VERITAS FILIA TEMPORIS
La verdad es hija del tiempo. Cinco años después del comienzo del covid, el relato oficial se desmorona. El abrumador peso de la evidencia científica y la publicación de informes oficiales revisionistas que desmontan el relato político-mediático hegemónico desde 2020 ha provocado que algunos medios españoles hayan entonado un meritorio, aunque insuficiente mea culpa. Uno de ellos reconoce que «lo que eran fake news de algunos de aquellos etiquetados como negacionistas ahora está alineado con los hechos probados», y propone que, en adelante, «deberíamos escuchar otras voces, aunque no concuerden con la narrativa del Estado, de los medios, de los verificadores de información (…) ni con nuestra más arraigada ideología» (elocuente, esto último, ¿no?).
En otros países ha ocurrido algo similar. Recientemente, uno
de los periodistas del New York Times titulaba así su
artículo: “Nos engañaron de mala manera. Otro arrepentido del británico The
Times reconocía que ya no cree «que los confinamientos salvaran una
sola vida, y de hecho posiblemente causaron la muerte de muchas personas». Tras
pedir que la próxima vez «conservemos nuestro espíritu crítico y no
menospreciemos como parias a aquellos que discrepan del relato oficialmente
aprobado», termina con una reflexión: «Debemos recordar que cuanto mayor sea el
consenso, más dudas debemos tener sobre el mismo». Amén.
En realidad, eran los políticos, la UE, los medios de
comunicación, los payasos fact-checkers y parte del estamento
médico, es decir, el contubernio político-mediático-farmacéutico, los
negacionistas que propagaban bulos sin cesar.
El origen del Covid: un escape de laboratorio
El primer bulo del establishment fue el
supuesto origen zoonótico del covid con aquel inventado pangolín que aún
sobrevive en el bosque escapando de sus perseguidores, como Rambo. El sentido
común nos hacía preguntarnos hace ya dos años cuál era la probabilidad a priori
de que, de todos los lugares habitados del planeta, el virus emergiera
precisamente en una ciudad donde existían laboratorios que estaban trabajando
precisamente con ese tipo de coronavirus.
Hoy ninguna fuente seria cuestiona que la pandemia fue con
toda probabilidad causada por un escape de un laboratorio biológico en Wuhan
que las autoridades chinas y los EEUU ocultaron con la ayuda de la corrupta OMS
mientras China exportaba el virus al resto del mundo. El interés de EEUU era
doble: los científicos y las instituciones norteamericanas que habían
financiado la investigación del coronavirus en Wuhan querían borrar sus
huellas, y el Deep State quería debilitar la posibilidad de
reelección de Trump, que defendía la teoría del escape biológico.
La verdad ―que fue censurada― era conocida o al menos
sospechada desde 2020, pero fue ocultada al gran público. Los servicios de
inteligencia alemanes otorgaron desde un principio una probabilidad de hasta el
95% de que el virus proviniera del laboratorio chino, pero la excanciller
Merkel decidió mantener el informe en secreto. Del mismo modo, el exdirector
del Mi6 presentó al gobierno británico un informe clasificado en el que
declaraba que «no existe ninguna duda razonable de que el covid-19 ha sido
diseñado en el Instituto de Virología de Wuhan», pero el establishment lo
enterró.
Las controladísimas revistas médicas contribuyeron a tal
ocultación, con una excepción. En 2021 el British Medical Journal publicó
que «la supresión de la teoría de la fuga de laboratorio no se basa en ninguna
evaluación clara de la ciencia», y que se había producido «a pesar de que no
existen pruebas de la explicación alternativa, esto es, de la propagación
natural de los animales a los seres humanos». El BMJ terminaba criticando que
no se investigara el «verosímil» escape de laboratorio como origen del covid.
En 2022 el Senado norteamericano publicó un profuso informe
científico llegando a las mismas conclusiones, que fueron corroboradas meses
después por el director del FBI cuando reconoció que «muy probablemente» el
origen del covid era artificial. Finalmente, en noviembre de 2024 el Congreso
de EEUU llegó a la misma conclusión con un relevante informe que cuestionó casi
todas las medidas tomadas para combatir la pandemia.
A pesar de ello, algunos «expertos» continúan congelados en
la versión oficial y asustan con la posibilidad de que recurra una epidemia de
parecidas proporciones. Si ocurriera, sería la primera pandemia natural
importante desde hace un siglo, pues el covid, repito, no fue una epidemia de
origen natural, sino un accidente biológico causado por un escape de
laboratorio. En otras palabras, el covid fue el Chernóbil de las armas
biológicas.
¿Cuál es entonces la solución para que no se repita? No es,
desde luego, empoderar a la OMS para crear una dictadura sanitaria, como
pretende el globalismo, ni dar más poder a los gobiernos, ni más dinero a la
corrupta industria farmacéutica, sino algo muy sencillo: prohibir la
investigación de armas biológicas en todo el mundo y, en particular, la
tecnología de ganancia de función que manipula genéticamente virus del mundo
animal para aumentar su peligrosidad y que contagien a humanos, como hicieron
con el covid.
Caraduras recalcitrantes
A pesar de todo, en España algunos de los responsables del
mayor escándalo de salud pública de la Historia han aprovechado el quinto
aniversario del comienzo de la pandemia para felicitarse a sí mismos con total
desfachatez, lo cual denota la impunidad con la que han actuado (y delinquido):
cinco años después, nadie ha sido despedido ni multado y nadie ha sido
procesado (salvo los políticos comisionistas de las mascarillas). Naturalmente,
nadie ha pisado la cárcel.
Este desfile conmemorativo de políticos caraduras y médicos
pomposos que abusan de la autoridad de la bata blanca intenta blanquear un
fraude de proporciones gigantescas. Como decía Peter Gøtzsche, profesor emérito
de Medicina en Dinamarca y cofundador de Cochrane (en su día máxima referencia
de evidencia médica), «el sector de la Sanidad es mucho más corrupto de lo que
la gente piensa, y el dinero de la industria farmacéutica va a todas partes, a
políticos, revistas médicas, periódicos, etc.».
Ese etcétera es muy amplio, pues los viscosos tentáculos de
las grandes empresas farmacéuticas alcanzan a miembros de Colegios Médicos en
todo el mundo, a muchos médicos, directa o indirectamente, y a las agencias del
medicamento, con sus puertas giratorias. Por ejemplo, Pfizer acaba de contratar
a uno de los principales responsables de la FDA durante la pandemia.
El guion de la pandemia
La pandemia siguió un guion. En primer lugar, se aterrorizó
a la población con la complicidad de los medios, que lanzaron una campaña de
terror y culpabilización perfectamente diseñada para domesticar a la población.
Para dicha campaña se contrató a agencias de publicidad especializadas que
lograron crear una verdadera histeria colectiva con el objeto de facilitar la
aceptación de medidas arbitrarias, liberticidas, absurdas y completamente
acientíficas. Los confinamientos, las distancias de seguridad, la limitación de
comensales, el gel hidroalcohólico o las inútiles mascarillas no sirvieron para
nada, salvo para beneficiar a unos pocos. Sí sirvieron, en cambio, para
enfermar mentalmente a una parte de la ciudadanía.
Los ilegales y sádicos confinamientos fueron
epidemiológicamente inútiles y perjudicaron nuestra salud mental y nuestro
sistema inmunológico precisamente cuando más lo necesitábamos. Por otro lado,
las inútiles mascarillas, especialmente crueles con los niños en los colegios,
no se impusieron para controlar el virus. Las mascarillas se impusieron para
controlar a la población, y lo lograron.
Asimismo, para poder aprobar el uso de emergencia de las
«vacunas», se torpedeó o silenció todo tratamiento prometedor cuya existencia
habría impedido, por razones regulatorias, tan suculento negocio. Fue el caso,
por ejemplo, de la vitamina D utilizada de forma preventiva o en pacientes
ya ingresados, la ivermectina, o la hidroxicloroquina, eficaz en tratamiento
temprano, en combinación con azitromicina. Aunque reducía la mortalidad del
covid, fue retirada del mercado.
Finalmente, tras negar contra toda evidencia la superior
inmunidad natural de quienes ya habían pasado la enfermedad, se puso en marcha
un programa de vacunación indiscriminada con vacunas y terapias genéticas que
no cumplían ninguno de los tres requisitos exigidos para una vacuna (necesidad,
eficacia y seguridad), pero sí cumplían el único requisito que importaba: el
beneficio.
El escándalo de las «vacunas»
Las vacunas y terapias genéticas ARNm eran innecesarias para
la inmensa mayoría de la población para la que el covid era una enfermedad
leve, dato que se conocía desde 2020 pero que los medios ocultaron
pertinazmente. Para los niños el covid era más leve que la gripe, a pesar de lo
cual se les incluyó escandalosamente en el programa de vacunación.
Las vacunas también fueron ineficaces, pues no evitaban ni
la transmisión ni la muerte. Un estudio realizado en Japón (uno entre varios)
afirma incluso que las vacunas covid tuvieron eficacia negativa, es decir, que
los vacunados se contagiaban más que los no vacunados. Además, la probabilidad
de contagiarse aumentaba con cada dosis adicional, como había concluido un
macro estudio de la Cleveland Clinic.
Nos dijeron que las vacunas protegían contra el contagio y
la transmisión para justificar la persecución y apartheid de los no vacunados y
el infame pasaporte covid. Era mentira, y, cuando fue patente que no impedían
ni el contagio ni la transmisión, recularon cambiando el relato y afirmando que
al menos sí protegían contra la gravedad y la muerte. También era falso: en
marzo de 2022 el 84% de los muertos por covid en España estaba perfectamente
vacunado, según datos del propio Ministerio de Sanidad. Un estudio reciente
confirma que «los datos estadísticos muestran que la mortalidad de los vacunados
fue un 14,5 % superior a la de los no vacunados», por lo que la idea de que las
vacunas covid salvaron vidas «contradice los datos estadísticos».
Las vacunas también fueron inseguras, pues seguimos pagando
sus efectos secundarios adversos, sobre todo isquémicos y cardiovasculares:
ictus, trombosis y trombocitopenia, embolia pulmonar, miocarditis,
pericarditis, fibrilación atrial; pero también desórdenes menstruales, efectos
oculares, dermatológicos, autoinmunes y neurológicos, como trombosis del seno
venoso cerebral, parálisis facial de Bell, mielitis transversa aguda o cáncer.
La escandalosa verdad es que con toda probabilidad las vacunas y terapias
genéticas ARNm han provocado la muerte de muchas personas: autopsias realizadas
sugieren una relación de causalidad.
Hoy, especialistas en Reino Unido o autoridades
sanitarias de algunos países llaman a la suspensión de las vacunas ARNm
contra el covid mientras el British Medical Journal exige
investigar el exceso de mortalidad «sin precedentes» registrado en todo el
mundo en 2021 y 2022 tras la difusión de dichas vacunas.
Los médicos nos fallaron
De forma imprudente y contra lo que defendía la evidencia
científica, la inmensa mayoría de los médicos en España recomendaron a sus
pacientes vacunarse aunque no pertenecieran a la población de riesgo o hubieran
pasado la enfermedad. Eso sí, lo hicieron verbalmente, sin consentimiento
informado, ni receta, ni firma.
La realidad es que, ante la enorme presión social y gremial
y el mimetismo que plaga la profesión, muchos eligieron el camino cómodo
escudándose en «los protocolos» del orwelliano Ministerio de Sanidad. ¿Cuántos
han asumido alguna responsabilidad? ¿Y los Colegios Médicos, que persiguieron y
amenazaron a los pocos médicos valientes que se negaron a aceptar el trágala?
Parece lógico, por tanto, que la credibilidad del gremio
haya caído estrepitosamente: en EEUU la confianza en médicos y hospitales se ha
derrumbado, pasando del 72% en 2020 al 40% en 2024. También se ha producido una
lógica disminución de la confianza de la población en las vacunas.
Un homenaje a los valientes
Tres cosas recuerdo con gran agradecimiento en este lustro
de arduo combate contra la histeria colectiva y los negacionistas del
contubernio político-mediático, que se negaban pertinazmente a ver lo que
mostraban los datos estadísticos y la evidencia científica.
En primer lugar, la respuesta de mis amables lectores, que
mantuvieron la cordura en medio de la locura colectiva demostrando una
capacidad de resistencia, una firmeza y un valor poco comunes para defender su
independencia de opinión y su salud física y mental (y la de los suyos).
En segundo lugar, el aliento de unos pocos médicos y
expertos en inmunología que, en privado, me dieron un apoyo importantísimo para
mí, fijándose en el mensaje y no en el mensajero, es decir, en la seriedad de
mis fuentes y el rigor de mi análisis. Aunque la literatura médica sea uno de
mis hobbies desde hace 20 años, pasaron por alto mi falta de credenciales, lo
que tiene doble mérito (por tratarse de España y por tratarse de la profesión
médica).
Pero, sobre todo, recuerdo con admiración el coraje de los
pocos médicos que se opusieron públicamente a La Gran Mentira y pagaron un
precio por ello. A fin de cuentas, yo sólo sufrí la censura de un artículo, lo
que además resultó ser providencial. En efecto, mi decisión de no publicar más
en un periódico que retiraba manu militari artículos
maquetados sin explicación alguna me llevó a desarrollar este blog, en el que,
para mi sorpresa, el artículo censurado tuvo cerca de 400.000 lecturas. Como
dice el refrán, «dando gracias por agravios negocian los hombres sabios».
Esos médicos valientes, sin embargo, pagaron un elevado
precio personal y profesional por defender la verdad y ser fieles a su
juramento hipocrático: fueron injustamente estigmatizados, amenazados,
perseguidos y condenados al ostracismo por los medios, por los opacos y
siniestros Colegios de Médicos y por algunos de sus propios colegas. A ellos
quiero rendir especial homenaje con este artículo.
Veritas filia temporis.
Fernando del Pino
Calvo-Sotelo
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