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13.8.18

Gran cantidad de ideas nos llevan a la inactividad, al conformismo y al temor

I.A. Y LA VIGILANCIA CIUDADANA                                 

Cuando nos hablan de Inteligencia Artificial, en general, pensamos en un robot con piel artificial, capaz de reemplazar eficientemente a un ser humano. A lo sumo, en una versión horrorosa del mismo, como fue PREDATOR. Pero, el objetivo más importante y por el que se están invirtiendo millones en estos proyectos, no es, justamente, obtener una “criatura”.

En primer lugar, debemos saber que esto está funcionando hace tiempo y se va perfeccionando, habiendo llegado, a estas alturas, a cierta sofisticación cuasi-alarmante.

Y no se trata de las muñecas sexuales, ni del tierno niño de la película, ni de la peligrosa ex-machine (aunque en ese filme podrá enterarte de alguna peculiaridades de la misma).

El mayor peligro de la IA, difícilmente sea que, alguna vez, reclamen su libertad y autonomía, porque seamos capaces de proveerles de un ” alma “, convencida que está la ciencia de que lo que así llamamos es, en realidad, una ilusión surgida de nuestro complejo sistema de reacciones químicas.

Si la mente puede ser replicada… las emociones pueden ser fingidas… después de todo, la mayoría de los humanos lo hacemos.

Pero, en realidad la IA es un complejo sistema de búsqueda y relación, la primera basada en los motores de búsqueda conocidos, como Google o Yahoo y ocultos, la segunda en algorritmos que determinan prioridades y características.

Las identificaciones habituales que tenemos son:


Estatales: tarjeta de identificación, licencia de conducir, licencia de armas, pasaporte, seguro social, que proveen a bases de datos oficiales por nación.
Internet: nuestro IP.
De Salud: afiliación a seguros médicos, registro médico electrónico.
Celular: tu número y ubicación de tu smartphone.
Perfil social: el que incluímos en las redes sociales como Facebook o Linkedin.
Preferencias sexuales y románticas: información que es recogida desde los motores de búsqueda, cuando visitamos páginas pornográficas o miramos fotos de artistas o personas desconocidas.
Gustos y deseos generales: información que se recaba cuando realizamos búsquedas o compras por internet.
ADN: obtenida si nos realizamos una prueba o donamos sangre u órganos.
Facial: de los documentos de identidad, o cada vez que realizamos un viaje internacional o desde nuestra propia computadora cuando activamos el reconocimiento facial.

Por supuesto que hay más, pero consideremos estos como básicos.

Los miles de millones de datos serían inútiles sin rutinas que los clasifiquen y agrupen en individuos reales.

Ya habrás notado que una vez que realizas una búsqueda de un producto determinado, digamos, una cámara de fotos, te aparecerá publicidad de cámaras cada vez que entres a Yahoo o a Facebook o en cada aplicación con anuncios que utilices. Esa es una utilidad práctica e inmediata a nivel de publicidad y mercadeo.

Pero en determinado momento, alguien puede solicitar tu información y saber todo lo que tus identificadores han almacenado y agrupado, incluyendo tu apariencia física y ubicación real.
Y las cámaras en la vía pública pueden encargarse del resto…

Pero eso sólo debe preocuparle a delincuentes, terroristas y activistas. ¿Verdad?

Hay, todavía, una utilidad más importante:

Determinar y evaluar conductas, reacciones y hábitos de grandes grupos humanos, a los que puedo poner a prueba con alguna información en las redes y la televisión (con lo cual llego a la mayor parte de la población). Y a los que puedo manipular, posteriormente, para lograr objetivos determinados, como derrocar un gobierno, generar descontento, pobreza, epidemias y mil cosas más.

Algunas noticias difundidas por las redes sociales, por ejemplo, actúan como depresivos, desvalorizando la capacidad de autodeterminación de las personas. Cuántas veces hemos leído comentarios que hablan de la manipulación y de lo poco o nada que podemos hacer para evitarla.

O, en el sentido inverso, la difusión de ideologías que predican la ascensión masiva de la humanidad sin ningún esfuerzo de su parte, para inducir optimismo y evitar conductas revolucionarias.

Y la multitud de manifestaciones que nos hacen despreciarnos mutuamente, como los movimientos pro y contra abortos, los homosexuales, pedófilos, etc. que producen reacciones de odio realmente tóxico.

Si lo observamos con detenimiento, veremos una gran cantidad de ideas que nos llevan a la inactividad, al conformismo, cuando no al temor y que se suman a las tradicionales de religión-patria-educación.

EL CENTINELA NOCTURNO

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