Hace
poco les comentaba de mi tortuosa carrera como ejecutivo de
multinacionales y salvador de la tierra que, de todas maneras, acabó
como pobre jubilado. No digo que lo mío sea la generalidad, pero sí
la mayoría.
Durante
la juventud sacrificamos nuestra calidad de vida y el disfrute de la
misma a cambio de la construcción de un futuro, que, cuando llega,
no es lo prometido.
La
realidad termina siendo que trabajamos como esclavos para terminar
nuestros años de vida enfermos, viejos y la mayoría de las veces,
pobres.
Se
nos dice que tenemos que tener una carrera universitaria, cuando la
mayoría de los países no tienen suficientes puestos de trabajo para
la cantidad de profesionales que producen, los cuales, por añadidura,
pueden ser eficientes en sus profesiones, pero en la mayoría de los
casos, muy malos administradores, con lo cual su riqueza no está
asegurada.
Estudiamos
durante dieciocho o veinte años y trabajamos cuarenta o cincuenta
años más, para tener un pobre final de quince o treinta años, en
el cual ni siquiera podemos disfrutar de lo que hayamos acumulado, si
lo hubiéramos hecho.
Como
si el sacrificio de cada vida humana fuera poco, el sistema, además,
está destruyendo el medio ambiente, para darle de comer y satisfacer
las necesidades de confort de una masa cada día más numerosa y
exigente.
Impuesto
el concepto de que los países del primer mundo producen
inteligencia; los del segundo productos industrializados y los del
tercero agricultura; colocando los centros de producción de
alimentos lejos de las grandes ciudades y condenando al agricultor,
base de toda la cadena de alimentación, a la pobreza… o por lo
menos eso es lo que nos hacen creer, lo cierto es que la colmena es
disfuncional, la alimentación es pobre y la industrialización de la
agricultura produce basura en grandes cantidades.
El
patrón dinero, las compañías de seguro, los bancos, las
financieras y el mercado de acciones se ocupan de que las riquezas se
distribuyan en forma poco equitativa y que los pequeños capitales
individuales – generalmente sueldos paupérrimos – estén sujetos
a las normas de un sistema que, además, le quita dinero a los
trabajadores.
En
medio de toda esta estupidez, surge una gran crisis, que afecta no
sólo el bolsillo del asalariado, que no el del capitalista, sino
también al medio ambiente, el cual se expresa con fenómenos
meteorológicos que, otra vez, exponen a la clase menos acomodada
económicamente.
Y
para condimento final, tenemos guerras, terrorismo y grandes masas
humanas cambiando de habitat, con el abandono de sus tierras yermas.
Así,
en un mundo del que se dice es habitado por casi 8.000 millones de
personas, el equilibrio ecológico y económico es inexistente.
Entonces… ¿qué carajo está haciendo el sistema, como no sea
fracasar estrepitosamente?
Las
protestas no se hacen esperar, el castigo del voto y toda la “cosa”
a la que estamos acostumbrados y repetimos como si alguna vez hubiera
dado algún resultado.
Las
grandes potencias se niegan a reducir sus emisiones de gases tóxicos,
pretenden cambiar su cuota por las de los países pobres a cambio de
dinero. Eso sería el final para ellos, si es que no han llegado ya.
Y
el “habitante”, inválido y anulado, corre a su sillón preferido
a domar sus neuronas con alcohol y televisión.
Una
procesión diaria de “bellotas”, cápsulas vacías, sin
contenido, se mueve todos los días de la cama al trabajo, del
trabajo al sillón y del sillón a la cama.
Para
eso, y solo para eso, muchos estudiaron durante veinte años…
Si
de verdad quieres cambiar esto, créeme que no basta que te hagas
seguidor de un blog o sigas un curso de despertadores de consciencia
y andes por la vida creyendo que estás despierto, que eres un
guerrero, un virya de vuelta al origen… y que la culpa de todo la
tienen los malditos judíos…
Joder…
hay que ser muy “básico” para pensar y actuar de esa forma.
Saltan de una fantasía a otra con la facilidad que tiene un gamo…
Si
de verdad quieres que esto cambie, tendrás que tomar medidas muy
drásticas contigo mismo, entendiendo que las grandes aglomeraciones
de personas en pequeñas áreas es el primer problema que tenemos que
resolver y que una salida pacífica y sin muertes es que la gente,
naturalmente, se dé cuenta y comience a emigrar, a salirse de las
ciudades en favor de lugares campestres o pequeños pueblos.
En
Europa las grandes ciudades siguen creciendo, mientras que los
pueblos pequeños se vacían… En América hay extensiones inmensas
de tierras que nadie ocupa, ni siembra.
Pequeñas
comunidades agrícolas, con electricidad y servicios básicos
localmente satisfechos, granjas, artesanías y algunos profesionales
le darían a la tierra un respiro…
Pero
¿sabes por que esto no sucede?
Porque
no le conviene a los grandes acaparadores de riquezas y porque el
habitante bellota cree que va a vivir mal si se la juega a favor de
su calidad de vida.
Una
vez allí, vivirás de pequeños negocios: colmado, peluquería,
venta de flores o plantas, producción de vegetales y animales de
granja, venta de leche o huevos, servicios de reparaciones,
construcción, bar, fabricación de cerveza, planta solar y miles de
profesiones que te llenarán de satisfacción aún cuando no te
retribuyan grandes cantidades de dinero. Te acostumbrarás a gastar
poco, a enviar a reparar el televisor que funciona mal, a compartir
la conexión de internet, a comprarle energía solar a tu vecino, a
mantener tu auto durante veinte años y dedicarás tu tiempo extra y
todas tus energías a reír con tus amigos y familia, a pescar, a
caminar por el bosque…
¿Crees
que esto no te haría feliz?
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