UNA CUESTIÓN DE INTEGRIDAD Y CONCIENCIA
Mientras la mayor parte de los médicos (y profesionales de cualquier tipo) de todo el mundo sigue con celosa (y ciega) obediencia los dictados de las instituciones y “autoridades” oficiales, una amplia minoría de profesionales de la salud ha optado, sin embargo, por ser coherente, íntegra, consciente; no solo en relación al código deontológico de la medicina y con lo que a todas luces les informa su saber y experiencia en este campo, sino -sobre todo- con lo que el sentido común, su corazón y la voz de su conciencia proclaman con toda claridad, firmeza y resolución. Cualidades y virtudes estas, de las cuales adolecen los súbditos, lacayos o esclavos, “obedientes al guión oficial”.
En muchos de estos últimos casos, simplemente se trata de inconsciencia o carencia de madurez y, por lo tanto, de una interpretación muy distorsionada y superficial de los hechos, muchos de los cuales ignoran realmente, debido al intenso trabajo que se han tomado los medios de desinformación masiva en prensa, radio y televisión.
En otros casos, sin embargo, se trata pura y llanamente de complicidad y colaboración deliberada con todo este plan global de ingeniería social que ha tomado al virus como pretexto ideal y comodín “para todo”… Para todo lo que las élites depredadoras desean -conforme a sus intereses ilimitados de control y explotación-, llevar a cabo con la población de este planeta.Pero fíjense que es esto último, el mismo planeta, lo que no han tenido en cuenta. Pues en su ofuscada ignorancia y febril ambición, no pueden siquiera vislumbrar que la Tierra sea en realidad una conciencia de orden mayor: un ser vivo perteneciente a un más elevado nivel de complejidad; una incubadora o nodriza de conciencias menores, que está ya inmersa en su proceso de transformación y cambio dimensional, después de un largo ciclo de más de 26000 años alrededor de Alcyone, estrella de las Pléyades a la que nuestro sol (y los planetas de nuestro sistema) orbita.
Y que, por tanto, este ser planetario del cual formamos parte, una vez se haya sacudido, por fin, de lo que ahora le coarta y le sobra de cara a su nuevo periplo evolutivo (preparémonos, serenamente pero sin pausa, para intensos movimientos geológicos), solo se llevará consigo a ese más alto nivel de existencia a todos aquellos seres que estén dispuestos a vivir en paz y en armonía consigo mismos, con sus semejantes y con toda la naturaleza, sin juicios ni dogmas, desde la consciencia, la serenidad y el Amor Incondicional.
Así es que la Tierra protegerá y albergará en su nuevo
viaje -y en su nueva forma- a todos aquellos seres que, en definitiva, reconozcan,
honren y amen la Vida; la Vida Una que ella y todo y todos somos, como es
natural y evidente (para quienes puedan ver, oir y entender).
Freeman
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