21.2.19

Prescindir del sistema es difícil, pero querer transformarlo es caer en el engaño

EL CONTROL                                                             

Actualmente, una gran parte de la humanidad está pendiente de los mecanismos de manipulación y conspiración del sistema (stablishment) y orientada a una urgencia por “despertar” y “liberar sus consciencias”, sin embargo, pocos conocen o están alertas a los mecanismos que impiden esa, su voluntad.
Cuando una persona quiere controlar a otra, utiliza uno o varios de estos sistemas combinados:
EMOCIONAL: se establece una relación emocional de una sola vía, donde una de las partes es dominada y la otra dominante, de manera aparentemente natural, por ejemplo una imagen exacerbada del amor y sentimiento de pérdida.
POR TEMOR: una de las partes aparenta ser más poderosa o más controladora, violenta y controla a su contrapartida a través del temor o la violencia.
POR NECESIDAD: una de las partes es “demandante”, siente que tiene necesidad de cosas que no puede proveerse por sí misma, el otro pasa a ser el “proveedor”. De alguna manera el que da lo hace porque obtiene de ello un beneficio y éste, generalmente, es la sumisión del demandante.

Los sistemas sociales funcionan de la misma forma, pero dada la dificultad para controlar emocionalmente (a través, por ejemplo, de la exacerbación del nacionalismo, o las causas raciales o religiosas) y el peligro de gobernar por terror (aunque éste siempre está presente como posibilidad potencial), se acentúa la función de la NECESIDAD.
Así el sistema pasa a ser “padre protector”, proveedor de todo: seguridad, salud, educación, diversión, dinero.
Hay mega-sistemas, gobiernos totalitarios, donde la mezcla temor-necesidad es más pareja, al tiempo que el gobierno acapara casi toda la actividad económica del país.
Esto disminuye en la medida que tratamos con pueblos más cultos, con una historia de fuerte defensa de sus derechos. Pero en general se alienta la dependencia y el pueblo comienza a manejar la certeza de que es el gobierno el que la DA, todo lo que necesita.
Lo vemos potenciado cuando ocurren catástrofes tales como epidemias, huracanes, terremotos, inundaciones, tsunamis, etc., donde el gobierno toma protagonismo y distribuye las ayudas de acuerdo con su propio criterio, que no siempre coincide con el de los damnificados o sus reales necesidades.
Como sea, estos últimos van a “esperar” la ayuda del gobierno, haciendo poco o nada por sí mismos.
Finalizada la emergencia, tampoco van a adquirir la experiencia como para tomar precauciones y prevenir futuros acontecimientos, esto es porque siempre van a contar con la presencia del gobierno para ayudarlos.
En la medida en que el sistema protagoniza y controla las fuentes de economía, salud, seguridad y educación, las va a ir adaptando a sus propias necesidades, no a las del pueblo.
En el plano individual equivale a decir que una de las partes va a propiciar el aumento de la necesidad, antes que enseñarle a su contraparte a obtener las cosas por sí mismo. Incluso puede llegar a boicotear cualquier acción que le quite control sobre el otro.
El sistema opera de la misma forma, apoyado por su gran aliado: la religión.
Desde el gran diluvio, Yahvé se aseguró que no sobrevivieran los descendientes de Caín y sí prevalecieran los de Noé, su seguidor incondicional. Aún cuando no logró eliminar a todos aquellos que no lo adoraban, sí logro que sus partidarios controlaran el sistema.
De allí en más se inicia el método de la religión por error y castigo, donde el individuo no es capaz de hacer nada sin la ayuda de Dios (pero peca si se equivoca), en una mezcla poco natural de amor, temor y conveniencias.
Dios recibe a los seguidores en su oficina, para escuchar sus pedidos. Para sistematizarlos, los agrupa en oraciones. De allí en más y según su juicio, dará o no la dádiva solicitada.
La religión, así, nos transforma a todos en mendigos.
Dios nos pone a prueba enviándonos enfermedades y miseria, nosotros oramos y pedimos para que nos ayude y gritamos Aleluya! Milagro! si la limosna es otorgada. O hacemos constricción y auto-análisis si nos es negada. Si Dios no lo dio, es por algo.
Que condición miserable la nuestra…
Y, al mismo tiempo, que falta de responsabilidad.
La expansión de la consciencia y la liberación interior debe venir, incondicionalmente, ligada a la PRESCINDENCIA.
Prescindir de la ayuda del gobierno, prescindir de la ayuda de Dios.
Después de todo, el gobierno nos quita más de lo que nos da y de Dios, mejor ni hablo.
Prescindir del sistema conformado por el aglomerado iglesia, gobierno, seguros de salud, bancos, corporaciones y escuelas, puede resultar difícil, por eso hablamos siempre de transformarlos y caemos en el engaño.
Pero si no tomamos debida cuenta de nuestras capacidades y poder interior, esta cosa de la liberación no será más que palabrería, como hasta hoy.
Observad y veréis como el sistema corre para brindar socorro a las grandes aglomeraciones de pobres, concentrados en barrios especiales e ignora abiertamente a la clase realmente productiva, a la que tiene atrapada a través del confort del que goza aquél que tiene un buen empleo.
El que no está en ninguno de los dos grupos y tampoco en el de la elite de ricos, es un proscrito, un inadaptado, una persona que no es viable dentro del sistema.
Y ese proscrito es, finalmente, o un enfermo mental, o un verdadero liberado… la gente común nunca notará la diferencia.

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