LAS RELIGIONES HAN SIDO IDEADAS
«Ellos deben sostener la existencia de Dios en la Biblia porque en esto se basa todo el sistema de poder que han construido»
Mauro Biglino (Turín,1950) escritor, filólogo y hebraísta. Ha publicado en español, La Biblia no es un libro sagrado, que se ha convertido en un fenómeno social en Italia donde ha vendido más de 300.000 ejemplares.
Trabajó como traductor de hebreo masorético para una institución afín al Vaticano (Ediciones San Pablo). En el curso de los años ha traducido numerosos libros del Antiguo Testamento. Hasta que se decidió a publicar con una editorial independiente en 2010. A partir de ahí, la editorial San Pablo decidió suspender la relación profesional con usted. Esta especie de disidencia suya y las consecuencias que le han acarreado, a algunos nos recuerda la figura de Giordano Bruno. Un religioso que rompe con la doctrina oficial de la Iglesia y mantiene ideas contrarias a aquella, y cuyo destino fatal se hizo tristemente célebre.
Usted, primero, fue «despedido» por lo que escribió y publicó, y después ha sido objeto de ataques y difamaciones en las redes. ¿Quizás los tiempos no han cambiado tanto como parece y acaso la hoguera ha sido sustituida por el linchamiento mediático?En efecto debo
constatar que los tiempos no han cambiado: quien piensa de manera diversa de lo
que se considera la verdad absoluta, es obstaculizado de todos los modos
posibles.
Por fortuna hoy no existen las hogueras porque están
prohibidas por las leyes laicas, pero han sido sustituidas por aquello que
usted justamente ha llamado «linchamiento
mediático»: burlas, insultos, difamaciones y también amenazas son
utilizadas diariamente en las redes para desacreditar mi persona.
Todo ello entraba dentro de lo previsible, por eso continúo
adelante con serenidad y determinación; porque frente a los intentos de
detener, ralentizar o desacreditar mi actividad de divulgación, existen miles
de personas que aprecian mi trabajo y me piden de seguir adelante. No es casual
que mis libros estén presentes en varios países de Europa: Croacia, Estonia,
República Checa, Alemania, Holanda, Francia, Portugal y ahora también en España
e Hispanoamérica y pronto en los EEUU.
Usted sostiene una interpretación literal de La Biblia
(A.T.). Y concluye que este libro no habla de Dios ni de religión ni
entidades espirituales ni es un libro «sagrado» y no habla de monoteísmo. ¿Son
el concepto monoteísta y la idea del Dios bíblico una invención?
Creo ante todo que un libro debe leerse como está escrito y
en hebreo ni siquiera existe una palabra que indica Dios tal como lo entendemos
nosotros. Por tanto, la Biblia no puede en absoluto hablar de Dios; de hecho
narra las vicisitudes de una alianza entre el pueblo de Israel y un individuo
de nombre Yahweh que era uno de los muchos Elohim presentes en el Antiguo
Testamento. El monoteísmo no existe en la Biblia, se trata de una invención
teológica que ha sido elaborada en el curso de los siglos por la casta
sacerdotal judía primero y cristiana después.
¿Con qué fin?
Con el objeto de presentarse como única intermediaria entre
el hombre y (el presunto) Dios. Esto confiere el poder de dominar las
consciencias actuando con los mecanismos del premio/castigo, las promesas de
felicidad o las amenazas de condena eterna, el sentimiento de culpa y la
necesidad de redención.
En el hebreo bíblico no existen ni siquiera las palabras que
indican eternidad, crear de la nada, trascendencia, omnipotencia, omnisciencia…
No existen por tanto los conceptos fundamentales de la religión que ha sido
literalmente inventada a partir de este libro.
¿Excluye o cuestiona esta conclusión la idea o existencia
de un Dios trascendente más allá de cuanto afirma la Sagrada Escritura?
Desde que inicié mi actividad pública en 2010 (con el cese
inmediato de la relación laboral con la editorial San Paolo) siempre he dicho que yo no hablo de Dios
porque de eso no sé nada. Por tanto, no excluyo su existencia, no tengo
la certeza de un ateo, me limito a contar aquello que leo en los códigos
hebreos del A.T. y puedo asegurar que en aquel libro jamás se habla de un Dios
único, trascendente, espiritual, omnisciente y omnipotente.
El hecho de que en aquel libro no hable de ello no significa
sin embargo que no exista: esto tiene que ver con la fe y con las convicciones
de cada uno. Creo que mi trabajo resulte útil a quienes buscan a Dios, porque
los libera de la ilusión de que Dios sea aquello inventado por los teólogos
judeocristianos: mientras sigan anclados en aquella figura, viven en el
engaño.
Entre los siglos VI y X d.C. los masoretas recogen la
tradición secular y trabajan sobre textos preexistentes. ¿En qué consistió este
trabajo de los masoretas exactamente?
Los masoretas han llevado a cabo una verdadera tarea
redactora, tratando de dar unidad y coherencia al conjunto de estos libros de
los cuales no se sabe casi nada: no se sabe con certeza quien los ha escrito ni
cuándo, además nadie sabe cómo eran en su origen porque cada vez que los
reescribían, los cambiaban, como afirman los mismos estudiosos hebreos,
docentes en las universidades israelíes (ej. Alexander Rofe).
En el trabajo hecho durante estos siglos se añadieron los
sonidos vocálicos (la puntuación masorética), para conseguir que desde ese
momento las palabras fueran leídas de una manera precisa. Aquellos
libros, de hecho, estaban escritos sólo con consonantes y cada palabra –según
los sonidos vocálicos que eran usados para leerla– podía cambiar de
significado. Por ello los masoretas trataron de fijar definitivamente la
modalidad de lectura. Pero todavía hoy, en la exégesis hebraica hay quien
cambia las vocales, cambiando así el significado de las palabras: esta
operación es lícita porque nadie sabe cómo se leía cada término original. No es
casual que a finales de los años 50 del pasado siglo, en las universidades
israelíes se puso en marcha un proyecto (Bible Project) que tiene por objeto el
tratar de reconstruir una Biblia lo más cercana posible a aquella escrita en
origen, para ello los estudiosos se han fijado un plazo de tiempo de dos siglos
(!).
Todas estas incertezas están en la base del método de
lectura al que me he referido al inicio y que considero sea el único
intelectualmente honesto: aquel de «suponer que» aquello que está escrito
literalmente en aquel libro sea verdad.
¿Se podría verificar el viejo aforismo
italiano: traduttore, traditore?
La tarea del traductor comporta este riesgo, sobre todo con
lenguas antiguas, sobre las cuales no existe nunca la certeza. En una
traducción que pretenda ser intelectualmente honesta se necesita por tanto
prestar mucha atención al contexto, que es un elemento indispensable para
aproximarse todo lo posible al significado de cada término concreto.
Precisamente para evitar este riesgo, al menos para las palabras más importantes,
yo digo –p. ej.– que convendría no
traducir términos como Elohim (voz
plural que viene traducida por ‘Dios’, en singular), Elyon (que es el comandante de
los Elohim, pero que sin embargo viene traducido por ‘El Altísimo’ o se unifica
con Elohim), ruach (que
significa ‘objeto pesado’ en el que Yahweh combatía y se desplazaba, y que
viene sin embargo traducido como ‘Gloria’).
Todas las
traducciones de la tradición religiosa buscan la manera en que el lector piense
que la Biblia hable de Dios. Por ejemplo, los verbos en plural que se
refieren a los Elohim a
menudo son traducidos en singular, para hacer creer que la Biblia habla de un
Dios único… O bien el término olam que
viene traducido como ‘eternidad’, cuando el mismo Diccionario de Hebrero Bíblico
de la Sociedad Bíblica Británica recoge que no significa eternidad, sino un
largo periodo del que no se conoce su duración. Estas son verdaderas y
auténticas traiciones.
Usted habla de los «libros desaparecidos» de La Biblia.
Incluso menciona una suerte de «cementerio de los libros» (algo que casi parece
ficción literaria). ¿Qué hay de cierto y qué fue de los «libros
desaparecidos»?
En mis trabajos he
señalado un elenco de once libros citados en el Antiguo Testamento, pero que
oficialmente no se encuentran (han desaparecido). Conviene saber que los
judíos no podían destruir los libros escritos por sus antepasados en los cuales
apareciera uno de los nombres de Yahweh, por eso los conservaban en un local
anexo a las sinagogas (guenizá), y después los sepultaban, literalmente.
Yo creo que estos libros desaparecidos eran demasiado
explícitos al presentar la figura de Yahweh y su modus operandi y de combatir
(El libro de las guerras de Yahweh: Números). Por tanto, habrían podido
cuestionar la doctrina teológica del Dios único y espiritual, por ello fueron puestos «fuera de
circulación», pero estoy seguro de que todavía existen y podrían
revelarnos aspectos muy interesantes y curiosos.
Llama la atención del lector no iniciado ciertos términos
del A.T. que todavía se pueden leer en algunas biblias: ‘dioses’, ‘Elohim’,
‘Jehová’, ‘Yahweh’, ‘El Shaddai’, ‘Adonai’ ¿Quiénes son estas ‘entidades’?
¿Quiénes eran los Elohim?
Los Elohim eran individuos de carne y hueso que colonizaron
la Tierra y se la dividieron para gobernarla. El nombre Jehovah es uno de
tantos modos en que podía ser vocalizado el tetragrama YHWH escrito solo con
consonantes: Jehovah, Yahweh, Yihwih…
En Deuteronomio se dice claramente que en la repartición
hecha por el comandante Elyon entre
los Elohim, la heredad, esto es, la asignación reservada a Yahweh fue la
familia de Jacob/Israel y solo esta. Otros miembros de la familia descendientes
del padre Abraham (Terach) fueron asignados a otros Elohim: los moabitas a
Camos, los amonitas a Milcom, etc. Los Elohim combatían entre ellos para
arrebatarse estos territorios unos a otros; basta pensar que en Éxodo Yahweh
viene definido como ish milchamah, esto es, ‘hombre de guerra’ y
efectivamente hacía solo esto.
La Biblia es una
gran crónica de guerra en la que se narra los intentos de Yahweh y
los suyos por conquistar tierras que no les habían sido asignadas, pero su
promesa de dar al pueblo de Israel todos los territorios que van desde el Nilo
hasta el Éufrates (Génesis) nunca fue cumplida. Yahweh no era capaz de mantener
sus promesas porque no era Dios y sus antagonistas, Elohim como él, se lo
impidieron.
¿Pueden parangonarse los Elohim a
los theoi griegos o a «dioses» de culturas como Sumer o Egipto?
En dos de los libros
publicados por Mondadori hago un análisis paralelo entre los Elohim bíblicos y
los theoi griegos. Ambos tienen las mismas características,
las mismas actitudes, los mismos medios de desplazamiento y tienen las mismas
necesidades fisiológicas, particularmente la de inhalar el humo producido por
la grasa animal abrasada al fuego que tanto les gustaba porque los calmaba, los
«aplacaba» como señala claramente la Biblia.
No solo los griegos, también los romanos y en general todas
las civilizaciones antiguas nos hablan de aquellos «hijos de las estrellas» que
llegaron del cielo, fabricaron al hombre con el objetivo de tener un esclavo
que trabajase para ellos y después se repartieron los territorios. Han sido
llamados theoi por los
griegos, devaspor los
hinduistas, neteru por
los egipcios, asipor los
pueblos del norte de Europa y así sucesivamente.
La Biblia es solo uno de los tantos libros escritos por la
humanidad y nos cuenta la historia de uno de aquellos Elohim, aquel
llamado Yahweh y al
cual –como he dicho– le fue asignada la familia de Jacob.
¿Cómo ha sido construida una religión de algo que no es
«espiritual» ni «sagrado» ni «divino»?
El libro La Biblia no es un libro sagrado responde
a esta pregunta. Sintetizo la respuesta. Las distintas religiones han sido
ideadas partiendo de historias reales que después han sido transformadas e
interpretadas en clave espiritual. Quienes
han detentado el poder han creado y utilizado este instrumento, procurando
mantener oculto el conocimiento de la verdad al vulgo, que no
tenía acceso a los libros «sagrados», una historia revisada y reconstruida para
fundamentar el poder sobre las masas.
Han sido muy
eficaces porque las religiones son el único sistema de control de los pueblos
que ha perdurado más de 2.000 años. Ningún imperio en la historia
ha durado tanto. El secreto de la longevidad de las religiones está en su
capacidad de dar respuesta a la madre de las angustias en el hombre: el miedo a
la muerte. Para lo que cada religión ha elaborado la suya: desde la
resurrección a la reencarnación hinduista o el renacimiento budista…
Considerando las experiencias fundantes o mitos
fundacionales del pueblo hebreo y de la religión judeocristiana: la alianza
entre el patriarca Abraham con El Shaddai y de Moisés con Yahweh en la
«teofanía» del monte Horeb: ¿Deben ser considerados mitos o realidad histórica?
¿Qué hay de trascendente en estas historias?
Leyendo la Biblia no se deduce nada de trascendente. Si
adoptamos el método de «suponer que» se trate de historias reales, aquel libro
trata de un pacto, una alianza forjada al objeto de obtener ventajas
recíprocas: por una parte un poderoso (Yahweh) que encuentra un pueblo del cual
servirse, y por otra parte, un pueblo que recibe la ayuda y una serie de
ventajas que se concretan solo en esta vida.
En la Biblia no existen premios ni castigos después de la
muerte; no existen paraísos o infiernos y tampoco el purgatorio, no existe el
pecado original y no existe el concepto de Dios «omnipotente», una traducción
errónea (¿o falsa?) de El-Shaddai que en la mejor de las hipótesis significa
‘Señor de la estepa’.
El fundamento del
judaísmo y del cristianismo se encuentra por tanto en sucesos
históricos precisos que después han sido redactados y presentados en clave
alegórica, metafórica y espiritualista para «inventar» las religiones.
Sin duda la tradición judeocristiana ha influido en el
pensamiento filosófico y político, en las ciencias y otras ramas del saber, y
por ende en parte de la historia de la humanidad. Así las cosas: ¿Se hace
necesario reescribir la historia del mundo?
Absolutamente sí. La historia que nos han contado no es la
verdadera. Partiendo del modo en que ha nacido Homo sapiens (que es producto de intervenciones genéticas
bien precisas descritas también la Biblia, además de en las narraciones sumerio-acadias). Todo debe reescribirse y lo que puede
recabarse de los textos antiguos resulta mucho más fascinante de lo que nos han
contado.
Por lo demás, la verdadera historia nos ayuda a comprender
gran parte de la realidad actual: he escrito un libro con una profesora de
Filosofía del Derecho La Bibbia non l’ha mai detto donde
documentamos cómo el sistema judicial italiano está condicionado por la
Iglesia.
Aunque va más allá: ¿Cuántos saben que el sistema
financiero que gobierna el mundo está basado sobre principios (del
débito-crédito) que han sido formulados con precisión por Yahweh y descritos en
la Biblia (Deuteronomio y Proverbios)?
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