GOBERNANTES: Conspiradores, Mentirosos y Egoístas
Todas las personas con
elevadas cotas de poder de este mundo y todos los altos mandatarios, sin
excepción, son conspiradores, mentirosos, manipuladores y egoístas.
Todos, y cada uno de ellos.A muchos les parecerá que ésta es una
afirmación exagerada e incluso temeraria y que no se puede generalizar. Pero aunque lo parezca, esto no es un
arrebato visceral e irreflexivo de rabia contra el poder establecido.
Esta conclusión se basa en la lógica
más básica y parece mentira que la mayoría de gente aún se niegue a verlo.
CONSPIRADORES
Una de las frases que se ha puesto de
moda últimamente es: “yo no creo en teorías de la
conspiración”
Se trata de una frasecilla que mucha
gente pronuncia con semblante serio, revistiéndola además de un cierto tono de
superioridad intelectual que resulta francamente patético.
Porque no creer en “teorías de la
conspiración” per se, refleja una ingenuidad enternecedora…por no decir otra
cosa.Y es que la
conspiración y la confabulación son el estado natural de la actividad política
Son inherentes al ejercicio del poder.
Al fin y al cabo, para que surja la
conspiración o la confabulación, solo hace falta que un grupo de personas con
intereses comunes dispongan de información privilegiada y de los recursos
suficientes para llevar a cabo las operaciones pertinentes.
Intereses, información, recursos.
Tres factores que encontramos de forma natural en los círculos formados por
gente poderosa.
Lo que convierte la combinación de
estos tres factores en “conspiración” o “confabulación” es la ocultación de la
información y de las maniobras realizadas para alcanzar los objetivos.
Es decir, el secretismo.
Y el secretismo es la actitud lógica
que convierte la información en poder: la única forma de convertir una
información de la que solo dispones tú en algo que solo sea ventajoso para ti,
es mantenerla oculta a ojos de los demás.
Eso cae por su propio peso.
Entonces es fácil deducir que la
conspiración y la confabulación, es decir, la actuación acordada y coordinada
de un grupo de personas con intereses comunes actuando con secretismo, debe ser
la cosa más habitual del mundo.
Mucho más habitual que grupos de
personas poderosas regalando a espuertas la información de la que disponen y
haciendo públicas sus intenciones y objetivos y con ello perdiendo toda la
ventaja conseguida gracias a su posición.
Creer eso sí que es risible.
Así pues, alguien puede decir que no
cree en “tal” o “cuál” teoría de la conspiración en concreto, analizando caso
por caso.
Pero ¿tiene alguna base lógica decir,
en términos generales, “yo no creo en conspiraciones”?
¿Como se puede soltar tamaña memez sin
sonrojarse?
MENTIROSOS
De lo expuesto anteriormente, podemos
extraer una conclusión inquietante.
Hemos visto que ejercer el poder
implica necesariamente ocultar información. Y ocultar información, implica a su
vez, no decir la verdad sobre las propias actividades e intenciones, con el fin
de no perder la ventaja obtenida.
De lo que podemos deducir que ejercer
el poder implica necesariamente mentir.
Cuanto más poder acumula una persona,
de más información privilegiada dispone y por lo tanto, más esfuerzos debe
realizar para ocultarla a los demás, lo que conlleva que más mentiras debe
fabricar para mantener su posición ventajosa a salvo.
Así pues, el ejercicio del poder,
siempre y de forma sistemática, lleva asociada la mentira.
Y cuanto más poder, más mentiras son
necesarias para mantener la posición de privilegio.
Por lo tanto, creer en las palabras de
alguien poderoso es ridículo, porque por lógica, existen muchas probabilidades
de que no diga la verdad.
Recuérdalo cuando veas al presidente de
tu gobierno, sea quien sea y ante todo recuérdalo cuando observes el estúpido
candor con que la población escucha a sus mandatarios…
MANIPULADORES
A alguna gente le molesta la
insistencia con la que tildamos de “manipuladoras psicológicas” a las élites
gobernantes. Consideran que tenemos una visión de la realidad propia de un
paranoico.
Pero si utilizamos de nuevo la lógica
más básica, nos daremos cuenta, otra vez, de que la manipulación psicológica
también forma parte inherente del ejercicio del poder.
Para empezar, las personas que atesoran
los puestos de privilegio en una sociedad, son una pequeñísima minoría que
depende plenamente para su subsistencia de la mayoría subordinada.
Esta élite se ve beneficiada por el
funcionamiento del Sistema y sus estructuras y por lo tanto, su interés
primordial es mantenerlo en pie en beneficio propio.
Eso es evidente.
Pero la pervivencia del Sistema se
fundamenta, básicamente, en que la mayoría de gente subordinada acate sus
reglas y convenciones.
Como hemos dicho otras veces, el
Sistema vive en el interior de las mentes de los individuos y las estructuras
sociales, económicas y políticas externas solo son un reflejo de esas
estructuras psíquicas
Si un porcentaje significativo de
personas subordinadas dejara de creer en el Sistema, la estructura externa se
hundiría por completo.
Con un número suficiente de gente
dejando de acatar las leyes, las normas, las creencias y las convenciones
sociales, esa pequeña élite perdería su posición de privilegio y se vería
obligada a usar la fuerza represiva directa para obligarles a obedecer sus
dictados.
Pero la represión directa y explícita
comporta grandes desventajas: para empezar conlleva un enorme gasto de recursos
y energías y además toda fuerza aplicada genera una fuerza de oposición que
debe controlarse aplicando una nueva fuerza aún mayor. En definitiva, se trata
de una dinámica ineficiente y potencialmente inestable, que tarde o temprano
acaba convirtiéndose en un mal negocio.
Por lo tanto, la mejor forma de
mantener el Sistema en pie es impedir que los individuos lleguen a concebir
ideas embrionarias que los lleven a poner en duda las estructuras del propio
Sistema.
Y eso solo se consigue programando
la mente de la población.
Se trata, sin duda, del método de
represión más eficiente, barato y efectivo. Un método genial en el que las
cadenas y las porras son sustituidas por conceptos y creencias, es decir, puro
software psíquico, que una vez instalado en las mentes, las moldea a
perpetuidad.
Comprendido esto, ¿qué es más lógico
pensar? ¿Que las personas que ocupan los puestos de poder invierten gran parte
de sus esfuerzos en manipular la mentes de sus subordinados o que por contra no
lo hacen y les dejan pensar libremente por sí mismos con el riesgo que ello
conlleva?
¿Hay alguna razón lógica para pensar
que las personas que controlan directa o indirectamente los medios de
comunicación, los de entretenimiento o la educación no van a utilizar estos
elementos en favor de sus intereses?
No seamos tan ingenuos…
EGOÍSTAS
Sabemos que lo que vamos a decir a
continuación no va a gustar a mucha gente, pues no es un punto de vista popular
ni ofrece el típico mensaje positivo cargado “de buen rollito”.
Pero creemos que el estado natural de
todos los seres vivos, tiende a la violencia y al egoísmo.
Ésta tendencia natural se debe a un
principio físico universal: “la energía no se
crea ni se destruye. Se conserva”
Ésta ley física se refleja a escala
biológica en toda su crudeza. Los seres vivos no pueden crear materia ni
energía de la nada. Para obtener la materia orgánica y la energía necesaria
para su subsistencia, deben arrebatársela a otros seres vivos.
Por esa razón, todos los seres vivos
nos comemos, devoramos y digerimos los unos a los otros.
Es una dinámica dolorosa y cruel,
consustancial al funcionamiento del propio universo, nos guste o no y que acaba
derivando en actitudes esencialmente egoístas y violentas.
Egoístas porque todos los seres vivos
anteponen sus necesidades biológicas a las de los demás y violentas porqué todo
ser vivo antepone su propia supervivencia a las de los otros y hace uso de la
fuerza a su disposición con el fin de garantizarla.
Ya hablamos de ello en un anterior
artículo titulado: LA
VERDAD SOBRE LA VIOLENCIA
Esta visión del universo puede resultar
desalentadora y cruel, sin embargo alberga en su interior un mensaje
absolutamente maravilloso, de una belleza sin igual.
Y es que nuestra mente es tan
extraordinaria, que a pesar de partir de este sustrato biológico universal tan
egoísta y violento, nos permite crear conceptos opuestos como la solidaridad o
la empatía.
La solidaridad o la empatía, en el
fondo son manifestaciones de amor desinteresado hacia los seres que nos rodean
y forman parte de un nivel de conciencia evolutiva superior. Algo que parece
trascender más allá de la biología pura y dura a la que todos estamos
sometidos.
Pero desgraciadamente, estos
sentimientos tan nobles, no van necesariamente ligados al desarrollo
intelectual. Parece que no se pueden aprender o condicionar: se sienten o no se
sienten.
Una persona puede tener un alto nivel
intelectual y una buena educación y sin embargo no sentir ningún tipo de apego
ni amor por los seres que le rodean.
Las personas poderosas y los
gobernantes son un claro ejemplo de ello.
Todos ellos se caracterizan por ser
profundamente egoístas y albergar muy débiles (por no decir nulos) sentimientos
de solidaridad y empatía hacia los demás.
La demostración de esto es bastante
evidente: si albergaran este tipo de sentimientos, no acumularían riquezas ni
lujos innecesarios sabiendo que hay tantas personas en el mundo que no pueden
ni tan solo subsistir.
Si les moviera la solidaridad y el amor
hacia sus semejantes en lugar del egoísmo, dedicarían sus recursos a
transformar activamente las estructuras del sistema para que no se produjeran
tales injusticias, aunque ello fuera en detrimento de sus privilegios.
Es cierto que muchas personas ricas
realizan generosos donativos de dinero a través de las más variopintas
fundaciones, ayudando a los pobres o a los necesitados. Pero no hacen
absolutamente nada para cambiar el sistema que genera las injusticias, pues eso
les perjudicaría. Solo dan parte de su fortuna y consiguen desgravaciones
fiscales con ello y beneficios evidentes de cara a la opinión pública. El suyo,
pues, no es un acto profundo de amor y solidaridad, sino algo interesado.
Ahora muchos dirán que lo que decimos
es una tontería y que nadie jamás haría un sacrificio de este tipo. Pero eso no
hace más que reforzar lo que tratamos de decir: y es que el egoísmo reina por
encima de la solidaridad y las clases dirigentes son el exponente más evidente
de ello.
Pero esto no es lo peor.
Las élites no se conforman con ser
profundamente egoístas y tener un bajo nivel de conciencia, convirtiéndose en
una nutrida selección de lo más abyecto de la especie humana.
Además promueven tanto como les es
posible que el resto de personas sean como ellos y que las masas estén
compuestas de personas egoístas, insolidarias y poco empáticas.
Hay una razón práctica en esta actitud:
las personas con un alto nivel de conciencia, representan el mayor peligro para
sus intereses.
Cada vez que un individuo evoluciona
hasta alcanzar un elevado nivel de autoconciencia, el entorno formado por la
masa egoísta e insolidaria tiende a neutralizarlo como si fuera un cuerpo
extraño, con el fin de evitar un “efecto contagio”.
Y es que tristemente, una sola persona
que albergue sentimientos de solidaridad y amor hacia los demás resulta ser muy
ineficiente cuando está inmersa en un entorno competitivo basado en el egoísmo
y eso la convierte en fácilmente eliminable.
Sin embargo, una masa suficiente de
individuos conscientes y solidarios puede crear estructuras mucho más poderosas
y eficientes que las que forman un conjunto de individuos egoístas.
Y estas estructuras “revolucionarias”
(por ir contracorriente a nivel mental) pondrían realmente en peligro la
supervivencia del sistema y los intereses de aquellos que se benefician de él.
Por lo tanto, para evitar la aparición
de una cantidad crítica de individuos conscientes, las élites promueven, tanto
como pueden, el egoísmo y la división en sus subordinados, con el fin de que
ejerzan de anticuerpos ante sus enemigos naturales.
Y es que no solo son conspiradores,
mentirosos y manipuladores, sino que además se esfuerzan en corromper al resto
de la sociedad con su egoísmo enfermizo.
Se han convertido, literalmente, en un
foco de infección psicológica.
Ciertamente, estas afirmaciones pueden
resultar muy duras.
Lo más
La mayoría prefiere pensar que las
conspiraciones, las mentiras y las manipulaciones son hechos puntuales y
extraordinarios que solo se producen cuando el destino caprichoso reúne por
azar a unas cuantas manzanas podridas.
Quieren creer que el sistema
básicamente funciona, que las leyes son iguales para todos y que solo algunos
elementos corruptos minoritarios alcanzan los puestos de poder y las
desobedecen.
Que la mayoría de gobernantes tienen
nobles intenciones y que algunos se pierden por el camino, aplastados por el
peso de la responsabilidad o las malas compañías.
Y que podrán arreglarlo todo votando al
partido adecuado en las urnas y que algún día aparecerá un líder honrado que
hará limpieza y servirá de ejemplo a todos.
Su inocencia resultaría divertida si no
fuera tan dañina…
GAZZETTA DEL APOCALIPSIS
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