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28.5.18

Sumergirnos en el mundo material y extraer información vital para el cosmos


PARTICULA DE DIOS Y PERCEPCION                                           

La partícula de Dios o bosón de Higgs es la materia prima que forma las partículas elementales, es decir, partículas que no están a su vez formadas por otras partículas. Al bosón de Higgs se le llamó “la partícula de Dios” porque su existencia venía a explicar cómo se había formado la masa después del Big Bang. Era, por así decirlo, el “pegamento primigenio universal”.
Como es obvio, estas partículas están fuera del espectro de nuestra percepción y sólo hemos arribado al conocimiento de ellas a través de las matemáticas y más tarde, con el acelerador de partículas.
Es decir que, a pesar de que todo el universo material está compuesto por estas boson de Higgs partículas, incluyéndonos a nosotros, nuestros sentidos no son capaces de percibirlas.
Todo el cosmos se manifiesta a partir de la relación de las unidades electromagnéticas con el bosón de Higgs, lo que les otorga masa.
Y podemos deducir que, tratándose de elementos en movimiento, elementos que vibran, es esta cualidad lo que las convierte en sustancias visibles.
Tal vez por esa razón en el Génesis leemos que lo primero fue el verbo, la palabra, el sonido.

Si todas las partículas viajaran a la velocidad de la luz, la composición de la materia no sería posible. Es gracias al boson de Higgs, que actúa como un “pegamento”, reduciendo la velocidad de los protones, los cuales comienzan, así, a asociarse entre ellos y formar átomos.
Simplificando, hay en el universo elementos dinámicos (protones) y otros que actúan como reguladores de esa dinámica (boson de Higgs), según se da esa interacción, veremos la formación de átomos y de ellos, moléculas y de allí sustancias.
Pero qué regula esa interacción, qué decide cuándo, dónde y cómo esta interacción se produce. Y allí es donde entra en acción, según creo, el entrelazamiento cuántico.
El entrelazamiento es un fenómeno cuántico, sin equivalente clásico, en el cual los estados cuánticos de dos o más objetos se deben describir mediante un estado único que involucra a todos los objetos del sistema, aun cuando los objetos estén separados espacialmente. Esto lleva a correlaciones entre las propiedades físicas observables. Por ejemplo, es posible preparar (enlazar) dos partículas en un solo estado cuántico de espín nulo, de forma que cuando se observe que una gira hacia arriba, la otra automáticamente recibirá una «señal» y se mostrará como girando hacia abajo, pese a la imposibilidad de predecir, según los postulados de la mecánica cuántica, qué estado cuántico se observará. (Ver Wikipedia Entrelazamiento Cuántico haciendo click aqui)
Sigamos un razonamiento basado en que esta mecánica se repita en todo (no necesariamente es asi).
El centro universal de emanación de partículas dispara las mismas hacia el exterior (big bang) a la velocidad de la luz. Pero el universo es, en realidad, una “jalea” energética, con la capacidad de disminuir la velocidad de esas partículas para formar sustancias especializadas, allí donde el centro universal las quiera.
Esto sería un hecho un tanto inútil si estas partículas no devolvieran al centro universal “algo” como resultado de su experiencia. Ese algo puede ser INFORMACION. Por lo que las partículas deben, necesariamente, “percibir”, tener consciencia.
Sin embargo, la percepción varía según los niveles de materialización y mientras a nivel atómico la misma se reduce al sentido de la vibración y posiblemente del color (recordad que el átomo tiene fotones como componentes), en otros niveles puede incluir mayor revelación.
Retornando a nuestra experiencia humana, los cinco sentidos proveen de una información limitada del mundo material que es más o menos útil a la sobrevivencia de nuestra unidad de carbono, pero carecemos de mayor información cósmica y de allí nuestra sensación de sentirnos abandonados y solos en el espacio.
Para colmo de males, nuestra unidad de pensamiento, la mente, parece carecer de las luces necesarias para comprender mensajes que no estén en lenguaje binario, tal como deduce Emanuel Kant en su obra Crítica de la Razón Pura.
Pero, la comunicación existe, sólo que el receptor está en otra longitud de onda.
En el acto creativo, el escritor, músico o pintor “toma” de esa “jalea” energética información (ideas), las cuales traslada al mundo material. Esas ideas no podrían probar ser útiles para algo si no pudieran manifestarse en el mundo físico. Y en eso los expertos somos nosotros. No los dioses. Nosotros.
Por lo cual, podemos afirmar que la espiritualidad de un hombre/mujer estará siempre relacionada a su capacidad de “bajar” ideas desde esa jalea.
No necesariamente tiene que ser información práctica para la mecánica, puede tratarse de elementos que a la larga conducen a un mejoramiento de la vida o ampliación de la consciencia.
Antes de la creación de la imprenta, los libros eran elementos accesibles sólo a unos pocos monjes, eruditos y nobles. De pronto, todo ese conocimiento se hizo papel y llegó a las manos de todos… o por lo menos, se les dio acceso a ello… luego está que la humanidad lo aproveche o no. ¿No produjo, acaso, un gran avance en la consciencia general?
¿Será esta experiencia vital, realmente, una vida-prisión o seremos los únicos astronautas capaces de sumergirnos en el mundo material para extraer información vital para el cosmos?
Lo cierto es que necesitaremos, en algún momento, reactivar nuestro contacto con la computadora central, acceder a la data que nosotros mismos obtenemos y ser capaces de descifrar la que proviene del mundo de las ideas.
Es en ese mundo donde está la verdadera aventura espiritual, un mundo donde el amor y el odio son sólo palabras, pues el espíritu no tiene sentimientos… SIENTE.

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