26.9.19

Nos insertaron un sistema computacional, con una gran cantidad de algoritmos

PENSAR CON EL CORAZÓN (1)                                  

La caída del ser humano

La caída del ser humano es el primer artículo de la serie «Pensar con el corazón.» Partiendo de dos elementos que se repiten en la mayoría de las cosmogonías a escala global —la caída del Ser Humano y la gran catástrofe diluviana—, el profesor Carlos Enrique Delfino recoge una serie de vestigios y conocimientos que considera fundamentales para explicar el sistema  “extranjero-extraño” que habita en el ser humano y que es culpable de todos sus males. 

Desde el Campo de Información Cósmica o ámbito de la conciencia donde se encuentra la totalidad de la información que habilita la unión del todo en el Universo, hasta las evidencias genéticas de la gran intervención prehistórica de la raza humana y la consecuente programación ilusoria de la demente entidad virtual llamada ego —cuya principal función es separarnos del entorno—, Carlos Delfino desarrolla las bases y fundamentos científicos de la cosmovisión Vida Coherente, que ya ha logrado ofrecer una solución con resultados comprobados para escapar del caos.


El Campo de Información Cósmica

Hay dos elementos que se repiten en la mayoría de las cosmogonías a escala global. Uno es la caída del Ser Humano y, el otro —muchas veces consecuencia del primero— la gran catástrofe, que en la cosmogonía del Génesis bíblico se denomina como “diluvio universal”, aunque no fue universal sino que ocurrió en un sector específico del planeta que estaba habitado.

Estos elementos, que se repiten en diferentes épocas y en culturas muy distantes del planeta, no son ninguna casualidad. Existe una memoria formada por toda esa información a la que todas las culturas, sin importar el tiempo y el espacio, tuvieron acceso. Y es en el ámbito de la conciencia donde se encuentra la totalidad de la información cósmica.

Se trata de una base de datos que contiene la verdad de lo que aconteció, de lo que está pasando y de lo que sucederá en las diferentes líneas de tiempo. Los humanos no necesitan que venga alguien de afuera a contarles o enseñarles. Ya sabe dónde está la base de datos confiable, y muchos sabemos cómo acceder a ella y utilizarla con diferentes grados de precisión.

Como se trata de un tema de índole exclusivamente científica, su nombre varía según cada científico. Y también hay quienes han tratado de mistificarlo y terminan diciendo disparates y ridiculeces.

Por ejemplo, Ervin Laszlo, uno de los filósofos de la ciencia más respetados de la historia, le llamó campo akáshico, en honor al akasha del hinduismo, que es uno de los dos elementos que componen el universo, en este caso la “información” y la “energía”, siempre juntas y en mutua dependencia, o el “prana” en sánscrito.

Pero después vinieron los místicos —y no cualesquiera, pues esta fue una idea teosófica respetable— y hablaron de unos “registros akáshicos” que tienen una cantidad de características sobrenaturales que no vienen al caso. Y aunque las creencias de todos ellos son respetables, en la ciencia las creencias no tienen valor.

Laszlo no se refirió a nada de esto. Pero hay muchas formas de denominarlo. David Bohm lo llamó “orden implicado”, Jacobo Grinberg “Lattice”, John Hagelin “Campo Unificado”, Vida Coherente “el Campo de Información Cósmica” (CIC). Y hay otras tantas formas de llamarlo, como el “campo de super cuerdas” o el “vacío cuántico.” Pero lo que todas tienen en común es que siempre se refieren a lo mismo: la base de datos cósmica, el campo holográfico fuera del continuo tiempo-espacio, que contiene la suma de la información de absolutamente todo lo que ha existido, lo que existe y lo que existirá, dependiendo de la línea de tiempo (las líneas de tiempo no son infinitas, hay un grupo de líneas probables, algunas más probables que otras, pero todas dependen de las decisiones humanas).

La gran intervención de la raza humana

Los que vinieron desde “afuera” alguna vez en la prehistoria ya hicieron lo que querían hacer. Sus linajes siguen aquí y nosotros somos sus esclavos. No vendrá otra raza para ayudarnos. En todo caso vendrán por su conveniencia, a robar y mentir. Esto es obvio por dos razones principales: Quien está en esta frecuencia de realidad no es una entidad fiable, tiene el mismo desequilibrio regresivo e involutivo que todos tenemos (la fuerza caótica supera a la evolutiva, por lo tanto, no tienen “buenas intenciones”, tienen deseos y les convienen muchos recursos de aquí (como el mismo humano). Además, la responsabilidad de arreglar el desastre prehistórico es nuestra, no la podemos endosar, y no solo debemos arreglar esa situación, sino que también sabemos cómo hacerlo. Aquellos que esperan o creen en ayudas foráneas, insultan nuestra inteligencia de manera agresiva.

Todo en el Cosmos es vibración. ¿Hasta cuándo entenderemos que vivimos en una vibración tan baja que no permite que existan entidades confiables al cien por ciento? Puede haber gente que viva con principios, pero no es lo natural. Es por eso que en Vida Coherente no hay creencias, solo fundamentos y cada vez más resultados.

Una mujer está trabajando en su auto sanación de cáncer. Los resultados de sus estudios son cada vez mejores, tanto que los médicos no entienden lo que pasa. Ella misma me ha pedido que lo cuente “para crear realidades”, lo que muestra una buena comprensión del paradigma Vida Coherente. Todos se pueden auto sanar de cualquier cáncer sin importar la fase en la que se encuentre. Lo sabemos porque lo hemos visto muchas veces.

Con respecto a la intervención prehistórica, esa violación de nuestra raza que lamentablemente ocurrió, no se trata de una opinión sino de un hecho científico. Dos más dos son cuatro y no hay dios que pueda decir lo contrario. Desde hace mucho tiempo ya había antecedentes sobre el tema en la misma revista científica que publicó, en 2013, el tremendo hallazgo de la intervención del ADN humano.

En una edición de 1973 de la revista Icarus, el Premio Nobel de medicina Francis Crick (1) junto con el laureado químico Leslie Orgel (2) exponen la teoría de la panspermia dirigida, que se refiere al transporte intencionado de microorganismos enviados a la Tierra a través del espacio para iniciar la vida:
El ADN humano fue ‘pensado’ —afirma el premio Nobel. Su complejidad no puede ser otra cosa que la ingeniería de una o varias civilizaciones no humanas.” (3)

Dicha complejidad no se podría explicar sin la intervención de múltiples razas en la construcción del genoma humano original. Los científicos hasta elaboraron una estimación de veinte razas involucradas en base a la impresionante complejidad del ADN.

Pero la intervención —y no el origen del genoma humano— es un tema mucho más reciente que no descarta la posibilidad de que el famoso código descubierto en el ADN humano pudo ser colocado en el genoma original, con una orden para activarse después de miles o millones de años. Esa es una posibilidad. Sin embargo, diversos vestigios permiten afirmar que esa no era la línea evolutiva natural que le correspondía a nuestra raza.

No somos una monstruosidad del universo, no fuimos fabricados como la entidad del doctor Frankestein. Somos entes que teníamos que existir y, muy probablemente ya tuvimos una edad de oro, previa a la intervención. Este es otro de los elementos que se repiten en las cosmogonías antiguas y que también puede ser la causa de ese recuerdo lejano, de esa nostalgia de algo antiguo y hermoso que todos tenemos incorporado y que a menudo es la causa que genera todas las patrañas religiosas primigenias, así como otras más actuales como las imaginadas por los “nueva-eristas” que esperan una nueva era de oro, con maestros ascendidos y montones de cosas que no se pueden comprobar.

La Nueva Era (o ir al cielo para las religiones), implica volver a un pasado que aún recordamos, y no tiene nada que ver con la conclusión de un trabajo de investigación ni muchos menos responde a un método científico. En pocas palabras: “no es algo serio.”

Todas las características de la raza humana actual apuntan a un antiguo plan de crear esclavos para que trabajen con intereses exógenos a este planeta. No es posible afirmar cuándo fue insertado el código, ni quien lo colocó. Pero sí sabemos lo que es: un sistema algebraico computacional, con una gran cantidad de algoritmos (conjunto de órdenes para logran un fin), que dirige y manipula a nuestra especie.

El ego

Este sistema es como un “extranjero-extraño”, tan extranjero y extraño como esa demente entidad virtual llamada ego, cuya principal función es separarnos del entorno y no tiene lugar alguno en nuestro diseño anatómico. Quienes no ven la relación entre ambas cosas es porque no quieren verla.

A menudo nos escriben para preguntar si el ego ha sido estudiado por algún especialista para afirmar que proviene de esos algoritmos. La respuesta es no. Primero, porque lo que es tan obvio no requiere investigación y segundo porque el ego no se puede estudiar, pues no existe ni se sabe dónde está. Es una ilusión generada por todo el cerebro (bajo las órdenes de uno de esos algoritmos), y la ciencia no se dedica a estudiar ilusiones. Los sueños fueron estudiados en el siglo XIX por Sigmund Freud, pero con un método que dista mucho del científico.

En el marco de la búsqueda de inteligencia extraterrestre a nivel global (SETI), el matemático Vladímir Scherbak, de la Universidad Al-Farabi de Kazajistán, y el astrobiólogo Maksim Makukov, del Instituto Astrofísico Fesenkov, también en Kazajistán, aseguran haber detectado rastros de información alienígena incorporados en nuestro código genético.

En su opinión, esta señal inteligente, que han denominado el “SETI biológico”, es un sistema algebraico computacional tan complejo que no pudo ser hecho por humanos. Este descubrimiento también fue publicado en la revista Icarus, pero después se relegó al olvido y jamás ha sido mencionado en algún plan de estudios de los sistemas escolares del mundo. Como hemos explicado en la serie “Descubrimientos escondidos que cambiarían el mundo totalmente”, publicada en los canales de Vida Coherente en YouTube y VIMEO, esa es la fórmula que sigue el sistema “Mátrix” para ocultar las cosas a plena luz.

Notas:

1. Francis Harry Compton Crick (1916-2004) fue un físico, biólogo molecular y neurocientífico británico, conocido sobre todo por ser uno de los cuatro descubridores de la estructura molecular del ADN en 1953, junto con James Dewey Watson y Rosalind Franklin.
2. Leslie Eleazer Orgel (1927 2007) fue un químico británico. En su libro Los orígenes de la vida, Orgel acuñó el concepto de “complejidad especificada” para describir el criterio por el cual se distinguen los organismos vivos de la materia inerte. Su nombre se ha popularizado por las llamadas leyes de Orgel y por ser uno de los cinco principales investigadores de la NASA patrocinando el programa NSCORT de exobiología.
3. Francis Crick y Leslie Orgel. Revista Icarus, 1973 (vol. 19) pp. 341 – 346.

Fuente: Carlos Delfino — Pensar con el corazón: La caída del ser humano.


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