Cuando nos hablan de Inteligencia
Artificial, en general, pensamos en un robot con piel artificial,
capaz de reemplazar eficientemente a un ser humano. A lo sumo, en una
versión horrorosa del mismo, como fue PREDATOR. Pero, el objetivo
más importante y por el que se están invirtiendo millones en estos
proyectos, no es, justamente, obtener una “criatura”.
En primer lugar, debemos saber que esto está
funcionando hace tiempo y se va perfeccionando, habiendo llegado, a
estas alturas, a cierta sofisticación cuasi-alarmante.
Y no se trata de las muñecas sexuales, ni del
tierno niño de la película, ni de la peligrosa ex-machine (aunque
en ese filme podrá enterarte de alguna peculiaridades de la misma).
El mayor peligro de la IA, difícilmente sea que,
alguna vez, reclamen su libertad y autonomía, porque seamos capaces
de proveerles de un ” alma “, convencida que está la ciencia de
que lo que así llamamos es, en realidad, una ilusión surgida de
nuestro complejo sistema de reacciones químicas.
Si la mente puede ser replicada… las emociones
pueden ser fingidas… después de todo, la mayoría de los humanos
lo hacemos.
Pero, en realidad la IA es un complejo sistema de
búsqueda y relación, la primera basada en los motores de búsqueda
conocidos, como Google o Yahoo y ocultos, la segunda en algorritmos
que determinan prioridades y características.
Las identificaciones habituales que tenemos son:
Estatales: tarjeta de
identificación, licencia de conducir, licencia de armas, pasaporte,
seguro social, que proveen a bases de datos oficiales por nación.
Internet: nuestro IP.
De Salud: afiliación a
seguros médicos, registro médico electrónico.
Celular: tu número y
ubicación de tu smartphone.
Perfil social: el que
incluímos en las redes sociales como Facebook o Linkedin.
Preferencias sexuales y
románticas: información que es recogida desde los
motores de búsqueda, cuando visitamos páginas pornográficas o
miramos fotos de artistas o personas desconocidas.
Gustos y deseos generales: información
que se recaba cuando realizamos búsquedas o compras por internet.
ADN: obtenida si nos
realizamos una prueba o donamos sangre u órganos.
Facial: de los documentos de
identidad, o cada vez que realizamos un viaje internacional o desde
nuestra propia computadora cuando activamos el reconocimiento facial.
Por supuesto que hay más, pero consideremos estos
como básicos.
Los miles de millones de datos serían inútiles
sin rutinas que los clasifiquen y agrupen en individuos reales.
Ya habrás notado que una vez que realizas una
búsqueda de un producto determinado, digamos, una cámara de fotos,
te aparecerá publicidad de cámaras cada vez que entres a Yahoo o a
Facebook o en cada aplicación con anuncios que utilices. Esa es una
utilidad práctica e inmediata a nivel de publicidad y mercadeo.
Pero en determinado momento, alguien puede
solicitar tu información y saber todo lo que tus identificadores han
almacenado y agrupado, incluyendo tu apariencia física y ubicación
real.
Y las cámaras en la vía pública pueden
encargarse del resto…
Pero eso sólo debe preocuparle a delincuentes,
terroristas y activistas. ¿Verdad?
Hay, todavía, una utilidad más importante:
Determinar y evaluar conductas, reacciones y
hábitos de grandes grupos humanos, a los que puedo poner a prueba
con alguna información en las redes y la televisión (con lo cual
llego a la mayor parte de la población). Y a los que puedo
manipular, posteriormente, para lograr objetivos determinados, como
derrocar un gobierno, generar descontento, pobreza, epidemias y mil
cosas más.
Algunas noticias difundidas por las redes
sociales, por ejemplo, actúan como depresivos, desvalorizando la
capacidad de autodeterminación de las personas. Cuántas veces hemos
leído comentarios que hablan de la manipulación y de lo poco o nada
que podemos hacer para evitarla.
O, en el sentido inverso, la difusión de
ideologías que predican la ascensión masiva de la humanidad sin
ningún esfuerzo de su parte, para inducir optimismo y evitar
conductas revolucionarias.
Y la multitud de manifestaciones que nos hacen
despreciarnos mutuamente, como los movimientos pro y contra abortos,
los homosexuales, pedófilos, etc. que producen reacciones de odio
realmente tóxico.
Si lo observamos con detenimiento, veremos una
gran cantidad de ideas que nos llevan a la inactividad, al
conformismo, cuando no al temor y que se suman a las tradicionales de
religión-patria-educación.
EL CENTINELA NOCTURNO
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