Annunakis, Beres, Parios,
Elohim, Mhuysqas. En realidad no sabemos nada, sólo un montón de
teorías y descubrimientos difíciles de corroborar, pero que, al
menos, pueden ayudar para establecer ciertas bases que utilicemos
para mejorar nuestras vidas de una vez por todas.
Tal como algunos esoteristas
amigos anunciaron hace 40 años, este sería el siglo cuando se
sabría la verdad sobre secretos acumulados y guardados por las
sectas ocultistas.
Lamentablemente, estos secretos
continúan siéndolo, habida cuenta de que sólo se transmiten dentro
de un grupo muy pequeño, mientras la mayoría continúa en sus sopa
de ilusiones cotidiana.
Lo escrito en la Biblia se
desmorona por falta de autenticidad y veracidad, por formar parte de
una conspiración de manipulación y ocultamiento de la verdad que ya
es evidente, excepto para los que le han dedicado una vida de
estudios y se niegan a ver la realidad.
Escritos más antiguos son
descubiertos y traducidos, dando a la luz un relato diferente, pero
que evidencia ser el original sobre el que se hizo la mala copia
bíblica.
Ya no se trata de un solo
documento o de una sola civilización, ha surgido, por todos lados,
con cierta coincidencia en que nuestros orígenes están ligados a la
intervención de especies alienígenas.
Según se desprende de la mayoría
de estos escritos, que parecen corroborar teorías originales que
expresara hace dos siglos Helena Petrova Blavatsky (y sobre los
cuales hemos escrito con anterioridad), la Creación está regida no
sólo por un Logos, sino por jerarquías cósmicas que, a modo de
reyes galácticos, siembran sus semillas de ADN en nuevas razas.
Así, todos estos personajes,
llamados genéricamente Dyanchohans, Elohim y Annunakis o
específicamente Beres, Parios, etc. han sido como “semidioses”
que lideraron grupos humanos surgidos de ellos como “hijos”.
De entre ellos, la figura de
Jehova surge como un elohim más, sin que quede establecido con
seguridad que se trate del creador de la matrix o si esta en verdad
existe.
Sin el soporte de la Biblia y el
Nuevo Testamento (tanto o más cuestionado que el libro hebreo por
falsedad y tergiversación), la figura del Jesús de Nazaret se
tambalea, también, peligrosamente.
Esta es una etapa donde los viejos
parámetros de vida han de desmoronarse, para dar lugar a nuevos, o a
ninguno (que sería lo ideal), de nosotros depende el rumbo que esto
toma. Si dejamos de echar culpas y recobramos nuestro poder
individual.
Resumiendo, los nuevos
descubrimientos nos llevan a la idea general de que la humanidad es
mucho más antigua y con una historia más frondosa de lo que la
historia oficial y la religión nos cuentan.
Hemos sido “sembrados” y
liderados por reyes cósmicos que nos han llevado a luchar entre
nosotros, para dirimir sus diferencias, a construir grandes templos y
monumentos, etc. en un universo donde parece no existir el mal ni
algo llamado injusticia, pues todo es admitido.
Por lo que a nuestra memoria
histórica consta, parece ser que la mayoría de nosotros la ha
pasado siempre mal, mientras unos pocos disfrutaban de todo el
producto de nuestro trabajo, aunque hay relatos de reinos muy felices
y longevos.
Parece ser que la actual raza
negra fue la más antigua habitante de este planeta, tal vez sembrada
por los denominados terraformadores, mientras que las razas amarilla
y blanca son posteriores, así como las características actuales del
homo sapiens, incluyendo su sexo diferenciado, densidad física y
temporalidad (nacimiento, crecimiento, decadencia y muerte).
Sea quien haya sido el inventor de
la rueda del samsara, lo hizo para garantizarse provisión constante
de esclavos sin memoria de su origen o vidas pasadas.
Pero recordemos siempre – y esto
debemos tenerlo en cuenta en cada paso que damos – que todo eso se
refiere a la historia de nuestros cuerpos físicos y centros
energético, emocional y mental, no a nuestro origen espiritual.
En los inicios de lo que será la
6ª raza raíz de la tierra, todas las razas anteriores se encuentran
ya mezcladas, de manera que sus diferentes orígenes cósmicos se han
fundido en un solo crisol de especies.
Las luchas raciales son ya vanas y
pronto serán sólo un mal recuerdo.
Pero hay otras cosas que incluir
en nuestros pensamientos y una de las más importantes son los
paradigmas con los que regimos nuestra civilización.
El primero de ellos es la
“laboriosidad”. Parece ser que no podemos existir sin estar
edificando inmensas obras, ya sea edilicias como empresariales. Y la
realización de las mismas conlleva, necesariamente, la explotación
de “mano de obra” de diversos niveles, desde los obreros
empleados en labores físicas, hasta aquellos que realizan las más
sofisticadas tareas intelectuales. Esto sin considerar el impacto que
nuestros emprendimientos producen en el medio ambiente.
Así que estamos acostumbrados a
ver dibujitos de faraones (ahora Annunakis) frente a la edificación
de monumentales obras (como la que se ve en la figura del inicio de
este artículo).
De allí en más, podríamos
enumerar otras características tan absurdas como dañinas, tales
como la construcción de ciudades, la larga escolarización de los
niños, las fuerzas militares, el poder eclesiástico, la política…
Decimos, a veces, que no podríamos
vivir de otra forma, porque si ahora nos volcáramos todos hacia el
campo, ya no habría campo… es posible… pero ¿no les parece
extraño que durante miles de años habitamos granjas familiares y
tuvimos hijos a decenas y el mundo nunca se vio superpoblado?… y
ahora que nos concentramos en ciudades con modos de vida que no nos
permiten más de dos hijos por pareja… ¿sobre-poblamos el
planeta?… Sí, claro, antes la vida era más corta… créelo…
Volcarse al campo y simplificar
nuestras necesidades es, posiblemente, el único futuro para la
humanidad, si es que tiene alguno.
Pero, para ello, debemos eliminar
para siempre esa tendencia al gusto por tener empleados… obreros…
siervos… gusto adquirido, sin duda, de nuestros “dioses”.
Una sola raza, una sola clase
social: el hombre (macho y hembra), nada para hacer, ninguna
necesidad de ser “útil”, nada que estudiar, simplemente permitir
la expresión del espíritu que, seguramente, producirá algo más
grato que esta civilización.
Defenestrar para siempre a los
cultores de la matrix, no permitir, nunca más, que alguien se
apropie de nuestras decisiones y energías. Desarrollar el poder de
la solidaridad, enfrentando al poder de la dominación.
Posiblemente, tenemos que
reflexionar más acerca de las razones por las que culturas
primitivas dieron a la humanidad grandes pensadores, raramente
superados por los actuales.
Todo nuestro desarrollo en pos de
lo material y científico ha sido, sin dudarlo, una catástrofe de
proporciones colosales, sin que, aparentemente, nos estemos dando
cuenta de ello.
Muy por el contrario, insistimos
en las viejas fórmulas de destrucción como si se tratara de la
panacea de la sabiduría.
No puedo dejar de pensar en las
tribus nómadas del desierto… una carpa, camellos… una vida
simple, sin posesiones, una taza de te… y la inmensidad…
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