Bajo
el infundado pretexto de que el gobierno iraquí de Saddam Hussein
poseía armas de destrucción masiva, la llamada “Coalición de la
voluntad” liderada por los Estados Unidos, invadió Irak en 2003 y
abrió una caja de pandora cuyas consecuencias repercuten hasta hoy.
Según el entonces presidente George Bush, el gobierno de Hussein
poseía armas biológicas y químicas que serían utilizadas en
contra de la población civil, algo que fue totalmente desmentido por
diversos informes de la ONU. Por el contrario, fue la misma
administración Bush la que se opuso en 2001 a la firma de un
convenio internacional que prohibía el uso de armas biológicas,
aduciendo que este acuerdo “pondría
en riesgo la seguridad nacional e información confidencial”.
Con el mismo
argumento, Estados Unidos se negó a firmar tratados relativos a la
limitación del contrabando de armas ligeras, el protocolo de Kioto
(referente a la protección del medio ambiente) y el establecimiento
de la primera corte penal permanente
(https://www.rebelion.org/hemeroteca/dieterich/guerra290502.htm).
En efecto, ha sido el Pentágono quien ha desarrollado complejos
laboratorios para producir armas biológicas y químicas en
detrimento de grandes poblaciones. Algunos ejemplos de la
intervención norteamericana al respecto fueron las guerras de Corea
y Vietnam, los intentos de asesinato a los líderes Fidel Castro y
Patrice Lumumba y la utilización de agentes químicos en la
erradicación de plantaciones de coca en Colombia. La estrategia de
la Casa Blanca presenta dos aristas: por una parte, busca chivos
expiatorios para culparlos de la producción de armas químicas,
mientras por otra, desarrolla proyectos masivos en la creación de
agentes biológicos con los que busca amenazar al mundo.
La vocación
bélica de un país como Estados Unidos no tiene límites, por lo que
a diario genera nuevas estrategias para el control territorial. La
Casa Blanca es consciente que la utilización de armas nucleares
sería un acontecimiento apocalíptico debido a que la respuesta
eventual de naciones como Corea del Norte, Rusia o incluso Pakistán
podrían desencadenar un conflicto sin precedentes.
Por tal motivo,
el poder central en Washington ha buscado alternativas para ejercer
el mismo dominio a las poblaciones sin levantar demasiadas sospechas.
Sumada a la presencia militar que según algunas estimaciones es del
70% en la totalidad del globo (es decir que hay tropas
norteamericanas en al menos 134 países del mundo), existen
evidencias suficientes para creer que Estados Unidos posee “centros
de investigación biológica”
que no son más que laboratorios de producción de armas químicas.
De hecho, de
acuerdo a algunas investigaciones el ejército del país del norte
tiene un centro de operaciones oculto en la Amazonía que, debido a
las condiciones geográficas, climáticas y de poca densidad
poblacional es ideal para el desarrollo de enfermedades y armas
bacteriológicas
(http://www.prismasiglo21.com/america-latina-es-un-laboratorio-de-estados-unidos-para-desarrollar-armas-bacteriologicas/).
Por eso no sorprende que la presidenta brasilera Dilma Rousseff haya
sido sustituida sin justificación y su remplazo, Michel Temer, sea
un socio del Pentágono. Desde esta perspectiva, el gobierno de
Rousseff significaba un obstáculo para Estados Unidos y su plan de
posesión estratégica de la Amazonía. Con Temer en el poder resulta
mucho más fácil continuar con las investigaciones secretas que,
dicho sea de paso, ya cobraron sus primeras víctimas. En 2012, ocho
militares brasileros se infectaron con un virus desconocido en la
zona amazónica, pero el acontecimiento se mantuvo en total
hermetismo debido a la polémica que hubiera podido desatarse. Sin
embargo, es muy complejo ocultar el plan que el gobierno de Estados
Unidos tiene con el control fáctico de la Amazonía y que consiste
además de la explotación de los recursos naturales, en la creación
de una poderosa arma biológica en detrimento de la humanidad.
En esta misma
línea se encuentra el laboratorio NAMRU-6 ubicado en la ciudad de
Iquitos en la Amazonía peruana. De acuerdo con diversos estudios, el
gobierno de Estados Unidos desarrolla investigaciones secretas sobre
nuevos y poderosos virus. No obstante, haciendo gala de su
acostumbrada astucia política, la Casa Blanca ha ocultado la
verdadera utilidad de los laboratorios bajo pseudo-acuerdos con
universidades peruanas. Así pues, encubriéndose bajo el nombre de
Instituto de investigaciones de enfermedades tropicales, el
biolaboratorio NAMRU-6 ha establecido vínculos con la Universidad
Cayetano Heredia para hacer pasar una actividad militar como un
asunto de “investigación
científica”
(http://www.connuestroperu.com/ciencia-y-tecnologia/48108-denuncian-instalacion-de-laboratorio-secreto-en-la-amazonia-del-peru-en-complicidad-con-la-cayetano-heredia).
Empero, las intenciones del Pentágono son bien distintas si se toma
en cuenta las diversas pruebas con bacterias y virus desarrollas
misteriosamente en estos centros y el plan de elevar a la ciudad de
Iquitos como un enclave estratégico del hemisferio occidental.
Ahora bien,
llama poderosamente la atención que la Casa Blanca haya escogido a
la Amazonía como su centro de operaciones biológico. Además de las
razones físicas y geográficas mencionadas con anterioridad, América
Latina -una zona tradicionalmente libre de tensiones militares a gran
escala- representa un punto neurálgico para la expansión del
control territorial norteamericano. Es importante destacar que
América Latina y el Caribe es una región del mundo comprometida con
la paz mundial. El 25 de abril de 1969, 33 naciones del subcontinente
se comprometieron mediante el tratado de Tlatelolco a rechazar el
desarrollo de armamento nuclear. Sin embargo, este acuerdo no le
restó importancia al interés del Pentágono pues desde entonces,
Estados Unidos, Francia y la OTAN poseen 39 bases militares en todo
el subcontinente latinoamericano dada su relevancia en términos
estratégicos (http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2019).
No en vano en la zona compartida por los Estados de Brasil, Perú y
Colombia se encuentran las reservas más importantes de agua dulce
del mundo, aproximadamente 6.950 km3 lo que equivale al 26% del agua
dulce utilizable del planeta. Sólo en la cuenca amazónica se
encuentra el 16% de esta reserva
(http://www.ecologiahoy.com/reservas-de-agua-dulce-en-el-mundo
). Por esa razón resultaría fácil y efectivo para el gobierno
norteamericano producir una enfermedad capaz de devastar a
poblaciones enteras con el fin último de hacerse con el control del
“pulmón del mundo”.
En este sentido, la producción de armas biológicas es lo menos costoso en términos de inversión puesto que “afectar un kilómetro cuadrado sale a dos mil dólares con armas convencionales, ochocientos con armas nucleares, seiscientos con armas químicas y un dólar con armas biológicas” (http://www.prismasiglo21.com/america-latina-es-un-laboratorio-de-estados-unidos-para-desarrollar-armas-bacteriologicas/), de ahí radica el interés del gobierno de los Estados Unidos por poner en marcha otros laboratorios en el mundo como en efecto lo ha conseguido. Sumados a los de Perú y Brasil, se encuentran los laboratorios de Indonesia, Tailandia, Kenia y Egipto. En estos centros al igual que en la Amazonía se realizan pruebas con seres humanos y se inoculan peligrosas bacterias cuyo propósito es el futuro control de la densidad poblacional, una de las grandes preocupaciones de Estados Unidos.
Si se observa con detenimiento el mapa del mundo, se podrá determinar la estrategia de control territorial que pretende el Pentágono. De una parte, un centro biológico ubicado en el país con mayor cantidad de fieles musulmanes del mundo y cuya población oscila entre los 260 millones de habitantes (Indonesia), es un claro desafío para potencias como China y Rusia debido a su cercanía geográfica. Además, se ha logrado establecer la existencia de dos nuevos centros biológicos ocultos en Ucrania y Kazajistán por lo que el plan estratégico del Pentágono es “rodear” a sus enemigos políticos con potenciales virus (http://www.elespiadigital.com/index.php/noticias/confidenciales/18297-cyberberkut-ucrania-laboratorio-de-ensayos-biologicos-para-los-eeuu). En otros términos, la propagación de una bacteria en todo el continente asiático sería cuestión de días o incluso horas. De la misma manera, la situación geográfica de Egipto tan cerca al Medio Oriente significaría una amenaza para todos los países musulmanes de la región que contravengan los caprichos de la Casa Blanca. En Kenia, ubicada en el corazón de África, provocaría un desastre de magnitudes monumentales, lo que se convertiría en una forma de control sobre el crecimiento de las poblaciones en sur del globo (una preocupación latente de Estados Unidos y las naciones de Europa cuyas poblaciones se han envejecido paulatinamente). En efecto, llama la atención que estos laboratorios biológicos se encuentran en el otrora llamado tercer mundo por lo que la propagación de un virus para reducir la población mundial no es una idea descabellada.
A propósito de
lo anterior, algunas investigaciones han arrojado que el virus ébola
fue creado en laboratorios biológicos estadounidenses para ser
usados como un arma silenciosa de control territorial y poblacional
en África. Según los estudios, existen cuatro variantes del ébola
siendo la cepa actual la más virulenta y cuyo origen se circunscribe
al Zaire y algunas aldeas aledañas.
Sin embargo, lo
que es incomprensible para los científicos es cómo el virus pudo
viajar 4000 km hasta África occidental sin dejar a su paso secuelas
de la enfermedad. La reaparición del ébola en la ciudad de
Meliandou en Guinea despertó las sospechas de investigadores
independientes que lograron relacionar el actual brote con
actividades militares que el gobierno de Estados Unidos cumplió en
la zona en el año 2009
(https://www.tribunahispanausa.com/nacionales/los-laboratorios-de-armas-biologicas-de-ee-uu-en-africa-occidental-son-el-origen-de-la-epidemia-del-ebola/#.Wes2TeTNbIU).
Es un secreto a voces que el Pentágono está detrás de todos los
experimentos relacionados con bacterias y virus so pretexto de
encontrar “curas
a enfermedades y epidemias”.
Al contrario, el poder central en Washington está interesado en
crear virus específicos que puedan devastar regiones enteras y por
qué no a razas específicas.
Lo más
inquietante del caso es que en estos laboratorios trabaja personal
tanto civil (especializado en bacteriología y epidemias) como
militar, y en ambos casos poseen estatus diplomático lo que implica
la inmunidad frente a las autoridades del país receptor, el envío
de valijas sin ninguna clase de control y la violación en ciertos
casos de la soberanía nacional sin tener ninguna clase de limitación
a su accionar. Dentro del transporte diplomático se pueden enviar
muestras de bacterias y posibles curas, por lo que sin saberlo
actualmente puede existir un intercambio sin control de enfermedades.
Lo que sí es seguro es el deseo de Estados Unidos por encontrar
virus más potentes y devastadores. En Fort Detrick, el centro de
desarrollo de armas biológicas ubicado en Maryland, Estados Unidos,
se están desarrollando tres tipos de agentes
químicos-bacteriológicos: la aflotoxina, una proteína que produce
determinados hongos causantes de daño hepático y cáncer; el
híbrido de virus de influenza y virus ébola, una combinación fatal
con el propósito de la erradicación de grandes porciones de
población; y la toxina botulínica, la sustancia más venenosa que
se conozca pues se requiere sólo un gramo de esta sustancia para
matar a un millón de personas luego de ser inhalada
(http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2019).
Estas son tan solo tres de las diversas combinaciones de los agentes
biológicos que el ejército y científicos de los Estados Unidos
pueden crear para dominar a su antojo a la población mundial.
En
consecuencia, las armas biológicas son instrumentos con fines
bélicos y de control poblacional de microorganismos (bacterias,
virus, hongos, parásitos, entre otros) y sus productos para devastar
una región o país. Actualmente Estados Unidos cuenta con al menos
una decena de laboratorios, dos de los cuales se encuentran ubicados
en la Amazonía y cuyas investigaciones pueden derivar en un serio
problema de seguridad para el continente latinoamericano y, por
extensión, para el mundo entero. Si se toma en cuenta que las bases
militares en un país como Colombia hacen parte del control fáctico
del imperio norteamericano, los laboratorios fungen como “centros
de investigación”
que lejos de cumplir con su aparente propósito, complementan la
labor militar del dominio territorial. En caso de que lo recursos
estratégicos vayan disminuyendo considerablemente, el Pentágono ya
tiene en curso un plan para la aniquilación silenciosa de la
humanidad esta vez mediante una peste artificial que le permita
manejar a su antojo los destinos del mundo.
Rodrigo
Bernardo Ortega
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