SINOPSIS: Si
te pasas el día ALARDEANDO de tu papel de VÍCTIMA ¿por qué razón
iba a querer tratarte la Vida como un TRIUNFADOR? […]
Tengo una
amiga que una noche de fiestas aquí en mi pueblo
fue perseguida hasta
la puerta de su casa por un interfecto (hace dos o más años ya). Y
a pesar de que ambas personas se conocían al menos de vista, el caso
es que, ni una pudo eludir el pavor o
la sensación de indefensión de
la situación, ni el otro fue por supuesto capaz de reprimir los
efectos del alcohol sobre
su psique.
Sea como
fuere, a la mañana siguiente y a plena luz del día ya, mi amiga se
armó de valor y marchó al encuentro del chaval (el de verdad,
quiero decir, y no su “yo” ebrio)
y le puso de vuelta y media como se merecía. Y conociendo como
conozco yo a mi amiga, es bien seguro que aquel hombre (dos cuerpos
más grande que ella y decenas de centímetros más alto también) no
halló cobijo ninguno que le librara de la cólera de la “pequeña”
ni de aquel chaparrón.
A partir
de entonces, cada vez que paseo con mi amiga y nos cruzamos con el
chico por casual, nos mira -especialmente a mí- y baja la mirada
con vergüenza,
como quien no sabe donde esconderse hasta que pase el huracán. (He
pensado que igual se piensa que la chica es mi pareja, si bien
siguiendo vivo -como
sigue- debería haber deducido tal vez que no).
Creo que
huelga obviamente decir que mi amiga no le ha perdonado lo de aquella
noche ni se lo perdonará jamás, y que por supuesto ahora estira su
cabeza con gallardía cuando
se cruza con él (al menos si es de día y yendo yo con ella).
Mi
lectura, por el contrario, de la energía del chaval es bien
distinta: es la de un hombre hasta
las narices de
su matrimonio y de sus dos hijos que escapa una noche del hastío de
su largo presidio como buenamente puede (como todos) para juntarse
con los colegas y tomarse dos copas de más, estimulando el ejercicio
sin quererlo sus instintos más
básicos y
anulando al mismo tiempo su capacidad de raciocinio -según lo
previsto- con el desafortunado resultado que ya conocéis.
Ahora
bien ¿significa esto que su actuación no es reprobable? Ni
mucho menos.
Lo que significa es que aquel acto cobarde no lo cometió a la postre
él, sino el demonio del alcohol (como
otras veces el “amor”) a mi modo de ver. De ahí que su yo
“verdadero”, su personalidad habitual, desee morirse
de vergüenza cada
vez que algo le recuerda cuanto pasó. Y esa es la energía
del arrepentimiento sincero
que yo percibo. Tanto es así que, si el tío fuera japonés, os juro
que al día siguiente mismo se había hecho el hombre el seppuku con
una cuchara.
(“Sudoku” no, imbécil, “se-ppu-ku”).
Dicho lo
cual y como cualquiera podrá imaginar, aclaro que mis esfuerzos en
el terreno de la comprensión se la traen a mi amiga completamente al
pairo (y
de manera comprensible por
supuesto que también).
Y tanto
más aún, obviamente, en mitad de tan iracunda campaña
de terror puro
y de victimización
de la mujer difundida
por los medios a la primera oportunidad (o incluso sin ella).
Aclarado
esto también, el año pasado mi amiga me confesó que se arrepentía
de no
haber denunciado aquel
incidente al día siguiente y ni a aquel “señor”. Yo por
supuesto le respondí que había hecho LO MEJOR… para pasar
seguidamente a percibir el tsunami de energía de su ira femenina
más desencadenada como era de esperar. Ira, por cierto,
rezumando victimismo –siempre
fiel a su exquisito condicionamiento–
y por doquier .
Entonces
le expliqué que el acto mismo
de poner una denuncia formal le habría supuesto RECONOCERSE
COMO, y colgarse el cartel ANTE LA VIDA, de pobre VÍCTIMA. (Y
claro, creedme que no tiene el mismo efecto sobre el Universo
el hacer uno
las cosas que pensarlas tan solo).
Ahora
bien, en un mundo polarizado como
el nuestro en el que absolutamente todo,
todo y todo tiene
siempre –y encuentra- su opuesto (alto y bajo, frío y
calor,… víctima y agresor)
a ver si adivináis quién se encarga por diseño de
atender a la llamada de las mujeres autovictimizadas por
expresa declaración?
Pues
dicho está, si vas por la vida actuando por
deseo como una víctima, lo más normal es que aparezca
voluntariamente y raudo un
AGRESOR que mejore tus posibilidades de REIVINDICARTE finamente en
TU PAPEL.
Y, eso, mientras la víctima no decida modificar su guion.
Porque
todo el mundo sabe que al otro extremo de la balanza existen los
agresores cuya propia naturaleza les obliga a
ejecutar sus actos de sometimiento y de agresión… por pura
definición. ¿Y con quién mejor práctica que con una víctima de
libro y además autoenvestida con
reiteración?
Y lo
mismo puede uno decir del masoquismo como
hermano más que gemelo de la estrategia victimista. Porque claro,
cuando alguien actúa o reacciona con sometimiento y sin
rechazo por
el motivo que sea (por miedo o por vicio) hacia al matón de turno
¿qué mensaje decís
que le llega de
parte de la víctima al
Universo entero, al propio Director del Juego y
por supuesto al agresor?
– “Pégame
chulo que tu rollo me va”, es lo que creo yo.
Percibido
el asunto así, tratad de imaginar que esto que voy a decir fuese
totalmente cierto por un casual (que yo creo que sí) y que la Vida
en la Tierra se comportara como un agente inteligente quien,
cual genio de la lámpara de Aladino, se prestase con
obediencia y SIN FALLO a concedernos CADA DESEO que le expresemos a
través de nuestros ACTOS.
(Este es un tema que trato ampliamente en nuevo libro y que si
despierta el interés necesario, puede incluso que aborde en próximo
escrito aquí).
Pensadlo
de esta forma si no: cada vez que nos
dejamos por
ejemplo maltratar (y hay muchas formas de hacerlo en multitud de
parcelas de la vida -trabajo, familia, amigos, vecinos, pareja,
Sistema, etc.-) nos endosamos sin saberlo la etiqueta de “masoquista”
o de pura “víctima”.
Y claro,
una vez autodeclarado por
tus propios actos como
tal ¿cómo le dices a la Vida que la víctima no necesita la figura
de un agresor para
darles a ambos la
ocasión divina de EXPRESAR sus NATURALEZAS respectivas?
Y si
alguien no es capaz de aprovechar la oportunidad que
la Vida le confiere para rebelarse y cambiar,
pues peor para él. ¡Zas! ¡hostia al canto! Pero “¿hasta
cuándo?” –pregunta la víctima-. “Pues hasta que me lo hagas
saber reaccionando a
la experiencia, ya repetitiva, de cualquier otra manera”
–que respondería el Genio de la Vida en gesto de comprensión
superlativa.
Dicho
esto, ¿de verdad creéis que causamos a la gente la misma impresión
cuando caminamos con la cabeza bien alta y
con confianza (“cuidadito
conmigo”) que cuando lo hacemos cabizbajos y
hechos un ovillo con las manos en los bolsillos (“que venga alguien
y que por favor me atraque, plis”)?
Tanto si
vas por la vida como víctima, como agresor, como salvador de mundos
o como todo lo contrario, a la Vida en el fondo lo mismo le da: sea
lo que fuere que TÚ
eligieses (consciente
o inconscientemente) el Genio de la Vida siempre te colmará de las
oportunidades necesarias para reafirmarte
en tu papel… o modificar el guion si
fuera que ya te cansaste de hacer el pardillo.
Y si bien
este discurso ni aparece ni jamás lo hará seguramente en los
manuales de Psicología de tu facultad ¿de qué otra manera se puede
justificar que los medios en general deseen victimizar a
las mujeres a
toda costa?
Pues
mucho cuidado con convertir la “realidad” de
los medios (“crear
opinión” en el argot) en la tuya propia , porque lo que están
haciendo contigo es anular tu soberanía de nacimiento y consentir
que TELEDIRIJAN tus poderes creativos.
Ya para
terminar ¿qué os parece más sencillo, moldear un bloque de arcilla
o uno de hormigón?
Pues por
las mismas resulta siempre más factible manipular una
“realidad” de naturaleza MENTAL que
otra de carácter supuestamente sólido,
físico, preexistente, preimpuesta y externa.
Por eso
el Sistema no desea que sepas que eres el EXCLUSIVO
Creador de tu experiencia cotidiana.
“La vida es como un lienzo en el que cada uno de nosotros, cada pintor,
se adiestra en el uso de los pinceles y de cada color.
Recuerda que esta es tu vida -es tu decisión-
y la pintas como quieres: eres su CREADOR.”
(“Una introducción a la Magia”, Gornova V: bienvenidos a la Tierra)
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