UN MUNDO EN PELIGRO
La guerra de las élites contra el pueblo
En este mundo distópico, se libra una guerra silenciosa.
Pero a diferencia de los conflictos armados tradicionales, ya no son las
naciones las que se enfrentan entre sí, sino dos clases: por un lado, las
elites financieras, que detentan el poder absoluto, y por el otro, los pueblos,
que se han convertido en sus enemigos. Estas élites –ya sean corporaciones como
BlackRock, magnates financieros o redes clandestinas– dominan todos los
aspectos de la vida diaria. Gracias a sus recursos ilimitados y a su control
del funcionamiento del mundo, han construido un sistema en el que cualquier
forma de resistencia es aplastada sin piedad. La conclusión de esta guerra es
clara: la población mundial emerge empobrecida, esclavizada e indigente.
Un Poder concentrado y autoritario:
Uno de los peligros de este mundo reside en la extrema concentración de poder en manos de la élite. Habiendo monopolizado las finanzas, los recursos y las tecnologías, estos individuos ejercen una dominación total. Las libertades civiles no son más que una ilusión. La vigilancia masiva se intensifica y cada movimiento de la población es controlado, anticipado y reprimido.
Los sistemas autoritarios ultratecnológicos han reemplazado a las viejas formas de gobierno. Toda disidencia no sólo está prohibida, sino erradicada tan pronto como surge gracias a las herramientas digitales, haciendo prácticamente imposible cualquier revuelta.Explotación económica y social:
La explotación de las masas está alcanzando niveles sin
precedentes en esta sociedad. Mientras las élites se vuelven vertiginosamente
ricas, las clases trabajadoras se mantienen en la pobreza extrema, obligadas a
trabajar en condiciones cercanas a la esclavitud. Los requisitos para conseguir
un trabajo con salario mínimo se han vuelto una locura: hay que ser
bilingüe, multitarea y estar disponible en cualquier momento para el jefe. La
brecha entre ricos y pobres se está ampliando a un ritmo alarmante. Los servicios
básicos se vuelven inaccesibles para los más desfavorecidos, y el hambre, las
enfermedades (gracias Pfizer y Moderna), así como la inseguridad social, son
ahora la norma. En este contexto, surgen tensiones sociales, pero cualquier
intento de rebelión es aplastado por fuerzas armadas financiadas y controladas
por las élites. Recordamos a los chalecos amarillos, un movimiento espontáneo
rápidamente torpedeado por el LFI y Soros.
Deshumanización de las masas:
Para mantener su poder, las élites erradican gradualmente a
la población. Esto da como resultado políticas excluyentes y medidas extremas
para controlar o reducir la demografía global, como la p(l)andemia 2019. Las
ideologías de despoblación, esterilización forzada e incluso hambrunas
orquestadas se convierten en herramientas de gestión masiva. La tierra fértil
ya no se cultiva, no por accidente, sino por diseño deliberado, lo que
contribuye a una crisis alimentaria planificada.
Desastre ecológico y escasez de recursos:
Cegados por la búsqueda de ganancias, las élites no tienen
en cuenta las consecuencias ambientales de sus acciones. La sobreexplotación de
los recursos naturales conduce a un rápido colapso ecológico, como muy bien lo
hace Nestlé. La contaminación está alcanzando niveles catastróficos, especies como
las abejas están desapareciendo a un ritmo alarmante.
La élite, que controla los recursos, prepara el terreno para
migraciones masivas provocadas por las crisis que ellas mismas crearon.
Represión tecnológica:
En este mundo, la tecnología se convierte en la herramienta
suprema de represión. Drones, inteligencia artificial y sistemas de vigilancia
omnipresentes rastrean cualquier indicio de resistencia. Se vigila cada gesto
sospechoso, se aplasta cada pensamiento de protesta. Se promulgan leyes para silenciar
cualquier voz que no esté de acuerdo con las élites, creando una sociedad donde
la opresión es sistémica y sin escapatoria.
Fragmentación geopolítica:
A nivel global, el mundo se está dividiendo en bloques
gobernados por diferentes facciones de la élite financiera. Estos bloques
participan en una guerra fría perpetua, buscando aumentar su influencia
mientras mantienen su control sobre las masas. Regularmente estallan conflictos
entre estas potencias, pero siempre son las poblaciones civiles las que sufren
las consecuencias. Las zonas de guerra se multiplican, transformando a los
civiles en víctimas colaterales de una lucha por el poder que no les pertenece.
La situación en Ucrania, el Líbano o Palestina es un triste ejemplo.
Colapso mental y social:
Bajo el peso de la represión, la explotación, las
enfermedades (efectos secundarios de la vax) y los confinamientos
(coronacircus), las sociedades se hunden en una profunda depresión colectiva.
Los trastornos mentales, los suicidios y las adicciones están alcanzando
niveles alarmantes. La población, agotada por un sistema destructivo, no tiene
fuerzas para luchar. El colapso mental y social es inminente, llevándose
consigo cualquier idea de revuelta.
En conclusión, en este mundo donde la élite financiera reina,
cada aspecto de la vida diaria se ha convertido en una lucha por la
supervivencia. La guerra silenciosa entre los poderosos y el pueblo ha hundido
a la sociedad en un abismo sin fondo, donde sólo la élite sale victoriosa,
dejando atrás a masas ociosas y destrozadas.
Nota:
Si consideramos que la base de esta guerra es de naturaleza espiritual
entre un Orden materialista y esferas superiores de Conciencia, el verdadero
problema podría ser la salvación de las almas. No es en la comodidad donde pueden
demostrar su valor real, sino en la adversidad. Una guerra material ciertamente
se puede ganar con las armas, y tanto más rápidamente cuando “el fin justifica
los medios”, pero esta guerra espiritual probablemente sólo la ganarán las
almas que hayan sabido evitar todas las trampas colocadas en su camino,
incluidos los de tranquilidad, impaciencia, falta de fe y orgullo.
https://nouveau-monde.ca/un-monde-en-peril-la-guerre-des-elites-contre-les-peuples/
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