5.10.18

Puedes ser lo que quieras, así que, todo lo que eres es culpa tuya

NUEVA VISITA A UN MUNDO FELIZ                                 

Este año se cumplen 60 años desde que Aldous Huxley publicó la Nueva visita a un mundo feliz, en el que llegó a la conclusión de que el mundo real se estaba moviendo hacia el futuro predicho en su novela distópica clásica mucho más rápidamente de lo que había imaginado al principio. 
Un mundo feliz, publicado casi tres décadas antes, auguraba un futuro en el que el control social se había perfeccionado a través de una mezcla de entumecimiento cultural, ingeniería genética, el uso prodigioso de drogas recreativas y el sexo sin restricciones. A diferencia del otro clásico de la ficción distópica (1984, de George Orwell), Un mundo feliz demostró ser profético en su descripción de un mundo en el que la aquiescencia a la autoridad se adquiriría a través del consumismo irracional, en lugar de imponerse con una porra y un bastón de mando. 

Como escribió en Nueva visita"Ha quedado claro que el control a través del castigo de los comportamientos indeseables es menos efectivo, a largo plazo, que el control a través del refuerzo de los comportamientos deseables mediante recompensas, y que el gobierno a través del terror funciona en general peor que el gobierno a través de la manipulación no violenta del entorno y de los pensamientos y sentimientos de los hombres, las mujeres y los niños individuales". En el mundo de su fábula, señaló, "el castigo es infrecuente y generalmente leve", añadiendo que "ahora parece que las probabilidades están más a favor de que surja algo como Un mundo feliz que de que surja algo como 1984"

El primer elemento de control en Un mundo feliz era la manipulación prenatal, es decir, la "práctica sistemática de la eugenesia y la disgenia". Todos los bebés eran bebés de probeta, para los que se fusionaban espermatozoides y óvulos "biológicamente superiores" con el fin de producir Betas, Alfas y Alfas-más. Estos últimos se convertirían en los adultos destinados a heredar el control político y económico: los futuros cerebros y líderes del mundo feliz

En un momento dado, al Controlador Mundial Residente de Europa Occidental se le hace la pregunta obvia de por qué no todo el mundo se convierte en Alfa-más. "Porque no queremos que nos corten la garganta", responde. Con este fin, los espermatozoides y óvulos "biológicamente inferiores" eran tratados, según el Proceso Bokanovsky, siendo impregnados deliberadamente con alcohol y otros venenos proteicos para retrasar su desarrollo. Estos se convertirían en los trabajadores "Épsilon" utilizados para trabajos serviles y monótonos. 

Huxley dijo: "Las criaturas finalmente decantadas eran casi infrahumanas; pero eran capaces de realizar un trabajo no cualificado y, cuando estaban bien acondicionadas, atenazadas por el acceso libre y frecuente al sexo opuesto, constantemente distraídas por el entretenimiento gratuito y reforzadas en sus patrones de buen comportamiento por las dosis diarias de soma, se podía contar con que no molestarían a sus superiores". Después de todo, añade el controlador, los Alfa-más se volverían locos con el trabajo Épsilon. 

En su estudio de 1958, Huxley parecía retractarse de su pronóstico de tal manipulación genética, escribiendo que "los bebés en frascos y el control centralizado de la reproducción no son quizás imposibles; pero está bastante claro que durante mucho tiempo seguiremos siendo una especie vivípara que se reproduce al azar. Por razones prácticas, se podría descartar la estandarización genética"

Apenas 20 años después, nació Louise Joy Brown, la primera "bebé de probeta" del mundo. Por supuesto, esto estaba aún muy lejos de la abolición completa de los úteros y de la reproducción selectiva controlada por el Estado de su fábula; pero el aumento constante de los chequeos prenatales que se están llevando a cabo hoy en día (que impulsan hacia la posible eliminación de afecciones como el Síndrome de Down) están conduciendo a un nivel de selección genética que tal vez incluso Huxley había descartado de forma prematura. 
Un segundo método de control social fue a través del uso ubicuo de drogas; a saber, soma, una cura para todo que proporciona felicidad, visiones o sueño dependiendo de la dosis; y todo ello "sin ningún costo fisiológico o mental.

"Los del mundo feliz", nos dice Huxley, "podrían tomarse unas vacaciones de sus estados de ánimo oscuros, o de las molestias familiares de la vida diaria, sin sacrificar su salud ni reducir permanentemente su eficiencia". Además, el uso de soma "no era un vicio privado, era la esencia misma de la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad garantizada por la Carta de Derechos". 

Al actualizar a Marx, Huxley señaló que en el Mundo feliz, el opio -o al menos el soma- era la religión del pueblo; pues "al igual que la religión, la droga tiene poder para consolar y compensar, evoca visiones de otro mundo mejor, ofrece esperanza, fortalece la fe y promueve la caridad". 

El soma era un arma esencial en el arsenal de los Controladores Mundiales, que pacificaban y distraían a la ciudadanía de la inanidad sin sentido de su existencia emocionalmente adormecida. "La euforia inducida químicamente", escribió Huxley, funcionó como "un sustituto de la satisfacción de sentirse libre y creativo". 

En el mundo real, la perspectiva de drogar a sus súbditos también era demasiado tentadora como para descartarla. Después de todo, dice Huxley, un gobernante "podría evitar los disturbios políticos cambiando la química de los cerebros de sus súbditos y haciéndolos felices con sus condiciones serviles. Podría usar tranquilizantes para calmar a los emocionados, estimulantes para despertar el entusiasmo en los indiferentes, alucinógenos para distraer la atención de los desdichados de sus miserias". 

La única pregunta era, ¿cómo haría un gobernante para que sus súbditos las ingieran? "Con toda probabilidad," contestó, "será suficiente con hacer que las píldoras estén disponibles." La automedicación masiva seguramente ocurriría a continuación. 

Si vemos el día de hoy, queda claro lo previsoras que fueron las palabras de Huxley. Las drogas legales como el Ritalin se prescriben rutinariamente a los escolares para mantener el orden en el aula, suprimiendo el deseo natural de correr; mientras que el Prozac proporciona una inoculación a la medida contra el impacto emocional de un malestar social deprimente y desalentador. Mientras tanto, a pesar de la prohibición generalizada (o, más bien, debido a ella), las drogas ilegales de todo tipo ahora están disponibles más o menos libremente. La supuesta facilitación de la epidemia del crack por parte de la CIA -presumiblemente como un medio para financiar la guerra ilegal de los Contras en Nicaragua, pero tan útil como un medio para destruir la cohesión social y la solidaridad política entre la clase obrera negra- ha quedado bien documentada. Mientras tanto, los otros subproductos de la prohibición -el aumento exponencial de las ganancias que sustentan el sistema bancario mundial, el sacrificio de almas humanas para el complejo penitenciario-industrial y el empoderamiento de pandillas brutales que a menudo son utilizadas en la política exterior imperial- son igualmente beneficiosos para los intereses de la clase dominante. Huxley no había previsto necesariamente cómo la prohibición podría crear la disponibilidad que él predijo junto con todos estos usos adicionales; pero en términos de la ubicuidad de la automedicación, fue profético. 

Cabe señalar, sin embargo, que Huxley no era un moralista simplista cuando se trataba de drogas. De hecho, fue un gran defensor de los usos espirituales de los psicodélicos; su segunda obra más famosa -las Puertas de la Percepción, un vívido retrato de un viaje de mescalina- prácticamente se convirtió en la biblia del movimiento jipi. Huxley no se oponía más a las drogas psicodélicas por principio de lo que se oponía al sexo- más bien, previó cómo ambos podían ser desacralizados y usados para tapar las grietas en una sociedad emocionalmente disfuncional. 

Lo que nos lleva al sexo. En el mundo feliz el pensamiento y la lectura están mal vistos, la búsqueda de sentido es reemplazada por un interminable desfile de sexo sin condiciones. La monogamia es vista como el "enemigo de la civilización", mientras que sus ciudadanos se recuerdan entre sí que la "promiscuidad es la regla" y el "romance es degenerado". Emoción, inteligencia, familia -todos son vistos como aflicciones, frenos a la individualidad; incluso la misma palabra "madre" es considerada obscena. El "tiempo para uno mismo", como se le llama, está mal visto; la acusación más condenatoria del protagonista principal Bernard -la prueba más clara de su rareza- es que él "en realidad elige pasar el tiempo solo". El sexo está completamente separado de las emociones, y en cambio funciona como una distracción placentera y es indicador de estatus y éxito. 

En última instancia es esto -no una paliza de la policía- lo que lleva a cooptar a Bernard. Bernard es un funcionario Alfa-más que encuentra fama y fortuna tras su descubrimiento de "Juan el Salvaje", un hombre alfabetizado, robusto y libre de condicionamientos, que personifica el viejo mundo de la moral cristiana y la búsqueda del conocimiento, y al que pronto hacen desfilar como a un animal de circo. La nueva adulación de Bernard después de este "descubrimiento" le proporciona un pase para "sesiones" con mujeres de alto estatus. En contraste con el personaje principal de 1984, Winston -que en última instancia es cooptado por el miedo y la tortura-, la cooptación de Bernard ocurre cuando la riqueza cada vez mayor, el reconocimiento y el sexo que recibe después de su "descubrimiento", tienden naturalmente a embozar su punto de vista crítico sobre la sociedad, lo que plantea la pregunta de si su rebeldía inicial era algo más que celos, en primer lugar. En resumen, el control en el mundo feliz se logra casi totalmente por consentimiento; sus ciudadanos se acobardan ante lo que Huxley llama "la imposición del placer". 

Pero, a menudo olvidado en la memoria popular del libro, el mundo feliz no abarca todo el mundo. Paralelamente a la zona de consentimiento, existe una zona de coerción. Fuera de las tierras de un hedonismo implacablemente vacuo se encuentran las "reservas" privadas en las que los pobres e indígenas están rodeados por cercas eléctricas. Allí no se da ningún condicionamiento serio, se produce el matrimonio y la familia, se practican "supersticiones monstruosas" como el cristianismo y el culto a los antepasados; es un lugar, explica el guía turístico, donde proliferan las "enfermedades infecciosas, los sacerdotes y los lagartos venenosos". Sin embargo, los salvajes son perfectamente mansos, debido a que han sido sometidos a muchas torturas e inanición. Y no hay escapatoria de las reservas: los nacidos allí están condenados también a morir allí, sumándose, tal vez, a los montones de cadáveres en la frontera dejados por almas desesperadas que intentaron escalar la valla. 

Nuestras maravillas hedonistas también están rodeadas de cadáveres: los cadáveres de aquellos que se atreven a huir de las milicias, las sociedades rotas y el despojo masivo legado al tercer mundo por la OTAN y el FMI. En los 10 años anteriores a la crisis de refugiados de 2015 en Europa, 23.000 personas ya habían perecido al cruzar desesperadamente el Mediterráneo, mientras que cientos mueren cada año en la frontera de Estados Unidos con México. Y, a medida que el terror climático, la crisis económica y la guerra hacen inhabitables zonas cada vez más grandes del mundo, estas cifras van a crecer exponencialmente. Los partidos de extrema derecha de todo el mundo occidental ya están llegando al poder prometiendo hacer las vallas impenetrables; lo que es garantizar que la pila de cadáveres siga creciendo. Este mes siguió Jean-Claude Juncker, quien anunció un nuevo ejército de 10.000 guardias fronterizos con este fin. 

Sin embargo, hubo un aspecto importante del mundo moderno que Huxley pasó por alto. En el neofeudal 
mundo feliz, naces en tu papel asignado, y estás condicionado a aceptarlo. "El secreto de la felicidad", explican sus proponentes, "es que te guste lo que tienes que hacer". Pero en nuestro mundo no son las comodidades fatalistas del feudalismo las que prevalecen, sino las mentiras del neoliberalismo. Las personas, en general, heredan su posición futura -clase, estatus, ingresos- de sus padres. Pero en todas partes -tanto por parte de los profesores mejor intencionados como de los ejecutivos publicitarios más cínicos- están condicionados a creer que son responsables de su propia condición. El corolario de "puedes ser lo que quieras" es que "todo lo que eres es culpa tuya". Este mito básico del mundo moderno ha tenido éxito, no en darle la felicidad a todo el mundo con lo que les tocó en la vida, sino asegurándose de que se culpen a sí mismos por su situación. Si te encuentras en un trabajo peligroso, sin salida, o mal pagado, debe ser porque eres demasiado estúpido, carente de talento o indolente para asegurar, o de hecho merecer, cualquier otra cosa. Esta producción y reproducción sistémicas del autodesprecio -una característica tan integral de la vida contemporánea- no era un componente del mundo feliz. Y por esta razón, el refugiado juega un papel diferente. En la distopía de Huxley, los desdichados habitantes de las reservas -personificados por "Juan el Salvaje"- eran objetos de diversión, reliquias absurdas de una vida de larga tradición. Sin embargo, para los ciudadanos sobreestimulados y subestimados de Occidente, el refugiado es un lienzo sobre el que proyectar las partes no deseadas e incómodas de nuestra propia psique, un recipiente para llevar esa parte de nosotros mismos que nos enseñan a odiar, la parte que busca seguridad emocional, una vivienda decente, un empleo bien remunerado sostenible, pero que en secreto cree que realmente no tenemos derecho a ello. Separando este ansia conflictiva de nosotros mismos, necesitamos arrojársela a alguien más, alguien que pueda asumir de manera plausible el papel de un buscador de seguridad indigno. Aquí entra en escena el refugiado. 

A diferencia de 1984Un Mundo Feliz entendió la división del mundo en una zona de consentimiento y una zona de coerción, en la que se podía obtener el consentimiento en una zona precisamente porque la coerción se había exportado a la otra. Sin embargo, la división es mucho más profunda que esto -está en el centro mismo de nuestras almas.
Sobre el autor

Dan Glazebrook es un escritor político independiente que ha escrito para RT, Counterpunch, 
Z magazineThe Morning StarGuardianThe New StatesmanThe Independent y Middle East Eye, entre otros. Su primer libro "Divide y Arruina: La estrategia imperial de Occidente en una era de crisis" fue publicada por Liberation Media en octubre de 2013. Presenta una colección de artículos escritos a partir de 2009 que examinan los vínculos entre el colapso económico, el surgimiento del BRICS, la guerra contra Libia y Siria y la "austeridad". Actualmente está investigando un libro sobre el uso de escuadrones de la muerte sectarios entre EE.UU. y Gran Bretaña contra Estados y movimientos independientes de Irlanda del Norte y América Central en los años setenta y ochenta, hasta Oriente Medio y África contemporáneos.




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