13.9.18

Nuestra añoranza de mundos mejores proviene de nuestra memoria del Origen

LA RAÍZ DEL MAL (2ª parte)                                                           

En la primera parte de este artículo, hablábamos de que algo, en nuestro interior, añora una forma de vida diferente a la actual. ¿De dónde proviene esta añoranza? ¿Sería posible sin que hayamos, en algún momento, experimentado una forma de vida más acorde con nuestros sueños?
De hecho nuestros arquetipos sociales o por lo menos, los arquetipos sociales de las personas sanas y no atrapadas en la vorágine de lo que llamaremos lujuria (1), apuntan a un estilo de vida con más contacto con la naturaleza, en fraternidad con los demás humanos, sin competencia, etc. ¿De dónde provienen estos arquetipos?
  1. Comprende no solo las exageraciones a nivel sexual, sino también otro tipo de excesos, como el consumismo, la perversidad, la envidia, los celos y en general todo lo que esté alejado de la pureza de corazón.
Estos son, en verdad, arquetipos universales. Con ese criterio fue fundado el universo, pero la intervención de Yaldabaoth (Yahve/Jehova) lo convirtió en lo que es hoy. Y esto es fácil de deducir, con sólo leer la Biblia y enterarse de los múltiples caprichos de este Dios que, queriendo remedar al verdadero creador, se manifiesta, sin embargo, como uno que ordena a su tribu elegida a asesinar cruelmente a las demás y exige holocaustos periódicos.
Los genocidios ocurridos a lo largo de la historia de la humanidad (2) son prueba concreta de qué cosa es ese dios impostor que gobierna al mundo y a quien sus fieles rinden adoración y que no es el Verdadero Creador, el Padre Bondadoso.

  1. Los romanos, dirigidos por el megalómano Julio César exterminaron a 2,5 millones de celtas, en su mayoría mujeres, niños y ancianos, en su campaña contra las Galias, a esa se suman las crueles matanzas de la Inquisición; las Cruzadas; la cruzada contra los Albigenses, que eran cristianos; el genocidio de los pueblos americanos durante la conquista y luego, en manos de las nuevas naciones formadas; los de los nazis y bolcheviques; la gran matanza de 60 millones de hombres en la 1ª y 2ª Guerras; así como en todas las guerras posteriores, pues nunca han cesado. Todos ellos son holocaustos realizados por los sicarios del “Señor del Mundo”.
Pero él no llegó a Gea y encontró al hombre de Neanderthal, ni a un mono semi-inteligente, ni a un reptil bípedo, como nos quieren hacer creer.
La humanidad es muy antigua, proviene de las estrellas, de civilizaciones puras y luminosas. Y en la Tierra, fundó sociedades de oro, igual de esplendorosas, hasta el punto que nuestro planeta se convirtió en el sol del espíritu de la galaxia. ¿Cómo no habría de atraer a las fuerzas de la oscuridad, envidiosas y destructivas?
Nuestra añoranza de mundos mejores proviene, pues, de nuestra memoria del Origen, de las civilizaciones puras que lideramos, de nuestras almas que son guerreros de la luz encapsulados en cuerpos de barro, regalo del productor del Génesis: Jehova.
De ese recuerdo se tejen las historias de Hiperbórea, de donde, se dice, descendieron las razas que poblaron el Cáucaso.
Pero el guerrero, el templario, el puro cátaro, sigue allí, bajo las capas del cuerpo de barro, bajo la unidad de carbono que nos sirve de corcel, bajo el vehículo al que deberíamos controlar…
Y si sigue allí, algún día… tal vez hoy… despertará y se sacudirá la cáscara de arcilla que lo cubre, pondrá riendas a su corcel y éste le obedecerá como fiel rocín.
Y será, entonces, el temblor y el crujir de dientes de los malvados demonios y su adalid. Cuando el estruendo del galope de millones de caballos, obedientes a su jinete, el relucir de las espadas desenvainadas, grabadas con la frase “con esta venceremos” y el grito unánime de:
Invencible a lo largo de los siglos, te damos el voto apocalíptico de ser tus caballeros fieles hasta la última gota de nuestra sangre, combatir junto a las huestes del ejército de María, hasta que el último siervo del diablo se vaya de la faz de la Tierra!”
se escuche y vea desde el horizonte… al amanecer… con la llegada del Sol…

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