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16.10.23

Al abrirnos unos a otros conseguimos vivir más tranquilos y mejores frutos cosechar

© LA CONFIANZA MUTUA                          

Confiar los unos en los otros, he aquí una fórmula para ir ligeros por la vida que no es muy habitual ver. Parece que ir dudando del prójimo sea una tendencia innata.

Mi experiencia personal me ha confirmado en los buenos resultados de una actitud confiada. Ir abierto de corazón por el mundo hace que los demás también se abran y así se logren buenas relaciones.

Es evidente que no todas las personas son de fiar pero sí un 99% de ellas por eso es una pena y un desperdicio de posibilidades regirse por la desconfianza.

Cuando topas con alguien que te decepciona -o te traiciona- no toca otra que pasar página y olvidarse de ella, pero mientras tanto has tenido innumerables ocasiones de compartir pareceres, ilusiones, sentimientos... que de otra forma no sé hubiesen producido.

Si algo proporciona el ir con confianza por la vida es mucha paz de espíritu y experiencias diversas que son la consecuencia del intercambio abierto en las relaciones.

La confianza en la vida es una herramienta muy útil y sobrecogedora porque abre muchas puertas y muchos corazones y crea una atmósfera entrañable que llena de satisfacción.

La falta de confianza, la desconfianza en las personas, va generando -además de un malestar propio- un ambiente enrarecido, enturbiado, que va alejando unos de otros y encerrándolos en sí mismos.

Si algo desea el sistema es ese alejamiento entre nosotros, éste dudar y en definitiva temer el contacto con otros. De ahí se aprovecharon para imponer la “plandemia”.

Uno de los efectos más perniciosos de la desconfianza mutua puede llegar a ser la delación, sólo movida por el miedo al otro e inducida por el poder dominante.

Una pena que seamos tan manipulables pero parece que somos campo abonado para todo tipo de iniquidades derivadas de no confiar.

El miedo al desconocido -a todo lo desconocido- quizá sea un mecanismo atávico de defensa que tenemos interiorizado desde épocas ancestrales que nos servía para preservar nuestra vida.

A pesar de la existencia de peligros, en la actualidad nuestro deambular por la vida no está amenazado de forma que justifique una actitud recelosa y miedosa.

Si sufrimos por todo, lo que conseguimos es un vivir mortificado, infeliz, que nos impide disfrutar de todas las maravillas que nos rodean, de la más pequeña a la mayor.

La vida ya reúne por si misterios suficientes no hace falta que le añadamos además las incertidumbres de una desconfianza patológica hacia nuestros semejantes.

Cuanto más nos abrimos unos a otros más conseguimos vivir tranquilos y mejores frutos cosechamos en nuestro paso por este mundo.

Si lo pensamos bien y evaluando las ventajas y los inconvenientes de las dos actitudes podremos ver que nos conviene más movernos con la confianza bajo el brazo.

Cabe decir que una vez te acostumbras ya lo haces de forma espontánea sin tener que pensar los pros y los contras y sales ganando de largo.

Romper con el hábito ancestral de tener miedo a todo lo que no conoces es un gran paso para alcanzar al menos dos cosas: Vivir mejor y aportar buen ambiente al entorno.

O así me lo parece.

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Joan Martí – elcamidelavida@gmail.com – 16 octubre 2023

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