NEGACIONISTA: Palabra para censura y control de masas
¿Qué es un negacionista en el lenguaje político-ideológico actual? Daremos una respuesta breve pero pertinente al final de este artículo.
Empezaremos con el uso más reciente, impúdico y ridículo de
la palabra negacionismo. Me refiero a la nueva expresión negacionismo
de la mascarilla y del coronavirus que han acuñado los medios de
comunicación. La utilizan para sazonar artículos cuyo objeto no es informar
sino desacreditar, denigrar intentando mantener la ficción de la objetividad
informativa. En este caso se trata de la plataforma Médicos por la
verdad y en general todos aquellos que discuten la versión oficial de
lo que está pasando con la epidemia del coronavirus, que rechazan las medidas
que se toman, la gestión de la situación, las mascarillas, etcétera.
Unas medidas que recientemente, como sabemos, han llegado a inéditas restricciones liberticidas como prohibir fumar en la calle, con el pretexto de que favorece la difusión del virus. Papanatas escogidos para salir en los informativos se muestran encantados con ello y que les quiten (sobre todo a los demás) otra pequeña libertad.
Y es que en este país gusta mucho prohibir: cualquier politiquillo en las Administraciones públicas, cualquier mediocre que ostenta un cargo o carguillo, parece que está sólo esperando la ocasión: para prohibirnos algo más, para regular algo que no estaba regulado. Debe de ser que así se sienten alguien, que de esta manera se sienten redimidos de su nulidad.Volviendo a la práctica de poner en la picota a los
“negacionistas” el lenguaje empleado es el de toda la vida cuando se trata de
poner fuera del círculo de lo admisible una idea, una tendencia, una opinión;
delimitando así el campo en que el poder admite sus “debates” y sus
“intercambios de ideas” domesticados. El uso de la palabra negacionismo es
como una firma, la marca de fábrica de ese procedimiento de control mental
sobre la opinión pública, que consiste en establecer desde arriba lo que es una
opinión y lo que no es opinión sino negacionismo.
No se les habrá escapado a los lectores que esta
palabra-policía se usa especialmente en otros dos contextos: negacionismo
del cambio climático, negacionismo del Holocausto. En ambos casos el
así llamado “negacionista” es por supuesto el que niega. ¿Qué niega? lo que el
Poder ha decidido que es la verdad verdadera.
No tengo el mismo nivel de conocimiento acerca de estos
tres negacionismos. Empezando por el que conozco peor,
el negacionismo del coronavirus, no creo que muchos nieguen
que existe una epidemia; pero hay cosas que necesitan respuesta y fundados
motivos de perplejidad. Aparte de que es evidente cómo están aprovechando esta
situación para meterle el miedo en el cuerpo a la gente e imponer un sistema de
control y vigilancia que difícilmente aceptaría en otra situación, todavía nos
tienen que explicar de manera convincente por qué en la pandemia de 1968 con un
millón de muertos en todo el mundo (virus H3N2 de la gripe aviar) no se confinó
a la gente, ni se creó un clima de histeria y alarma mundial como si fuera el
apocalipsis.
Quizá haya una buena razón para ello; pero desde luego no me
van a convencer llamando “negacionistas” a quienes se oponen a la gestión de la
pandemia hoy. En cuanto al uso de las mascarillas no puedo juzgar si los
de Médicos por la verdad tienen o no razón, pero sí sé que
hace pocos meses las autoridades nos decían que no eran necesarias; ahora salen
con que lo decían porque no había mascarillas. Es decir que hace unos meses lo
que nos contaban era basura. Entonces, yo no tengo por qué aceptar que lo
que hoy nos dicen sea correcto y no el enésimo montón de
basura. A menos que haya un confronto de opiniones profesional, en vez de
palabras-policía, con quienes están en desacuerdo que no me parecen
indocumentados.
En cuanto al negacionismo climático, también
aquí hay razones para dudar de que nos estén narrando la película correcta, de
que no se trate más que de un tinglado mediático-propagandístico y una doctrina
que se nos quiere imponer por parte de quienes tienen el poder de condicionar
la opinión pública. Esto no quiere decir naturalmente que haya que ignorar el
tema del medio ambiente; los daños al ambiente y la degradación del entorno
existen, el modelo de crecimiento económico y consumo a ultranza es destructivo
y nefasto.
Pero precisamente porque es un tema tan importante, es por
lo que no debe ser dejado en manos de ecologistas de ciudad y fin de semana,
animalistas, antitaurinos, izquierdistas varios y revolucionarios de salón.
Esta patulea jamás corregirá los daños provocados por el modelo de desarrollo
capitalista porque son parte de él. Son la válvula de escape y el
entretenimiento de los chavales que juegan a ser rebeldes antes de integrarse
en la normalidad del gran conformismo.
Que la religión del cambio climático sea parte de la
ideología oficial nos lo confirma de manera clamorosa una sabrosa página de la
ADL (Anti Defamation League) donde encontramos sus recomendaciones de censura
en internet (campaña stop hate for profit) dirigidas a las redes
sociales (recomendación n.4):
“Find and remove public and private groups focused on
white supremacy, militia, antisemitism, violent conspiracies, Holocaust
denialism, vaccine misinformation, and climate denialism.”
El ADL, para quien no lo sepa, es uno de los más potentes
grupos de presión del lobby sionista en Estados Unidos,
dedicado a perseguir y hacerle la vida difícil a quienes critican el Estado de
Israel o el mismo poder del lobby y su manera de condicionar
la sociedad y la política americana. De pasada diremos que en Estados Unidos
el lobby judío es una realidad por todos conocida y asumida, a
diferencia de Europa donde no sólo opera en la sombra, sino que se nos quiere
convencer de que no existe.
Es evidente por qué quieren imponer la censura en internet
contra lo que llaman “antisemitismo” y “negacionismo del holocausto” puesto que
el sueño húmedo de este grupo de presión es sofocar la libertad de pensamiento,
de expresión y de investigación histórica en todo lo que atañe directamente a
sus intereses, en lo económico, lo histórico y lo político.
Aquí no comentaré más sobre el tema del revisionismo
histórico, simplemente lo siguiente. Lo que nos venden como “historia de la
Segunda Guerra Mundial” no es más que la propaganda de guerra de los
vencedores, y como tal contiene una gran cantidad de exageración,
de omisión y directamente de falsedad.
¿Cuánta medida? La policía del pensamiento hace imposible, por el momento,
saberlo. La manera sería precisamente lo que llaman “negacionismo” que es la
actitud correcta y habitual en cualquier campo de estudio
(excepto en éste): valorar las pruebas, los documentos, los testimonios, y
someter a revisión crítica las cosas. Sin que nadie tenga que ir a la cárcel
por ello, se le expulse de su trabajo y su cargo académico, se prohíban sus
libros y se cierren librerías. Todo lo cual ha sucedido y está sucediendo en
España y Europa.
Dicho esto, menos claro pero entendible, en el contexto de
la política americana, es por qué una asociación perteneciente al lobby israelita
tiene interés en censurar en internet el “supremacismo blanco” y el mundillo de
las “milicias”. Lo que ya es casi surrealista que el lobby se
preocupe por censurar el “negacionismo climático” y la “desinformación sobre
las vacunas”.
Pero no se trata de surrealismo. Es simplemente que todo
forma parte del mismo paquete envenenado, la misma mercancía averiada que nos
quieren vender.
Y así llegamos a nuestra conclusión y a responder a la
pregunta planteada al principio. ¿Qué es un negacionista? Es el que
no quiere la mercancía averiada. El que se niega a comulgar con las ruedas de
molino, a tragarse las mentiras que el poder quiere enchufarnos en la cabeza a
la fuerza. El que representa la libertad humana y la rebelión contra el paquete
envenenado que nos venden a precio de oro.
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