Cuando estudiaba, siempre había tres tipos de alumnos: los que se esforzaban por saber, los que hacían lo necesario para aprobar y los que no hacían absolutamente nada.
Luego
comprendí que en el mundo laboral es igual. Están los creativos y
eficientes, los que van sólo a cumplir su horario para cobrar su
sueldo y los que no hacen nada y pierden su empleo.
Y,
más tarde, vi que en la vida se repite lo mismo: hay quienes tratan
de encontrar un significado para sus vidas, expandiendo su
consciencia, buscando la verdad. Hay quienes se profesionalizan para
“vivir bien” (esto es con bienes materiales). Y los que
directamente viven instintivamente, cometen delitos o adquieren
adicciones.
En
medio de todo eso, vivimos dentro de un sistema que propicia la
mediocridad a través de una cultura mediática estupidizante, el
ensalzamiento de artistas chatos, información académica atrasada,
falsedades históricas, geográficas y astronómicas, etc.
Todos
conocemos ya el panorama.
Junto
con una profundización de las garras del sistema, parece surgir de
la Tierra misma la rebelión que podría, incluso, terminar con la
especie humana.
Es
una rebelión de la naturaleza, de cambio climático, huracanes y
marejadas, vientos salvajes, lluvias copiosas o inexistentes…
Todos
sentimos que algo está sucediendo, pero luego volvemos a nuestras
oficinas y hogares a seguir con la misma rutina.
Y
cuando uno de esos fenómenos nos quita alguna de nuestras
comodidades, protestamos mucho y esperamos ayuda del sistema.
No
nos imaginamos viviendo de otra forma diferente. O estamos demasiado
viejos, o tenemos un buen trabajo o somos demasiado jóvenes y
estamos en etapa de obtener certificaciones.
Nunca
es buen momento para cambiar, entonces… cuando la crisis llega,
simplemente nos extinguimos.
Y,
por otro lado de la historia, tampoco sabemos a ciencia cierta qué
hacer.
Sugiero
que lo primero sea analizar lo que llamamos nuestra calidad de vida.
Sin
embargo, estaremos de acuerdo en que hacer este análisis no es
fácil, pues la mayoría de nosotros no está seguro de cómo le
gustaría vivir. Es decir, el campo esta bien, pero solo para unas
vacaciones... y ni hablar de dejar la computadora para coger la pala.
La
causa principal de nuestra confusión y falta de perspectivas reside
en nuestras creencias, la mayoría de las cuales nos han sido
inducidas sin nuestra autorización ni consenso y forman parte del
inconsciente colectivo de la humanidad y el individual de cada uno de
nosotros.
Despejar
el inconsciente para ser uno mismo y no el producto de la
manipulación del sistema, es fundamental para que nuestro camino se
aclare y perdamos los miedos clásicos que nos limitan.
Entre
esos miedos está el consabido respeto hacia las autoridades y sus
decisiones, quienes han demostrado con creces la poca confiabilidad
que se merecen.
Han
convertido nuestras “necesidades básicas” en su negocio
particular y de pronto la medicina se ha vuelto inaccesible
(recuerden que 50 años atrás no era así), la comida es un producto
de dudosa composición y hasta el agua nos la venden envasada a
precio de gasolina.
Nos
tienen atrapados a través de esas necesidades, a las que han
agregado otras como el banco y la compañía de seguros.
Y
creemos que sin todo eso, correremos riesgos… cuando la vida en sí
misma es peligrosa, enmarcada en los hechos de la enfermedad, la
vejez y la muerte.
Creemos
tener calidad de vida, repito, cuando nuestra existencia es monótona
y carente de hechos “iniciáticos”.
Nuestros
ancestros hiperbóreos daban mucha importancia y sentido a los
“pasajes” y por eso existían los famosos “ritos de pasaje”.
Un
pasaje es un cambio de estado, como por ejemplo, nacer o morir, o
abandonar la pubertad.
Otra
cosa que tenía mucha importancia era la relación con la naturaleza
y sus seres sutiles.
El
hombre ha traicionado a ambos y ahora es evitado por ese mundo
natural que se ha tornado hasta agresivo con nosotros.
Y
la traición no proviene de comer animales solamente, sino de
deslealtad a la amistad que nos brindaron en algún momento.
Nos
hemos cristalizado en la materia, hasta el punto que ya no vemos las
cosas como realmente son y se nos escapan hechos y personajes que
están ahí, frente a nosotros, y no podemos verlos.
De
ser espíritus multidimensionales, nos hemos transformado en rocas,
seres sin sensibilidad capaces de cualquier cosa por un poco de
notoriedad o confort.
Hay
mucho por recuperar… y mucho por reflexionar.
Salirse
de este sistema es primordial, recobrar la libertad, bastarse a sí
mismo, reivindicarse como guerrero.
CENTINELA
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