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13.11.24

Dejar de esperar líderes o soluciones mágicas y construir una sociedad razonable

LA ADOLESCENCIA MORTAL DE LA HUMANIDAD   

La humanidad, en su conjunto, es como un adolescente que se niega a crecer. Se envuelve en un aire de sofisticación, pero permanece prisionera de sus crisis existenciales y de sus ilusiones, sin alcanzar nunca la madurez. Detrás de las modernas fachadas de progreso y racionalidad, en realidad está profundamente arraigada en creencias irracionales que la dominan y guían, creencias a las que se aferra como una niña a sus ídolos o ideales.

Estas creencias, que surgen de los miedos y esperanzas más profundos de la psique humana, se revelan a través de movimientos de masas, ideologías políticas, religiones y símbolos nacionales que parecen inexpugnables. Operan silenciosamente, dictando decisiones individuales y colectivas.

Al igual que las psicosis de grupo, se alimentan de emociones e impulsos humanos, fortaleciendo así su dominio sobre la mente. Son ellos quienes explican por qué multitudes enteras se movilizan fervientemente por causas, sin siquiera comprender a veces sus fundamentos. Y, como un adolescente en busca de sentido, la humanidad prefiere dejarse llevar por esos impulsos que cuestionar sus verdades, su impacto o su relevancia.

La ciencia y la tecnología podrían haber sido las herramientas de la verdadera edad adulta, pero en cambio, a menudo se utilizan indebidamente para servir a esas mismas creencias. La racionalidad misma está instrumentalizada, manipulada para justificar ideologías o creencias en conflicto. En lugar de avanzar hacia una visión más lúcida del mundo, la humanidad se encierra en discursos simplistas, dividiendo todo en "bueno" y "malo", en "amigo" y "enemigo", como un joven prepúber limitado por un sistema binario y maniqueo en su visión de la existencia. Acumula evidencia de su propia evolución, pero permanece ciega ante la complejidad de su propia psicología, incapaz de escapar de sus obsesiones.

Cada crisis, fomentada por estos oligarcas desinhibidos, revela este bloqueo fundamental. En lugar de cuestionarse, recurre a sus viejas certezas, atribuyéndoles un papel protector, incluso sagrado. La fe en el Estado, en la religión, en las ideologías políticas, en el crecimiento económico infinito o en la tecnología como solución definitiva: todas estas creencias funcionan como guardianes rígidos que impiden a la humanidad ver el mundo tal como es. 

Lejos de la madurez, prefiere someterse a símbolos, iconos y modelos prefabricados tranquilizadores. Estos puntos de referencia, a menudo desprovistos de todo sentido crítico, se han convertido en un escape colectivo, una manera de evitar confrontar las verdades más inquietantes de la propia fragilidad y los desafíos reales.

En última instancia, esta dependencia de las creencias recuerda una adolescencia interminable, una negativa obstinada a abandonar el reconfortante capullo de ideas recibidas y certezas ilusorias. Por lo tanto, la humanidad sigue suspendida entre un pasado de tradiciones congeladas y un futuro que teme enfrentar sin sus hitos familiares. Avanza siguiendo reflejos, rituales y devociones arcaicos como otras tantas redes de seguridad para evitarse la angustia del vacío existencial.

Y así, la madurez se le escapa. Si bien podría abrirse a la complejidad, la verdadera responsabilidad y la autocrítica, se encierra en dinámicas de masas estrechas y regresivas, aterrorizada de convertirse en adulta, rebelándose y temiendo la libertad. Esta humanidad moderna, eternamente adolescente, todavía vacila entre la tentación de un cambio valiente y el consuelo de viejas ilusiones tranquilizadoras. 

El posible regreso de Donald Trump al poder es el ejemplo perfecto de esto. Bajo su bandera provocativa y desinhibida, encarna esta negativa a crecer, esta tendencia a aferrarse a un pasado glorioso –o al menos a la imagen idealizada del mismo– en lugar de enfrentar las realidades de una crisis mundial. 

Este regreso de Trump a la escena internacional no es sólo una cuestión de elección electoral o política pública; encarna la elección fundamental entre ilusión y lucidez. ¿Vamos a permanecer en este estado de pseudo-rebelión inmadura, persistiendo en comportamientos destructivos e ideales obsoletos? ¿O finalmente despertaremos, renunciaremos a estas falsas certezas y abrazaremos la complejidad de una realidad que exige de nosotros decisiones audaces y responsables?

Por ahora, todo indica que la humanidad, encerrada en esta crisis de eterna madurez, seguirá refugiándose en sus hábitos tranquilizadores, esperando que los problemas se evaporen por sí solos.

Mientras Estados Unidos se deleita con esta danza de satisfacción egoísta, al otro lado del Atlántico, Francia sigue sujeta al yugo de "la camarilla de Macron" y a las sórdidas pero aún impunes manipulaciones de Von der Leyen. Se podría creer que los franceses, herederos de una tradición revolucionaria, serían capaces de rechazar a este grupo de elites que parecen tener como única misión proteger sus propios intereses. Pero no, paralizados por el miedo a lo desconocido y la sumisión a una burocracia europea desconectada, permanecen estáticos e impotentes. En Francia, como en otros lugares, las decisiones no sirven al bien común, sino a los intereses de un puñado de políticos y financieros que se reparten el pastel, dejando a la sociedad luchando con migajas y promesas vacías.

Se podría pensar que los ciudadanos reaccionarían aprovechando la remontada de Trump, pero es todo lo contrario. Se someten cada vez más a este sistema disfuncional con una resignación casi cínica, como si hubieran aceptado que su futuro estaba en manos de unos pocos privilegiados. Y la situación global ofrece pocas esperanzas.M

Mientras Estados Unidos y su vasallo europeo están estancados en guerras en Ucrania y Medio Oriente, distraídos de su propio declive, China y Rusia están avanzando con el proyecto BRICS, construyendo un Nuevo Orden Mundial, basado no ya en la dominación sino en la cooperación estratégica. 

Occidente persiste en creer en su supremacía militar y económica, cegado por su obsesión por la dominación, donde una Europa autónoma parece tan utópica como una humanidad madura. Reina el inmovilismo, paralizado por su propia incapacidad de avanzar.

Para las elecciones estadounidenses de 2024, demócratas y republicanos gastaron la asombrosa cantidad de 15.900 millones de dólares en anuncios y campañas, lo que las convirtió en las elecciones más caras de la historia; En sólo una semana, se invirtieron casi mil millones de dólares en anuncios políticos. El 18% de toda la financiación de la publicidad política proviene directamente de los bolsillos de un pequeño puñado de megaricos de Estados Unidos. En otras palabras: los más ricos del país están financiando elecciones y ejerciendo poder político e influencia como nunca antes. Esta no sólo es una mala noticia para la democracia, sino que es catastrófica para el futuro del planeta.

Con su lema "Perforar, chico, perforar", Trump no busca simplemente relanzar la explotación de los combustibles fósiles, algo que no puede hacerse sin una guerra en Oriente Medio, sino que, sobre todo, reafirma su deseo de desafiar al mundo entero por la hegemonía estadounidense en plena decadencia, para afirmarse sin compromisos, como un adolescente en medio de una crisis de independencia que se rebela contra la autoridad. Así, si bien este trampolín podría finalmente abrir el camino hacia un futuro viable donde la tecnología nos sacaría de las garras de los industriales del siglo pasado, al proteger artificialmente ciertas industrias, la humanidad está condenada al estancamiento tecnológico, incapaz de adaptarse a los desafíos globales.

Su programa para este segundo mandato promete dividir a la sociedad estadounidense más que nunca. Porque detrás de los eslóganes y las acrobacias se esconde una visión profundamente regresiva: en lugar de asumir la responsabilidad de liderar finalmente una transición hacia energías renovables y no contaminantes como los motores hidráulicos, la energía libre de Tesla, utilizando la tecnología para salir de la camisa de fuerza petroquímica, Trump prefiere reactivar la industria del carbón, un sector económica y ecológicamente obsoleto, como para reafirmar esta nostalgia por una América industrial, poderosa e insensible a las advertencias medioambientales. Esta elección, siempre mejor que mantener la camarilla de satanistas democráticos, sigue siendo, sin embargo, la quintaesencia de esta enfermedad colectiva: avanzar sin tener en cuenta las consecuencias, conocidas desde hace décadas, y preferir los placeres inmediatos a las responsabilidades de la edad adulta.

Para Donald Trump, ha llegado el momento de una retirada estratégica de Estados Unidos del escenario mundial. Promete devolver la política exterior estadounidense a un estricto aislacionismo, especialmente en Ucrania, donde promete limitar el apoyo militar y financiero, diciendo que pondrá fin al conflicto "en 24 horas" obligando a Zelensky y Putin a sentarse a la mesa de negociaciones. Este retorno marcaría un cambio importante, con presión directa sobre Europa para que finalmente se haga cargo de sus propios conflictos despreciables contra los pueblos, mientras Estados Unidos reserva la prioridad para sus intereses internos. Para Trump, esta posición es a la vez una retirada del papel de policía mundial y una forma de decirles a sus aliados europeos: “lidien con sus sórdidas travesuras”.

En Medio Oriente, Trump mantiene, sin embargo, su apoyo incondicional a las sanguinarias colonias de Israel, aunque a veces adopta posiciones ambiguas. Si bien todavía apoya las sucias políticas de los sionistas y de Netanyahu y elogia a Hezbolá como "muy inteligente", sigue decidido a restablecer las sanciones contra Irán y reducir la ayuda humanitaria a los palestinos, reafirmando así el alineamiento de Estados Unidos con los intereses israelíes. Frente a China, aboga por una confrontación económica directa, imponiendo derechos de aduana punitivos del 60% a sus importaciones y limitando sus inversiones tecnológicas en Estados Unidos. Para deleite de Elon Musk. En resumen, la visión de Trump para su segundo mandato apunta a desvincularse de frentes que ya no sirven directamente a los intereses estadounidenses, al tiempo que fortalece sus posiciones frente a rivales económicos y estratégicos percibidos como amenazas. Sin embargo, al igual que los israelitas, todo lo que esté en contra de la hegemonía de Estados Unidos, mantenida mediante el chantaje y la guerra, es un enemigo potencial.

Afortunadamente, en el centro de la agenda de Donald Trump se encuentra una ofensiva contra los "valores progresistas" que, según él, debilitan a la sociedad estadounidense y global en su conjunto. En esto está más cerca de Putin. Quiere prohibir la enseñanza de la teoría crítica de la raza y eliminar la formación sobre diversidad de género en las instituciones federales. Su programa también prevé reforzar la seguridad fronteriza y aumentar las restricciones a la concesión de asilo, al tiempo que muestra abiertamente su escepticismo climático, califica acertadamente el cambio climático de "engaño" y desea también retirar de nuevo los acuerdos de París. Acuerdos que sólo pretenden arruinar las economías con subvenciones abusivas y procesos estúpidos y extremadamente contaminantes, cuya creciente incapacidad está demostrada y su reciclaje imposible, como ocurre con las espuelas de caballero y los molinos de viento.

Por supuesto, la sociedad estadounidense, dividida entre modernidad y tradición, tendrá que decidir si quiere persistir en este estado de perpetua inmadurez o avanzar finalmente hacia una evolución colectiva. Porque, en última instancia, la humanidad, atrapada en sus conflictos internos y en sus ilusiones de grandeza, sigue siendo incapaz de trascender esta etapa adolescente. Se aferra a los valores del pasado, al consuelo de las certezas antiguas, y se niega a afrontar la responsabilidad que conlleva la conciencia de los límites planetarios. Una vez más, el mundo continúa compitiendo en lugar de comenzar con la colaboración.

Quizás saquen de la ecuación a malhechores como Bill Gates y sus malas intenciones disfrazadas de filantropía, Anthony Fauci y sus malas prácticas eugenésicas, Klaus Schwab y su locura malthusiana, promovida por todas estas instituciones globalistas dedicadas a la tiranía planetaria; pero serán reemplazados por los proyectos de Musk, cuyo programa tecnológico basado en el transhumanismo y la tecnología cerebral no augura nada bueno para nuestro futuro. Elon Musk y Donald Trump encarnan a la perfección estos modelos, con sus posturas de provocadores y empresarios intrépidos que parecen desafiar las reglas de la sociedad para trazar su propio camino y no necesariamente por el bien de todos. En lugar de planificar una estrategia sostenible y responsable, la humanidad prefiere contar con los favores de estas figuras carismáticas y caprichosas, reforzando así su estado de inmadurez económica y tecnológica.

Porque bajo estas apariencias visionarias se esconden lógicas oportunistas y proteccionistas que sirven mucho más a los intereses personales que al bien común. Y esta dependencia de los caprichos políticos expone a una sociedad incapaz de desarrollar estructuras estables y maduras. Las fluctuaciones del mercado, influenciadas por decisiones políticas impredecibles, también ilustran esta incapacidad colectiva para establecer bases económicas sólidas. Por lo tanto, la humanidad prefiere ser guiada por líderes que prometen resultados rápidos y soluciones simplistas, ignorando las consecuencias a largo plazo de tales políticas.  Esta ilusión colectiva condena a todo el planeta a repetir los mismos errores. 

Esta actitud refleja una regresión sistemática, negándose a reconocer las señales de alerta y a tomar las medidas necesarias para un futuro sostenible. En cambio, la humanidad opta por aferrarse a prácticas obsoletas, prefiriendo la gratificación inmediata a las responsabilidades de la edad adulta. Las consecuencias de estas elecciones son múltiples y alarmantes.

En última instancia, esta dependencia de creencias irracionales y líderes impulsivos revela una humanidad todavía atrapada en su estado de inercia. En lugar de madurar y desarrollar una conciencia colectiva responsable, prefiere refugiarse en ideologías simplistas y decisiones apresuradas, con la esperanza de que las crisis se resuelvan por sí solas. Esta inmadurez general nos impide progresar verdaderamente, manteniéndonos en un ciclo repetitivo de crisis y expectativas que dificultan nuestra evolución con el paso a la edad adulta.

Con cada nueva crisis, podríamos esperar que la humanidad finalmente recurra a soluciones responsables. Pero no. En cambio, sigue prefiriendo la ceguera, rechazando los hechos y aferrándose a símbolos tranquilizadores, como fans incapaces de desprenderse de sus ídolos. La ciencia y la tecnología, lejos de impulsarnos hacia la madurez, a menudo se utilizan indebidamente para justificar esas mismas creencias, transformando la racionalidad en una herramienta al servicio de los impulsos del momento. El mundo sigue estancado en un maniqueísmo simplista, dividiendo todo en "bien" o "mal", como si el mundo aún pudiera reducirse a conceptos binarios.

Es hora de que tomemos conciencia de nuestro estado colectivo de adolescencia abandonando estas creencias cómodas y estos modelos de autoridad fallidos. De lo contrario, nuestro mundo seguirá repitiendo este ciclo de crisis, donde unas pocas élites manipulan a las masas bajo el disfraz de la democracia. Ya sea en Estados Unidos o en Europa, la urgencia es la misma: romper las cadenas de la ceguera colectiva, dejar de esperar líderes carismáticos o soluciones mágicas y, finalmente, construir una sociedad razonable, guiada por la responsabilidad y la autonomía. 

Pero eso, por supuesto, supondría que nuestra humanidad finalmente ha decidido crecer. Mientras tanto, la población seguirá sometiéndose a las decisiones de unos pocos oligarcas locos y siguiendo las tendencias actuales, esperando que un milagro resuelva sus problemas. Por el momento, siguen desarrollándose las mismas dinámicas, repitiéndose las mismas crisis y reinando la misma impotencia colectiva.

Phil BROQ.

https://jevousauraisprevenu.blogspot.com/2024/11/ladolescence-mortelle-de-lhumanite.html

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