EL
LEÓN DORMIDO ESTÁ DESPERTANDO EN ESPAÑA
El embalse plandémico empieza a quebrarse por la presión
de la Consciencia.
Los medios oficiales ridiculizan y atacan sin disimulo.
La élite chilla por unos “cientos”
Pueblos ibéricos: apetitoso champiñón (envenenado) para
las élites
Los pueblos ibéricos, antes de tocar fondo en cada crisis
histórica desde el tiempo de los romanos, presentaban muy similares
circunstancias a las que hemos estado viviendo durante las últimas
décadas: adocenamiento, apatía y desunión. Siempre fue fácil
para el invasor, al principio, conquistar y someter a estos pueblos en su
aparente debilidad. Un bombón demasiado apetecible como para no aprovecharse de
la situación y zamparlo gustosamente. ¿Qué podría ir mal? Nadie pensaría que semejante
bocado fuera a indigestarse nunca.
Pero Roma se topó al norte con los irreductibles
pueblos celtíberos de las regiones montañosas: los cántabros y
astures. Después también tuvieron que dar cuenta en sus registros de la
legendaria resistencia de Numancia. Las más altas autoridades romanas tuvieron
que ir personalmente a la península una y otra vez, porque la sangre de las
legiones no cesaba de derramarse en guerras y asedios que no parecían terminar
nunca. Y aunque el imperio finalmente venció, la memoria quedó grabada
profundamente en las células, en los genes y en los corazones del colectivo
ibérico…
Cuando siglos más tarde, en el año 711, las fuerzas del
Califato Omeya penetraron en el sur de la península por el estrecho,
encontraron en un comienzo aquellas mismas debilidades que otrora hicieron
exitosos los primeros pasos de la conquista romana. En esta ocasión, los
territorios del reino visigodo caían sin remedio ante otro imperio, esta vez de
corte fanático-religioso. Y todo iba bien, hasta que llegaron -sí, otra vez-,
al norte. El emperrado norte. Y de ahí no pasaron jamás.
No obstante, a aquellos pueblos resistentes de las
montañas les tomó varios siglos, nada menos que 780 años, el expulsar de la
península a los invasores árabes. Para, sin pausa alguna, comenzar a expandirse
como ningún otro imperio lo hizo jamás sobre la Tierra, pues tal era la
fortaleza y cohesión alcanzada durante todo el proceso de cooperar todos unidos
por un objetivo común. Cierto que estos reinos cristianos cayeron en los
mismos errores de quienes antes los habían sometido. No hay mucha consciencia
en zafarse de un imperio para convertirse, a su vez, en otro imperio y hacer
eso que hace todo imperio con aquellos pueblos y personas que no están
dispuestos a someterse.
Tal vez por ello la historia tenía que repetirse. Era
1807 y aquellos primeros pueblos celtíberos que luego se transformaron,
aglutinaron y llamaron Reino de Castilla, ahora eran referidos, conjuntamente,
como España. Y Francia era el nuevo y flamante imperio dominador de la época.
Napoleón Bonaparte se sintió, cómo no, muy tentado por la virtual o aparente
debilidad de aquel pueblo sumido en horas bajas. Al pequeño corso
-devenido héroe y emperador francés- le bastó echarse el farol de que su poderoso
ejército iba de paso, “solo” para ajustar cuentas con Portugal. Pero se
quedaron también en España. Fue tan fácil…
Las tropas españolas no planteaban, en principio, ningún
problema, sólo tenían que seguir el guión del nuevo amo. Las
órdenes eran entonces -como hoy lo son- de plegarse sin oponer resistencia
alguna. Así fue hasta los primeros levantamientos populares del
(siempre emperrado e indomable) norte y de Madrid, el 2 de Mayo de 1808.
El estallido social fue sangriento: hombres y mujeres, jóvenes
y viejos, usando todo objeto que fuera susceptible de ser empleado como arma.
No menos intensa y bárbara fue la subsiguiente represión francesa. Pero,
¿sabían los oportunistas extranjeros dónde se estaban metiendo?
El ejército regular español, como dijimos, tenía órdenes
de NO HACER NADA (les suena la situación?). Pero no todos acataron, no
todos dejaron al pueblo batirse solo, defenderse solo frente al invasor. Recordemos:
“Mientras se desarrollaba la lucha, los militares
españoles, siguiendo órdenes del capitán general Francisco Javier Negrete,
permanecieron acuartelados y pasivos. Sólo los artilleros del Parque de
Monteleón desobedecieron las órdenes y se unieron a la insurrección. Entre
los insurrectos de mayor graduación de aquella jornada destacaron los capitanes Luis
Daoíz y Pedro Velarde, que asumieron el mando por ser los más veteranos. Se
encerraron en Monteleón junto a sus hombres y decenas de vecinos que allí
fueron en busca de combate contra los franceses, repeliendo oleadas de las
tropas de Murat mandadas por el general Lefranc. Sin embargo, acabaron muriendo
combatiendo en situación de inferioridad contra los refuerzos enviados desde el
vecino palacio de Grimaldi, cuartel general de Murat. Otros militares
tampoco acataron la orden superior de no intervenir y lucharon junto a Daoíz y
Velarde, como el teniente Jacinto Ruiz y los alféreces
de fragata Juan Van Halen, herido de gravedad, y José Hezeta“.
(Wikipedia, Levantamiento
del 2 de Mayo)
Después de aquello y durante los años siguientes, hasta
1814, España se convirtió en la pesadilla de Napoleón, en el Vietnam de
Francia. Y en la pared de un barracón de las tropas napoleónicas en territorio
español, un soldado francés escribiría: “España, la gloria de los
generales, el deshonor para los oficiales y la muerte para los soldados”.
Vendrían más episodios después, donde -una vez más en
decadencia- estos pueblos indomables ibéricos finalmente se engarraron entre sí
con saña y locura, en guerras fratricidas, en la última de las cuales
(1936-1939) casi se aniquilan a sí mismos, por completo. Pero, una vez más,
sobrevivieron y de algún modo se recuperaron. Y si ellos, si todos nosotros en
esta tierra del sur de Europa, hemos superado todo lo imaginable, toda debacle
o tragedia venida de fuera o de dentro, ¿qué habrá de pasar ahora, justo ahora,
donde la historia se está repitiendo una vez más, pero esta vez a nivel
planetario?
No cabe duda de que el león interno de los
pueblos del mundo se está despertando de nuevo, por su visceral e
innato sentido de supervivencia. El desafío es total, porque ya no
puede haber futuro para nadie si no se comprenden y aplican las lecciones de la
historia, de la vida, definitivamente; para vivir
todos desde el respeto y la colaboración mutuas, en paz y en armonía, todas las
personas y pueblos que así lo elijan. Porque esta es, en primer lugar, una
Revolución en la CONSCIENCIA. Que nadie se llame a engaño.
La integridad, la armonía, el Amor incondicional, pese a lo que pudieran pensar muchos alienados o dormidos, no es algo
blando o ñoño. Es lo más poderoso, resiliente y resolutivo que hay.
Y en Madrid, el día 16 de agosto se congregaron algunos miles de
personas, sin banderas, sin ideologías; unidos por la libertad y los derechos
fundamentales.
Este primer golpe encima de la mesa de
la sociedad española durante la “plandemia”, tras el extraordinario ejemplo
de Alemania, será recordado como el rugido inicial de una sociedad que
recién despertó en medio de una pesadilla inducida por las élites globalistas,
llamada covid-19. El
levantamiento ha comenzado.
Gente de bien, enfócate
en lo que deseas, en lo que quieres, todos a una en la misma dirección,
en el paradigma de vida armónico y consciente que muchísimas personas sentimos
dentro, para vivirlo en nuestro entorno. Porque así lo hemos decidido. Élite
depredadora, corre mientras puedas….
Saben que no tienen salida ni escape, por eso estas
prisas, este descaro, estos coletazos y los que vengan. La desobediencia
civil MASIVA y pacífica va a derrumbar todos sus castillos de arena,
simplemente con la Humanidad dejando de atenderles, de hacerles caso, de seguir
su guión demencial. Tomamos consciencia y, desde una firme serenidad,
recuperamos nuestro poder, proclamando nuestra integridad y soberanía
inviolables, como seres humanos libres e independientes que
hacemos parte de la Vida y que, por ello, somos la misma VIDA. Y
la Vida, por naturaleza, tiende a su desarrollo y realización plenos, sin
condiciones.
Freeman – Webmaster de Liberación AHORA
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