EL TÚNEL
Poco sabíamos que
habíamos nacido dentro de un «túnel», un túnel muy oscuro. No lo parecía,
porque estaba lleno de luces, proyecciones, sonidos y música.
Las 24 horas del día, los 365 días del año, las luces
hipnotizadoras brillaban, los altavoces sonaban a todo volumen y las pantallas
proyectaban un trillón de imágenes diferentes con un propósito común: mantenernos hipnotizados dentro de los
«muros» ilusorios de nuestro confinamiento.
Durante un tiempo (mucho tiempo), el espectáculo fue tan entretenido, tan bien ejecutado, tan convincente, tan seductor, que no pensábamos que hubiera nada fuera de él.
Pero el espectáculo empezó a ganar intensidad y pasó de ser una comedia/drama a una película
de terror, y se volvió realmente aterrador, constrictivo y opresivo.
Parecía como si el túnel se nos estuviera estrechando. Las
luces perdieron su brillo y los sonidos se hicieron insoportables, hasta que
por fin nos dimos cuenta de que habíamos estado viviendo «bajo tierra».
Era doloroso darse
cuenta de que habíamos estado «cautivos» toda la vida; hipnotizados por
el entretenimiento constante, cegados por el espectáculo de luces, ensordecidos
por el ruido incesante y agotados de vivir en modo supervivencia, completamente
inconscientes de que la vida era una oportunidad para prosperar, no sólo para
sobrevivir.
Las luces empezaron a apagarse cuando nos dimos cuenta de su
propósito, y lo que antes era real y entretenido, se convirtió en falso y
malintencionado. Reconocimos la
mano del mal detrás de todo y, durante un tiempo, todo se volvió bastante
oscuro…
Nos dimos cuenta de los mensajes subliminales, de las
imágenes hipnóticas, del ruido enloquecedor, del constante alarmismo, de los
alimentos, el aire y el agua tóxicos, de la historia inventada, de las mentiras
constantes, del lavado de cerebro incesante, del adoctrinamiento sistémico, de
la división instigada, de los conflictos diseñados, del sistema financiero
fraudulento y de la estafa política, hasta que todos los aspectos de la vida,
tal como la conocíamos, se derrumbaron ante nuestros ojos.
Para nuestra
consternación, a pesar de lo claro que lo veíamos, otros seguían atrapados en
la entrada ilusoria del túnel, por lo que durante un tiempo nos sentimos muy
solos y aislados.
Pero cuando las trampas del túnel perdieron su poder sobre
nosotros, encontramos nuestra fuerza interior, nuestra fe y nuestro instinto de
guía, así que emprendimos un viaje introspectivo que nos enseñó que «la
luz al final del túnel» siempre había estado dentro de nosotros
mismos. Todo lo que teníamos que hacer para liberarnos era encontrar y
hacer brillar nuestra luz. La luz de la verdad. La luz del amor.
La luz de la vida. La luz de Dios.
Todavía podemos «ver» el «túnel», pero ya no estamos allí…
en su lugar estamos construyendo un puente hacia un nuevo lugar. La vida nunca
ha sido tan emocionante.
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