LO QUE CREES SABER SOBRE EL ORIGEN DE LA
CIVILIZACIÓN ES FALSO
En 'El amanecer de todo' (The Dawn
of Everything) el fallecido antropólogo David Graeber y el arqueólogo
David Wengrow ofrecen una imagen absolutamente nueva y radical del pasado.
Durante generaciones
hemos visto a nuestros antepasados más remotos como seres primitivos, ingenuos
y violentos. Se nos ha dicho que solo era posible alcanzar la civilización
sacrificando libertades o domesticando nuestros instintos.
En este ensayo, los antropólogos David Graeber y David Wengrow demuestran que estas concepciones, que surgieron en el siglo XVIII, fueron una reacción conservadora de la sociedad europea ante las críticas de los intelectuales indígenas y que no tienen un aval antropológico y arqueológico.
En el rastreo de
esta falsa línea de pensamiento, este libro defiende que las comunidades de la
prehistoria eran mucho más cambiantes de lo que se ha pensado; un planteamiento
que desarticula los relatos fundacionales más arraigados, desde el desarrollo de
las ciudades hasta los orígenes del Estado, la desigualdad o la democracia.
El amanecer de todo
es una nueva historia de la humanidad, un texto combativo que transforma
nuestra comprensión del pasado y abre camino para imaginar nuevas formas de
organización social.
Una obra monumental
que cuestiona las ideas de pensadores como Jared Diamond, Francis Fukuyama y
Yuval Noah Harari. Porque la suposición de que las sociedades se vuelven
menos igualitarias y libres a medida que se hacen más complejas y «civilizadas»
no es más que un mito.
'El amanecer de todo' sostiene que los derechos humanos, la
igualdad y el progreso han sido usurpados como inventos europeos para sostener
una falsa idea de progreso. "Europa tuvo éxito porque desarrolló
tecnologías de destrucción mejores", afirma este ensayo 'superventas' que
refuta las ideas de Harari, Pinker o Fukuyama
La Prehistoria
de la humanidad es un mapa en blanco casi sin referencias.
Decenas de miles de años previos a la invención de la escritura con restos
escasos y dispersos, donde las afirmaciones categóricas sobre los modos de vida
de nuestros antepasados debieran estar fuera de lugar. Cómo es posible entonces
que una serie de bestsellers sobre el origen de la civilización hayan tenido
tanto éxito en los últimos años plagados de explicaciones elocuentes acerca del
surgimiento de la agricultura, de la jerarquía, del estado, o de la
civilización en su conjunto cuyas ondas concéntricas llegan hasta el presente.
El antropólogo David Graeber y el arqueólogo David Wengrow defienden en 'El
amanecer de todo: una nueva historia de la humanidad' que lo que estos
libros nos han contado, los de Steven
Pinker, Yuval
Harari o Jared Diamond es falso, no son más que nuevos mitos para los
urbanitas del siglo XXI que además reciclan, sin su originalidad ni su magia,
las ideas de pensadores de hace tres siglos.
EL AMANECER DE TODO
Graeber y Wengrow trabajaron este libro impresionante, tal vez el más radical e
impactante de los que se hayan publicado en mucho tiempo, durante una década y,
justo cuando lo terminaron al fin, el primero murió sorpresivamente el 2 de
septiembre de 2020, a los 59 años. "Graeber", recuerda Wengrow,
"era mucho más que un antropólogo. Era un activista e intelectual público
de reputación internacional que intentaba vivir de acuerdo con sus ideas de
justicia social". Ahora Wengrow se ha quedado solo para defender un
trabajo colectivo y, cuando nos encontramos con él en su visita a Madrid, lo
hace con tanta beligerancia como buen humor.
"Hay muchos
ejemplos maravillosos de esto, como el de la ciudad antigua de
Teotihuacán, donde empezaron construyendo grandes pirámides para
sacrificios humanos y unas cuantas generaciones después dejaron de hacerlo para
invertir esos recursos en rediseñar la ciudad con casas maravillosas. Y no hay
ninguna sola evidencia de que hubiese una guerra o pandemia para cambiar
jerarquías", ha explicado.
Otro ejemplo que
sale a colación es el de la Grecia antigua, considerada el
'padre' de la democracia, cuando para Wengrow tenían "una idea poco común
de lo que las sociedades actuales consideran este sistema". "Se
asocia con las elecciones de partido, mientras que la democracia de la Grecia
clásica era un juego competitivo con perdedores y ganadores. Es
más, los griegos clásicos sentían que las elecciones eran antidemocráticas,
porque animaba y alentaba al auge de líderes democráticos", ha apuntado.
En cualquier caso,
el arqueólogo considera "un error" el buscar modelos de sociedades
del pasado para la actualidad. "Cuando se habla de problemas
contemporáneos hay que buscar soluciones contemporáneas, como hicieron otras
sociedades en su momento cuando se sintieron atrapadas y así surgieron
ciudades, Estados o se pasó al modelo de la agricultura".
Occidente son "los salvajes"
Wengrow trae a
colación la necesidad de salir de la visión estandarizada de las sociedades
actuales, recordando en el libro cómo los "salvajes" para
varias tribus indígenas son los propios ciudadanos occidentalizados,
"que viven condicionados por el dinero incluso en sus espacios más
íntimos".
"Permitimos que
el dinero entre en las relaciones entre padres e hijos, entre los hermanos...no
es que los indígenas no utilicen el dinero, ya que muchas sociedades tenían sus
propias monedas como por ejemplo las conchas. La gran diferencia entre su
dinero y el nuestro es que ellos solo lo utilizan en casos específicos y nunca
permitirían que se convirtiera en la forma de interactuar con amigos y personas
más cercanas", ha lamentado.
Una guerra "catastrófica"
De igual manera,
considera que las sociedades actuales "no se deben limitar a mirar en las
grandes revoluciones o ideologías de los últimos 200 años" para alcanzar
sistemas más igualitarios o libres. "La situación actual en Europa es el
mejor ejemplo de estar atascado: en términos geopolíticos, los
Gobiernos están paralizados y no son capaces de prevenir una guerra
catastrófica debido a las cadenas de dependencia del gas", ha lamentado.
"Todo esto que
está ocurriendo entre Putin y la UE trae al foco la convergencia entre
problemas sociales y políticos. Así que, en cierto modo, puede que lo que esté
pasando en realidad demuestre que lo se necesita son soluciones globales, no
aquellas que diseccionan a la sociedad humana en diferentes categorías
(problemas políticos, económicos...)", ha concluido.
Un comentario sobre “El Amanecer de Todo”
«Me han reprochado
cientos de veces que temamos a nuestros capitanes, cuando ellos se ríen y hacen
burlas de los suyos. Toda la autoridad de sus jefes está en la punta de su
lengua, pues es poderoso en tanto sea elocuente; e incluso si se mata hablando
y sermoneando, no será obedecido salvo si place a los salvajes»
Opino que para que
esto sea posible es preciso no haber sufrido inculcacion jerarquica desde la
cuna. Esto me hace interesarme sobre la estructura familiar y los roles en las
edades y entre los sexos.
Si no se empieza por
el principio se está perorando sin base, como hacen los moralistas y los
clerigos tratando de enmendar con silogismos y mandatos una construccion
emocional, pues son las emociones las que conducen a elaborar, aceptar o
rechazar las ideas.
Los mitos sobre los
orígenes del mundo tienen un efecto psicológico fundamental: sin importar su
validez científica, justifican la situación presente y limitan nuestra capacidad
de imaginar mundos posibles. La sociedad capitalista moderna está fundada sobre
dos variantes de un mito único.
Una historia cuenta
que nuestra vida como cazadores-recolectores era «desagradable, brutal y
corta», hasta que llegó el Estado y nos permitió prosperar. La otra historia
dice que los humanos, mientras vivían en un infantil estado de naturaleza, eran
felices y libres, pero luego llegó la civilización y «todos corrieron al
encuentro de sus cadenas».
Son dos variantes
del mismo mito porque asumen un recorrido histórico unilineal que comienza con
igualitarios grupos de cazadores-recolectores y culmina con el desarrollo de la
complejidad y la jerarquía sociales. También alimentan la misma perspectiva
fatalista sobre el futuro: sea que elijamos a Hobbes (el primero) o a Rousseau
(el segundo), nos hacemos a la idea de que lo mejor que podemos hacer para
abordar nuestros dilemas actuales es remendar ligeramente el paño de la
política. La jerarquía y la desigualdad son el precio inevitable de haber madurado.
Ambas versiones del
mito nos presentan el pasado de la humanidad como una sopa primordial de
pequeños grupos de cazadores-recolectores, sin ninguna perspectiva ni
pensamiento críticos, donde no sucedió prácticamente nada hasta que nos
embarcamos en el proceso que, con el advenimiento de la agricultura y el
nacimiento de las ciudades, culminó en la Ilustración moderna.
Ahora bien, The
Dawn of Everything está llamado a convertirse en un clásico
precisamente porque destruye ese mito, bautizado por los autores como «el mito
del salvaje estúpido». Ni una mínima porción de toda la evidencia arqueológica
disponible prueba la existencia de un pasado semejante al de aquel viejo mito
fundacional.
En cambio, todo
indica que el recorrido de la historia humana fue mucho más diverso,
apasionante y divertido de lo que tendemos a pensar, pues en un sentido no fue
en absoluto «un recorrido». Nunca vivimos permanentemente en pequeños grupos de
cazadores-recolectores. Tampoco fuimos nunca permanente igualitarios. Si existe
un rasgo que define nuestra condición prehistórica es la desconcertante
capacidad de desplazamiento, casi constante, en una matriz de sistemas sociales
de diversa naturaleza económica, social y política.
Graeber y Wengrow
sostienen que la única manera de explicar esta variedad caleidoscópica de
formas sociales es postular que nuestros ancestros no eran tan estúpidos, sino
que eran agentes políticos conscientes, capaces de configurar sus relaciones
sociales de acuerdo a las circunstancias. En ese sentido, sugieren que solían
modificar sus identidades sociopolíticas con frecuencia, como un modo de evitar
los peligros del poder autoritario.
Entonces, en vez de
preguntarnos, «¿Por qué surgió la desigualdad?», tal vez deberíamos preguntar:
«¿Por qué nos estancamos en ella?». Esa es solo una de las muchas tesis
defendidas en este asombroso libro.
Dar vuelta el relato
El valor del libro
depende en buena medida de su enfoque ecléctico.
Wengrow es profesor de Arqueología
Comparativa en el University College de Londres. Es conocido por sus trabajos
sobre la prehistoria política y cultural de África y Eurasia. Graber,
reconocido en vida como uno de los individuos más brillantes de su generación y
fallecido en 2020, era profesor de Antropología en la London School of
Economics.
Juntos exploran una
serie de descubrimientos arqueológicos recientes, que prueban el carácter
anómalo del relato tradicional (por ejemplo, testimonian la existencia de
antiguas ciudades igualitarias), pero que, hasta ahora, no salieron de un
círculo de especialistas que no desarrollan sus consecuencias. En ese sentido,
los autores analizan los descubrimientos arqueológicos con
ojos de antropólogos. El resultado es un viaje apasionante al pasado, que
salta de continente a continente y de una esfera social a la otra, hasta
construir una historia que, dependiendo de la familiaridad del lector con el
archivo arqueológico, adoptará más o menos la forma de una revelación.
Por ejemplo, contra
la idea de que los «primitivos» pasaban todo su tiempo en grupos aislados,
aprendemos que la uniformidad de la cultura material de Eurasia durante el
Paleolítico superior, indica que nuestros ancestros vivían en una enorme
comunidad imaginaria, que abarcaba varios continentes. Contra lo que indicaría
la intuición, cuando consideramos la historia de la humanidad, comprobamos que,
a medida que las poblaciones empezaron a hacerse más grandes, la magnitud de
las sociedades individuales tendió a decrecer.
De los sitios
monumentales como Göbekli Tepe en Turquía o Hopewell en Ohio, aprendemos que
los seres humanos recorrían periódicamente largas distancias para reunirse en
enormes centros de interacción cultural, dedicados a la recreación y al intercambio
de conocimientos. Esas travesías, que dependían de la posibilidad de ser bien
recibidos en una comunidad ampliada, eran un rasgo típico de la vida de
nuestros ancestros.
Después el libro
aborda la agricultura. La imagen heredada dice que el nacimiento de la
agricultura conllevó la emergencia más o menos automática de sociedades
estratificadas. Sin embargo, este supuesto choca con un fenómeno como el «play
farming» del Amazonas, que muestra que sociedades acéfalas, como los
Nambikwara, a pesar de estar familiarizados con técnicas de domesticación,
decidieron conscientemente no convertir a la agricultura en la base de su
economía y optar por un enfoque más distendido, que oscilaba entre la
recolección y el cultivo (En general, la agricultura surgió en ausencia de
alternativas más fáciles).
También aprendemos
que las primeras sociedades agrícolas de Oriente Medio surgieron como
respuestas igualitarias y pacíficas frente al carácter predatorio de los
recolectores de los cerros aledaños. Fueron sobre todo las mujeres las que
impulsaron el desarrollo de las ciencias del cultivo. Otra cosa de la que nos
enteramos es que las complejas obras de irrigación se hicieron muchas veces sin
jefes: incluso en los casos en que existían estructuras jerárquicas, las obras
fueron realizadas a pesar de la autoridad, y no a causa de ella. La expansión
gradual de la agricultura alrededor del mundo fue mucho menos lineal de lo que
hubiésemos imaginado.
En el que tal vez
sea el mejor capítulo del libro, los autores analizan la cuestión de las
ciudades. Hoy, la existencia de grandes ciudades igualitarias, su mera idea,
parecen utopías. Pero Graeber y Wengrow argumentan que es así cuando pensamos
las ciudades como la coalescencia, en un espacio físico único, de comunidades
imaginarias previamente existentes —que tienen sus propias conductas y normas
igualitarias—, primero por temporadas y cada vez más como formas estacionarias,
es decir, como experimentos conscientes con las formas urbanas.
Sitios como
Çatalhöyük, al sur de Anatolia, aportan evidencia incuestionable de la
existencia antigua de ciudades de ese tipo, sin que existan signos de ningún
tipo de dominación autoritaria. (En general, cuando estos aparecen, son
palacios, templos, fortificaciones, etc.). Otras ciudades antiguas como
Cahokia, en Mississippi, o Shimao, en China, evidencian la sucesión temporal de
distintos órdenes políticos, que a veces pasaron de ser autoritarios a
igualitarios: queda abierta la posibilidad de que los cambios hayan sido el
resultado de revoluciones urbanas.
Los últimos
capítulos están centrados en el «Estado», o, mejor dicho, en la confusión que
conlleva definir sociedades como la incaica o la azteca mediante la categoría
de «Estados incipientes», cuando en realidad eran mucho más diversas de lo que
ese forzoso término nos hace pensar. Desde las sociedades olmeca y chavín de
Mesoamérica hasta los shilluk del sur de Sudán, The Dawn of Everything nos
presenta un surtido de estructuras autoritarias que existieron a lo largo de la
historia. Hacia el final del libro, encontramos esa gema arqueológica que es la
civilización minoica —un «precioso obstáculo»—, donde toda la evidencia apunta
a la existencia de un sistema de dominación política femenina, probablemente
una teocracia comandada por un grupo de sacerdotisas.
Por supuesto, hay
mucho más en el libro. Pero el leitmotiv que recorre todos los capítulos es
que, si queremos comprender todos esos fenómenos, estamos obligados a
reposicionar la intencionalidad colectiva en el cuadro de la historia humana,
como una variable explicativa real, es decir, asumir que nuestros ancestros
eran seres creativos, totalmente capaces de organizar de manera consciente sus
relaciones sociales.
Los autores no
descartan en absoluto la importancia de las determinaciones ecológicas. Pero
conciben su programa como un intento de mover el eje hacia una posición más
sensible en el marco del continuo agencia-determinismo, que suele quedar
anclado en un solo extremo. La conclusión fundamental es que esta nueva imagen
de nuestro pasado expande nuestras perspectivas sobre el futuro. Los
sentimientos fatalistas sobre la naturaleza humana se evaporan a medida que hojeamos
cada una de las páginas del libro.
Un futuro más libre
Fieles a la ley de
Ostrom —«cualquier cosa que funcione en la práctica debe funcionar en la
teoría»—, Graeber y Wengrow establecen un nuevo marco para interpretar la
realidad social que nos presentan los descubrimientos empíricos.
En primer lugar, nos
convocan a abandonar ciertos términos, como sociedades «simples» y «complejas»,
por no mencionar «orígenes del Estado» u «orígenes de la complejidad social».
Estos términos presuponen el tipo de pensamiento teleológico que los autores
cuestionan en el libro. Lo mismo vale para «modos de producción»: saber si una
sociedad está fundada en la ganadería o en la pesca es un criterio de
clasificación pobre, pues no nos dice prácticamente nada sobre su dinámica
social.
En segundo lugar,
nuestros autores acuñan categorías nuevas. Por ejemplo, muestran que es posible
descomponer la dominación social en tres elementos —control de la violencia,
control del conocimiento y poder carismático— y que sus permutaciones se
adecúan a patrones consistentes a lo largo de la historia. Mientras que el
Estado nación moderno incorpora los tres, las sociedades más jerárquicas del
pasado solo implicaban uno o dos, y eso permitía que quienes vivían bajo su
régimen gozaran de grados de libertad prácticamente inimaginables en la
actualidad.
Graeber y Wengrow
reflexionan mucho sobre este último tema. Más que una obra sobre la historia de
la desigualdad, The Dawn of Everything es un tratado sobre la
libertad humana. Analizando el archivo antropológico, identifican tres tipos de
libertad —libertad de abandonar la comunidad propia (sabiendo que es posible
integrarse a otra nueva en tierras distantes), libertad de reorganizar el
sistema político (con frecuencia de modo periódico) y libertad de desobedecer a
las autoridades sin ninguna consecuencia— que nuestros ancestros parecen haber
asumido, pero que nosotros olvidamos por completo (aunque, por supuesto, su
conclusión está en las antípodas de la de Rousseau: ¡no hay nada inevitable en
esta pérdida!).
El análisis termina
invirtiendo la pregunta que deberíamos hacernos cuando pensamos el desarrollo
histórico de las jerarquías: «El verdadero misterio no es cuándo aparecieron
los jefes por primera vez», nos dicen, «sino cuándo dejó de ser posible reírse
de ellos sin tener que responder ante la ley».
La fascinación que
provoca el libro obedece en parte a la naturaleza extraña, al menos a ojos
contemporáneos, de los fenómenos que describe. Potlach, caza de cabezas y
retratos de calaveras; reyes desconocidos, revoluciones, arte chamánico y
expediciones visionarias… The Dawn of Everything se deja leer
como una novela de ciencia ficción, salvo que la verdadera fantasía está en
nuestra visión heredada de la historia humana. La escritura oscila entre lo
divertido y lo divertidísimo. Pero, al mismo tiempo, como casi ningún párrafo
carece de una intuición importante, la lectura exige paciencia. Difiere de
todos los libros sobre la historia de la humanidad a los que estamos
acostumbrados.
The Dawn of
Everything empequeñece
el estilo de Pinker, Diamond o Fukuyama (y también el de Harari). Cada vez que
los no especialistas se meten con la historia humana, terminan reproduciendo
inevitablemente los viejos mitos con los que crecimos. Tomemos el caso de
Pinker: con toda su charlatanería sobre el progreso científico, sus libros
podrían haber sido escritos perfectamente en tiempos de Hobbes, es decir, en el
siglo diecisiete, cuando carecíamos de toda la evidencia disponible hoy.
Graeber y Wengrow
exponen casualmente la deslumbrante incompetencia de la que dan cuenta estos
autores al tratar con el archivo antropológico. Solo un manejo sólido del
amplio espectro de posibilidades humanas documentadas históricamente, es capaz
de autorizar un lente interpretativo creíble sobre el pasado distante. Pues es
así como el investigador se arma de un sentido refinado de los ritmos de la
historia humana.
Una de las
experiencias que genera la lectura del libro es el reconocimiento gradual de
estar en presencia de una odisea intelectual, difícil de situar en el paisaje
actual de la teoría social. Al adoptar nuevamente la posición de los «grandes
relatos», el libro establece un corte nítido con las tendencias
posestructuralistas y poshumanistas que pueblan el mundo académico
contemporáneo. Sabemos que, al menos Graeber, solía definirse como un
«prehumanista» que tenía expectativas en realizar plenamente el potencial de la
humanidad.
No cabe duda de que
esta obra es una contribución en ese sentido. También es posible leer The
Dawn of Everything como un capítulo de la Ilustración (sin dejar de
considerar que uno de los principales argumentos es que el pensamiento
ilustrado surgió como una respuesta a las críticas de los intelectuales no
europeos). Si se tiene en cuenta la amplitud del ángulo que adopta en el marco
de la teoría antropológica y arqueológica, la obra es tan amplia que no admite
comparaciones fáciles.
Pero si aun así
fuese necesario incurrir en una, habría que decir que su calibre, en otro
campo, es similar al de las obras de Darwin o Galileo. Graeber y Wengrow hacen
con la historia humana lo mismo que los otros hicieron con la biología y la
astronomía. El libro genera el mismo efecto de descentramiento: destronándonos
de nuestra autoproclamada posición de pináculo de la evolución social, asesta
un golpe a ese pensamiento teleológico que sigue moldeando nuestra comprensión
de la historia.
Con la salvedad de que obras como Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo y El origen de las especies apuntaban a la relativa insignificancia del hombre frente al cosmos, mientras que The Dawn of Everything explora todas las posibilidades de acción que tenemos en su interior. Y si Galileo y Darwin agitaron las aguas, Graber y Wengrow no lo hacen menos por ese motivo.
En última instancia, una sociedad que
acepte la verdadera historia de sus orígenes como la historia oficial —que la
enseñe en las escuelas, que infiltre con ella la conciencia pública— será
necesariamente una sociedad radicalmente distinta de la sociedad en la que
vivimos.
https://joanfliz.blogspot.com/2022/10/libro-el-amanecer-de-todo.html
COMENTARIO ANONIMO RECIBIDO (traducido del inglés)
ResponderEliminarSobre El amanecer de todo
"The Dawn of Everything" es un relato falso y sesgado de la historia humana (www.persuasion.community/p/a-flawed-history-of-humanity ) que difunde falsas esperanzas (los autores de "The Dawn" afirman que la historia humana no "progresó" en etapas, o linealmente, y no debe terminar en desigualdad y jerarquía como en nuestro sistema actual... así que hay esperanza para nosotros ahora de que podría volverse diferente/mejor de nuevo). Como resultado de este porno de falsa esperanza, ha sido ampliamente elogiado. Sirve convenientemente al mundo industrializado profundamente enfermo de falsificaciones y delincuentes. El título deshonesto, falso y grandioso del libro ya muestra que este trabajo es un esfuerzo PARA LUCRO, en lugar de PARA LA VERDAD, dirigido a las masas (ignorantes y crédulas).
El hecho es que la historia humana desde los albores de la agricultura ha "progresado" en una etapa lineal, aunque no antes (www.focaalblog.com/2021/12/22/chris-knight-wrong-sobre-casi-todo ). Este "progreso" ha sido fundamentalmente destructivo y está impulsado y dominado por "Los 2 elefantes rosados casados en la sala histórica (www.rolf-hefti.com/covid-19-coronavirus.html ) que los autores falsos que dan esperanzas de Naturalmente, "The Dawn" ignora por completo (nadie puede escribir una historia humana legítima sin comprender y reconocer la naturaleza de los humanos). Y estos dos elefantes rosados casados son la razón por la que hemos estado "atascados" en una jerarquía destructiva y un sistema de clases desigual, y estaremos muy lejos en el futuro previsible (la verdadera pregunta debería ser ¿cómo nos quedamos atascados? ¿Cómo terminamos en un solo modo?" es la pregunta principal en "The Dawn" que sus autores nunca responden, como era de esperar).
"Todos los expertos sirven al Estado y a los medios de comunicación y sólo de esa manera alcanzan su estatus. Todo experto sigue a su maestro, porque todas las posibilidades anteriores de independencia han sido gradualmente reducidas a cero por el modo de organización de la sociedad actual. El experto más útil, por supuesto, es el que puede mentir. Con sus diferentes motivos, los que necesitan expertos son falsificadores y tontos. Siempre que los individuos pierden la capacidad de ver las cosas por sí mismos, el experto está allí para ofrecer una tranquilidad absoluta". —Guy Debord
Un buen ejemplo de que uno de los autores "expertos", Graeber, no tiene una idea real sobre en qué mundo hemos estado viviendo y sobre la naturaleza de los humanos es su último artículo breve sobre Covid, donde su ignorancia brilla ya en el título de su artículo, “Después de la pandemia, no podemos volver a dormir”. Aparentemente, él no sabe que la mayoría de las personas QUIEREN estar dormidas, y que han querido eso durante miles de años (y esa no es la única noción ignorante en el título) --- vea la última fuente citada arriba. Sin embargo, él (y su compañero) es el tipo de persona que piensa que puede enseñarte algo auténticamente veraz sobre la historia humana y en quien deberías confiar en esos términos. ¡Ridículo!
"The Dawn" es solo otra fantasía, o ideología, envuelta en un matiz de "ciencia" cuidadosamente seleccionada, que se sirve lucrativamente a las crédulas e ignorantes clases bajas que anhelan mitos y cuentos de hadas.
"El malvado y falso libro de antropología, 'El amanecer de todo'... resultó ser el libro de antropología más comercializado de todos los tiempos. Hmmmmm".