DESPERTAR Y CREAR REDES
Como antes decíamos, viven ahora en la Tierra un gran número
de seres humanos con formas de consciencia de lo más dispares. Entre ellos se
cuentan los que aún están profundamente dormidos, los que ya se han despertado
un poco y los que están algo más despiertos.
Todo lo relativo al proceso de despertar, sin embargo, es un tema complicado. En el fondo, ninguno de nosotros puede decir en qué medida está despierto o dormido. Uno no sabe lo que no sabe. Si la realidad se compone de diversas dimensiones y planos de percepción y si en nuestra consciencia diurna solo podemos saber lo que ya sabemos, entonces ninguno de nosotros está en situación de decir qué planos de la realidad multidimensional aún no puede percibir. De ahí que nadie pueda saber con exactitud en qué medida está ya despierto y en qué medida dormido.
En otras palabras: no todos los que se consideran a sí
mismos completamente despiertos lo están de verdad. Justamente en relación a este
tema existe un enorme potencial para el autoengaño. Puede ocurrir que te
encuentres con tres seres humanos diferentes y que los tres estén convencidos
de que ya se han despertado. “Estar despierto” no siempre significa lo
mismo.
Pese a ello, es evidente que entre los seres humanos de hoy
en día algunos están completamente dormidos, mientras que otros están considerablamente
más despiertos respecto a esto o aquello. En correspondencia, la responsabilidad de que el actual estado de cosas
dé un giro hacia algo positivo recae sobre todo, como es lógico, en los que
están más despiertos. Estos tienen otro modo de percibir la globalidad
de las cosas, y pueden por ello valorarlas y configurarlas de otra manera.
Pueden tener otros pensamientos y sentir otros sentimientos y también pueden
llevar a cabo otras acciones en el plano físico.
Los seres humanos que siguen dormidos no pueden hacer estas
cosas, porque ni siquiera se les pasa por la cabeza, ya que en su consciencia
diurna carecen por ejemplo del conocimiento de que es posible erigir un mundo
pacífico en el que reine el amor, amén de esto, tienen el problema de que en el
fondo su pensamiento no es realmente autónomo. Cuando leen algo en el
periódico, cuando se dice algo en la televisión o en la radio, o cuando algo
está escrito en un libro de texto ellos parten de la base de que eso es la
verdad. No ven razón alguna para ponerlo seriamente en cuestión.
Yo opino que hay que tomar todas estas cosas con
pinzas. La totalidad del sistema en el que vivimos actualmente se alza
sobre un conjunto de mentiras fundamentales.
Si queremos transformar este sistema y volver a conocer la verdad y vivir en ella, depende de nosotros introducir ese cambio. Para comenzar, hemos de volver a pensar de un modo más autónomo, y cuestionar críticamente tanto los acontecimientos que nos rodean como a nosotros mismos.
Lo siguiente será que modifiquemos nuestra propia conducta
individual poniendo con ello en marcha un cambio colectivo.
En cuanto comenzamos a pensar autónomamente dejamos de
seguir dócilmente el camino que nos han escrito, y en lugar de ello nos
preguntamos:
¿Es eso realmente acertado para mí?
¿De verdad es eso lo que quiero?
¿O lo hago porque pienso que tengo que hacerlo, o porque alguien
me lo ha ordenado?
En resumen: si queremos vivir en un mundo más bello y
perfecto, si queremos acercarnos un poco más al paraíso que todos añoramos,
tenemos que ponernos nosotros mismos manos a la obra. No podemos esperar que lo
hagan los que aún están durmiendo.
Para conseguirlo es esencial que establezcamos contactos con
personas que piensan como nosotros y que también desean trabajar en favor de lo
positivo, lo amable y lo luminoso.
La creación de redes entre las fuerzas luminosas es la
clave para que el cambio global se haga efectivo.
No debemos esperar de los que aún están perdidos, confusos y
asustados que elijan ahora la luz. Podemos hablar con ellos, por descontado, e
intentar explicarles cómo vemos nosotros las cosas, pero es posible que la
consciencia de muchos no esté lo suficientemente abierta, y que aún no tengan
acceso a este modo de ver las cosas. No tiene mucho sentido discutir largamente
sobre estos asuntos, porque si alguien no se abre a ciertas cosas debemos
aceptarlo sin más, y también debemos respetarlos.
Cuando en cambio establecemos vínculos en clave constructiva
con personas que piensan igual que nosotros y ya están preparadas, nos llenamos
de fuerza y confianza, porque nos damos cuenta que no estamos solos, que ya hay
en el mundo, en todas partes, considerables puntos de luz, y que por esa razón,
al final todo va a salir bien.
Es un hecho irrevocable que esta loca historia, en la que
el mundo está metido, va a acabar bien. Y va a terminar bien porque a
estas alturas ya son muchas las personas despiertas o que están despertando,
las personas que ya no están dispuestas a seguirles el juego, que asientan
activamente la luz aquí en la Tierra, que optan activamente por lo bueno y
positivo, y que están dispuestas a hacer todo lo que en cada caso y con arreglo
a su actual situación personal está en sus manos.
Según mis estimaciones, el número de personas que han
despertado es ya teóricamente lo suficientemente grande como para que la
situación de la Tierra mejore significativamente.
En la actualidad, sin embargo, existe el problema de
que no todos remamos en la misma dirección, de que todavía no reina
la unidad, sino que estamos divididos.
Entre las personas que se consideran a sí mismas despiertas
siguen surgiendo desacuerdos, disputas y rivalidades, y estos conflictos hacen
que no empleen sus energías en remar en la misma dirección. Es lógico que
existan distintos puntos de vista y, con ello, disparidad de opiniones en lo
tocante a este o aquel punto, puesto que nadie conoce la verdad absoluta. Hay
gente que opina por ejemplo que la Tierra es una bola redonda, mientras que
otros defienden que la Tierra es un disco plano, o cualquier otra cosa.
Pero seamos francos: en estos momentos nos enfrentamos a
asuntos mucho más importantes que la disputa sobre semejantes cuestiones. Se
trata de que juntos contrapongamos a este sistema global de destructividad algo
constructivo y positivo.
Se trata de aprender a convivir en paz y armonía, de que
seamos respetuosos los unos con los otros y de que erijamos juntos algo nuevo.
En lugar de eso, discutimos porque en alguna cuestión menor
no tenemos la misma opinión. Eso es lamentable y deberíamos intentar cambiarlo
con la mayor celeridad. Una acción conjunta a gran escala de muchas
personas requiere ciertos acuerdos fundamentales. Las distintas imágenes
del mundo, por ejemplo, tienen que ser compatibles y debe ponerse el acento en
el amor y la paz. Para los demás basta con que los puntos de vista y la
orientación de la consciencia sean parecidos. No tiene por qué ser siempre todo
igual.
Mientras las numerosas personas en el mundo que ya han
avanzado en el proceso de despertar sigan estando enfadadas, divididas y no
formen una unidad, careceremos de la fuerza necesaria para poner en marcha algo
realmente grande. Puede que a día de hoy ya seamos suficientes en número, pero
no lo somos en lo que respecta a la unidad.
El problema ya no es que seamos pocos, sino que no
estamos unidos.
El sistema imperante busca intencionadamente y fomenta
diligentemente esta división entre los trabajadores de la luz. Pero nosotros
también podemos tomar la decisión de no dejar que nos dividan y dirigir decididamente
la energía de nuestra consciencia a la meta común.
Que en este momento no todos los trabajadores de la luz
remen en la misma dirección a escala global no implica que no podamos cambiar
muchas cosas en el plano individual.
Para hacer una valiosa contribución basta con erigir en
nuestro propio medio vital una pequeña isla de luz y defender en ella la luz
firmemente.
De cara al viraje global hacia lo bueno que está por venir,
somos necesarios, en primer lugar, nosotros los humanos de la Tierra. Aunque
recibimos incesantemente ayuda y apoyo del mundo espiritual, al final somos
nosotros, los seres humanos, los que vivimos físicamente aquí en la Tierra, los
principales responsables de los acontecimientos terrestres. Las fuerzas
luminosas que nos asisten no viven en su mayoría aquí físicamente, en la Tierra,
por eso es importante que nosotros, como humanidad, hagamos lo que nos toca:
hay ciertas cosas que solo pueden hacer seres humanos encarnados.
Cada alma particular que se encarna en esta época aquí en la
Tierra como ser humano constituye una parte esencial del plan divino superior.
Los que actualmente están en el poder opinan en cambio que puede seguir
implementando su propio plan, y están firmemente convencidos que lo coronarán
con éxito. Pero su plan no va a hacerse realidad. ¿Por qué? Porque en lo más
íntimo de nuestro ser somos amor, y porque no se puede detener el amor. Se
puede intentar ralentizar el amor, o frenarlo de algún modo, pero no es posible
erradicarlo. Desde el punto de vista de nuestro ser esencial originario somos
amor, y por mucho que se intente sofocar nuestra naturaleza, en algún momento
vamos a despertar. Esto va a ocurrir antes o después. La pregunta no es pues si
va a ocurrir o no, sino cuándo.
Las almas individuales despertarán, es solo una cuestión de
tiempo. Algunos despertarán en su actual encarnación, otros quizás dentro de
unas cuantas encarnaciones. Pero todos despertamos en algún momento, porque
todos los seres humanos, todas las almas, somos amor, y el amor se manifiesta
antes o después. Despertar no es otra cosa que abandonar el olvido y recordar
quiénes somos en realidad. Gracias al despertar volvemos a ser conscientes de
lo que ya siempre hemos sido y de lo que siempre seremos: seres de amor.
«En esta importante era del cambio se han encarnado desde los años sesenta muchísimas almas en este planeta que no proceden de una esfera cercana a la Tierra, sino de esferas mucho más lejanas. Todas ellas están marcando esta evolución humana.
En los siglos pasados ha habido también en todas las
épocas casos aislados de almas semejantes. Eran santos, líderes religiosos,
filósofos, investigadores, científicos, inventores, inconformistas, artistas,
músicos y personas excepcionales en muchos ámbitos distintos que trabajaron
constructivamente a favor del progresivo desarrollo de la humanidad. En nuestro
días hay aquí innumerables almas semejantes, que tienen el mismo potencial,
solo que en muchos casos ellos mismos no lo saben»
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