14.3.19

La energía nunca desaparece, siempre vuelve a integrarse en algo nuevo.

DURACIÓN DE LA VIDA                                             

En el Capítulo “La duración de la vida del Tathagatha” (Cap. 16) del Saddharma Pundarika Sutra, el Budha declara que su existencia no se limitó a la expresión física de entonces, la personalidad Siddharta Gautama, sino que ésta es la manifestación de la vida del budha original, surgido en el pasado sin comienzo, el cual es inmortal, no-nacido y permanece presente en la existencia de cada ser vivo.

Esta idea forma parte de lo que provee el análisis del surgimiento de la torre de los tesoros, donde la asamblea puede ver al Buda de la Ley (Taho) y el Buda de la Sabiduría y Compasión (Shakyamuni) compartiendo dicha torre. Taho representa un rico simbolismo de la insondable naturaleza de Buda, inherente a la vida de todas las personas.

Según esta enseñanza, la naturaleza intrínseca del buda vivo y manifiesto (Gautama) es una manifestación del buda original (Taho) que permanece inmóvil en el universo real (espiritual).
La buena noticia es que cada ser posee la misma naturaleza.

La comprensión de esta enseñanza cambia radicalmente el punto de vista y desarrollo de nuestra existencia individual y le da a nuestra vida una magnitud diferente a la que estamos acostumbrados.


Mientras la mayoría de las religiones se han ocupado en demostrar que fuimos creados por alguien superior y que fallamos constantemente como hijos de ese creador, el budismo está dándole un valor insondable a nuestra existencia, mismo que revaloriza toda nuestra actitud frente a dicha existencia.

Similar al mensaje de Jesus El Nazareno, el de Budha hace hincapié no en la imperfección y el pecado, sino en la naturaleza divina de todos los seres.

Así como Jesús afirma que lo que muere en la cruz es su “cáscara”, así, cada uno de nosotros, estamos provistos de cubiertas personales y somos, en realidad, de la misma naturaleza que el Kristos, o el Budha.

Fue necesario reducirnos a esta característica de criaturas (creaturas, creados) producidas por un dios superior, débiles y pecadoras, para así permitir el control y manipulación de nuestras vidas por entidades demoníacas.

El control se asienta sobre nuestro sentimiento de inferioridad, el temor a dios y la ignorancia de creernos diferentes a los demás.

Por esta razón los medios van a promover toda actividad que muestre las bajezas del humano y todo aquello que nos divida.

La muerte, el terror mayor, se convierte en la herramienta básica del olvido y la reducción de un ser Inmortal y Eterno a la condición de animal sufriente.

Como si eso fuera poco, se nos enseña que el dolor es parte de nuestro entrenamiento y que el mal es producto de nuestra elección.

Pero no creamos que, con esto, el budismo predica la inexistencia de Dios. Por el contrario, el budismo NO SE OCUPA de Dios y estas aclaraciones que hago son para que nos desembaracemos, de una vez por todas, de ese fantasma reconocido como Jehova, Adonay, Yahve, líder de una nación que lo ha seguido erróneamente, así como todos aquellos que se adhieren a la adoración de su nombre.

Todo lo existente emana del Ser y éste es no-nacido, por lo cual la muerte pasa a ser una circunstancia propia del arquetipo de vida imperante en esta dimensión, no hay degradación, ni enfermedad, ni muerte en el Ser que es, ulterrimamente, nuestra realidad intrínseca.

Llevar esta idea a su manifestación en nuestra presencia terrenal sería el objetivo supremo de esta filosofía, venciendo al dolor y al mal para siempre y escapando de la ilusión de la rueda del samsara.

Por otra parte la “ilusión” ha sido tan fuerte y tan magistralmente sostenida con creencias, que a los hombres se nos hace difícil entender la eternidad y lo infinito, cuando lo realmente incomprensible y absurdo es creer que todo tiene un origen y un final, que la eternidad no existe y que todo, absolutamente todo, es impermanente.

La impermanencia es una característica propia del fenómeno ilusorio, pero esto lo veremos más a fondo en otro capítulo.

Podemos decir que, en apariencia, todo fluye como una sucesión de acontecimientos, que incluso la materia más sólida fluye, se descompone y recompone; pero, sin embargo, no hemos podido NUNCA lograr que la energía desaparezca, siempre vuelve a integrarse en algo nuevo.

El ser es la energía primordial, capaz de adquirir innumerables formas, pero siempre presente en el si-mismo.

Todo es eternidad, no hay creación y, si queremos, podemos llamar a ese todo “Dios”. Nadie puede impedirlo.


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