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6.4.20

Esta eugenesia indisimulada evidencia cómo se nos tratará a nosotros en un futuro

PIÉNSALO                                                                                   

Más que de un virus con una tasa de mortalidad muy elevada -pero no inédita- nos encontramos con un tratamiento del problema que sí es novedoso, y que en modo alguno podemos considerar casual. Solo a partir del goteo de datos, con cifras actualizadas diariamente de infectados y fallecidos, se ha podido inducir a la población a un estado de terror que justificase un confinamiento irracional.
Para contener un contagio en expansión se ha paralizado la economía de países enteros. La recesión que esta medida va a causar conllevará una secuela de males: paro, desesperación, disturbios y saqueos, que será infinitamente peor que lo que estamos vi(vi)endo ahora.
Y ya sabemos que los gobernantes dirán luego, cuando la quiebra del orden social sea evidente, que era algo que nadie podía prever, y el habitual bla, bla, bla. Que colará con el telespectador medio (mediatizado en su inoperante racionalidad)
O nuestros políticos son infinitamente más estúpidos de lo que sospechamos o están acatando órdenes que les exigen dar curso a la purga a la que asistimos. ¿Qué órdenes serían esas y a qué interés obedecen?

Lo que está ocurriendo con esta pedagogía del miedo y la magnificación de una epidemia - que bajo los estándares de la OMS previos el Covid 19 no podría ser considerada como tal- es que la Élite ha ordenado una "limpieza" de población improductiva, visto que la inducción a la eutanasia  no ha sido recibida con el entusiasmo previsto. Hay que reducir costes sociales, prescindir de los que el "filántropo" Bill Gates llamó en su día "tragones inútiles", aliviar al Sistema de quienes lo sostuvieron con su esfuerzo, su trabajo y sus impuestos, pero ya no lo hacen.

Estamos asistiendo -en un estado de "shock" inducido que nos impide reaccionar- a un criminal proceso de eugenesia que aliviará al Estado de la carga económica que son los mayores y los enfermos. Las mismas personas que en nuestro país vieron su niñez truncada por una cruel guerra civil, que vivieron con miedo a una dictadura inacabable, que trabajaron para levantar un país arrasado y cumplieron con su parte de contribuciones, impuestos y aportaciones a una Seguridad Social que debería arropar su vejez, pero que ahora se desentiende de ellos, confinándolos en residencias que a veces parecen más campos de exterminio  que otra cosa, la penúltima parada antes del cementerio, dado que en ellas la tasa de mortalidad del virus es monstruosamente alta.

Solo que lo que, desde la perspectiva macroeconómica supone un alivio a la sobrecarga del sistema, no son cifras ni datos. Son personas. Nuestros padres y nuestros abuelos. Los que nos enseñaron a convivir y hoy mueren en soledad. Las víctimas relegadas del sálvese quien pueda.
Por decencia, por ética, por compasión -incluso aunque sea en interés propio, ya que esta eugenesia nada disimulada está poniendo ante nuestros ojos cómo se nos tratará también a nosotros en un futuro no tan lejano, cuando nos convirtamos en improductivos- rechazar en voz bien alta este genocidio es un imperativo moral.
Deberíamos gritar que nuestros mayores no son una carga. Que no nos sobran. Que lo que se está haciendo con ellos, en nombre de la economía o de la regulación social, no lo hacen en nuestro nombre. Que no queremos sobrevivir a esta crisis convertidos en depredadores criminales, sintiendo que el lastre que hemos arrojado al vacío es nuestra propia humanidad.

Estamos asistiendo a una monstruosa limpieza por razones de edad, un senicidio planificado por el Sistema y aceptado resignadamente por quienes deben estar pensando en el fondo que "mejor ellos que nosotros". Pero somos como un árbol que deja morir sus raíces pensando que así se salvará. No hay futuro para quien condena su pasado.
Piénsalo.

(posesodegerasa)

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