© EL SER HUMANO, UN SOFISTICADO ALGORITMO
Hoy en día esta palabra -algoritmo- flota por todas partes y
es lógico porque está detrás de casi todo, gobernándolo con unas directrices
concretas.
Entendemos por algoritmo un conjunto de operaciones o
instrucciones que deben seguirse una tras otra. Su objetivo es resolver un
problema, obtener un determinado resultado.
El tema está rodeado de una comprensible polémica por el alcance que va cogiendo en la vida de las personas que parecen estar supeditadas –para bien o para mal– al control de esta tecnología llamada inteligencia artificial.
Hace unos años se empezó a hablar de ella, centrada en la
aparición de los robots. En este caso se trata de artilugios mecánicos con
ciertas prestaciones automatizadas que van desde los dispositivos de detección
de humos que disparan una alarma hasta los artefactos que reconocen la voz
humana y actúan en consecuencia según las aptitudes para las que han sido
diseñados.
La informática es la base de todo este abanico de
posibilidades que aumenta exponencialmente y empieza a preocupar a la gente que
ve peligrar su propio sentido humano si todo es controlado y además manipulado
de forma antinatural al acceder al cuerpo humano con implantes y conexiones
electrónicas.
Si bien esta última faceta es controvertida porque supone el
control externo de la persona, nos podemos plantear algo bastante decepcionante
para nuestra propia autoestima y es que, bien mirado, el ser humano no deja de
ser todo él un sofisticado algoritmo!
Nos indignamos y asustamos ante lo que parece una invasión
del espacio humano por la tecnología, pensando que perderemos nuestra autonomía
de vida...
No es para justificar nada, pero necesitamos ser conscientes
de que nuestra vida está “automatizada de serie”. Todo el cuerpo interno
funciona por cuenta propia, sin nuestra intervención consciente.
Y puesto que hablamos de conciencia... nuestras emociones,
sensaciones y experiencias vitales están sometidas a unas interpretaciones
internas subconscientes que nos hacen reaccionar de forma determinada según
nuestra “educación cultural” (o programación)
Nuestro cerebro procesa (tal como un ordenador programado)
todo lo que le llega siguiendo unas pautas “aprendidas” o “innatas” que también
están fuera del alcance de nuestro consciente. Por otra parte, nuestra mente es
todo un “software de serie” aplicado a nuestra supervivencia en la vida.
Con esto no quiero decir que en la persona todo sea
programado y no haya espacio para una cierta autonomía. Aquí es donde
entraríamos en los aspectos del alma y el espíritu que es terreno de las
creencias y por tanto son cuestiones especulativas.
Volviendo al tema inicial, debemos admitir que nuestras
funciones están definidas y automatizadas (por nuestro bien) y si entramos en
el ámbito de la libertad o el libre albedrío, también debemos reconocer las
carencias que se dan.
Nuestra vida está gobernada por la mente (el cerebro) y las
emociones (el corazón). La conciencia presente en nosotros es el observador y
el juez de los procesos. Las decisiones voluntarias que tomamos son la
consecuencia de este juicio basado en unas premisas aprendidas, por tanto
volvemos al campo de los algoritmos.
Ser valientes y aceptar nuestra naturaleza “programada” nos
puede dar margen para abrir rendijas en esta “matrix” donde estamos integrados
y aspirar a conocer niveles de realidad diferentes (¿mejores?)
En cualquier caso lo que no debemos hacer es amargarnos la
vida al descubrir esta situación de sometimiento a algo que nos gobierna
(directa o indirectamente).
Ser conscientes de ello es el primer paso para tratar de
salirnos si podemos (o si queremos!)
O así me lo parece
Joan Martí – elcamidelavida@gmail.com – 2 de agosto de 2023
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