenado exterminarnos a nosotros.
Y hay cohortes de arcontes y tus súbditos se han vuelto cada vez más ambiciosos y resueltos en su crueldad.
La gente no recuerda el pasado… Yo lo recuerdo… Me hice a la mar, después de aquella batalla, con mis velas quemadas y mi nave rota…mis manos ensangrentadas, mis enemigos destruidos…  y así sigo desde entonces…
Tal vez me reproches que nunca te he llamado Padre… que no te abrace… que no te ruegue, ni me rinda cuando el dolor es demasiado profundo.
Soy hijo de Caín… no me engañas.
Un día perdiste la calma y ahogaste a toda la humanidad. Los lanzas a unos contra los otros. Entras a sus hogares vestido de pestilencia y muerte. Animas a los ávidos de poder y les das las primeras bancas en tu templo.
¿Sabes? Un día me enfrentaré a ti, cara a cara, y no sentiré amor… sino pánico.
Y esta humanidad… que pena me da… ¿De verdad quieres que esta sea considerada tu obra? ¿De verdad te presentarás ante los otros dioses para mostrar lo que has hecho con nosotros?
No te llamaré padre… sino carcelero… no te llamaré único, sino farsante…
Y un día, cerraré mis ojos y será para ti el horror… veras como tu cielo estrellado se desvanece y las praderas se vuelven yermas… de los animales sólo quedarán los huesos y de tus templos, el polvo.
Todo está alimentado con nuestra mirada… si dejamos de ver, las estrellas caerán, una a una.

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