Algunos autores consideran que el origen remoto del
transhumanismo, al menos en la formulación de este término y en su inspiración
general, puede situarse en un texto de 1957 de Julian Huxley, hermano del
famoso escritor Aldoux Huxley, y nieto del no menos célebre biólogo T.H.Huxley,
conocido por ser el primer director de la UNESCO.
Colaboró en la Sociedad Humanista de Nueva York y en su
presidencia del congreso fundacional de la Unión Internacional Humanista y
Ética en 1952. No obstante, también mantuvo una posición favorable a la
eugenesia, entendida como manera de mejorar a los seres humanos.
Así, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial,
en una obra titulada “En nuevas botellas para nuevo vino” (1957), y
horrorizado por el aborrecible uso de la eugenesia que se había hecho, Huxley
propuso el término “transhumanismo” para referirse a la perspectiva según la
cual el ser humano debe mejorarse a sí mismo, a través de la ciencia y la
tecnología, ya sea desde el punto de vista genético o desde el punto de vista
ambiental y social.
“La especie humana puede, si así quiere, trascenderse a
sí misma, no sólo enteramente, un individuo aquí de una manera, otro individuo
allá de otra manera, sino también en su integridad, como humanidad. Necesitamos un hombre para esa nueva creencia. Quizás
transhumanismo puede servir: el hombre sigue siendo hombre, pero
trascendiéndose a sí mismo, realizando nuevas posibilidades de, y para, su
naturaleza humana”. Julian Huxley. In New Bottles for New Wine. 1957
LA DEFINICIÓN DE LA ASOCIACIÓN TRANSHUMANISTA MUNDIAL
Si tuviéramos que definirlo en una frase, podríamos decir
que el transhumanismo es la posición que defiende la mejora del ser humano para
alcanzar un estado superior o posthumano. La definición que ofrece la
Asociación Transhumanista Mundial (World Transhumanist Association) es la
siguiente: El transhumanismo es un modo de pensar sobre el futuro basado en la
premisa de que la especie humana en su forma actual no representa el punto
final de nuestro desarrollo, sino más bien una fase comparativamente temprana.
Formalmente lo definimos como sigue:
El movimiento intelectual y cultural que afirma la
posibilidad y la deseabilidad de mejorar de modo fundamental la condición
humana a través de la razón aplicada, especialmente desarrollando y haciendo
ampliamente disponibles tecnologías para eliminar el envejecimiento y para
mejorar notablemente las capacidades humanas intelectuales, físicas y
psicológicas. El estudio de las ramificaciones, promesas y peligros
potenciales de las tecnologías que nos permitirán superar las limitaciones
humanas fundamentales, y el estudio relacionado de las cuestiones éticas
implicadas en el desarrollo y utilización de tales tecnologías.
Con estas premisas, los transhumanistas no dudan en
pensarse a sí mismos como una extensión del humanismo, ya que comparten su
preocupación por los seres humanos en general y por los individuos en
particular.
Consideran que, aunque no se logre la perfección, si es
posible mejorar las cosas promoviendo un pensamiento racional, la libertad, la
tolerancia, la democracia y la preocupación por los semejantes seres humanos.
Su énfasis está centrado en el potencial de “llegar a
ser” del que disponemos. Por ello es por lo que afirman que es necesario y
deseable mejorar la condición humana, y emplear medios racionales para
lograrlo.
Esa mejora no queda restringida a lo externo y ambiental
(la cultura, la educación, los métodos humanistas tradicionales), sino que
también se aplica al organismo humano. Y es esta aproximación la que permite
pensar en ir más allá del humano actual.
PUNTOS EN CONCRETO
Se puede decir entonces, que el transhumanismo
básicamente promueve una aproximación interdisciplinaria para comprender y
evaluar las oportunidades de mejorar la condición humana y el organismo humano
abiertas por el avance de la tecnología.
Esto implica prestar atención a tecnologías actuales y
emergentes como la ingeniería genética, la tecnología de la información, la
nanotecnología molecular y la ciencia cognitiva, y a algunas hipotéticas pero
posibles, que se anticipan, como la inteligencia artificial, el “almacenamiento
mental” (mind uploaling) o la crionización.
De hecho, este encuentro entre las cuatro tecnologías
(que suele identificarse por sus iniciales NBIC: Nanotecnología, Biotecnología,
tecnologías de la Información, tecnologías Cognitivas) es apoyado por los
transhumanistas como un modo esencial para la mejora humana.
YA LO ESTAMOS USANDO Y SIGUE LA EXPANSIÓN
Algunas de las posibilidades de mejora promovidas por los
transhumanistas son ya una realidad entre nosotros, por ejemplo los psicofármacos,
los medicamentos para mejorar el tono muscular, o las técnicas de ingeniería
genética que están en fase experimental.
También empezamos a disponer de aplicaciones de
la biónica (la utilización de artefactos mecánicos que se integran en
el cuerpo humano, por ejemplo para sustituir un miembro amputado) y se
experimenta, si bien con desiguales resultados en la técnica de crionización
(congelación a bajísimas temperaturas, por ejemplo para que una persona enferma
“espere” a que se encuentre una cura para su patología, momento en que será
“descongelada”).
Lo que los transhumanistas defienden es una ampliación de
estas técnicas que satisfacen nuestra demanda de mejora, no conformándose con
las posibilidades actuales, sino planteando otras mucho más ambiciosas, como la
curación de enfermedades desde el interior del propio cuerpo, utilizando
nanorobots (robots creados con nanotecnología, que podrían moverse por el
torrente sanguíneo, por ejemplo, reparando estructuras dañadas), o la
disponibilidad de una técnica de mind
uploading, una suerte de “copia de seguridad mental” que permitiría evitar
la pérdida de información de nuestros frágiles sistemas cerebrales de memoria.
Los transhumanistas ven la naturaleza humana como un
trabajo en progreso, un comienzo a medio hacer que podemos aprender a remodelar
de modos deseables. La humanidad actual no tiene que ser el punto final de la
evolución, más bien es considerada un comienzo.
Esto les lleva, por una parte, a una defensa de la
tecnología, y por otra, a promover estilos de vida, hábitos y modelos sociales
que colaboren a dicha mejora. Pero también a una reflexión más teórica acerca
de la definición de lo humano
LAS TENDENCIAS A SU INTERIOR
Es verdad, y conviene mencionarlo, que, como movimiento
con un ideario innovador y, en ocasiones, extraño, con ramificaciones muy
diversas, y con conexiones muy amplias y variadas, dentro de las filas
transhumanistas militan algunas personas con posturas radicales, frívolas o
deliberadamente provocadoras. Pero también es cierto que hay pensadores serios
que están tratando estas cuestiones desde la reflexión, aportando argumentos
filosóficos y propiciando un interesante debate.
Existe un Transhumanismo democrático, una filosofía
política que recoge temas y posiciones de la democracia liberal, la democracia
social y el transhumanismo buscando una síntesis; entre las corrientes más
conocidas está la escuela más temprana de transhumanismo, el Extropianismo,
cuyos principios constituyen una aproximación preactiva a la evolución humana. También
hay un Transhumanismo Cristiano, llamado igualmente transhumanismo
trascendente, que enfatiza la mejora humana en su dimensión espiritual.
También se puede citar el Singularismo, una filosofía
moral basada en la creencia de que se puede lograr una singularidad uniendo la
materia y la vida, y que ha de ser promovida su realización y también asegurada
su seguridad; existe un Tecnogaianismo, que recoge buena parte de las ideas
relativas a la hipótesis Gaia y defiende una tecnología a favor del medio
ambiente; y también existe, y es probablemente la corriente más interesante
para nuestra reflexión, el Posthumanismo, una filosofía social basada en los
principios del humanismo.
EL SER POST HUMANO
Los transhumanistas esperan que a través de un uso
responsable de la ciencia, la tecnología y otros medios racionales, seamos
capaces de convertirnos, antes o después, en “posthumanos”: seres con
capacidades mucho más grandes que las que tienen los seres humanos en el
presente, que se habrán logrado por medio de transformaciones radicales o a
través de pequeños cambios que de modo progresivo configuran un nuevo mundo.
El posthumano es un ser futuro cuyas capacidades básicas
exceden radicalmente las de los humanos actuales hasta el punto que no pueden
ser calificados de ningún modo como humanos según nuestros criterios.
Estos posthumanos alcanzarán capacidades intelectuales
mucho más altas de las actuales, tendrán más memoria y más inteligencia; serán
resistentes a las enfermedades y al proceso de envejecimiento, por lo que
tendrán un tiempo ilimitado para aprender más y generar más habilidades;
tendrán vigor ilimitado y no se sentirán cansados, hartos o irritados;
controlarán sus deseos, estados mentales y emociones; tendrán una capacidad más
grande para el placer, el amor, la apreciación del arte y la serenidad;
experimentarán estados de conciencia que el cerebro del humano actual no puede
siquiera sospechar, etc.
Hasta tal punto serán los posthumanos capaces de
diseñarse a sí mismos y a su mundo de un modo radicalmente nuevo y diferente,
que nosotros, los humanos, sencillamente no podemos ni imaginarlo.
EL TRANSHUMANO ES UN PUNTO DE VIAJE HACIA EL POSTHUMANO
El “transhumano” es, entonces, un ser transitorio que
está más allá del humano actual, pero no alcanza aún las capacidades del
posthumano. Es un estado intermedio del que algunos se preguntan si no es,
realmente, el estado actual, dadas las capacidades de intervención tecnológica
de que disponemos, en comparación con nuestros antepasados.
El término “transhumano” se lo debemos a un futurista que
se hacía llamar FM-2030 (Su nombre real era Esfandiary, F.M (1930-2000). Su
extraño apodo derivaba de su esperanza en poder celebrar su cumpleaños
centenario en el año 2030) y que acuñó este término como forma abreviada de
“humanos transicional”.
Las características de este tipo de humano, signos de
transhumanidad, serían, según FM-2030, las prótesis, la cirugía plástica, el
uso intensivo de las telecomunicaciones, un estilo de vida cosmopolita y
trotamundos, la androginia, la reproducción artificial, la ausencia de
creencias religiosas y el rechazo de los valores familiares tradicionales.
Obviamente, aunque ciertas posibilidades nos acercan a
esa previsión posthumana, muchos defensores del transhumanismo no se
identifican con la posición de este autor, especialmente en cuanto a los
valores a defender. Lo cual es una muestra más de la diversidad existente en
este movimiento.
DECLARACIÓN TRANSHUMANISTA DE LA WORLD TRANSHUMANIST ASSOCIATION
Como aclaración de los presupuestos transhumanistas, y
tras lo apuntado hasta aquí, nada mejor que referirnos a la Declaración de la World Transhumanist Association:
En el futuro, la Humanidad será cambiada de forma radical
por la tecnología. Prevemos la viabilidad de rediseñar la condición humana,
incluyendo parámetros tales como lo inevitable del envejecimiento, las
limitaciones de los intelectos humanos y artificiales, la psicología
indeseable, el sufrimiento, y nuestro confinamiento al planeta Tierra. La investigación
sistemática debe enfocarse de acuerdo a esos desarrollos venideros y sus
consecuencias a largo plazo.
Los transhumanistas creemos que siendo generalmente
abiertos y aceptando las nuevas tecnologías disponemos de mejor oportunidad de
volverlas en nuestro provecho que si intentamos condenarlas o prohibirlas. Los
transhumanistas defienden el derecho moral de aquellos que deseen utilizar la
tecnología para ampliar sus capacidades mentales y físicas y para mejorar su
control sobre sus propias vidas.
Buscamos crecimiento personal más allá de nuestras
actuales limitaciones biológicas. De cara al futuro, es obligatorio tener en
cuenta la posibilidad de un progreso tecnológico dramático. Sería trágico si no se materializaran los potenciales
beneficios a causa de una tecnología injustificada y prohibiciones
innecesarias.
Por otra parte, también sería trágico que se extinguiera
la vida inteligente a causa de algún desastre o guerra ocasionados por las
tecnologías avanzadas.
Necesitamos crear foros donde la gente pueda debatir
racionalmente qué debe hacerse, y un orden social en el que las decisiones
serias puedan llevarse a cabo.
El transhumanismo defiende el bienestar de toda
consciencia (sea en intelectos artificiales, humanos, animales no humanos, o
posibles especies extraterrestres) y abarca muchos principios del humanismo
laico moderno. El transhumanismo no apoya a ningún grupo o plataforma política
determinada.
LA FÁBULA DEL DRAGÓN
Uno de los autores más interesantes entre los defensores
del posthumanismo es Nick Bostrom, director del Instituto Futuro de la
Humanidad (Future of Humanity Institute), de la Facultad de Filosofía de la
Universidad de Oxford, y fundador, junto a David Pearce, de la Asociación
Transhumanista Mundial. Bostrom propone una “Fábula del Dragón” que resulta muy
esclarecedora para comprender su posición.
La fábula cuenta que existía un dragón gigantesco que
tiranizaba el planeta exigiendo un tributo en forma de diez mil hombres y
mujeres diarios que habían de entregarse para ser devorados.
El sufrimiento que esto generaba era atroz, pero todos
los intentos por combatir al dragón fueron inútiles, de modo que acabaron por
aceptarlo resignadamente.
Los elegidos eran ancianos, que a pesar de ser en
ocasiones las personas más sabias, se consideraba que al menos habían tenido la
posibilidad de vivir unas cuantas décadas.
Nadie podía postergar su turno, si bien los más ricos
conseguían algún tipo de aplazamiento, y los hombres espirituales se dedicaban
a consolar a quienes tenían miedo del dragón, prometiéndoles una nueva vida
tras la muerte en la que no existían dragones.
Otros consideraban que el dragón formaba parte del orden
natural de las cosas, y muchos afirmaban que el dragón era beneficioso pues
limitaba el crecimiento de la población.
Algunos sostenían que era parte del sentido de la vida
humana acabar siendo comidos por el dragón.
La situación duró muchos siglos y el rey estaba más
preocupado de la logística para reunir y transportar a la gente, dado que el
tributo iba aumentando en cantidad, y debía de encontrar una solución, que ya
se consideraba imposible.
Por supuesto se cobraban elevados tributos para financiar
estos gastos y los derivados de la investigación sobre el dragón.
Y existían no sólo dragonólogos eminentes, sino también
antidragonistas que no se conformaban con la situación y buscaban una salida.
Los consejeros del rey le dijeron que las reuniones que
mantenían los antidragonistas eran una incitación a la sublevación y que, por
tanto, resultaba peligroso.
No obstante, el rey decidió convocar una audiencia
pública para escuchar sus peticiones, sobre todo para no adoptar una postura
antipopular.
Lo que los antidragonistas proponían era, dado el
desarrollo científico alcanzado, construir un proyectil muy potente que pudiera
matar al dragón.
Pero su propuesta fue rebatida rápidamente por el real
consejero para la moralidad, que apeló a la finalidad natural de la vida: vivir
en plenitud, sabiendo de la finitud.
Fue la protesta de un niño, que dijo que el dragón era
malo porque se había llevado a su abuela, lo que provocó que el público se
decantara a favor de los antidragonistas, y que el rey diera su beneplácito al
proyecto.
La empresa duró doce años, pero finalmente pudo
construirse al artefacto y éste tuvo éxito: el dragón murió. Al fin la
humanidad estaba libre de la cruel tiranía del dragón.
EL ENVEJECIMIENTO COMO ALGO NO INEVITABLE
En la fábula el dragón representa el envejecimiento, y la
argumentación ética general de la fábula es sencilla: existen razones morales
obvias e imperativas para que la gente de la fábula se deshaga del dragón, del
mismo modo se puede combatir el envejecimiento y no aceptarlo resignadamente
como algo inevitable.
Nuestra situación respecto de la senescencia humana es
análoga con la situación respecto de la gente de la fábula respecto del dragón.
Nuestros conocimientos posibilitan abordar esta tarea. Por consiguiente, tenemos razones morales imperativas
para deshacernos de la senescencia.
No obstante, Bostrom subraya que su argumentación no
apunta a favorecer la extensión de las expectativas de vida per se, pues no
tendría sentido añadir más años de enfermedad y fatiga al final de la vida: los
argumentos abogan más bien por extender, tanto como sea posible, el rango
saludable de la vida humana.
Al retardar o detener el proceso de envejecimiento, se
extendería la vida humana saludable. Las personas podrían mantenerse sanas, vigorosas y
productivas a edades a las que, de otro modo, ya habrían muerto. Esta defensa
de la lucha contra el envejecimiento lleva a plantear la posibilidad de que, si
nuestros conocimientos y nuestra tecnología se desarrollan lo suficiente
seremos capaces de alcanzar la inmortalidad.
A pesar de lo sorprendente que pueda parecer, es, sin
duda, un interesante reto para la reflexión. Bostrom afirma con claridad que el valor central del
transhumanismo es tener la oportunidad de explorar el ámbito de los posthumano.
Esto significa que pueda haber valores mayores de los que ahora alcanzamos a
comprender, pero no implica que no se puedan definir en términos de nuestras
capacidades actuales.
Desde su perspectiva no se está exigiendo favorecer a los
seres posthumanos por encima de los humanos, sino que se defiende que el modo
correcto de favorecer a los seres humanos es permitiéndoles darse cuenta de
cuáles son sus propios ideales y de que algunos de ellos pueden estar fuera de
los “modos de ser” accesibles a nuestra constitución biológica actual.
¿TENDRÁ MAS VALOR EL POSTHUMANO QUE EL HUMANO?
Claro que, conviene tener en cuenta que carecemos de la
capacidad para comprender cómo pensaría o sentiría un posthumano, y el
posthumano podría tomar decisiones diferentes a los valores de los humanos
actuales. Quizá pueda pensarse que la vida de los posthumanos merezca más la
pena que la de los humanos, Lo cual es inquietante.
Sin embargo, el transhumanismo nos plantea la necesidad
de asumir nuestra capacidad de intervención, de no conformarnos con lo que
ahora consideramos normal o inevitable, de responder racionalmente ante los
retos de la vida.
Esto ni implica un optimismo ingenuo ante la tecnología,
antes bien, el transhumanismo es consciente de los peligros y alerta ante
ellos, pero considera que la razón humana es capaz de tomar decisiones sabias,
y que es una obligación moral desarrollar nuestra capacidad hasta sus límites. Incluso
si eso conlleva un nuevo humano, un posthumano.
Resumiendo, los valores transhumanistas son esencialmente
los siguientes: existe un valor fundamental, la ya mencionada exploración del
terreno posthumano, como modo más correcto de favorecer a los seres humanos,
teniendo claro que si los posthumanos pudieran alcanzar vidas que valieran más
que las de los humanos, habría que promover que la gente llegara a ser
posthumana.
“Valer más hace referencia a vidas que merezcan la pena
ser vividas. Cumpliría este requisito, por ejemplo, una personas que pudiera
obtener mayor esperanza de vida, mayor inteligencia, mayor salud, mayor
memoria, mayor sensibilidad emocional, y todo ello sin cesar de existir en el
proceso” Bostrom, N. Transhumanist Values.
LA RESPUESTA DE LOS BIOCONSERVADORES
“Al fin y al cabo, la raza humana es un poco desastrosa,
con nuestras tercas enfermedades, nuestras limitaciones físicas y la brevedad
de nuestra vida. Si a ello añadimos las envidias, la violencia y las angustias,
el proyecto transhumanista empieza a parecer razonable.
Si fuera tecnológicamente posible, ¿por qué no íbamos a
querer superar nuestra especie actual? La aparente sensatez del plan, sobre todo si se proyecta
hacer de forma gradual, es una de las cosas que lo hace peligroso.
La sociedad no va a caer de repente bajo el hechizo de la
concepción transhumanista. Pero es muy posible que mordisqueemos las tentadoras
ofertas de la biotecnología sin darnos cuenta de su aterrador coste moral”.
Fukuyama. Transhumanism, Foreign Policy,
octubre-noviembre 2004
En el año 2004, la revista Foreign Policy hizo una
encuesta a personas de reconocido prestigio acerca de las “ideas más peligrosas
del mundo”, Francis Fukuyama consideró que la más peligrosa era el
transhumanismo, si bien afirmaba que ya no se lo podía considerar “ciencia
ficción tomada demasiado en serio”.
Fukuyama ha sido uno de los grandes detractores de esta
corriente y, en general, de todas las posiciones a favor de la intervención
tecnológica – genética o de otro tipo – en el ser humano. Su posición está basada en la afirmación de la existencia
de una “esencia” humana que se vería alterada por estas modificaciones y que
daría lugar a un flagrante atentado contra la dignidad.
Fukuyama define la naturaleza humana como la suma del
comportamiento y las características que son típicas de la especie humana, y
que se deben a factores genéticos más que a factores ambientales. Así, se puede
decir que, dejando de lado las características contingentes de las personas,
hay en cada una de ellas una cierta cualidad humana esencial, que denomina
“factor X” y que es la base de la dignidad.
Es esa naturaleza la que genera una exigencia de igualdad
de reconocimiento o de respeto, tal como se ha afirmado de modo predominante en
la modernidad. Y este autor está convencido de que el transhumanismo pondría en
entredicho esa igualdad de derechos o de dignidad.
El mundo posthumano, en su perspectiva, podría estar más
jerarquizado que el actual y podría generar conflictos por haber perdido el
concepto de “humanidad común”. Esta polémica es la que enfrenta a los
transhumanistas con los así llamados “bioconservadores” (bioconservatives), de
los que Fukuyama es un notable representante.
También desde una preocupación por la posible amenaza a
la dignidad humana, Leon Kass afirma que la modificación tecnológica acabaría
por deshumanizarnos, a fuerza de minar “sentidos” tradicionales, como el
sentido del ciclo vital, o el sentido del sexo, o el sentido del trabajo.
Kass es defensor de “la sabiduría de la
repugnancia”, inspirada en la heurística del miedo de Hans Jonas, pero
quizá más impactante: en ciertos casos especialmente relevantes, la repugnancia
sería, según este autor, la expresión emocional de una sabiduría profunda, que
está más allá del poder del razón para poder ser completamente expresada. Se
trata de una especie de intuición que, de modo inmediato y sin argumentos,
detecta algo perverso que amenaza lo que apreciamos.
Son varias las posiciones que se engloban en el grupo de
los bioconservadores, sin embargo todas ellas comparten la oposición al uso de
la tecnología para mejorar las capacidades humanas o para modificar la
naturaleza biológica de los seres humanos.
Las críticas contra el transhumanismo apelan a la
dignidad humana, como en Fukuyama, pero también a la reverencia por la
naturaleza, de modo que ciertos grupos ecologistas conservacionistas se
enfrentan también a esta corriente.
Es muy frecuente ver utilizar argumentos del tipo “jugar
a ser Dios”, indicando que el ser humano estaría sobrepasando sus límites y
queriendo ser creador, lo cual no puede conllevar más que nefastas
consecuencias.
Y también argumentos como el de la “pendiente
resbaladiza” – es decir, considerar que abrir una posibilidad tecnológica nos
lanza a una situación irreversible, de consecuencias morales desastrosas, por
lo que es justificable frenar o prohibir dichas posibilidades, aun no siendo
éstas dañinas -, por ejemplo como lo utiliza Jeremy Rifkin, otro bioconservador
bien conocido por su oposición a la ingeniería genética.
En ocasiones esto se adereza con antiutopías futuristas
del estilo de la del Mundo Feliz de A. Huxley, o se apela a los riesgos
tecnológicos o a los riesgos sociales, por ejemplo las posibles
discriminaciones y las desigualdades sociales a que se podría dar lugar.
En esta línea se sitúan George Annas, Lori Andrews y
Rosario Isasi, quienes han propuesto una legislación que establezca que la
modificación genética heredable en humanos sea un crimen contra la humanidad,
como la tortura o el genocidio.
“La nueva especie, o “posthumano”, probablemente verá a
los viejos humanos “normales” como inferiores, incluso salvajes, y los
conducirá a la esclavitud o a la matanza. Los normales, por su parte, pueden
ver a los posthumanos como una amenaza y, si pueden, se meterán en un ataque
preventivo asesinando a los posthumanos antes de que ellos mismos sean
asesinados o hechos esclavos.
Es finalmente este predecible potencial de genocidio lo
que hace de los experimentos de alteración de la especie potenciales armas de
destrucción masiva, y hace del irresponsable ingeniero genético un potencial
bioterrorista”. Annas, G.; Andrews, L, y Isasi, R.
LA PROGRAMACIÓN DE PERSONAS
Además de éstos, uno de los argumentos que han generado
mayor debate es la posibilidad de “programar personas”, es decir, la
posibilidad de seleccionar o mejorar a los individuos, sobre todo cuando se
afirma que los padres han de tener la libertad de elegir cómo quieren que sean
sus hijos, como defienden los transhumanistas.
Los transhumanistas defienden la capacidad de tomar
decisiones sobre la propia vida y el propio cuerpo, conforme al concepto de
“self-ownership”. Afirman que cada uno de nosotros es el dueño de su propia
vida, lo cual enlaza con la idea de autonomía que ha venido defendiéndose en
terrenos como la bioética, o en la reivindicación de derechos de los
ciudadanos.
Puesto que las tecnologías de mejora deberían estar
disponibles para todo el mundo, cada individuo debería poder decidir cuáles de
esas tecnologías desea aplicarse a sí mismo (libertad morfológica), y también
los padres deberían decidir qué tecnologías reproductivas utilizar para tener
hijos (libertad reproductiva).
Evidentemente, esto implica la posibilidad de que las
mejoras hagan, de dichos individuos o de sus descendientes, posthumanos. La
razón fundamental de esta postura es que, el hecho de que algunas personas
pudieran hacer malas elecciones, dando lugar a un subhumano, más que a un
posthumano (como pronostican las antiutopías), no es razón suficiente para
rescindir el derecho a elegir de las personas. No al menos en una democracia
liberal.
De ahí que, más que medidas restrictivas, sea necesario,
y así lo afirma Bostrom, promover contramedidas adecuadas como la educación, la
persuasión, y una reforma social y cultural.
Sin militar en las filas del transhumanismo, Sloterdijk
mantiene una postura a favor de esa capacidad de mejorar el ser humano, basada
no tanto (o no sólo) en la convicción de sus excelencias, cuanto en la denuncia
de otras formas de dominación que el ser humano ejerce sobre sí mismo, y que
han sido causa de una limitación de la libertad, si bien adornada con el
lenguaje de la razón y el humanismo.
La era técnica, y el poder que ésta nos otorga, nos
coloca en una situación de elección activa, que antes no ha sido posible y ante
la que cabe también rehusar.
“Pero cuando en un campo se desarrollan positivamente
poderes científicos, hacen los hombres una pobre figura en caso de que, como en
épocas de una temprana impotencia, quieran colocar una fuerza superior en su
lugar, ya fuese el dios, o la casualidad, o los otros. Dado que los rechazos o
renuncias suelen naufragar por su propia esterilidad, ocurrirá con seguridad en
el futuro que el juego se encarará activamente y se formulará un código de las
antropocéntricas.
Por su efecto retrospectivo, un código tal cambiaría
también el significado del humanismo clásico, pues con él se publicaría y
registraría que la humanitas no sólo implica la amistad del hombre con el
hombre, sino también – y de modo crecientemente explícito – que el ser humano
representa el más alto poder para el ser humano”
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