Todos tenemos lo que nos merecemos.
Es una gran pena constatar la animadversión, odio y desprecio desatados a
raíz de la gran manifestación de la plaza Colón de Madrid. Una explosión pública
del desacuerdo con el indigno sojuzgamiento, engaños y amenazas a la población.
Un número suficiente -aunque no apabullante- de seres despiertos y
responsables ha encendido todas las alarmas del sistema y sus mercenarios se
han volcado en masa a desacreditar, insultar y menospreciar. Es doblemente
penoso padecer la inquina oficial y la de la gente abducida por el terror de
una falsa pandemia.
Estamos todos sometidos a un plan de esclavitud nunca visto y la gran
mayoría lo acepta sin crítica alguna salvo si se trata de poner en evidencia a
alguno de sus semejantes que no se ha dejado llevar por la histeria general y
lucha en solitario para mantener en alto el pabellón de la libertad humana y su
consecuente dignidad.
Aquellos que estamos concienciados y que desde el primer momento nos hemos
opuesto al desmantelamiento de la vida humana, sus relaciones, festejos y
emociones, constatamos que la élite ha conseguido su mayor éxito –mayor que
dominarnos- y es el de enfrentarnos.
Desde el principio se lo hemos puesto fácil, sin rechistar, y ahora además,
les hacemos el trabajo sucio de combatir la disidencia. Al miedo hay que añadir
el odio al semejante que no sigue la pauta oficial, cuando luego todos seremos
carne de cañón… de vacunas.
Vacunas a las que ya se están agarrando con total confianza la gran mayoría
sin sospechar del mal al que se prestan de forma voluntaria como ya está
ocurriendo con los test PCR que son una tortura y una fábrica de falsos
infectados para justificar las medidas draconianas que nos tienen preparadas.
¿Estamos aún a tiempo de despertar?
¿Es que no hay otra solución que el “sálvese quien pueda”?
¿No hay espacio al compromiso y la solidaridad entre los seres humanos?
Descorazonador que ante el iceberg que se nos viene encima estemos
perdiendo el tiempo en enfrentamientos fratricidas. Nos vamos metiendo en la
boca del lobo de manera inexorable y cuando todo esté oscuro, entonces será el “crujir
de dientes”.
Cuando nos inoculen el verdadero virus con el veneno de las vacunas,
entonces “kaput”, de nada habrá servido el sacrificio de haber llevado la
mascarilla a todas horas y haber renunciado a vivir en confianza y alegría.
Se habrá acabado hacer cuarentenas y otras gilipolleces pues iremos
directos a “la caja” más tarde o más temprano. Es desalentador, máxime cuando
no habrá forma de soslayarlo si no es con la unión de todos los afectados
oponiéndonos al crimen que se avecina.
Con todos los respetos, pero siento vergüenza de pertenecer a un género
humano que no hace nada para preservar su idiosincrasia, su libertad y su
dignidad. Es doloroso constatar que aunque seamos el 99% a la hora de la verdad es solo el 1% el que se rebela y planta cara al Poder.
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Joan Martí – elcamídelavida@gmail.com
18 agosto 2020
Buenisima reflexión, solo hay que leer todos los artículos de prensa de los lacayos del sistema, periodistas que se creen que saben más que nadie como nos han insultado con odio pero lo más triste para mi ha sido leer los comentarios de los lectores, si fuera por ellos nos mataban en las plazas públicas para escarnio de las masas borregas, hemos provocado un odio e ira que no me esperaba, incluso entre nosotros no podemos hablar de este tema con amigos y familia sin acabar mal, si, tengo carácter y personalidad fuerte pero reconozco que no me esperaba todo esto.
ResponderEliminarY no ha acabado, esperamos multas pero si se llega a juicios ellos no lo tienen muy bien tampoco, porque habrá que aportar pruebas y el sistema, por lo menos en España hay muchas contradicciones
Un saludo