EN LA PLANTACIÓN DE ESCLAVOS
Al
principio las cosas estaban claras y no había problemas ni
contradicciones, cada uno estaba en su lugar y cumplía su papel: el
amo era el amo y los esclavos eran los esclavos.
Pero el éxito del sistema del campo de plantación
hizo que cada vez fuera más grande, con más esclavos, y al amo le
ocupaba cada vez más tiempo y más recursos controlar el
funcionamiento de la plantación.
Así que un día contrató a un esclavo literato y
le pagó para que se infiltrara entre los esclavos de la plantación
para convencerles de lo malo que era ser esclavo y de que tenían que
luchar para ser trabajadores libres de su amo.
En un principio los esclavos no le hicieron nada
de caso al literato y lo dejaron de lado. ¿Cómo podían ser
trabajadores libres si durante generaciones tenían claro que eran
esclavos? Así que la idea no cuajó.
Viendo esto el amo, despidió al literato y lo
echó de la plantación, pero no sin antes haber hecho circular el
rumor entre los esclavos que el literato había sido torturado y
desaparecido por los esbirros del amo.
Entonces, los esclavos más jóvenes, que habían
aprendido a leer en las nuevas escuelas dispuestas por el amo,
comenzaron a leer los libros del literato y a difundir sus ideas de
libertad. En tan sólo una generación se convencieron de lo indigno
que era ser un esclavo y que tenían derecho a ser trabajadores.
El heredero del amo de la plantación había
recibido un manual de su padre con el plan completo, y lo siguió al
pie de la letra para mantener su herencia. Permitió que sus esclavos
se revolucionaran y que corriera la sangre. Y luego, se dejó
convencer por los cabecillas revolucionarios.
Accedió entonces a que los esclavos dejaran de
llamarse esclavos porque era una denominación muy fea. Ahora ya
serían trabajadores y merecían ser pagados y gobernarse a ellos
mismos.
Para ello, el joven amo, siempre siguiendo el plan
de su padre, accedió a crear una moneda para pagarles, que sólo se
podría utilizar dentro de la plantación en sus propias tiendas, y
que él controlaría mediante un banco “neutral”. Además,
accedió, con un enfado fingido, a que los trabajadores crearan una
democracia e instituciones libres, como universidades en las que
podían aprender el conocimiento que el propio amo les puso a su
disposición.
Así, los esclavos, ahora contentos porque ya eran
trabajadores, comenzaron a organizarse. De entre ellos, los que
habían liderado la revolución acapararon los puestos del gobierno
democrático, y, como ya no trabajaban en el campo, impusieron
impuestos para cobrar su nueva posición tan importante.
Además, crearon puestos para sus ayudantes, que
llamaron funcionarios, para cobrar dichos impuestos, de tal forma que
la mitad de la población de la plantación dejó también de
trabajar en el campo.
Y todo pareció ir bien durante un tiempo. Hasta
que los trabajadores se dieron cuenta de que ahora tenían que
trabajar más que antes porque si no, no podían pagar los nuevos
impuestos. Por lo que aparecieron nuevos líderes entre la juventud
que prometieron un cambio.
Y en las siguientes elecciones obtuvieron el
poder. Pero lo único que cambiaron fueron a los funcionarios amigos
del gobierno anterior por sus propios amigos. Continuaron creando
leyes y subiendo los impuestos para pagar sus grandes sueldos y la
deuda del dinero que les prestaba el banco del amo,
Entonces, los que habían sido desbancados del
antiguo gobierno se organizaron y convencieron de nuevo a la
población de que había que cambiar el nuevo gobierno por los
gobernantes que conservaban el espíritu de la revolución original,
y se llamaron “conservadores”.
Y en las siguientes elecciones ganaron los
conservadores y volvieron a cambiar a los funcionarios por sus amigos
y aumentaron las leyes y subierom de nuevo los impuestos.
Y los que habían perdido se llamaron
“progresistas” y volvieron a prometer un cambio y… ¿qué pasó
con el amo?
Del amo nadie se acordaba ya. El plan de su padre
funcionó perfectamente y se pudo dedicar tranquilamente a sus orgías
y derecho de pernada, inventarse guerras y cizaña con otros amos
para entretenerse y controlar a la población de su plantación, y
vivir la vida al máximo. Por supuesto, era inmune a las leyes de los
trabajadores.
El futuro de la plantación estaba asegurado para
sus herederos, y los propios esclavos eran los primeros en defender
sus derechos como esclavos y que nadie se atreviera a amenazar el
sistema de esclavitud que les permitía ser “ciudadanos libres”.
Si esos ciudadanos libres hubieran tenido un
momento para escuchar entre sus ocupaciones y trifulcas entre ellos,
hubieran escuchado las carcajadas de sus amos al observarles.
Por José Manuel
Goig / Crónicas
subterráneas
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